Capítulo X: Vienen A Por Mí

Pasado. Orfanato.

A veces, me gustaría sentirme en la piel de Mello, saber que piensa.

Saber que siente...

Porque es bastante complicado pensar cómo él, me gustaría saber y conocerle verdaderamente, creo que aún no he llegado a ese nivel con él.

¿Cómo debe sentirse..., Mello?


Eso se preguntaba Near, y lo cierto..., Es que Mello, como todos los días, despertaba con unas ganas increíbles de no despertarse, y quedarse durmiendo para siempre.

Mello, se despierta llorando, intentando no despertar a su compañero.

-Soy insuficiente..., No sirvo para esto-. Era un humano normal, no era como Near, alguien sin emociones que pudiera afrontar las cosas con frialdad, Mello las enfrontaba con sentimientos, con rabia, e ira.

Mello, deseaba poder ser suficiente.

Lo que quiere decir...

Que Mello deseaba ser superior a Near.


Presente. Edificios de la SPK


Estaba revisando las fotografías del escenario del crimen, y suspiré. La verdad es que esto era frustrante.

¿Cómo alguien puede asesinar solo a tantos hombres?

La única opción que se me ocurre, es que sea un loco psicópata con un entrenamiento militar muy extensivo. Alguien preparado para ser una máquina de matar...

Alguien..., Con mucha ira en su interior.

*¡RIIIIIIIIIING!*

¡Eso es...!

¡La alarma de seguridad!

Rápidamente, dejé todos los objetos en la caja, y la cerré, guardándola debajo de la cama. Sabía lo que tenía que hacer en estos caso. Me dirigí corriendo al ordenador central, y activé la palanca que dejaba encendido mi transmisor, el que tengo en el interior de mi cuello, el cuál me implantaron con anestesia cuando comenzó el caso Kira.

Rápidamente, la puerta de la sala se abrió, descubriendo a Rester y a Lidner.

-¡L, RÁPIDO, TENEMOS QUE IRNOS!-. Gritó Rester, y me dirigí corriendo hacia él. Me puse en medio, mientras que Rester me cubría, y Lidner cubría mis espaldas. -¡Gevanni nos esperaba en el parking con un coche!-. Me informó el rubio.

De pronto, se abrió el ascensor, descubriendo al que es el culpable de que ahora mismo, tenga el corazón a mil, y el que confirmo ahora mismo, es el asesino que estábamos buscando, y que me amenazó.

-¡ALTO!-. Gritó Rester, y Lidner se puso enfrente mío.

-¡MANOS ARRIBA!-. Gritó la rubia.

El asesino tenía el pelo corto, y rubio. Era muy musculoso, y llevaba una cazadora negra sin mangas, unos pantalones militares, y una máscara negra que solo le cubre la boca, la nariz y los lados de la cara. Esta máscara echaba humo por unos respiraderos que tenía a los lados, esto hacía que tuviera un aspecto aún más atemorizante. Sí, sin duda, es el culpable de todo esto.

-¡HE DICHO, QUE MANOS ARRIBA!-. Insistió Rester.

El asesino reanudó su camino, saliendo del ascensor, y dirigiéndose hacia mí. 

-¡ALTO!-. Gritó Lidner, y comenzaron a dispararle, pero parecía que las balas no le afectaban. Parecía tener un chaleco antibalas muy potente debajo de la cazadora. 

-¡DÍSPARALE EN...!-. Rester no pudo terminar de hablar, ya que el asesino le cogió la pistola con la mano izquierda, y se la aplastó, rompiéndola. -¡NEAR, HUYE!-. Gritó Rester, y yo, me fui corriendo hacia el ascensor.

Escuché un cabezazo, imagino que de parte del asesino a Rester.

¿¡Cómo mierda se ha cargado una pistola de un solo apretón!?

La única solución que le encuentro, es que su mano sea metálica.

Llegué al ascensor, y piqué al subterráneo. Vi como el asesino dejaba inconsciente a Lidner, y se dirigía a por mí.

Tragué saliva. 

Por suerte, la puerta del ascensor se cerró, pero escuché un golpe, que abolló la puerta.

Tragué saliva.

Estaba..., Atemorizado.

La puerta del ascensor se abrió unos segundos después, y salí corriendo.

-¡GEVANNI!-. Grité, asustado.

*¡PIII!*

Escuché el pitido de Gevanni, y este encendió las luces del coche.

De pronto, escuché como abrían la puerta de las escaleras. El asesino había llegado. Rápidamente, me fui corriendo al coche de Gevanni, y me subí a la parte trasera.

