🎙️|C A P Í T U L O 18
Malaika
Desaparecer del mundo no es tan fácil pero al menos he logrado hacerlo dos días enteros, he apagado mi celular para evitar recibir llamadas y me he encerrado en mi departamento en soledad como si fuera una maldita cueva aunque al final del día ni siquiera aquí me siento a salvo.
Me encuentro sentada en el piso del living mientras abrazo mis piernas contra mi pecho y apoyo mi cabeza en las rodillas con el pelo húmedo, ni siquiera he sido capaz de mirarme al espejo pero seguro me veo como la mierda. Una parte de mí cree que si me mantengo por más tiempo en esta posición, en completo silencio mientras observo un punto fijo el dolor y el vacío dentro de mí van a desaparecer.
Mentirse a uno mismo nos salva por un momento pero nos condena a largo plazo.
Muchas veces he sufrido por sentir demasiado, siempre he tenido esa manía de explotar mis emociones al cien pero ahora no estoy sintiendo absolutamente nada y eso me aterra.
Cuando no sientes nada significa que algún interruptor se acaba de joder dentro de tí y todos estamos conscientes de que son difíciles de reparar... Quizás imposibles.
Si tan solo pudiera volver el tiempo atrás y ser yo la que se metiera en ese maldito auto, esta agonía acabaría de una vez.
¿De qué sirve quedarse si no estoy viviendo realmente?
El timbre interrumpe mis pensamientos pero no me inmuto, ni siquiera me muevo de la posición en la que estoy. Suena una y otra vez con insistencia resonando en todo el apartamento, mi mirada perdida se concentra en la puerta a unos metros de mí y me quedo en silencio esperando que la persona que está detrás de ella se vaya pronto.
—Malaika, soy yo—pronuncia la voz de Barby desde el otro lado.
Trago saliva y sigo ignorandola.
—Sé que estás dentro, ábreme por fa—pide en un tono compasivo.
Compartir el dolor con alguien más no sana.
Cierro los ojos y tarareo mentalmente la nueva canción que he escrito en estos dos días porque si de algo sirve estar tan jodida es que soy una máquina de hits.
Un artista vale millones en dos únicos escenarios; muerto o jodido emocionalmente.
La voz de mi amiga desaparece y agradezco que se haya rendido e ido a otra parte, estoy tan avergonzada conmigo misma que ni siquiera podría mirarla a los ojos. Comienzo a susurrar la letra de mi canción mientras que con los ojos cerrados imagino un escenario dramático y trágico en el que me encuentro.
Respiro hondo y levanto mi cabeza sin dejar de abrazar mis piernas.
Un ruido brusco me hace sobresaltar y trago grueso, en cuanto pongo mi atención en la puerta me encuentro con la imagen de Barby junto al portero que acaba de abrir mi cerradura. Ella se adentra de inmediato y le da las gracias, en cuanto cierra la puerta tira sus cosas a un lado y se arodilla de inmediato a mi lado para envolverme en un abrazo protector que me hace estallar en un llanto que he estado acumulando.
Los sollozos no paran y aunque ninguna de las dos haya dicho ni una palabra puedo sentir como me comprende y como logra hacerme sentir acompañada con tan solo su presencia.
—Barby...—susurro entre el llanto.
Me abraza aún más fuerte.
—Tranquila, llora todo lo que quieras—pronuncia en un tono suave.
Y lo hago, joder, sí que lo hago.
Supongo que no sabía cuánto necesitaba este abrazo hasta ahora.
Luego de unos segundos nos separamos y aunque los espasmos siguen y mis mejillas están empapadas intento respirar con calma para mirarla a los ojos, ella toma mi rostro con sus manos y su mirada afligida se concentra con la mía.
No me hace falta decir ni una palabra, con tan solo mirarla ella se da cuenta de todo y ni siquiera yo sé cómo lo hace. Traga grueso con importancia mientras me suelta y se pone de pie furiosa caminando de un lado a otro.
