🎙️|C A P Í T U L O 17

Mailaka

Mi pecho sube y baja con gran intensidad mientras que todo al rededor desaparece y solo puede concentrarme en los ojos radiantes de Artemis que se acercan cada vez más, está molesto y por alguna razón no me provoca miedo sino que...

Joder.

Me excita.

Trago grueso en cuanto su mano se desliza por mi cintura y siento su tacto acercando mi cuerpo hacia el suyo, no soy capaz de decir ni una palabra y por alguna razón siento como si me acabaran de invadir miles de sensaciones. Me toma de la cintura y siento como nuestros cuerpos se rozan al estar tan cerca, su mirada me observa con oscuridad y su mandíbula está muy tensa.

—¿Maldito arrogante?—repite en un tono ronco y excitante.

Lo miro a los ojos y no puedo decir nada.

Me siento una completa idiota por dejarme llevar de esta manera pero al mismo tiempo siento como si Chloe hubiera revivido por unos segundos para volver a recordarme todo eso que Artemis Caniglia provocaba en mí...

Ese cosquilleo en el vientre, el hormigueo en las manos, la respiración agitada, la velocidad de mis latidos, las jodidas mariposas bailando en mi estómago... Todo eso acaba de revivir en ese instante y no puedo controlarlo, ni siquiera puedo pararlo porque lo sentí toda mi vida y después de ocho años ha vuelto incluso con más intensidad.

Pero ahora todo es diferente.

Mi pulso se acelera cada vez más al ver como su enojo brota de su rostro y al mismo tiempo su mirada se desvía hacia mi boca sin ningún pudor.

¡Maldita seas Artemis Caniglia!

No sé de dónde sale ese impulso repentino pero no soy capaz de tener control sobre mí misma, de un segundo a otro me lanzo a él con tanta seguridad que me da miedo. Envuelvo mis brazos en su cuello y sin pensarlo dos veces mi boca atrapa la suya con gran intensidad, las sensaciones aumentan aún más cuando él me corresponde de inmediato y toma con más fuerza mi cintura mientras nos besamos de una manera frenética y llena de deseo acumulado. Mis labios se unen con los suyos de forma perfecta mientras que mi pulso se acelera cada vez más y por más que quiera no puedo despegarme de su boca.

Sus labios son húmedos, con un sabor exquisito y me besa de una manera tan excitante y pasional que se vuelve adictiva. Me dejo llevar por completo, por unos segundos siento como si me liberara de todo peso con el que cargo y disfruto únicamente de la adictiva sensación que me provoca besarlo.

Mierda...

Estoy besándome con Artemis.

La intensidad del beso sube y como si acabaran de despertarme de una fantasía inconsciente me separó de él rápidamente, mi pecho sube y baja mientras lamo mis labios hinchados y lo observo frente a mí con gran excitación. Un nudo grande se instala en mi garganta y no soy capaz de reaccionar de otra manera, le doy una última mirada y me largo de su oficina lo más rápido que puedo.

Maldita sea.

Camino a gran velocidad y todos los ojos recaen sobre mí al verme salir de su oficina de esta manera, los ignoro por completo y continúo caminando hacia él ascensor. En el camino me cruzo con Milán que me mira extrañado e intenta hablarme casualmente como siempre pero paso por su lado sin siquiera darle una mirada.

—Malaika, ¿Estás bien?—es lo único que logro escuchar salir de su boca a lo lejos.

Logró salir por la salida trasera del edificio y me tomo el primer taxi que encuentro, en este preciso instante solo siento como si mi mente estuviera nublada y me acosan miles de emociones en tan poco tiempo logrando darme esa sensación de como si me estuviera ahogando.

Y sobre todo culpa.

No soy capaz de controlar todo esto y mi cuerpo decide expresarlo en lágrimas que caen poco a poco por mis mejillas.