-¡VAMOS VAMOS!-. Gritó Gevanni, y no me abroché el cinturón, por si acaso.

El asesino se puso enfrente del coche, y Gevanni aceleró a toda potencia, empotrándolo contra la pared del garaje.

-¡SUFRE MAMÓN!-. Gritó el azabache. Yo estaba muy nervioso..., No confío en que esto salga bien. El asesino consiguió subir al capó, y arrancó la luna del coche con su puño metálico. -¡N-NEAR...!-.

Sabía que era buena idea dejarse el cinturón desabrochado.

Abrí la puerta del coche, y me fui corriendo hacia la puerta del garaje, dándole al botón de abrir, pero esta iba muy lenta. 

¡Vamos vamos, maldita sea!

El asesino golpeó a Gevanni, dejándolo inconsciente.

Algo de esto me huele mal...

No los mata..., ¿Por qué?

La puerta estaba apunto de abrirse lo suficiente como para dejarme pasar por abajo, pero el asesino se dirige hacia mí.

Cuando ya estaba apunto, noté como me cogían por la espalda, y me alzaron, llevándome sujeto por la espalda.

-¡MGHJ!-. Me quejé.

Mierda.

Estoy jodido.



[...]



Me ataron de pies a manos. La boca y los ojos incluido. 

Me dejaron en la parte de atrás de una furgoneta, o eso quiero imaginar. El asesino cerró las puertas, y se subió a la parte delantera, para llevarme a su guarida.

La que me espera..., No es poca...

Mierda...

No voy a hacerme la típica pregunta de "¿Por qué a mí?". Está claro por qué me quieren a mí. Es decir, soy L, puedo darles todo el tipo de información que quieran, a parte de que pueden matarme y acabar con el mayor detective del mundo.

Pero imagino que querrán información, si no, ya me habrían matado, o quizás, prefieren matarme en un lugar alejado, y esconder el cuerpo.

Lo que no termino de entender, es porque no mataron a mis ayudantes, pero imagino que no tardaré en descubrirlo.



Después de unas horas, parece que la furgoneta llegó a su destino. Escuché como abrían las puertas de atrás, y el asesino me volvía a coger, para sacarme de allí.

Escuché como pisaba unas hojas. Estábamos en un bosque.

Abrieron una puerta metálica, y entramos a un sitio con mucho eco, parecía ser una sala muy grande por lo que puedo oír. La luz era tenue, lo noto por que no me llega mucha, y veo más oscuro de lo normal. 

Parecía que era una sala con ordenadores, ya que estaba escuchando a alguien teclear cosas. Escuché una silla con ruedas moverse, imagino que será alguien en un escritorio.

-¡Buen trabajo, X!-. Dijo alguien, noté una cierta sonrisa vislumbrarse en su rostro. -Llévalo al subterráneo-. Pidió. -¡Ahora mismo mando al doctor a que vea a nuestro amiguito!-.

Ese. Ese debe ser el que está detrás de todo esto. El jefe...

Abrieron otra puerta, y escuché como el asesino que me llevaba, estaba bajando unas escaleras. 

Después, parecíamos estar en otra sala, ahora sí, parecía que estaba vacía, y volvía a ser muy grande.

Me dejaron en una silla, y me quitaron la venda de los ojos y la de la boca. Pude ver perfectamente al asesino, percatándome de que sus ojos eran negros.

Fruncí el ceño.

-No voy a decir nada. Y si me matas, te quedas sin la información que es posible que te pueda dar-. Él me miraba, parecía indiferente con lo que le estaba diciendo. -¿Haces esto por obligación?-. Él seguía sin decirme nada, sin hablar, o sin moverse un solo milímetro. -Si me sacas de aquí, puedo ayudarte-.

Noté cierta sonrisa por su parte, y negó, como si yo fuera un incrédulo. 

Rodé mis ojos.

-Capullo-. Dije.

Él me cogió del cuello de la camisa, y me alzó entre la silla.

Tragué saliva.

-Vamos, pégame-. Dije, y él alzó su puño metálico. -¡Vamos!-. Dije, pero él seguía sin hacer nada. -No te atreves, ¿Eh?-. Pregunté con una sonrisa burlona. Frunció el ceño, y me dejó caer en la silla. -No eres tan malo como pareces, y tampoco das tanto miedo. Te dejo otra oportunidad, si me ayudas, te...-. Me cogió la cara con su mano derecha, la buena. -¡M-Mmmm!-. Me apretó los mofletes, haciendo que mi cara se hinchara.

Con su mano, me puso el dedo índice en la boca, indicando que me callara. Fruncí el ceño, y me callé.

