🎙️|C A P Í T U L O 3
MALAIKA
En minutos ha revivido años de tormento, siento como el pulso me tiembla y ni siquiera soy capaz de asimilar qué está ocurriendo, lo tengo aquí frente a mí.
No me reconoció, al menos eso ha demostrado.
Cuando me vio por última vez era una niña estúpida e inocente que estaba enamorada del mejor amigo de su hermano mayor, los años pasaron y ahora soy una persona totalmente diferente.
Me ha invitado a la zona VIP con él y sus amigos, le he mandado un mensaje a Barby para no estar sola pero no sé digna a aparecer. Aquí estoy parada a un costado con Milán y Artemis a mi lado, sostengo el celular en mi mano mientras observo nerviosa entre las personas buscando a mi amiga.
Maldita sea.
Siento su mirada clavada en mí y eso me acelera más.
—¿Nos conocemos de alguna parte?—inquiere en un tono alto con la música detrás.
Respiro hondo y volteo a verlo.
Aún se me hace difícil mirarlo a los ojos.
—¿Cómo?—pregunto.
Él le da un trago a su bebida y mantiene su mirada en la mía.
Me examina de pies a cabeza como si intentara recordarlo pero no lo hace entonces decide hablar.
—Te me haces conocida—pronuncia tranquilo.
Es imposible que me reconozca.
Han pasado ocho años, estoy cambiada...
Sonrío y trago saliva.
—Pues que yo recuerde no nos conocemos de nada—le digo segura.
Asiente serio y vuelve a lo suyo.
Barby aparece y decide cortar con la tortura, le doy una mirada asesina mientras saluda a los demás y Artemis la reconoce.
Es su secretaria, sería un animal si no la recuerda.
Nos vamos a una parte alejada del amontonamiento de personas, la música sigue fuerte y las mejores canciones latinas comienzan a sonar. Milan nos da un trago azul el cual ni siquiera me gasto en preguntar qué es, hay mujeres y hombres al rededor que supongo que son amigos cercanos. Artemis se sienta y disfruta ser el centro de atención aunque yo decido ignorarlo.
Barby me toma del brazo y se acerca a mí oído.
—¿Pudiste presentarte con él?—susurra.
Concentro mi vista en otro lado y finjo reir para despistar.
—Él se ha acercado a mí —respondo.
Barby suelta un chillido y la miro sería.
No me ha quitado la mirada en lo que va de la noche y aunque lo he ignorado sé que he llamado su atención. En este momento estoy bailando pegada junto a su mejor amigo y puedo sentir su mirada que nos observa desde aquel lugar.
—Eres como toda una joya, Malaika—expresa Milán.
No creo que piense lo mismo si supiera porque estoy aquí.
Sonrío y tomo su mano para guiarlo a la pista llena de las personas, el animador hablar por el micrófono y la música electrónica comienza a sonar. Todos gritan y saltan cuando empiezan a llenar de espuma a todas las personas, río e intento que no me entre en los ojos pero es imposible, está lleno por todas partes.
Termino totalmente mojada y mi cabello rizado es un desastre húmedo, me hago a un lado y saco mi celular para ver la hora pero veo llamadas perdidas de Viggo y suspiro.
Si no le contesto se va a enojar.
Estoy a punto de darle a llamar cuando Milán se acerca de nuevo y guardo el celular en la cartera una vez más.
—¿Sucede algo?—inquiere.
Niego con la cabeza.
—Claro que no.
Artemis aparece caminando con aires de grandeza hacia nosotros, mi amiga está a su lado y por alguna razón me da un sabor amargo. Él se para frente a nosotros y le da una mirada de complicidad a su amigo.
—¿Vamos a mi apartamento?—propone Artemis—. Allí pueden secarse y cambiarse para no enfermarse.
Nos da una mirada a nosotras dos y claramente veo las intenciones de ambos pero me puede servir demasiado.
Aunque no le será tan fácil.
—¿Te irás de tu propia fiesta de cumpleaños?—inquiero seria.