Por alguna razón sentí el impulso de venir al cementerio, en el trayecto del viaje logré calmar el llanto y al menos tomar una postura más estable. Hay miles de pensamientos invadiendo mi mente ahora, aunque he venido tan solo una vez a este lugar me siento bastante bien con la idea de estar aquí.

Nunca me han gustado estas cosas, siento que la gente que se muere se merece que los que todavía seguimos en este plano los dejemos en paz. Los cementerios no son un descanso para los fallecidos, son un melancólico lugar creado por el ego humano.

Prefiero recordar a mi madre y mi hermano de otras maneras...

Respiro hondo y antes de entrar cierro los ojos mientras pido permiso a todas las almas aprisionados aquí para poder entrar, el clima es tenso y por momentos quiero arrepentirme e irme pero por alguna razón continúo caminando hacia la lápida de mi madre que está a unos pocos metros que la de Henry.

Es irónico que ellos al irse encuentren la paz y nosotros que nos quedamos sentimos ese maldito sufrimiento que invade nuestras vidas como un un meteorito causando daños irreparables.

Soy consciente de que la muerte duele menos que la vida pero aún así mi ego no me deja sanar esa herida al no tener junto a mí a mi mamá y a mi hermano. La soledad es tormentosa cuando no te dan la opción de elegirla.

Me detengo en seco cuando visualizo a una persona poniendo tulipanes en la tumba de mi madre, trago curso y concentro mi vista para poder descifrar de quién se trata. Su cabello castaño y largo junto a el costoso tapado la delata por completo y puedo sentir un nudo en el estómago al confirmar que se trata de Verónica. Se queda de pie y pareciera como si hablara en voz alta pero desde aquí no llego a oír, mi cuerpo está todo tenso y dudo demasiado en lo que debo hacer pero termino decidiéndome en caminar con seguridad y manteniendo mi postura hasta llegar a ella.

Finjo que no la veo y paso por su lado, noto como me reconoce de inmediato y se tarda unos segundos en llamarme.

—¿Malaika?—pronuncia en un tono falso.

Esbozo una sonrisa y volteo de inmediato, mi expresión de sorpresa es súper creíble y camino unos pasos hasta volver a ella.

—Oh, Verónica—expreso con sorpresa—. Qué casualidad encontrarnos aquí.

Ella me da una mirada prejuiciosa mientras me observa de pies a cabeza como si me estuviera tomando una radiografía.

—¿A quién vienes a visitar?—inquiere clavando sus ojos cafés en mí.

No borro mi sonrisa y encuentro rápido una respuesta.

—A mi abuela—pronuncio con seguridad.

Se queda pensativa mientras asiente con la cabeza y aprovecho el momento para preguntarle.

—¿Y tú? —inquiero en un tono amable.

Su mandíbula se tensa y de inmediato le da un vistazo a la lápida de mi madre, aprovecho para verla y me doy cuenta que le han dado mantenimiento y está rodeada de hermosos tulipanes.

Al menos ha hecho algo bien.

A pesar de todo, no siento el mismo odio que siento por Artemis hacia Verónica porque de alguna manera no es la villana principal de mi historia de vida. Pero jamás le perdonaré haber encubierto a su hijo luego de todo lo que pasó, estoy más que segura que ella y su dinero lo ayudaron a irse de aquí y convertirse en quién es hoy. La familia Caniglia y la mía eran super unidas, de alguna manera estábamos unidos sin compartir ADN y en cuanto quedé sola, ninguno de ellos me fue a ver siquiera si seguía con vida.

Mi mamá amaba a Verónica cómo si fuera una hermana y estoy segura de que ella en su lugar jamás hubiera dejado a su hija a la deriba en manos de extraños. 

Pero al final, como decía mi madre, no todos los humanos son exactamente humanos...

Ellos eran la única familia que teníamos y terminaron siendo los peores traicioneros que pudimos habernos cruzado. Siempre fui consciente de que una persona como Verónica es lo mejor que te puede pasar si te quiere, ella es capaz de hacer cualquier cosa por los que ama pero si te tiene el más mínimo fastidio también es capaz de acabar contigo en todos lo sentidos.