Él pareció sonreír, y me dio unas palmadas en la cabeza, como queriendo decirme "Buen chico".

-Que te den-. Dije, cabreado.

De pronto, escuché como alguien bajaba por las escaleras, y vi a un...

A un...

A un loco psicópata, básicamente.

Tenía los pelos por los lados únicamente, revoltosos y rizados, blancos. Llevaba unas gafas de culo de botella, con los cristales que hacían que sus ojos parecieran el doble de grande. Llevaba un maletín con soporte para ponerlo en el suelo, y su vestimenta con bata blanca, corbata roja y camisa de botones amarilla, indicaba que parecía ser el típico loco doctor torturador de las series.

-Veo que tenemos al sujeto, ¡Bien!, Vamos a comprobar si tiene algún rastreador-. Dijo sonriente, y puso el soporte para el maletín, y lo abrió, revisando su contenido.

-Bah-. Negué.

Mierda, estoy jodido...

Como me quite el transmisor que tengo en el cuello, no solo me voy a morir del dolor, si no que no van a haber posibilidades para que mi equipo me encuentre.

El loco se acercó a mí con una especie de aparato cuadrado con una antenita. Imagino que es simplemente un visor de rayos x.

Comenzó a escanearme el cuerpo, imagino que viendo mi estructura ósea.

-Vamos, más rápido o me acabaré durmiendo-. Dije, vacilando con una sonrisa.

-Es que, ¿Nunca te callas niñito?-. Preguntó el doctor, rastreándome. Intentaba distraerle.

-Cuando quiero reírme de mis enemigos, no puedo parar de hablar-. Dije sonriente.

-Ahí está-. Dijo, escaneando mi cuello.

Tragué saliva.

Dejó el rastreador en su maletín, y volvió a mí con un bisturí.

-Esto te va a doler..., Bastante, chiquitín-. Dijo el doctor sonriente.

-¿Vas a meterte con mi altura?, ¿Tú?, Podría decir muchas cosas de tu pelo maceta, o de tu cara pasa, porque te tienen que quedar como máximooo..., Unos 3 días-. Vacilé, y vi como el asesino se giró, y se tapó la cara, imagino que para reír. Sonreí.

-Será mejor que te calles, si sigues así, te haré más daño del que te tengo que hacer-. Dijo.

-Chú...-. De pronto, noté un dolor punzante en mi cuello, y tuve que callarme. -A-Aghj...-.

Me estaba clavando el bisturí en el cuello, e hizo un corte vertical en este. 

-A-A-Ahhh...-. Tragué saliva, y apreté mis dientes. No pude controlarlo, y saqué unas lágrimas de mis ojos.

Miré al asesino, y este parecía estar bastante cabreado. Apretó sus puños, lo vi, parecía que sufría con mi dolor...

¡Este tío es idiota!, ¡Si tú me has llevado hasta aquí!

El doctor dejó el bisturí en su maletín, y volvió hacia mí con unas pinzas pequeñas. Las metió dentro de la incisión que me hizo, y comenzó a moverlas en mi cuello.

Las lágrimas tapaban mi vista.

-¡A-Ah!-. Comencé a toser, sin poder controlarme. -P-Por...-. Iba a suplicar. Pero no, me niego.

Ese psicópata sacó del interior de mi cuello, el rastreador, y suspiré. El dolor seguía, pero al menos no tenía algo tocándome por dentro. 

Dejó el rastreador en el maletín, y volvió a por mí, con una aguja y con un hilo. 

Enhebró la aguja, y comenzó a coser mi cuello.

Me mordí el labio todo lo fuerte que pude, y este comenzó a sangrar de la rabia.

Las lágrimas seguían cayendo de mis ojos.

Cuando terminó de coserme el cuello, se dirigió al maletín. Cogió el rastreador.

-Toma, destruye esto-. Dijo el loco.

-¡E-Espera!-. El loco me miró. -¿En serio vas a desaprovechar esta oportunidad?-. Pregunté, aún con lágrimas, pero intentando ganar tiempo. 

-¿Qué dices ahora?-. Preguntó el loco, con el rastreador en la mano.

-Podrías colocarlo en algún sitio que nadie sepa, para hacer perder tiempo a mi equipo, y que así...-. El loco me interrumpió.

-¿Eres idiota?-. Preguntó el loco. -¡Tú equipo está muerto, él los mató!-. Dijo, señalando al rubio.

El rubio asintió, y yo entendí. No asentía para confirmar que los había matado..., Asentía para mí.

-A-Ah..., No...-. Fingí.