Él me da una mirada dura y observo su quijada perfecta.
—Privilegios de ser el cumpleañero—pronuncia sin gracia.
Trago saliva y le doy una sonrisa falsa.
Es un completo idiota.
Miro a mi mejor amiga y ambas terminamos asintiendo, ahora me encuentro en el asiento del copiloto junto a Artemis yendo hacia su apartamento. Milan y Barby están atrás sin perder el tiempo en conocerse antes de comerse y yo solo me limito a observar por la ventanilla a mi lado.
El clima entre nosotros dos es demasiado tenso y hago lo posible para seguir finjiendo y no echar todo a la borda.
Es tan repugnante que a penas me conoce y cree que me tendrá en su cama esta noche, me provoca asco y prefiero distraerme con otra cosa antes de delatar mi odio por él.
Artemis estira su mano para tomar algo en la guantera frente a mí y llego a observar el tatuaje en su muñeca que me revuelve el estómago, mi rostro se pone completamente serio y lo miro seria.
Aún lo tiene.
Es el tatuaje del símbolo que habían creado con mi hermano, ambos tenían el mismo tatuaje. Los planes eran que ese fuera el logo de la empresa que montarian juntos, al menos así era hasta que el maldito hijo de puta arruinara todo.
—¿Estás bien?—inquiere en un tono ronco.
Respiro hondo...
La imagen de Henry se viene a mi mente y no puedo volver a concentrarme, miro al frente pero todo está nublado.
Mierda.
—Malaika—pronuncia en un tono más alto.
Logro reaccionar y actúo como si nada, lo observo mientras conduce y no me dejó llevar por el odio que me provoca.
—¿Si?
—Te quedaste tildada.
Vuelvo a tomar aire.
—Estaba pensando en ese tatuaje que llevas allí—le digo señalando.
Todos sus músculos se tensan y su rostro está serio, se concentra en conducir y fija su mirada al frente.
Se queda en completo silencio y eso me da el control.
—Es raro, bueno, nunca lo he visto—hablo con un tono inocente.
Haberse acercado a mí en ese momento será el peor error de toda su maldita vida.
Me encargaré de torturarlo y recordarle el pasado en cada momento que pase con él.
No tiene idea de en donde se metió por haberse fijado en un simple trasero bonito, va a lamentarse por cada uno de sus errores.
—Es solo una simple tontería de mi adolescencia —responde sin darle importancia.
Una simple tontería...
Trago grueso y vuelvo a mirar al frente.
No tardamos en llegar, subimos y él abre la puerta para dejarnos entrar. Es grandísimo, lujoso y con una vista perfecta. Me adentro lentamente observando cada detalle mientras él cierra la puerta detrás de él.
Milán me da una mirada coqueta pero luego le toma la mano a Barby y la guía por uno de los pasillos no sin antes musitarle algo a Artemis.
Suspiro.
Recorro el living y me concentro en los cuadros que tiene en su repisa, trago saliva en cuanto veo una fotografía con su familia.
Hace tanto que no los veo.
Y pensar que éramos todos como una enorme familia.
Mi mandíbula se tensa y no puedo evitar pensar en todos los recuerdos del pasado.
—Eres observadora —pronuncia con su voz ronca y demandante.
Me incorporo y volteo para verlo. Está parado con las manos en los bolsillos de sus pantalones y sus ojos azules caen sobre mí.
No puedo evitar observarlo detenidamente.
No es el mismo Artemis que alguna vez creí conocer.
—Me gusta darle profundidad a las cosas—respondo.
Aprieta los labios y aguanta una pequeña risita traviesa que tardo unos pocos segundos en entender.
Nuestras miradas se conectan por unos segundos y antes de que alguno pueda decir algo aparece un perro bulldog blanco totalmente adorable, corre hacia mí y me agacho para acariciarlo.
Es hermoso y se lleva toda mi atención.
—Se llama Henry—expresa Artemis.
