19
Esa noche, el viento susurraba entre los árboles del pequeño pueblo mientras la luna llena iluminaba tenuemente el paisaje. El grupo se había retirado a la posada donde se hospedaban, y la quietud nocturna envolvía el lugar en un manto de serenidad aparente. Pero dentro de la habitación donde Yoongi yacía dormido junto a su hija, algo más profundo y antiguo se movía en las sombras.
Haru, el joven de cabellos rojos que Yoongi había conocido en el templo, apareció silenciosamente a los pies de la cama. Su figura etérea se deslizaba por la habitación, observando a Yoongi con una mezcla de tristeza y dolor. Se acercó lentamente, hasta que estuvo lo suficientemente cerca como para escuchar la respiración tranquila de Yoongi mientras dormía.
El corazón de Haru se encogió al verlo así, tan vulnerable y ajeno a la verdadera naturaleza del destino que lo unía a él. A pesar de todos los esfuerzos de Haru por mantenerlo alejado del peligro, el destino parecía inexorable. La maldición que los unía se cernía sobre ellos como una sombra persistente, y Haru sabía que no podía evitar lo inevitable.
—Lo siento tanto... —susurró Haru, su voz apenas un murmullo que se desvanecía en la oscuridad de la habitación. Se inclinó sobre Yoongi, sus ojos llenos de una tristeza que había cargado durante siglos. —Si pudiera cambiar tu destino, lo haría, si pudiera liberarte de este ciclo de sufrimiento, no dudaría en hacerlo... Pero parece que estamos condenados a repetir esta historia una y otra vez.
Las lágrimas llenaron los ojos de Haru mientras extendía una mano temblorosa hacia Yoongi, sin atreverse a tocarlo. Sabía que cualquier contacto sólo empeoraría las cosas, que cualquier vínculo entre ellos sellaría aún más el fatídico destino que los aguardaba.
—Yo no pedí esto. —continuó, con la voz quebrada por la emoción. —No pedí ser quien soy, ni llevar esta carga. Y tú... tú no mereces esto, Yoongi no mereces el dolor que se avecina.
Haru bajó la mirada hacia Yoonji, la pequeña que dormía pacíficamente al lado de su padre. Ella era inocente, ajena a las tragedias que envolvían su existencia. Haru cerró los ojos, sintiendo la impotencia y la desesperación apoderándose de él.
—Si tan solo pudieras mantenerte lejos... si tan solo pudieras escapar de esta maldición... —murmuró, más para sí mismo que para Yoongi, que permanecía dormido e ignorante de la presencia del joven zorro.
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