—Lo voy a matar—espeta pasando su mano por la cara.
Me muerdo el labio inferior conteniendo el llanto y en cuanto Barby me vuelve a mirar me doy cuenta que tiene los ojos llenos de lágrimas y eso me destruye peor.
No soy capaz ni de pronunciar alguna palabra.
—Ese... Ese jodido enfermo te hizo daño, ¿Verdad?—me dice con un tono a punto de quebrarse.
Lloro y mis lágrimas le da la respuesta.
Ella se voltea y tapa su boca con la mano mientras ahoga los sollozos.
Sé que sus lágrimas son de impotencia y me duele demasiado que esto también le esté haciendo daño a ella.
Luego de unos segundos se vuelve acercar a mí y coloca los mechones de pelo que caen por mi rostro detrás de mis orejas descubriendo la vista de mi rostro. Me mira a los ojos y el dolor se hace más agudo.
—Es mi culpa—pronuncio en un tono débil—. Tú siempre me has preguntado y yo solo lo negaba, y es que supongo que fui tan estúpida como para convencerme a mí misma de que no había nada mal y...—explico con gran rapidez y ella me detiene.
Seca mis lágrimas y su expresión se vuelve seria.
—Tú no tienes la culpa de nada, ¿Oíste?—inquiere firme—. Él es un puto enfermo violador y manipulador...
Un maldito pedófilo.
Que se aprovechó de una niña que le habían arrebatado todo y que de un día para le otro le habían obligado a salir al mundo.
Asiento con la cabeza y ella me abraza recostandome sobre su pecho.
—Tenemos que denunciarlo, Malaika—habla segura.
Me levanto de inmediato.
—No.
Me observa confundida.
—¿Cómo que no? Él merece pagar por todo—expresa.
Trago saliva y limpio mis lágrimas.
—Él sabe toda mi historia, me ha dado este nombre y joder no, Viggo solo acabaría conmigo y con mi venganza—pronuncio acelerada.
Me pongo de pie y ella hace lo mismo, suspira y me observa mientras camino de un lado a otro colocando las manos en mi cabeza.
—Malaika, vales más que una maldita venganza—dice en un tono fuerte.
Me volteo y la miro fijamente a los ojos.
Mi respiración está acelerada y no soy capaz de regularla.
—He sacrificado ocho putos años de mi vida para llegar hasta aquí, no pasé por un jodido infierno para acabar esto antes de empezar—espeto agitada.
Ella me observa detenidamente como si intentara comprenderme pero al final no puede hacerlo.
Nadie está en posición de juzgarme.
Suspira y simplemente se rinde.
—Sólo espero que toda esta mierda valga la pena para que tú alma encuentre la paz de una vez por todas—pronuncia con seriedad—. Pero no puedes permitir que Viggo te siga haciendo daño.
Asiento y me acerco a ella.
—Lo sé, se acabó —hablo con firmeza.
Me observa como si quisiera tener el poder de repararme en este instante y el no poder hacerlo le duele.
Sé que ella es mi alma gemela y no necesariamente de una forma romántica, es mi única familia y si la llego a perder no sé si podría resistirlo.
He perdido mucho en mi corta vida.
—Tienes que irte de este departamento—pronuncia—. Te irás a vivir conmigo—me dice decidida.
No puedo ponerle peros.
—Bien.
Vuelve a abrazarme y me transmite un poco de calma que tanto necesito.
Su celular comienza a sonar y nos separamos para que luego lo tome y observé la pantalla, es una llamada de Artemis.
Suspira y me mira.
—Tenemos un evento importante y debería estar allí—me explica apenada—. Además tanto él como Milán han estado muy preocupados por tí, no han dejado de llamarte a pesar de que tu celular estaba apagado—comenta mirándome a los ojos.
Seco mis mejillas y pongo los ojos en blanco.