Mi cuerpo se congela y me quedo dura en la misma posición con los ojos en el pequeño y relleno perrito frente a mí.
Un nudo se instala en mi garganta.
Lo llamó Henry...
Como mi hermano.
Quisiera decirle miles de cosas en este momento pero no puedo, me siento atada y eso es mucho peor que no haberlo visto en ocho años. Tenerlo en frente mío y tener que fingir que no lo odio es una maldita condena.
Trago saliva y me pongo de pie.
—Qué extraño nombre para un perro —digo sin mirarlo a los ojos.
Esto será más difícil de lo que creí.
Rodeo el sillón y camino por el living observando las cosas.
—Lo es...—musita.
Todo me recuerda a mi hermano y siento que mi alma no va a soportar esto por mucho tiempo.
El silencio es pesado.
—Lo siento, olvidé que estás mojada—pronuncia y sonríe con doble sentido.
Pongo los ojos en blanco.
—Supongo que Artemis Caniglia es bastante bromista.
Se lame los labios y me da una mirada caliente.
Trago grueso.
—Puedes decirlo de esa manera si quieres—responde—. A mí me gusta más 'sensual y ardiente' pero da igual.
Quiero golpearlo justo en este momento.
Tal vez eso libere un poco mi ira acumulada todos estos años.
Me quedo callada y su sonrisa desaparece.
Se acerca hacia mí y coloca sus brazos a mis lados mientras apoya sus manos en el espaldar del sillón detrás mío, me tiene encerrada y está demasiado cerca. Puedo sentir su perfume y definitivamente es el mismo de siempre, mi respiración se acelera y todo mi cuerpo se tensa. Lo miro a los ojos y tenerlo tan cerca solo me provoca que le quiera decir quién soy realmente.
Que me conoce desde que soy una niña.
Que mi nombre no siempre fue Malaika.
Que me dejó huérfana y tirada en un hogar transitorio.
Que mi hermano y mi madre están muertos gracias a él...
Y...
Quiero mirarlo a los ojos y decirle que jamás lo perdonaré y que he venido para destruir toda su maldita y perfecta vida.
Pero no puedo.
Lo miro a los ojos y me quedo callada, mi rostro expresivo no sé encarga de ocultar lo que siento y él lo nota.
Enarca una ceja y me observa fijamente.
—Tienes como algo que me causa demasiada intriga —dice cerca de mi rostro—. Sonríes y eres tan dulce y agradable pero por ratos me miras como si me quisieras asesinar, y tú mirada expresa todo lo contrario que tu sonrisa.
Suelta una pequeña risa al final.
Debo dejar de ser tan obvia.
Me armo de valor y sonrío como si acabara de decir algo gracioso.
—¿Te doy miedo?—inquiero mirándolo a los ojos.
—¿Debería tenerte miedo?—replica.
Deberías...
Suspiro y sin responder a su pregunta me zafo de él, comienzo a caminar por el pasillo como si nada y él se tarda unos segundos en seguirme.
Al darle la espalda logro soltar todo el aire acumulado.
—Llévame a tu habitación, necesito cambiarme—ordeno.
Escucho una risa por lo bajo.
—Como digas —susurra travieso.
Mi rostro está serio y aprovecho que no lo tengo de frente y no tengo que fingir ser amable.
Maldito y patético idiota.
Abre la puerta y observo su enorme cuarto.
Todo este éxito tendría que ser de Henry...
Toda esta vida era de él.
Entro y él cierra la puerta al entrar después de mí.
—Elige lo que quieras menos las camisas, perdí demasiadas porque las chicas jamás las devuelven —pronuncia arrogante.
Suspiro y abro el armario.
Busco una camisa negra de seda y al parecer de una marca costosa, saco la percha y con ella en mi mano lo miro a los ojos.
—Deberias dejar de prestarlas entonces—le digo desafiante.
Me mira como si no pudiera creerlo y luego esboza una sonrisa ladeada que marca dos pequeños oyuelos en la comisura de sus labios.