Mi error fue creer que ella me quería, que nos quería...

Después de ocho años aún no tengo la historia completa de lo sucedido pero si de algo he estado segura todo este tiempo es de que mi hermano y mi madre no murieron por un accidente.

Artemis lo ocasionó y me arriesgaría a decir que su madre fue la autora intelectual de todo.

—Vine a dejarle flores a una amiga—dice con una sonrisa falsa.

Todo mi sistema se altera.

Trago grueso y hago un esfuerzo sobrehumano para no demostrar mi rabia en mis expresiones.

—Lo siento mucho—pronuncio en un tono neutral.

Acomoda su cabello castaño y arruga su nariz en un raro gesto.

La veo tragar grueso y volver a darle una mirada fría a la tumba para luego volver a poner su atención en mí.

Es una maldita arpía, no puedo creer que mi madre murió sin saberlo.

—Sí...—musita—. falleció joven.

Ni siquiera sé molesta en no sonar fría.

La sangre me hierve y al mirarla a los ojos solo veo el cinismo y la maldad en un envase femenino.

—¿Ah sí?—inquiero—. ¿Cómo murió?

No sé cómo carajos estoy controlando mis impulsos de estamparla contra el piso.

—En un accidente de auto—suelta rápidamente—. Da igual, no es un tema importante para hablar. ¿Vas de salida? Me gustaría que hablemos.

Aprieto con fuerza mis dientes y me tomo unos segundos en responder mientras que mi mirada expresiva está clavada en ella, la arrogante mujer que le importa más el dinero que su propia mejor amiga.

—Claro, salgamos juntas—respondo sonriente.

Ella me sonríe orgullosa de que logró su cometido por más mínimo que sea y acomoda su abrigo costoso mientras que aprovecho para voltear y observar en un tramo rápido las siguientes dos tumbas que están a unos metros de aquí.

La de Henry...

Y la mía.

Trago grueso e intento ignorar el enorme nudo en mi garganta mientras finjo caminar contenta al lado de Verónica, ella me toma del brazo mientras seguimos el camino a la salida.

—¿Sabes algo?—habla firme—. Tienes algo que me ha llamado mucho la atención y debes sentirte afortunada porque pocas veces en la vida me ocurre.

¿Afortunada o maldecida?

—Me alegra haber llamado tu atención, supongo—digo con una sonrisa.

Continuamos caminando y ella sigue hablando.

—Quiero invitarte a cenar a casa—pronuncia segura—. Estoy segura de que a mi esposo le encantarás tanto como a mí, obvio si quieres puedes invitar a tu padre—expresa entusiasmada.

Respiro hondo y concentro mi vista al frente, su presencia es tan imponente y egocéntrica que había olvidado lo mucho que Verónica te puede consumir energéticamente.

Nos detenemos y la tengo de frente una vez más.

—Me encantaría—respondo sin mucho ánimo.

Esboza una sonrisa triunfadora.

—¡Perfecto!—exclama—. Voy a organizar todo y hablaré con Artemis.

Artemis...

Quisiera borrarlo de mi mente al menos por unas horas.

Asiento con la cabeza y expreso una sonrisa totalmente falsa que la deja conforme, coloca una mano en mi hombro y me mira a los ojos sonriente.

—¿Quieres que te lleve?—inquiere, cambiando de tema.

Trago saliva y quito delicadamente su mano de mi hombro.

—Si no tienes problema, me vendría bien—hablo.

No creí que esas palabras serían tan agotadoras luego de haber terminado en su auto escuchándola hablar todo el jodido trayecto de sus éxitos personales y en como su perfecta familia acompañó en el proceso de fama de su hijo. Creo que he agotado todas las máscaras que tenía para finjir que no la repudio, siento tanta rabia que no veo la hora de llegar a mi departamento y olvidarme completamente de ella y su hijo.

