|| c i n c o ||


     Para mi gran sorpresa, el domingo en la mañana me desperté temprano. Eran las ocho y yo ya no sentía sueño en absoluto, al contrario: estaba energizado y feliz, como cuando duermes bien después de haber tenido un buen orgasmo la noche anterior.

     Y bueno... podía explicar perfectamente la razón de mi euforia matutina: el orgasmo lo tuvo mi inmensa curiosidad, debido a la fantástica noche que pasé con JiMin.

     Este tipo de satisfacción solo logro tenerla con JooYoung cuando charlamos hasta las tres de la mañana durante nuestras pijamadas. Ella y yo sabemos que esa son horas peligrosas porque de pronto la lengua se suelta y empiezas a hablar de todo como si estuvieras borracho.

     La conversación que tuve con JiMin no llegó hasta ese punto, pero fue igualmente estimulante para mí como para sentirla familiar y regalarme ese hermoso resultado: ganas de cocinar temprano en un domingo.

     Así que bajé las escaleras pensando en si a JiMin le gustaban o no los panqueques, también estaba decidido a preparar chocolate caliente para acompañarlos.

     Entonces, mientras en mi teléfono sonaba mi playlist favorita para cocinar y yo batía la masa, vi a JiMin espiarme justo en el mismo lugar donde yo lo había hecho la mañana anterior. Así que de inmediato apagué la música y le regresé su propia carta:

— ¿Hasta cuándo vas a mirarme como si me quisieras follar?

—Ya quisieras que yo quisiera follarte —rió y se acercó dando algunos saltitos, se veía muy alegre.

     Y, para mi sorpresa, estaba usando una fina camiseta interior de tirantes y también calzoncillos muy pegados a su piel. Sus tatuajes estaban a la vista y, a diferencia del día anterior, yo no sentí ni una pizca de morbo ni atracción sexual.

     Todo lo contrario (lo cual fue extraño): sentí ternura por él porque se veía tan sonriente y me hacía feliz que sonriera, porque se había convertido en mi amigo, habíamos dado un gran paso de confianza. Me sentí tranquilo porque ya no me atraía como la primera vez, así que pude verlo con más naturalidad mientras le hablaba:

— ¿Dormiste bien? —Le pregunté mientras seguía batiendo la masa.

—Sí, tenía mucho tiempo sin dormir así de bien.

— ¿Y eso a qué se debe? —Pregunté deseando que la respuesta fuera "porque tuve una gran noche contigo", pero, obviamente, eso no pasó.

—Seguramente fue porque bebí, siempre duermo bien luego de una cerveza —contestó sin agregar nada más al respecto, pero lo siguiente me puso feliz porque, evidentemente, le agradó lo que yo cocinaba. Ahora yo esperaba aprobación de su parte—. ¡Estás haciendo panqueques! Ahora me caes mucho mejor, los amo.

—Qué bueno que acerté, no sabía si te iban a agradar —contesté algo nervioso por su respuesta, esperaba que mi receta estuviera a la altura de su paladar. Sentía ganas de complacer de alguna forma a mi nuevo amigo.

—Es mi desayuno favorito —luego sacó un vaso de vidrio y se sirvió agua—. Me gustan, pero no sé voltearlos y siempre hago un desastre, pero es una suerte que tú sí sepas.

—Realmente no es muy difícil, ¿quieres intentarlo? —Le ofrecí la espátula.

—Nah, hazlos tú, dejaré que me consientas. Yo picaré un poco de fruta y... ¿quieres café?

—Mejor prepara chocolate caliente.

     Él estuvo de acuerdo y se esmeró bastante en picar suficiente fruta, calentar la leche y preparar la mesa mientras yo terminaba el esponjoso desayuno.

     Durante el desayuno, charlamos sobre la película de la noche anterior y en las que veríamos luego de que JiMin regresara del trabajo.

     Esa mañana, descubrí que JiMin era muy serio cuando planeaba cosas y al parecer era bueno cumpliendo todo lo que decía.