—¿Artemis preocupado por mí?—inquiero incrédula —. Solo le preocupa que no esté allí para seguir sus órdenes.
Está perdiendo tiempo y dinero conmigo, su preocupación no es más que eso.
Suspira y acaricia mi mejilla.
—Sé que tú conoces a Artemis como un monstruo y a veces me cuesta demasiado imaginarlo de esa manera—habla—. Es arrogante e insoportablemente mandón pero por más que intento no puedo creer que sea un asesino.
Mi cuerpo se tensa y me alejo.
—No te pido que lo odies o lo veas de la misma manera que yo pero por favor respeta mis decisiones—pronuncio en un tono duro.
Lame sus labios y asiente.
—Por supuesto que sí, sabes que lo hago—se defiende—. Sólo que quizás esta venganza te lleve a un escenario completamente diferente del que esperas.
Chasqueo la lengua y me volteo nerviosa.
Miles de cosas pasan por mi mente y recuerdo el beso de hace unos días.
—Lo besé—confieso sin voltear.
Hay silencio de su parte y decido voltear a verla.
—Bueno, seducirlo es parte del plan ¿O no?—habla mirándome a los ojos.
Trago grueso.
—Sí—afirmo—. Sólo que...
Ella me mira fijamente esperando a que continúe.
—¿Qué?
Suspiro y niego.
—Olvídalo—contesto.
Y su celular vuelve a sonar pero ella rechaza la llamada.
—Ve al evento, es tu trabajo y no quiero que tengas problemas por mi culpa—le digo apenada.
Barby guarda su celular en el bolsillo del pantalón y me toma de los hombros.
—Me quedaré aquí contigo y me vale madres si Artemis se enoja.
Río y ella lo hace también.
—Enserio Barby, puedes ir, estaré bien y prepararé mis cosas para la mudanza—hablo intentando convencerla.
Traga saliva y me mira confundida, sé que ella es responsable y aunque finja que no le molesta mucho fallar en su trabajo.
Sobreviví ocho años y no creo que no pueda hacerlo un día más.
—Está bien—acepta dudosa—. Pero si necesitas algo me llamás y vendré corriendo.
Sonrío y asiento.
—Lo haré.
Me da un beso en la frente y poco después toma sus cosas para irse, ya es tarde y debería estar en el evento hace una hora.
Cierro la puerta detrás de ella y suelto todo el aire acumulado.
Visto tan solo mi pijama de seda gris y aún puedo sentir la humedad de mi cabello. Me he bañado tantas veces que ya he perdido la cuenta, no puedo deshacerme de esa maldita sensación de suciedad en mi cuerpo.
Mi estómago ruge y recuerdo que prácticamente no he comido nada en estos dos días.
Abro mi heladera y lo único que veo es una jarra con agua y una manzana, supongo que el hecho de que no me guste cocinar me está jugando bastante en contra para momentos como este. Tomo la manzana y me paseo por la sala en silencio mientras le doy un mordisco.
Mi apartamento es tan grande, bonito y cómodo pero de todas maneras estoy tan sola que toda su belleza queda oculta por mis días grises. Estoy segura que cualquiera lo daría todo por vivir en un lugar como este.
Llevo la mitad de la manzana acabada y suelto un suspiro. Busco mi guitarra mientras me siento en el sofá grande que está en medio de la sala, dejo la manzana a un lado y saco la guitarra de su estuche. Escribir, componer e incluso cantar siempre ha sido mi método de escape desde niña. Henry adoraba con tanta pasión la música y respetaba tanto a los artistas que logró transmitirme todo eso en mi sistema. Amo la música en general y creo fielmente que sin ella la vida de todas las personas serían un poco más grises.
Una melodía y una letra profunda nos hace sentir más que cualquier otra cosa en el mundo.
Los artistas somos seres con grietas que logramos encontrar la receta mágica para seguir sobreviviendo con ellas, un artista entrega su alma en su trabajo, no importa si lo plasma en una canción, en una pintura, en un libro o en un dibujo siempre hay un pedacito del autor en él...