¿Cómo mierda hacen para vivir como si nada? Sin una maldita culpa.

Destrozaron una familia, arruinaron vidas, sueños, asesinaron... Joder, no me cabe en la mente.

Vuelvo a tragar grueso y visualizo mi edificio a unos pocos metros.

—Aquí está bien—hablo.

Estaciona el auto y tomo mis cosas para bajar, desabrocho el cinturón de seguridad mientras intento ignorar la mirada penetrante de ella. Me incorporo y la miro a los ojos una vez más.

—Muchas gracias por traerme—pronuncio amable.

Ella sonríe.

—Gracias a tí por la charla, me ayudó a despejarme—habla con entusiasmo—. Espero verte en la cena.

¿Charla? Literalmente habló ella sola.

—Adiós, Verónica.

—Adiós, Malaika—se despide.

Me volteo y abro la puerta para irme, inmediatamente suspiro y pongo los ojos en blanco.

Subo a mi departamento y abro la puerta tranquilamente, dejo mis cosas a un lado mientras estiró mi cuerpo y bostezo. Necesito una maldita ducha y despejar mi mente, no sirvo para nada de esta manera.

—Sorpresa—pronuncia una voz masculina en un tono rígido.

La piel se me eriza y me sobresalto, concentro mi vista al frente y al verlo a unos pocos metros trago grueso. Me quedo dura en el mismo lugar sin poder reaccionar de otra manera, Viggo no me había avisado que volvería tan pronto y ni siquiera esperaba encontrarlo aquí en mi departamento.

Él está parado con una sonrisa macabra mientras dobla las mangas de su camisa blanca.

Aclaro mi garganta y trato de cambiar mi expresión.

—No sabía que llegarías tan pronto—pronuncio en un tono bajo.

Camina hacia mí y siento los latidos de mi corazón acelerarse.

Su mirada acosadora me observa de pies a cabeza detallando cada parte de mi cuerpo logrando que me rodee un escalofrío intenso, no me muevo en absoluto y dejo que me inspeccione como si fuera su maldita presa.

Sus ojos pardos se encuentran con los míos y trago saliva.

Desearía ser más fuerte como para que él dejara de tener tanto control sobre mí cuando lo tengo cerca, es como si mi mente se durmiera y mi cuerpo se desconectara por completo obligándome a ser una puta máquina sin manual que hace exactamente todo lo que él quiere.

—¿No te alegras de verme?—inquiere en un tono macabro.

Saco fuerzas de donde sea y sonrío falsamente mientras lo miro a los ojos al tenerlo tan cerca.

—Claro que sí, Viggo—expreso en el tono inocente que a él le gusta.

Esboza una sonrisa.

Su mano se desliza por mi mejilla en un intento de caricia que logra tensar todo mi sistema.

—Te extrañé, bebé—pronuncia ronco.

Quito su mano y me safo disimuladamente pasando por su lado, camino unos pasos y suelto todo el aire acumulado mientras me tomo unos segundos antes de voltear a verlo nuevamente.

—Iré a ducharme—le digo con una sonrisa.

No me tiembla el cuerpo pero sí el alma y es la peor sensación con la que convivo hace años.

Su expresión cambia y se pone completamente serio, camina hacia mí pero antes se detiene en la pequeña mesita del living y toma dos copas con vino para luego acercarse a mí.

—No—expresa en un tono duro—. Primero vamos a brindar y disfrutar.

Me extiende la copa y la tomo sin ningún pretexto.

Mi rostro está serio y siento como si dentro mío estuviera ese maldito interruptor que cambia mi personalidad cuando se trata de él, percibo un click que me condena nuevamente en una Malaika más cerrada, fría y menos libre.

Viggo está aquí.

Levanto la copa dándole el gusto a él y me mira sonriente.

—Por nosotros y porque siempre estaremos juntos—dice en un tono firme.