Busco el baño y entro para cambiarme, al cerrar la puerta es como si acabara de soltar un gran peso que cargaba en la espalda hasta ahora. Apoyo mis manos en el lavamanos y me miro al espejo mientras las lágrimas comienzan a salir.
Carajo.
El nudo en la garganta se hace cada vez más pesado y comienzo a llorar en silencio ahogando los sollozos, luego de unos segundos intento calmarme. Trago saliva y respiro hondo, abro el grifo y lavo mi rostro con abundante agua, lo seco y me paro firme frente al espejo.
—Puedo con esto—afirmo mirándome a los ojos.
Mi expresión se vuelve neutral y me quito el vestido para luego colocarme su camisa, tiene su aroma y no sé si eso me hace peor o no.
Abrochó los botones y noto que me queda a penas por debajo de mis muslos.
Mis rizos están medios alocados pero los acomodo con mi mano dándole un poco de forma a mi cabellera rubia.
—Malaika—habla tocando la puerta.
Suspiro.
—Ya salgo—grito.
Vuelvo a tomar aire y abro la puerta con el vestido en mi mano.
Camino pasando por su lado y aunque le doy la espalda, el espejo en frente mío lo delata que me está viendo el trasero.
¿En qué momento se volvió tan mujeriego?
Me volteo y me mira como si nada.
—¿Quieres tomar algo?—ofrece.
Antes de que responda se va a una esquina y sirve dos copas de vino blanco.
—Al parecer sí—digo irónica.
Le doy un trago largo y me siento en la punta de la cama, él hace lo mismo y se me queda viendo.
He entrado a su vida pero necesito hacerlo de una manera más permanente...
Necesito que me firme con su productora.
Ahora está un poco más serio y no malgastar su tiempo en querer coquetear conmigo.
—¿Eres de aquí?—inquiere.
Lo miro a los ojos.
—Nací aquí pero estuve fuera del país muchos años con mi padre y hace poco regresamos a la ciudad—respondo y vacío la copa de vino.
Me observa callado y eso me aterra.
—Claro, no sé me pudo haber pasado una belleza con una tú de esa magnitud en la ciudad—dice coqueteando—. Se supone que soy un cazatalentos.
Aprovecho que sacó el tema y me acerco más a él.
Le sorprende demasiado que no me deje caer en su juego de seducción y que cada tanto tome el control yo.
—¿Y piensas cazarme?—inquiero en un tono sensual.
Sonríe y se queda callado mientras su mirada baja hacia mis labios.
Abro mi boca y lamo mis labios para provocarlo.
Me acerco cada vez más hasta rozar nuestros labios y justo en el momento en que cree que lo voy a besar me río y me levanto rápidamente de la cama dejándolo con las ganas.
Me sirvo más vino y le doy los segundos suficientes para que vuelva a tomar su postura de hombre ligador.
—Mi trabajo es cazar artistas como tú—habla serio.
Cruzo mis piernas y bebo mi vino mientras lo observo desde la esquina de su habitación. Muerde su labio inferior y noto que su ego está un poquito herido, está demasiado acostumbrado a escoger su presa y llevarse sexo de regalo.
Eso no pasará conmigo.
Él va a desearme y aunque yo no le de lo que él quiere, me seguirá deseando aún más sin ninguna explicación.
El cazador saldrá cazado, mi querido Artemis...
—A penas me has oído esta noche—respondo fingiendo desinterés.
Se pone de pie y se acerca.
Estira su mano para tomar la botella de vino que está detrás de mí y nuestros cuerpos quedan demasiado cerca, levanta la mirada y me mira a los ojos con su rostro pegado al mío.
—Mi oído nunca falla—susurra cerca mío.
Mi cuerpo se tensa y trago saliva.
Se aleja y termino de beber el vino que tenía en la copa.
Maldita sea.
—Por supuesto...
El clima está demasiado tenso.
—¿Puedes cantarme algún fragmento?—me pide.