     La tarde de películas se hizo tal y como JiMin quería: con comida pedida a domicilio, una lata de cerveza y las producciones de Tarantino que él escogió: Bastardos sin gloria y Pulp Fiction, la segunda me dio mucha pereza y no la entendí, pero fingí que sí porque no quería que JiMin pensara que me estaba aburriendo. Realmente estaba haciendo todo eso por él, porque quería ser aceptado y encajar con él, su amistad significaba mucho para mí porque eso significaba vivir tranquilo en esa nueva casa donde no existían los conflictos.

     Al finalizar las películas, sus piernas ya no se volvieron a posar sobre las mías y la charla sobre nuestras vidas no se retomó. Eso me desilusionó un poco, porque yo tenía ganas de seguir hablando sobre su vida. Pero decidí que no presionaría porque tal vez para él la confianza era para darse en dosis pequeñas y no toda de un solo bocado.

     SeoJoon llegó en la noche, justo cuando nosotros estábamos levantándonos del sillón y nos miró extraño, como si no le agradara que estuviéramos ahí otra vez, al igual que la noche anterior, con la comida chatarra en el sillón y las latas de alcohol en el piso.

     Fue extraño verlo tan serio porque su rostro normalmente emanaba tranquilidad. Solo lo saludamos y él desapareció escaleras arriba, escuchamos la puerta de su habitación y ya no supimos nada de él. Después de limpiar, JiMin subió a su habitación y yo a la mía, él con el pretexto de que tenía que limpiar y yo resignado a que me iría a dormir temprano sin saber más sobre su vida.

     No pude conciliar el sueño porque pensaba en él.

Tengo problemas con mi...

     ¿Con su qué? ¡¿CON SU QUÉ?! Esa duda no me dejó descansar y me dormí tal vez hasta las tres de la mañana y eso porque me forcé a contar ovejas, porque si hubiera dejado que mi loca cabeza tomara el control, seguro ni siquiera hubiera dormido.

     Y al siguiente día pagué las consecuencias. JooYoung estuvo regañándome toda la mañana por casi quedarme dormido, no pude retener la información de ninguna clase y cuando iba de regreso en el transporte público, me quedé dormido y tuve que tomar otro autobús de regreso porque terminé en la central sur de la ciudad.

     Y todo por estar pensando en los problemas de Park JiMin, mi nuevo amigo que ahora era un gran misterio.




     Durante nuestro primer mes siendo amigos, sus tiempos y los míos se acomodaron a la perfección, descubrí que podíamos formar un buen equipo si nos organizábamos bien. Ni siquiera tuvimos que hablar porque todo se acomodó por sí solo hasta hacerse rutina.

     Yo llegaba de la escuela a eso de las tres de la tarde y comía lo que JiMin había dejado para mí en el refrigerador. Decidió que me seguiría el juego de las notas adhesivas y así nos comunicábamos. Me dejaba notas que decían "sírvete, pero si te da diarrea no es mi culpa, come bajo tu propia responsabilidad", o cosas parecidas, pero siempre terminaba comiendo cosas deliciosas porque él tenía una gran sazón. Me contó que sus hermanas le habían enseñado todas esas recetas cuando lo visitaban en su ciudad natal.

     Luego yo, en agradecimiento por el lindo gesto de dejarme comida hecha, le dejaba preparado el mismo desayuno de siempre: huevos revueltos con cualquier embutido que encontrara disponible en el refrigerador, y un poco de fruta picada cuando me alcanzaba el tiempo.

     Y en la noche, cuando él llegaba del trabajo, nos sentábamos en el sillón a cenar cualquier cosa frente al televisor. Adoptamos también la costumbre de ver alguna serie de capítulos cortos y después nos íbamos cada uno a nuestra habitación a ocuparnos de nuestros asuntos.

     Las charlas que teníamos mientras cocinábamos la cena o en nuestro trayecto hacia la tiendita de la esquina, siempre trataban sobre el trabajo de JiMin y sobre las series que veíamos, de vez en cuando me preguntaba sobre mi carrera pero la mayoría de las veces siempre hablábamos de él y eso me gustaba más.