A través de mis canciones vivo mi propia fantasía y mantengo vivos a los que no están. Mi música me hace sentir como si Henry y mamá estuvieran aquí conmigo, mi música mantiene con vida a un Artemis del cual estaba enamorada así como también castiga al nuevo Artemis que me ha jodido la vida.
Expresarse no es sólo hablar y mucha gente debería comprender más eso.
Me dejo llevar completamente y no se siquiera cuánto tiempo paso tocando nuevos acordes con mi guitarra mientras que anoto en mi cuaderno junto a las letras de mis canciones, me apasiona tanto hacerlo que incluso por una hora o más logro olvidarme de todo y expresarme de una manera menos dolorosa.
El arte está tan infravalorado.
Continúo tocando mi guitarra y cierro los ojos para concentrarme y disfrutar más de una hermosa melodía pero el timbre resuena por todo el apartamento logrando que me congele.
Barby está en el evento.
Mis pulsaciones aumentan y dejo la guitarra a un lado del sofá mientras que me pongo de pie y trato de concentrarme para reaccionar, trueno mis dedos mientras el timbre vuelve a sonar una vez más y muerdo mi labio inferior sin saber que hacer.
Respiro hondo y me armo de valentía, coloco mi mano en el pomo de la puerta para abrirla y me toma por total sorpresa ver a la persona está parada frente a mí justo en el momento en que la puerta se abre completamente. Una parte de mí siente gran alivio pero otra parte logra tensarse por completo.
Artemis está parado frente a mí con una sonrisa típica suya, viste una camisa blanca con un blazer negro pero de una tela brillosa, toda su vestimenta me hacer percatar que viene del evento del que me habló Barby y lo observo confundida. Mi rostro está serio mientras que él se apoya en el marco de la puerta y me observa con la intensidad de sus ojos celestes, noto que lleva una bolsa blanca que no puedo ver su contenido y junto a ella sostiene una rosa azul igual a la que me había dado la primera vez que cenamos en su apartamento.
Mi mandíbula se tensa por completo y tengo miedo de que mi rostro este hablando más que mi boca.
—¿Puedo pasar?—pregunta en un tono ronco y sensual.
Muerdo mi labio inferior y me hago a un lado para darle espacio y dejarlo pasar sin decir ni una palabra.
Respiro hondo mientras cierro la puerta detrás de mí, Artemis se adentra observando todo detenidamente y coloca la bolsa en la pequeña mesita frente al sofá en donde dejé mi guitarra.
—¿No estabas en el evento?—pregunto.
Me apresuro a cerrar mi cuaderno con mis letras y meterlo en un cajón mientras guardo la guitarra en su funda.
Hay demasiado de mí en esas canciones, no sé si algún día podré sentirme lo suficientemente cómoda como para hacerlas públicas o mostrárselas a alguien y mucho menos a Artemis.
Se voltea de inmediato y me toma por sorpresa, me detengo en seco y de un momento a otro lo tengo frente a mí a una muy corta distancia. Trago saliva y siento su mirada brillante repasarme lentamente, esboza una sonrisa llena de picardía y en cuanto su mirada conecta con la mía siento un leve escalofríos recorrerme la columna.
—Me enteré que mi Diosa dorada estaba pasando un mal momento y entonces me pregunté a mí mismo...—comienza a hablar haciendo gestos carismáticos—. ¿Cuántos eventos tuve y tendré? Miles, Pero, ¿Cuántos ojos inocentemente hermosos junto a un atractivo y original cabello rubio existen?—inquiere con diversión mientras concentra su mirada en mí.
Respiro hondo y me quedo en silencio viéndolo, él pasa su mano por mi mejilla en una escasa caricia y mi piel se eriza de inmediato.
—Así es, existe una sola persona en este mundo con esas cualidades—continúa en un tono ronco y bajo.