Su mirada intimidante me pone nerviosa y sonrío mientras dejo la copa sobre la mesita. Me paro frente a él y lo miro a los ojos mientras me preparo para cantar.
¿Por qué carajos estoy nerviosa?
Respiro hondo y elijo una canción.
—Only love can hurt like this—comienzo a cantar con una fuerte energía—. Must have been a deadly kiss... Only love can hurt like this—repito en una nota más alta.
Me concentro tanto en mi voz y en sentir la canción que estoy cantando que cuando terminó y pongo mi mirada en él noto que me observa como si estuviera admirando algo valioso y especial.
Me aclaro la garganta y lo miro a los ojos.
Creo que me he dejado llevar.
—Tu voz...—pronuncia en un tono bajo—. Es perfecta—confiesa—. Cantas con una pasión que pocos tienen...
Pues también he escogido una canción un poco intensa.
Por alguna razón Artemis se quedó serio mirándome y eso me está poniendo bastante incómoda.
—Gracias—pronuncio sin mucha dedicación.
Se tarda un momento y luego aclara su garganta y vuelve a incorporarse.
Su expresión ésta neutral y eso me da una mala sensación. No entiendo por qué carajos se ha puesto tan serio y pensativo de repente.
Maldito Artemis.
La puerta se abre y ambos nos exaltamos pero se trata de Henry, el perro que viene directo a mí.
—Por alguna razón le agradas demasiado, tienen como una conexión especial—expresa con gracia.
No puedo tomarme sus palabras con diversión, creo en la reencarnación y sé que este perro se llama así por mi hermano.
Pero, ¿Por qué quería recordarlo cada día con su mascota?
Lo acaricio y me da un lengüetazo en mi mano, siento su calor y me da mucha ternura.
—Es hermoso—hablo.
—Igual que el dueño—responde él de inmediato.
Pongo los ojos en blanco.
Suspiro y decido que es demasiado por hoy.
Es tarde.
Al menos sobreviví y no lo asesine en el primer momento en que lo tuve frente a mí, eso es un avance.
—Debo irme—aviso.
Él se incorpora y me observa.
—Te llevo—dice de inmediato.
Barby se dejó su auto y no pienso esperarla.
—Puedo tomar un Taxi.
Comienzo a caminar hacia la puerta y Artemis me sigue.
—Es tarde, te llevo—insiste.
Suspiro y acepto.
Tomo mi cartera junto a mis cosas pero decido que mejor fingiré olvidar mi vestido en su habitación.
Así tendré una excusa.
Salimos del departamento y me siento en el asiento del copiloto, abrochó el cinturón de seguridad mientras él enciende la camioneta. Aún llevo su camisa puesta y todo se siente demasiado raro.
Gran parte del camino es un completo silencio.
Llegamos a mi edificio y le indico que hemos llegado, detiene el coche y se aclara la garganta.
—Adios Artemis—pronuncio sensual—. Lamento que hayas terminado tu cumpleaños así...
Mentira.
Al menos le arruine el polvo de la noche al maldito idiota.
Estoy abriendo la puerta para irme y me detiene tomándome del brazo, me giro y nuestras miradas se conectan. Saca algo de su bolsillo y me entrega su tarjeta, la tomo y lo miro.
—Llamame cuando quieras hacer la prueba en el estudio—dice serio—. Y para cosas pervertidas también, obvio—agrega arrogante.
Sonrío.
—Ok.
Mi respuesta lo vuelve loco. Es fría y sin importancia.
Sé que he comenzado a joderle la vida desde el primer momento en que me vio en ese escenario.
Me volteo para bajarme pero una vez más su voz me detiene.
—Malaika—habla en un tono ronco.
Ruedo los ojos.
—¿Qué?
—Has sido mi regalo de cumpleaños—expresa con una sonrisa traviesa.
Oh, claro que lo he sido...
🎙️🎙️🎙️
Me duele decir que la canción en multimedia va a representar toda la relación de los personajes a lo largo de la historia 😫
Pd: Malaika mi Diosa encantadora de serpientes 😏🛐
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