     Descubrí que le apasionaba mucho su trabajo y me hablaba de montones de cosas sobre la venta de guitarras, sobre su anhelo de comprar su propio bajo y, una de las cosas que más me sorprendieron, su sueño de convertirse en un productor musical o en un camarógrafo. Él hablaba y hablaba y yo solo lo escuchaba, porque era satisfactorio para mí aprender de él, esperaba que luego pudiera hablarme de aquello que quedó inconcluso durante mucho tiempo, así que fui paciente... pero no se volvió a tocar el tema.

     Los fines de semana veíamos películas y a veces comprábamos comida chatarra o cocinábamos. Los domingos, JiMin adoptó la costumbre de levantarme temprano para que le preparara panqueques, y yo me alegraba un montón de que le gustara que yo le cocinara, era algo que le debía, después de todo, pues él me alimentaba a medio día cuando yo llegaba muerto de la jornada escolar y lo único que quería era dormir.

     También decidimos, por el bien de ambos, empezar a comprar juntos la despensa para que eso de la comida no se viera desbalanceado, pagábamos mitad y mitad y elegíamos minuciosamente la comida de la semana. Así que de esa manera pudimos lograr un perfecto equilibrio de convivencia.

     ¿Por qué había tenido tanto miedo de tener roomies al principio? ¡Todo estaba saliendo mejor de lo que esperaba! Jamás pensé en todos los beneficios que vendrían al estrechar una amistad con un compañero de piso, era como vivir con un hermano, era más barato e incluso empecé a comer mejor porque JiMin siempre usaba muchas verduras. Cuando le conté a mamá de lo bien que me iba con él, estuvo orgullosa e incluso hasta me quería emparejar con él, pero la regañé porque... eso no podía ser posible, nosotros solo éramos amigos.

     Por otro lado, también descubrí que SeoJoon era un poco antipático cuando nos veía juntos y eso me ponía un poco triste porque yo quería tener una amistad buena con él también, pero simplemente no se dio.

     Siempre llegaba del trabajo cuando nosotros estábamos con la sala desordenada y, aunque limpiáramos siempre, nos empezó a recordar que tuviéramos cuidado de no derramar nada sobre el sillón.

     JiMin solo se reía de él y le hacía caras graciosas cuando subía las escaleras, yo solo me reía de su infantilismo y procuraba hacerle caso a SeoJoon, aunque realmente me llegó a desagradar un poco su forma tan rígida de dirigirse hacia nosotros.

     Pero luego, comenzamos a tener pláticas breves cuando coincidíamos en la mañana, hablábamos del clima, de cómo me sentía en la nueva casa y de mis plantas que ya empezaban a crecer. También mencionó brevemente que le alegraba que JiMin y yo nos hubiéramos hecho amigos. Entonces descubrí que el punto débil de SeoJoon era la limpieza, así que decidí que haría lo posible por mantener todo en orden para que no se molestara, realmente era un buen tipo, solo que era cuidadoso con sus cosas y bueno... estaba en todo su derecho porque el sillón era suyo.

     Todo fluía de maravilla.

     JiMin cocinaba y yo lavaba los platos. Yo le dejaba el desayuno y él la comida de medio día. Y día tras día, me agradaba mucho más su presencia y adoraba compartir tiempo con él al final del día y los fines de semana. Me gustaba reír con él, era muy agradable tener a alguien a quién contarle cómo me fue durante el día y también escuchar las historias que me contaba sobre su adolescencia. Tener a JiMin como mi amigo era un gran desahogo de todo el estrés escolar que día a día empezaba a consumirme, sobre todo porque mis primeros exámenes del semestre se acercaban.




     Recibí un mensaje de JiMin el sábado en la noche.


JiMin:

No me esperes despierto, bastardo, voy a salir de fiesta con un amigo del trabajo.

<7:55 p.m.>



     Me dio risa porque de pronto empezamos a llamarnos así, bastardo esto, bastardo aquello... era como un lenguaje que manejábamos de forma amistosa. Sin embargo, me preocupé porque JiMin me había dicho que tenía mucho tiempo sin salir de fiesta debido al descontrol con el alcohol.