Pongo los ojos en blanco.
—¿Y entonces decidiste ir a buscar a esa persona o qué?—le digo en un tono juguetón.
Sonríe orgulloso de que le siga su juego.
Su sonrisa se borra de un segundo a otro para lamer su labio inferior mientras que su intensa y sensual mirada examina cada centímetro de mi rostro.
—Decidí venir por mi diosa dorada—susurra con la voz ronca.
Trago grueso e intento controlar la alteración de mi sistema.
Su mirada está sobre mi boca y de pronto tan solo se escuchan nuestras respiración en todo el apartamento.
Lo veo sonreír y es una jodida y adictiva sonrisa capaz de endulzar a cualquiera. Levanta su mano derecha para interponer entre nosotros y justo en frente de mis ojos la rosa azul que llevaba cuando lo vi entrar. Vuelvo a tragar saliva y lo observo a él sin poder mover ni un solo músculo.
—Por alguna razón las rosas azules me recuerdan muchísimo a tí y no pude resistirme—habla serio mientras me la entrega.
La tomo cuidadosamente y me detengo a observarla, es tan bella pero exótica al mismo tiempo. Cuando Artemis me dio aquella rosa la primera vez creí que no era más que un juego de seducción que le hacía a todas la mujeres para que caigan en sus encantos de falso poeta pero en este momento siento todo lo contrario.
De todas maneras, aún no puedo entender porqué una rosa azul se ve tan ligada a mí, a nosotros, a esto...
—Gracias—respondo en un tono bajo.
Me llama demasiado la atención porque Artemis tiene tanta obsesión con este tipo de rosas. Me dice que soy su diosa dorada y podría haber elegido una flor amarilla para darle el toque a sus manipuladoras palabras pero no lo hizo.
—Traje tacos y un postre delicioso—pronuncia mirándome a los ojos con una sonrisa.
Mi estómago ruge y estoy segura de que en cualquier otra circunstancia hubiera ignorado los intentos de ligar de Artemis y lo hubiera sacado de aquí pero el hambre nubla mis pensamientos y en este momento haría cualquier cosa por comida, más aún si son unos deliciosos tacos.
Muerdo mi labio inferior y él vuelve a mirarme de esa jodida manera que lo hace siempre y sus ojos claros llaman toda mi atención.
—Artemis ya deja de hacer eso—pronuncio suspirando.
Él sonríe mostrando sus dientes.
—¿Hacer qué?—pregunta fingiendo que no entiende.
Me acerco aún más a su rostro achinando mis ojos mientras lo observo fijamente.
Lame sus labios y me doy cuenta que estamos muy cerca, sin embargo, ninguno de los dos quita la vista del otro.
—Esa cosa con tus malditos y hechizantes ojos brillantes—le digo rápidamente sin pensarlo.
Me alejo y él ríe.
—¿Así que mis ojos son hechizante y brillantes eh?—repite en un tono insinuador y divertido.
Soy una idiota.
Suspiro y me volteo tomando distancia de él, me acerco a la mesita de luz de la entrada y visualizo el florero de vidrio en el cual está la primera rosa azul que Artemis me dio, ya está marchita pero supongo que olvidé quitarla. Coloco la que tengo en mis manos en ese mismo lugar y en cuanto vuelvo a voltear lo veo a él observándome con una expresión poco común en él.
—¿Qué?—inquiero.
—La conservaste—pronuncia casi en un susurro.
Remojo mis labios y sonrío irónica.
—Era bonita, sólo eso—le digo para molestarlo.
Ríe y comienza q sacarse el blazer hasta quedar con su camisa blanca que se asienta demasiado bien a su físico con músculos fornidos. Intento no observarlo y acomodo el sofá junto a la mesita para que comamos.
—Mira, ignoraré el hecho de que has conseguido mi dirección y has venido aquí sin invitación solo porque tengo mucho hambre y obviamente nadie puede resistirse a unos tacos—hablo con diversión intentando molestar.