-¡JAJA!, ¿¡En serio pensabas que tu equipo seguía vivo!?, ¡JA!, ¡Pobre idiota!-. Dijo el loco sonriente, y tiró el rastreador al suelo, y lo pisó, rompiéndolo. -¡Tú, castígale por su insolencia!-. Dijo, señalando al asesino. Este miró al loco, y me volvió a mirar a mí.

El rubio suspiró, sacando humo por los respiraderos.

-¡VAMOS!-. Insistió.

El rubio bajó la cabeza, y el loco cogió su bisturí, y me lo clavó en la pierna.

-¡AHHHH!-. Grité, sin poder controlarlo. Bajé la cabeza, continuando con la salida de mis lágrimas. -M-Mmm...-.

-Informaré al jefe sobre tu incapacidad para obedecer órdenes..., ¡Espero que no vuelva a pasar algo así!-. El loco salió de la sala, dejándonos a mí y al asesino solos.

Miré al asesino, quién me miraba como compadeciéndose.

-A-Ayúdame..., ¡V-Vamos!-. Pedí, casi como si fuera una orden. Él me miraba con rabia, frunciendo el ceño, y apretando sus puños. -Aghj...-. Negué. Ni de coña pienso pedírselo por favor.

El asesino negó, y me sacó el bisturí rápidamente.

-¡AGHJ!-. Me quejé.

El rubio tiró el bisturí, y me levantó la cabeza con sus manos.

-Que..., ¿Qué quieres?-. Pregunté, y él me limpió las lágrimas.

Comenzó a hablarme en lenguaje de signos, y yo me confundí.

Tenía suerte de que yo conocía ese lenguaje, así que le entendí. Conocía este lenguaje, porque una vez, tuve que resolver un caso donde el hermano de la víctima, era mudo, era un niño pequeño, y me interesé tanto por ese lenguaje, que aprendí.

Pero bueno, lo que iba diciendo. Básicamente, me dijo lo siguiente:

"Tengo una bomba en mi cabeza. No puedo sacármela porque explotaría al instante, primero hay que desactivarla. Intentaré sacarte de aquí para que lo hagas tú, y entonces, te ayudaré a liberarte"

-¿Y por qué mierda no has intentado desactivarla tú?, Imagino que tienen un control remoto para activar la bomba, ¿No has tenido la oportunidad de cogerlo en ningún momento?-. Pregunté, furioso, ya que este tipo había sido el que me había metido en todo esto.

Bufó, y negó.

Me siguió hablando.

"No, no he tenido la oportunidad. No seas capullo. Yo te ayudo, tu me ayudas. ¿Bien?".

Asentí.

-Sí-. Dije después.

Él me enseñó el pulgar.

-Una pregunta..., ¿No hablas por qué eres mudo?, ¿O...?-. Él alzó los hombros, y yo asentí. -Lo sé, es una pregunta muy estúpida, pero..., No sé-. Dije.

Él negó, y me contestó.

"Básicamente, si detectan que hablo, me pueden hacer estallar la cabeza".

-¿En serio te obligan a no hablar nunca?-.

Asintió.

-Aghj...-. Le miré. -Escucha..., Podré hacer que te rebajen la condena, no mucho, pero lo podré hacer-. Dije, y él negó.

"Después de ayudarte, yo me escaparé. Nada de cárcel".

Bufé.

-Bueno, pues entonces, te buscaré yo-. Dije, vacilándole. Él negó, aparentemente sonriendo.

"Hazlo si te ves capaz"

Sonreí.

-Bien, lo haré..., Bueno, ahora, explícame, ¿Por qué me quieren a mí?, Imagino que si no me habéis matado, es porque queréis información, ¿Me equivoco?-. Pregunté, y él asintió.

"Queremos que nos digas en que cárcel tenéis al hermano de mi jefe. Fue detenido en alto secreto, y estamos planeando una fuga, pero antes debemos saber donde se ubica".

-¿Quién es tu jefe?-. Pregunté.

Él no me respondió, y entonces, escuchamos un ruido. 

Él me hizo la señal de que me callara con el dedo, y después, me hizo señas.

"Estás apunto de descubrirlo".

Me dijo.

El jefe bajó, y cuando lo ví, me quedé sorprendido.

-¿Qué?-. Pregunté, tragando saliva.

Tenía pelo largo, más que la última vez...

Sí, efectivamente, le seguía faltando el ojo.

Y parecía tener un brazo de hierro.

-Cuánto tiempo...-. Dijo sonriente. El asesino bajó la cabeza. -L..., O..., Debería deciiiir...-. Me miró, sonriente. -Near-. 

Sabía mi apodo. Estaba claro que lo sabía.

Quiero decir...

Íbamos al mismo orfanato.



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