YoonGi:

Con cuidado, bastardo, no bebas demasiado o quedarás en coma.

<7:56 p.m.>



     Y eso fue lo último que hablé con él, luego me puse a estudiar para mi examen del lunes. Se me fue el tiempo leyendo, distrayéndome un poco, luego volviendo a leer y repasar todos los apuntes y pedir algunos a JooYoung que no alcancé a tomar por estarme durmiendo en clases.

     Cuando menos lo esperé, ya era la una de la mañana y yo todavía no tenía sueño, pero de todas formas me puse pijama, apagué la luz y me acosté a intentar dormir.

     Estaba a punto de conciliar el sueño, pero luego escuché ruidos. No era SeoJoon, él se fue a pasar el fin de semana en casa de sus padres, así que asumí que era JiMin.

     Pero había alguien más, pude escuchar otra voz más grave que la de él. ¿Sería ese amigo del trabajo? Abrí la puerta de mi cuarto cuidadosamente para no hacer ruido, quería asegurarme de que JiMin estuviera bien porque me preocupaba que se alcoholizara demasiado.

     Mi sorpresa fue enorme cuando empecé a escuchar... gemidos. Era JiMin gimiendo... ¡Estaba toqueteándose o probablemente teniendo sexo con alguien!

     Me sonrojé, pero a la vez quise reírme porque no podía creerlo. JiMin, quien se había vendido a mí como alguien que no quería ni sexo ni amor, estaba teniendo un encuentro en el piso de abajo y yo lo estaba escuchando todo.

     No quería faltarle al respeto de esa forma, así que me metí a mi cuarto nuevamente, pero no pude cerrar la puerta porque seguro me escucharían, ya que al cerrarla hace demasiado ruido. Los gemidos subieron de tono, así que opté por ponerme mis audífonos, pero mi teléfono acababa de quedarse sin batería, por lo que no había manera de bloquear el sonido.

     Intenté ponerme mi almohada alrededor de la cabeza, pero solo amortiguaba un poco el sonido. Entonces, tuve que aguantar los gemidos de JiMin, que por cierto no se escuchaban nada mal y tal vez podía usar esto para molestarlo después, pero los de su ligue no me gustaban, eran demasiado roncos y no parecía que lo estuviera disfrutando pero... ¿En qué mierda estaba pensando? Me quise golpear por ponerme a juzgar eso, pero no había manera de que dejara de pensar en eso.

     Lo último fuerte que escuché de eso, fue al tipo gemir muy alto y decir que... ugh, no, de solo mencionarlo siento que le faltaría el respeto a JiMin. Total, el tipo tuvo su orgasmo, al parecer con JiMin de pasivo, y luego le escuché hablar.

¿Te corriste?

No —le contestó JiMin. A pesar de que yo estuviera en el piso de arriba, era muy fácil escuchar las conversaciones en otras habitaciones.

¿Quieres que te ayude? Te la puedo mamar —le dijo él, y yo quise reírme. Perdón por ser tan inmaduro, pero a veces el lenguaje sucio en el sexo me hace reír, me da pena.

No, no quiero, así déjalo —le contestó JiMin, quien ya se escuchaba un poco molesto. Entonces me puse alerta por si había la necesidad de hacer que ese tipo se alejara de él.

¿Por qué? ¿No quieres correrte? Yo sí lo hice, me parece justo que también lo hagas —le insistió el tipo, entonces me enfadé, me levanté de la cama y estuve listo para bajar las escaleras.

No es que no quiera... es que no puedo —le contestó JiMin, se escuchaba entre molesto y... ¿decepcionado?

¿Cómo que no puedes? ¿Eres impotente? —Él empezó a burlarse y eso hizo que me hirviera la sangre.

¿Y a ti qué mierda te importa? Deberías irte, pierdes tu tiempo, no puedo correrme y ya. Follamos, es lo que queríamos, me gustó y todo, pero ya terminamos.