Escucho su risa sarcástica detrás de mí.
Me incorporo y una vez más lo tengo frente a mí.
—¿O es que soy una tentación para tí?—inquiere aumentando su ego.
Río y me muerdo el labio inferior.
—Ya quisieras, Artemis Caniglia —pronuncio.
Sonríe con tanta seguridad y arrogancia que me destruye...
Coloca la comida en la mesa frente a nosotros mientras que se sienta a mi lado, el aroma a los tacos es exquisito y escucho como mi estómago vuelve a rugir con emoción. Ni siquiera lo espero para tomar un taco con todas las cosas que me gustan y darle un enorme mordisco, cierro los ojos mientras lo saboreo como si fuera la mejor maravilla del mundo.
—Maldita sea es tan delicioso—expreso libremente.
Artemis le da un mordisco al suyo mientras yo sigo comiendo y agregándole la salsa picante.
—Están ricos—pronuncia.
Le doy una mirada asesina y contiene las ganas de reír.
Mi humor ha cambiado tan de repente que me decido a ignorar el hecho de que es él y disfruto de mis tacos sin estresarme al menos unas horas.
—Los tacos son mi comida favorita—expreso tirada en el sillón mirándolo a él que está de la misma manera en frente mío.
Se limpia la boca y se incorpora para observarme detenidamente.
Traga saliva y se tarda unos segundos en hablar.
—Haré una nota mental con esa información —dice en un tono seguro—. Mi comida favorita es la tarta de zanahoria.
No puedo evitar reírme y él me mira enarcando una ceja.
—Lo siento—le digo tratando de dejar la risa—. Esa es la comida favorita más aburrida y básica que he escuchado en mi vida.
Se rasca la barbilla y al mirarme amenazante sus ojos se achinan logrando una expresión demasiado... Llamativa en él.
—Me siento ofendido—expresa divertido.
Río y de un momento a otro nos encontramos compartiendo miradas en un silencio neutral. Me pongo sería de un segundo a otro y aclaro mi garganta sin cortar el contacto visual, me he estado sintiendo tan libre y a gusto que supongo que he olvidado que él sería la última persona con la que yo me sentiría en paz.
Una parte de mí se siente como la mierda por estar riéndome y compartiendo un momento con este maldito asesino como si fuéramos los mejores amigos pero otra parte me dice que me merezco sentir está buena sensación al menos por hoy.
Hay un dilema interno dentro de mí que crece cada vez más.
Me aterran muchas cosas pero aún más me aterra perder el control y caer bajo las manipulaciones y encantos de Artemis.
Estar cerca de él es más complicado de lo que creía.
Tirados en el sillón hablando de cosas inútiles y gustos personales lo veo inclinarse para tomar el tupper con el postre que según él me va a sorprender. Cruzo mis piernas en forma de cruz y lo observo en silencio, me he llenado y estoy de buen humor por eso pero un postre no se le niega a nadie.
—Bien... Acá tenemos el postre—pronuncia abriendo el tupper.
Inconscientemente esbozo una sonrisa en cuanto mis ojos se encuentran con el tupper lleno de oreos pero no son cualquier oreos, estas no tienen la crema del medio que tanto detesto y son tan solo las deliciosas tapas de color negro.
Estoy segura de que mis ojos brillan y él está orgulloso.
Muerdo mi labio inferior y levanto mi mirada para verlo a la cara, no puedo borrar mi sonrisa y lo observo pensativa.
—¿Has comprado la fábrica y has pedido que no le pongan el relleno?—inquiero con diversión.
Sonríe y deja las oreos en medio de ambos para luego sacar otro tupper del mismo tamaño.
—Algo mucho mejor—habla mientras lo abre—. Las desarmé yo mismo para tí.