Trago saliva y asiento como un robot.

Chocamos las copas en un patético brindis y bebo de un sorbo todo el vino que había en la mía, él a penas se moja los labios y luego la deja sobre la mesa nuevamente.

—Me encanta—dice con entusiasmo.

A Viggo siempre le ha agradado que yo tome en exceso, supongo que en parte me ha hecho agarrarle ese gustito al alcohol. Es mi método de escape.

Se acerca y envuelve mi cintura, coloco mi brazo en su hombro y él acerca su rostro a mi cuello respirando profundamente como si quisiera sentir mi aroma. Mis pulsaciones se alteran y aunque quiera no soy capaz de quitarlo, trago grueso en cuanto comienzo a recibir sus besos húmedos sobre mi cuello y cierro los ojos con fuerza mientras que mi cuerpo se queda estático y tenso. Supongo que todos estos años jamás me he logrado sentir dueña de mí misma, porque él siempre me ha dejado en claro que le pertenezco en todos los sentidos.

Siento mi pecho subir y bajar con agresividad, él continúa besando mi cuerpo con rudeza mientras que yo comienzo a sentir una sensación rara contaminando todo mi sistema. La vista comienza a nublarse y por más que intente enfocar mi vista no lo logro.

—Viggo—pronuncio asustada.

Siento un hormigueo en los dedos.

—¿Hum?—responde sin dejar de manosearme.

Trago saliva reiteradas veces pero me siento como si lo único que me mantiene de pie es el agarre de Viggo.

Carajo.

La boca se me reseca cada vez más.

—¿Qué me diste?—inquiero en un tono sin fuerzas.

Me ignora por completo y acomoda el cabello que cae por mi rostro, envuelve mi cintura como si fuera un paquete y me carga para llevarme a la habitación. Observo a mi alrededor y siento todo dar vueltas una y otra vez, tengo sed y estoy demasiado débil. Lo único que logro hacer es sostenerme de él y tragar saliva en un intento de humedecer mi boca.

Qué me pasa, joder.

¿Él me... Me drogó?

Viggo no pudo haberme hecho esto.

Siento como mi cuerpo se desploma sobre la cama, mis fuerzas son nulas y el cuerpo se siente como una maldita pluma. Estoy sudada, mis ojos intentan observar todo al rededor pero solo veo borroso y en cuanto vuelvo a voltear veo la enorme imagen de Viggo encima de mí, dándome una perfecta visión de su asqueroso rostro.

—M-me... Drogaste—musito con dificultad.

Siento la primer lágrima caer por mi mejilla.

Nosotros... Joder, nosotros teníamos un trato.

¡No puede hacerme esto!

—Es para divertirnos, cariño—resuena su voz por todas partes.

Las lágrimas no dejan de caer y siento sus manos deslizarse por mi cuerpo mientras me quita la ropa hasta dejarme completamente desnuda, la impotencia de no poder hacer nada aumenta mientras que mi tristeza me ahoga cada vez más. Me siento como si fuera un maldito y asqueroso objeto con el cual pueden hacer lo que quieran, me siento una completa idiota por no ser lo suficientemente fuerte como para levantarme y no permitir que me haga esto sin mi consentimiento.

Los latidos están acelerados al igual que mi respiración, mis ojos húmedos no dejan de liberar lágrimas llenas de dolor y mi cuerpo inmóvil solo se limita a observar en primer plano como el hombre que se supone que debería cuidarme y protegerme me está haciendo daño.

Acaba de colocarse entre mis piernas y puedo sentir su puta boca besar cada centímetro de mi cuerpo.

No se detiene...

No soy capaz de detenerlo.

Porque soy una maldita inútil que no puede cuidarse a sí misma.

—No, Viggo... No quiero—logro pronunciar en el momento en que comienza a masajear mi intimidad con sus dedos.

Ni siquiera se inmuta, continua como si nada, como si yo fuera un maldito trozo de carne que no puede tener decisión propia.