Como quieras, impotente, nos vemos mañana en el trabajo —le dijo el tipo, soltó una risa socarrona. Yo apreté los dientes porque no podía creer que se estuviera riendo de JiMin en un momento tan íntimo y vulnerable.

     Luego escuché la puerta abrir y cerrar, en señal de que ya se había ido. Estaba tan enfadado de que lo llamara "impotente", y de que le insistiera cuando él ya le había dicho que no. Eso era una humillación terrible, me hubiera encantado golpear al tipo.

     Ya que escuché solo el sillón rechinar, en señal de que JiMin tal vez se estaba vistiendo, me sentí más tranquilo y decidí intentar dormir, ya al siguiente día intentaría platicar con él. Pero luego...

     Llanto. Terrible y desconsolado llanto, sollozos ahogados provenientes de la voz tan dulce de JiMin. No pude evitarlo, acudí. Si alguien llora, yo no puedo dejarlo pasar, sobre todo tratándose de mis amigos.

     Bajé las escaleras y lo encontré semidesnudo, abrazando de piernas y brazos uno de los cojines y con su rostro hecho un desastre de lágrimas y muecas de tristeza, era todo aquello que a mí me emblandecía por completo y me hacía querer llorar junto a esa persona sin importar la razón.

—JiMin... —le llamé con voz calmada y me senté junto a él, ofreciéndole un abrazo que él de inmediato me correspondió y siguió llorando. Para mi sorpresa, no olía a alcohol, no estaba borracho, lo cual me dejó tranquilo porque al menos había tenido sexo estando consciente.

     Se recostó sobre mis piernas, dejó ir sus emociones encima de mi pijama mientras yo le hacía mimos en la cabeza. No quería tocar el resto de su cuerpo aunque fuera a modo de consuelo, no me parecía correcto, pues quién sabe qué tipo de experiencia tuvo JiMin y lo menos que quería era incomodarlo.

     Finalmente terminó de llorar y se levantó de mi regazo, aun abrazando el cojín, pero volteando a hacia mí sin verme a la cara. Fui al baño y le llevé papel para que se sonara los mocos y se limpiara la cara, él lo aceptó con docilidad, yo creí que me iba a mirar mal por llegar a entrometerme, pero al parecer mi presencia no representaba una amenaza para él.

— ¿Te preparo un té? —Le pregunté, no sabía cómo preguntarle si quería hablar sobre la razón de su llanto, no sabía si era correcto, yo solo quería hacerlo sentir bien.

— ¿Escuchaste lo que pasó? —Me preguntó deliberadamente, estaba apenado y no me miraba directo a los ojos.

— ¿Qué pasó exactamente? —Le devolví la pregunta, era una manera de no admitir que estaba escuchándolo todo para no hacerlo sentir más apenado o evidenciado. Era más bien un acto de empatía hacia él.

—Tú sabes qué pasó —reposó su barbilla en el cojín y me miró por primera vez—. Follé con... con JiYong mi amigo del trabajo.

—Por supuesto que escuché eso, bastardo ruidoso —intenté reír un poco y él también lo hizo, aquello me dio más tranquilidad—. Pero no sé por qué estás llorando.

—Es que yo... —agachó su mirada, así, justo como lo hizo la primera noche que hablamos—. Yo... tengo un problema.

— ¿Quieres hablar de ello?

     Asintió y mi corazón dio un vuelco porque ahí estaba de nuevo ese tema que se quedó inconcluso, mi intuición me decía que se trataba de eso, estaba seguro.

—Yo... yo no puedo... —sorbió su nariz y más lágrimas le cubrieron las mejillas. Me sentí tan triste por él, así que me acerqué y puse mi mano en su hombro desnudo, con cuidado de no ser muy invasivo.

—Adelante, no voy a juzgarte —sonreí para él aunque no podía verme porque había agachado su rostro una vez más, solo necesitaba que se sintiera en confianza.

     Entonces, él tomó mi mano que tocaba su hombro y la apretó entre sus manos. Luego me miró a la cara y me lo dijo mientras canalizaba sus emociones en la fuerza aplicada hacia mi mano:

—No puedo... no puedo tener orgasmos.





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