Ella escribe sobre sentimientos,
aquellos que parecen ajenos,
extraños ecos que no conoce,
que en su interior no existen.
Escribe de amores que nunca fueron,
de pasiones que no vivió,
como si cada palabra la arrancara de un rincón oscuro
de su propia mente,
sin saber si alguna vez llegará a sentir
lo que sus versos narran.

Sabe que se lastima
cada vez que sus pensamientos se pierden en el amor,
en esos amores que nunca tocaron su piel,
amores que quizás solo habitan en el papel,
en las historias ajenas.
Y, sin embargo, sigue buscando,
deseando con la pluma lo que su corazón
nunca pudo encontrar.

Al escribir, no tiene culpa,
no se reprocha por lo que surge del lápiz,
por esos versos de amor y desilusión
que parecen brotar sin que ella los llame.
Es la desilusión de no poder encontrar
a alguien que la mire con ternura,
de no sentir el calor de un amor verdadero
que le envuelva el alma.
El amor, ¿de dónde viene?
Quizás solo sea un espejismo,
una ilusión que nace en su mente,
fruto de la necesidad de llenar un vacío.

Y es que lleva el alma negra,
una oscuridad que no puede sacudirse.
Sus palabras son su refugio,
pero también su condena.
Escribe sobre lo que nunca ha tenido,
sobre lo que teme no tener jamás,
porque en su corazón,
el amor parece algo distante,
tan irreal como los sueños que se desvanecen al despertar.