Bye
Tras colocar la última de sus prendas en la valija corrió el cierre de una punta a la otra para cerrarla. Sus muñecas dolían al igual que parte de su cara, pero igualmente hizo el esfuerzo de cargarse una mochila de oso teddy en el hombro y arrastrar las ruedas de la maleta hasta la salida.
¿La decisión dolía? Sí, las lágrimas no paraban de caer por sus mejillas, pero lo había estado pensando desde hace un largo tiempo. No era la primera vez que se sentía de esa forma en la que no podía mirarse al espejo sin sentir lástima de sí misma, no era la primera vez que era rehén de la crueldad de lo que ella llamaba amor y ya no lo aguantaba. No obstante, esa mañana por primera vez despertó sintiéndose lo suficientemente fuerte para terminar con aquello.
Afuera la esperaba Kazuha, que al verla le abrió la puerta del taxi. Una vez más la reconfortaba con un abrazo en lo que la valija era puesta en la cajuela.
—Es hora —Le dijo animándola a subir al vehículo.
La contraria lo hizo, y viendo a través de la ventana la pequeña casa gris pensó que no importaba cuánto lo habían intentado ya todo estaba roto entre las dos.
"Adiós".
Un año atrás...
—El servicio se ha quintuplicado en el país en el último trimestre y todo indica que irá en aumento en los próximos meses. Es asombroso.
—Lo es, y se han demostrado muy buenos resultados curativos a nivel psicológico.
—Podemos decir que es una de las más grandes innovaciones científicas de la historia.
—Indiscutiblemente.
—Pero expliquémosle a la gente que nos está viendo cómo es el proceso, ¿cómo funciona todo esto?
—No es sencillo de explicar. La inteligencia artificial nos permitido desarrollar...
La anciana apagó el televisor frunciendo los labios. No quería escuchar la explicación sin sentido del hombre de guardapolvo blanco. Ya era suficiente con que normalizaran esas prácticas antinaturales que desataban la ira de Dios.
No quería ponerse de mal humor tan temprano, y eso que estaba pasándola tan bien bebiendo té de canela mientras veía las noticias desde su silla mecedora.
—Hice más té, abuela —dijo su nieta viniendo con una tetera—. Pero... ¿apagaste la tele?
—Otra vez están hablando de esas cosas desagradables.
—Oh... Con razón.
—La naturaleza es sabia, no pueden creerse Dios. ¿Por qué no inventan un auto que funcione a base de agua, o mejor aún, por qué no encuentran todavía la cura para el cáncer?
—Ni la industria petrolera ni la farmacéutica lo permitirían. El mundo se sigue moviendo por el dinero lamentablemente.
La anciana asintió viendo a la joven ponerse la bufanda encima del cubrebocas que ayudaba a no respirar aire frío.
—¿Ya vas?
—Sí, regreso luego —Se despidió de su abuela con un abrazo—. Nos vemos.
—Dime que nunca harás esa locura, Chaeyoung. No, mejor prométemelo.
—Está bien, te lo prometo.
—Y cuídate mucho. Trabajas tan duro.
La muchacha asintió para contentarla como de costumbre, ya se le estaba haciendo tarde para ir a la gasolinera y no quería tener problemas con su empleador. Pensó que esta vez sería conveniente tomar el autobus pero llegando a la parada cambió de parecer. Calculó que si iba caminando no llegaría más de uno o dos minutos tarde así que siguió de largo.
El camino que tomaba era siempre el mismo. Diez cuadras en linea recta y dos a la derecha sobre la ruta principal donde pasaban autos a toda hora.
Fue a toda prisa las primeras cinco cuadras, en la sexta desaceleró el paso al ver que la tienda de jabones ya estaba abierta. Chae le echó un vistazo disimuladamente al pasar por la vereda alcanzando a visualizar a la linda chica que trabajaba ahí acomodando unas cajas. Sonrió internamente antes de continuar su trayecto.
Casi le descuentan el día por llegar tarde. Por ser informal le exigían más que al resto pero ella no se quejaba ya que necesitaba conservar el trabajo para poder comprar los medicamentos.
De regreso entró a la farmacia y como en la mañana miró por fuera el local de jabones. En realidad siempre lo hacía, ya fuera por su vereda o la de enfrente cuando encontraba a alguien con la escoba barriendo las hojas del otoño, caminaba lento para ver qué andaba haciendo la chica linda de tez blanca y lunar en la nariz con la que soñaba de vez en cuando. A decir verdad, esa era la única razón por la que prefería caminar hasta la gasolinera.