En el segundo tupper tiene la crema blanca de las oreos que le pertenecen a las tapas que me ha dado, mi cuerpo se tensa y trago saliva sin decir ni una palabra. Estoy seria y es que ni siquiera puedo creerme esto, ¿Artemis Caniglia recordando mis gustos y haciendo algo por mi? Supongo que aquella voz en mi interior no me dejará creerle nunca.
Al haber sido destruida y que hayan pisoteado mi confianza lograron que simplemente me niehue y le tema a confiar en la más mínima cosa.
Él me mira confundido.
—¿No te gustan?—pregunta—. Sí, quizás fue algo básico...
¿Inseguro? Seguramente estoy drogada.
Niego con la cabeza y como una de las tapas de las oreos.
—Cierra la boca—le digo como si nada y me acomodo para continuar comiendo.
Pierdo la noción del tiempo y me ha invadido una sensación extraña y agradable que me atrevo a decir que no la sentía hace tantos años. Se siente tan bueno e irreal que siento que debo aprovecharlo porque en cualquier momento volveré a la cruda realidad.
Estamos sentados en mi balcón bebiendo vino y observando las estrellas que ya se dejan ver frente a nosotros, la noche es agradable al igual que la vista y por alguna razón estoy en tranquilidad. De alguna manera eso me asusta.
—¿Qué es eso medio loco pero que te gustaría hacer en algún momento de tu vida?—inquiere rompiendo el silencio pero lo hace con seriedad y en un tono que me sorprende.
Giro mi cabeza y lo miro, él siente mi mirada y hace lo mismo.
Está hablando en serio.
Río divertida pero luego mi sonrisa se borra y por su mirada concentrada en mí me doy cuenta que realmente está esperando que le dé una respuesta sincera a su pregunta random.
Hay tantas cosas que me gustaría hacer a lo largo de mi vida pero ni siquiera sé si tendré vida para hacerlo.
Pienso y me tardo unos segundos.
—Ok, es medio tonto pero siempre he tenido la estúpida fantasía de bailar bachata con el amor de mi vida debajo de la lluvia—le confieso con un poco de vergüenza.
Su mirada celeste me invade haciéndome erizar la piel.
Ni siquiera sé porqué le he respondido, esa fantasía la tengo desde que soy una niña aunque ha medida que pasa el tiempo me doy cuenta de que seguirá siendo eso; una fantasía.
Era una fanática de los cuentos de hadas y de un amor ficticio.
Artemis sonríe tierno, sin ironía, sin arrogancia...
—Esa es una fantasía demasiado original y específica—pronuncia.
Trago saliva y me cambio de posición más cómoda para tenerlo de frente.
—¿Y la tuya?—pregunto temerosa.
Me mira a los ojos concentrado sin decir ni una palabra.
Relame sus labios y por un segundo creo que no va a contestar pero sí lo hace.
—No tengo—responde con cierta frialdad.
Pongo los ojos en blanco y chasqueo la lengua.
—Por supuesto que la tienes, todos tenemos una por más ridícula que sea, incluso el exitoso y enigmático Artemis Caniglia—expreso con sarcasmo.
Esboza una sonrisa ladeada.
Lo veo inclinarse y de un momento a otro nuestros rostros están demasiado cerca, el celeste intenso y brillante de sus iris me consumen por completo mientras que nuestras respiraciones se mezclan en un intenso silencio. Mi sistema se altera mientras que mi respiración es irregular, trago saliva intentando controlar la tensión pero es imposible. La jodida culpa no me deja tranquila y me siento como la mierda por siquiera dejar que él tenga este poder de hacer reaccionar mi cuerpo de esta manera.
Lo odio...
Y sus manipuladores intentos de que caiga en sus encantos no me van a hacer desaparecer el odio que siento por él.
Siento su mano sobre la mía y tan solo su tacto se siente como una jodida corriente de electricidad de la cual deseo profundamente escapar.
—Tal vez tú me ayudes a descubrir mi fantasía más profunda—me dice en un tono ronco que me descoloca.
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