16

Una luz molesta hizo que abriera los ojos y se diera cuenta de que estaba en una habitación de hospital. Miró a un lado suyo y vio que ahí estaba una persona dormida, la cual abrió los ojos y se acercó para verlo.

—Hyung nos diste un susto de muerte. —habló el chico.

—¿Quién eres? —le pregunto.

—Soy Jungkook, hyung. —le dijo. —Hijo de Namjoon y Jin.

—Yo no recuerdo nada. —lo vio.

—Tuvo un accidente. —contó. —Sé que la pérdida de su esposo fue duro Yoongi hyung, pero piense en su hija.

El pálido lo vio y recuerdos vagos vinieron a su mente y vio al chico el cual se miraba preocupado.

—¿Dónde está mi hija? —le pregunto.

—Ahorita está con appa Jin. —respondió.

Yoongi asintió y miró como la puerta se abría dejando ver a una pareja que traía en sus brazos a una pequeña bebé.

—Yoonji. —dijo mientras cargaba a la bebé.

—Nos alegra saber que ya despertaste. —habló uno de los hombres.

—No volverá a pasar. —miro a la bebé y sonrió.

Cuando este fue dado de alta se dirigió a su departamento donde entró y fue ayudado por la familia que tal parecía eran sus amigos, no recordaba mucho, pero tal vez con el tiempo lo haría. Yoongi puso a la bebé en la cuna y miró la casa, no había ni una foto de él con el que parecía ser su esposo.

—¿Por qué no hay fotos de mi esposo? —les pregunto.

—Tú las quemaste todas. —explicó el chico que estuvo con él en el hospital. —dijiste que verlo te hacía daño.

***

Las personas comenzaban a notar el extraño comportamiento en la deidad, la cual parecía que lloraba por largas noches o a veces se miraba preocupado y algo alterado. Jimin no podía dormir, los recuerdos horribles estaban presentes deteriorando su mente, cada vez que llegaba la noche podía escuchar los gritos de sus hijos llorando por él, también podía escuchar a su amado llamarle.

La noche había caído como siempre y este estaba en su habitación tapando sus oídos al escuchar a los bebés por todos lados, además de ver la sangre en el suelo, él solo podía llorar mientras negaba ante todo. La locura lo estaba consumiendo a tal grado de colarse en las casas del pueblo que lo adoraba y mataba a los bebés, pues no quería escuchar los llantos de los bebés, pero era en vano...

Otra vez había caído en la locura y hoy no había nadie que lo salvara.

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