—Hasta mañana —Le susurró de espalda metros adelante.
En casa encontró a su abuela dormida en la silla mecedora. Se quitó un poco de abrigo y dejó las dos bolsitas con el logo de la farmacia sobre la mesa. Con cuidado trató de despertar a la anciana.
—Abuela.
—¿Uh? ¿Chae? ¿Ya llegaste?
—Sí, abuela. Traje tus medicamentos, tienes que tomarlos.
—Está bien.
—Iré a la cocina a traerte un vaso de agua.
La abuela bebió la pastilla para su artritis y le preguntó cómo le había ido.
—Bien, aunque llegué tarde.
—Debiste tomar el autobus.
—Sí, lo haré la próxima vez.
—No, no lo harás. Te conozco, dime, ¿la viste?
—¿A quién?
—¿A quién más? A la muchacha que te gusta, la de la tienda de jabones.
—¿Q-Qué? No, yo n-no...
—Lo sabía, la viste, por eso nunca tomas el autobus.
—Abuela, yo no sé de...
—Ella te gusta, Chae, no tienes que ocultármelo. Es muy bonita y trabajadora, me gusta para ti.
—¿En serio?
—Sí, ¿por qué no la traes a casa?
—Yo... Es que yo... nunca le he hablado.
—Pues hazlo. Invítala a salir y pídele que sea tu novia.
—No es tan sencillo para mí.
—¿Por qué no? Tú puedes enamorarte, no tiene nada de malo.
—Es que... —Agachó la cabeza, insegura—...No es necesario. Tú y yo estamos bien como estamos —Se volteó a la mesa para devolver la cajita a su respectiva bolsa—. Haré de cenar.
La anciana no iba a dejar que huyera así nada más a la cocina, así que la tomó del brazo con su arrugada mano.
—Mírame Chae —La nieta obedeció—. Ya estoy muy vieja, ambas sabemos que no me queda mucho tiempo. Cuando muera ¿qué harás?
—Abuela, no quiero tener esta conversación.
—No quiero que te quedes en esta casa vacía y triste tú sola. Ya me cuidaste, alguien debe cuidar de ti.
—Yo puedo sola. Para qué complicarle la vida a alguien más.
—No se trata de complicar sino de amar. Tú tienes todo el derecho a enamorarte, a amar y a que te amen igual que al resto. Quiero que sigas adelante con tu vida normalmente porque sí puedes y lo sabes. Tú no tienes la culpa de nada, tú estás viva y vas a vivir mucho, mucho más.
—Abuela... ¿E-Eso crees?
—No lo creo, estoy completamente segura de lo que te digo. Por eso hazme caso e invita a la chica de los jabones a salir. Anímate, tienes todo para gustarle.
Chaeyoung se secó los ojos con su manga y abrazó a la anciana como si fuera a perderla, cosa que no quería que pasara pero que era inevitable. Con más razón debía escuchar sus consejos. Su abuela era sabia y estaba en lo cierto, tenía derecho a amar y ser amada pero para saber si su amor era correspondido primero tenía que averiguarlo.
—De acuerdo —dijo sosteniendo la mano de la abuela—. La invitaré a salir.
Esa noche fue difícil conciliar el sueño pero cuando finalmente lo hizo soñó con un casamiento en el que bailaba un valls con la hermosa chica de lunares vestida de blanco. Ese sueño la animó para salir temprano de su casa a la tienda de jabones. Menos tapada de abrigo pero conservando el cubrebocas y la bufanda, esperó en la vereda de enfrente a que la chica linda abriera su local.
Por lo general veía que otra chica más joven la ayudaba dentro del local pero esta vez no. Había pasado casi una hora y la vendedora seguía ahí sola atendiendo a una que otra clienta que entraba a la tienda.
Otra hora y seguía fingiendo interés en los celulares que se exhibían en la tienda de celulares usados de enfrente. No sabía muy bien qué hacer, si quedarse o irse. ¿Y si ya tenía a alguien? ¿Si hacía el ridículo? ¿Si ya se había dado cuenta que todo el tiempo le estuvo echando el ojo? ¿Si la echaba a escobazos o, peor aún, llamaba a la policía?
"Anímate, tienes todo para gustarle."
Cerró los ojos con fuerza conteniendo la respiración. Segundos después los abrió para girarse y cruzar al otro lado de la calle. La puerta tenía el cartel de abierto así que la abrió sin pensar.
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