Por favor...

Quiero decirle aquellas dos simples palabras pero ya no tengo voz y de todas formas él me la ha quitado.

Sus ojos pardos se encuentran con los míos y no veo ni una gota de pudor o arrepentimiento en él, está orgulloso de lo que está haciendo y se atreve a secar mis lágrimas con su pulgar.

—De esta manera no, por favor...—susurro en un tono de súplica.

—Shh—pronuncia con una sonrisa cínica.

El alma se me vuelve a partir en mil pedazos en cuanto lo siento dentro de mí y comienza a penetrarme de forma agresiva mientras suelto un quejido de dolor. Aquellos mínimos pedazos que había logrado volver a reconstruir con tanto esfuerzo los acaba de destruir él, ni siquiera las lágrimas que caen sin cesar por mis mejillas podrían representar todo lo que estoy sintiendo dentro mío en este momento. Me rompo un poco más y quizás me haya roto tantas veces en la vida que no creo que haya algo más que romper.

En este momento solo puedo describirme como algo sucio y sin valor, algo tan miserable que acaban de manchar una vez más.

No importa lo que diga o lo que haga, alguien más está teniendo el poder sobre mí y mi cuerpo.

—Estás tan mojada, bebé—pronuncia excitado.

Lloro y lo hago desconsoladamente porque al final de cuentas es lo único que aún no se me ha arrebatado, el derecho a poder llorar.

¿De qué sirve decir que no si él jamás lo tomará con importancia? ¿De qué mierda sirve negarme si me va a arrebatar todo cuando él lo desee?

Me duele.

Cierro los ojos y utilizo mis últimas fuerzas en hacer como si me saliera de mi propio cuerpo, de un momento a otro siento como si mi cuerpo estuviera tumbado en la cama siendo violado pero mi alma y mi mente corren hacia otro lugar intentando salvarse.

De repente ya no siento nada, ya no hago el intento de luchar, simplemente me rindo y escapo mentalmente a un lugar más seguro...

Un lugar creado por mí en donde se supone sue estoy a salvo.

Y esa jodida sensación, ese puto instante en donde los ojos se te abren y por primera vez después de tanto tiempo puedes aceptar y reconocer que no era amor, era obsesión, no era darte cariño, era abusarte.... Y que no era tú la que mal pensaba las cosas o te cuestionabas demasiado, era una perversa manipulación que te consumía día a día.

Porque darse cuenta que están abusando de tí es incluso más doloroso que el abuso mismo. De un momento a otro te das cuenta que eres una víctima y que todo lo que creías normal no lo era.

Pasé seis años de mi vida con Viggo, todo comenzó como un juego raro para luego convertirse en una obligación. Él jugó tanto con mi mente como quiso, me instaló la idea de que yo le debía agradecer de esa manera y que si me negaba era una huérfana desagradecida que no valoraba todo lo que él me había dado. En algún punto mi mente me quiso proteger bloqueando esa realidad y mintiéndome a mí misma para no ver lo que realmente estaba pasando. Aquella niña de tan solo dieciséis años llena de rencor e inocencia jamás creyó que aquel hombre elegante que vio por primera vez en el orfanato la llevaria a su casa para darle un hogar y ayudarla en vez de dañarla y utilizarla por años violando cada uno de sus derechos.

Me siento tonta, inútil y débil.

No fui capaz de cuidarme, de amarme y protegerme de los mosntruos que me rodeaban.

Creía que lo hacía porque yo lo quería pero tan solo era una manipulación perversa disfrazada de falso consentimiento.

Quisiera tan solo poder salirme de este cuerpo realmente y olvidarlo todo pero mi mente acaba de soltar el escudo fantasioso que me protegía y ahora simplemente no seré capaz de olvidar nunca que mi cuerpo y alma fueron manchados y arrebatados de mis propias manos...

Y quizás nada ni nadie pueda devolverme eso que me robaron cruelmente.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top