Prólogo

Haru era una deidad muy joven tenía solo quince años y su belleza era enorme, él era la deidad del amor, la belleza y el placer. Pero a pesar de todo eso era solitario, vivía él solo en un palacio protegido de las personas con malas intenciones, él a veces miraba como le dejaban ofrendas. Fue ahí donde conoció a Cien un chico de 20 años que buscaba refugio, él entró al palacio y vio todo el lugar hasta que su vista se posó en el castaño de ojos verdes él cuál solo lo miraba.

—Perdón por entrar así. —hablo el pelinegro. —busco refugió solo por esta noche.

—¿Solo buscas eso? —preguntó el menor mientras se acercaba más al chico.

—Sí. —le respondió. —pero si no se puede me iré.

—Quedate. —sonrió el menor. —soy Haru.

—Cien. —hablo el mayor. —y gracias por permitirme estar aquí solo por esta noche.

Ambos sintieron una conexión, una conexión prohibida, un amor surgió en esa misma noche, esa noche donde la luna brilla a su mayor esplendor. Pero para la joven deidad sabía que estar con un humano era peligroso, pero el humano no entendía el motivo del miedo del menor. Su relación era hermosa, una noche la deidad se entregó en cuerpo y en alma al humano, pero no supo que eso traería graves consecuencias. Su padre se dio cuenta de lo que ocurrió y se enfadó al saber que su hijo fue profanado por un simple mortal y molestó esparció un rumor de que un joven había violado a la deidad joven.

Eso le provocó la muerte llevando a su hijo al borde de la locura a tal punto que secuestró el cadáver de su amado y lo tuvo con él hasta que se hizo putrefacto. La deidad hizo lo impensable y bebió de su sangre putrefacta a tal punto de envenenarle el alma, fue su maldición y aún con la locura en su ser se propuso a buscar a su amor por toda la eternidad.

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