CAPÍTULO 28

Anna...

Despierta, Anna...

Por favor, Anna...

Despierta.

Esa voz. Tan cálida y conocida. Me había acompañado durante meses, hasta llegar a ese momento. Un momento en el que tomé conciencia de que al fin estaba completa, aunque nunca hubiese imaginado que me faltase algo.

Por favor...

Peter. Había sido mi guía sin proponérselo. Nos conocíamos desde mucho antes de ese encontronazo, un choque que removió los acontecimientos. No sabía si fue el destino, pero si existiese tengo claro que ese día quiso que nos encontráramos. Yo con mi prisa por no llegar tarde a clase, él con sus trucos para el club de magia. Dos caminos que se cruzaron y cambiaron nuestras vidas.

Anna, por favor. Despierta...

"Lo intento, Peter" quise decirle, pero mis labios no respondían. Estaba tumbada en algún sitio bastante incómodo y notaba como duros cojines se me clavaban en distintas zonas de la espalda. El ambiente estaba caldeado, como si alguien hubiese encendido una estufa y la hubiese puesto a mi lado. Lo agradecí pues provocaba una sensación suave en mi entumecido cuerpo.

Dios...

Noté como una mano grande tomaba una de las mías y comenzaba a acariciarla. Supe que era la suya, tenía las manos más grandes que había visto. Dibujaba círculos en ellas con suavidad, haciendo que mi cuerpo se activase con su contacto. Haciendo acopio de las pocas fuerzas que tenía, conseguí apretarla ligeramente.

¡Anna! ¿Me oyes? Tranquila, estoy aquí. No te dejaré sola.

(Dibujo realizado por la maravillosa thejuliawarren . Id todos a ver su trabajo porque es una artista en todos los aspectos)

"No te dejaré sola" Estas últimas palabras las dijo susurrando en mi oído. Pude notar la calidez de su aliento y la tranquilidad que intentaba imprimir a su tono, aunque seguía estando angustiado. ¿Qué me había pasado? La luz blanca...

Abrí los ojos despacio intentando acomodarlos a penumbra del lugar donde me encontraba. Lo primero que vi fue un techo negro con una lámpara enorme y antigua justo encima de mí. Giré la cara y vi los ojos oscuros que tantas veces me habían desconcertado. Su pelo negro estaba muy revuelto y tenía cicatrices de pequeños arañazos por todo el rostro, pero su sonrisa torcida cuando vio que estaba despierta hizo que se me olvidaran todas las preocupaciones.

—¿Sabes qué empiezo a estar un poco harta de que tu voz aparezca siempre en mis sueños?

—¿Qué? —preguntó con cara de desconcierto mientras un leve rubor teñía sus mejillas.

—Nada. 

Me incorporé despacio con su ayuda, pues aún me encontraba un poco débil. Me di cuenta que estaba en el despacho del profesor Sanderson, cosa que me dio tranquilidad. Peter se incorporó y tomó asiento a mi lado. Cogió mis hombros mientras me miraba con tal intensidad que, esta vez, fui yo la que se sonrojó. Una de sus manos subió hacia mi mejilla, haciendo que cerrase los ojos disfrutando del cálido contacto de su piel. 

Justo cuando iba a preguntarle que estaba pasando se acercó rápidamente hasta que sus labios encontraron los míos. 

En el pasado, cada vez que una parte de mi piel entraba en contacto con la de Peter una pequeña corriente recorría mi cuerpo, una sensación tan dulce que me causaba a la vez nerviosismo, emoción y desconcierto. Justo en el momento en el que nos besamos, esa sensación se vio incrementada hasta el infinito. 

Poco a poco la intensidad fue aumentando. Nuestras lenguas se buscaban mientras mi mano acariciaba su mejilla con cuidado de no lastimarle tocando sus heridas. Tomó mi cuello con firmeza, como si nunca quisiese dejarme ir. Una cálida sensación comenzó a emanar de todos los poros de mi cuerpo y pensé en que ojala no se acabase ese momento. 

—Pero qué...

La voz de Kevin hizo que nos separáramos rápidamente, intentando disimular. Nos miraba con extrañeza mientras Lily aparecía a su lado con cara de felicidad mirando hacia algún punto encima de nosotros. Levanté la cabeza y pude ver decenas de bolas de luz fucsias y blancas que revoloteaban mientras se desvanecían poco a poco.

—¿Qué está pasando? —pregunté, asustada— ¿Quién esta haciendo esas luces? El don blanco no estaba...

—Desaparecido.

El profesor Sanderson entró en la habitación con las manos en los bolsillos y una sonrisa preocupada. Con un gesto de la mano indicó a Lily y Kevin que saliesen del despacho. La rubia se dio cuenta enseguida y tomó a su amigo del brazo que aún seguía embobado mirando las pocas bolas de luz que aún quedaban sobre nuestras cabezas.

—Anna, tendrás que perdonarme. Hemos estado todos muy equivocados. 

—¿Equivocados?

—Nuestro mundo, nuestra especie, es muy joven comparado con la edad del universo. En este tiempo no hemos podido desentrañar todos los misterios que envuelven los dones que poseemos. Intenté buscar una explicación lógica a la forma en la que podías ver nuestras luces mientras otros perseguían una profecía que encajaba perfectamente con sus propósitos.

Se sentó en el escritorio mientras limpiaba sus gafas. Mi cabeza aun daba vueltas y sentía que podía volver a desmayarme en cualquier momento. Me fije en que las luces estaban apagadas, pero entraba un poco de claridad por el ventanal.

—¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?

—Unas horas —contestó Peter—. Conté al profesor lo que pasó y me dijo que no te llevase al hospital, que no tardaría en llegar. De todas maneras no creo que allí hubiesen sabido que hacer.

Su tono de voz expresaba lo preocupado que estaba. Tomé su mano, intentando transmitir que lo entendía, que era una situación extraña y era normal que no supiese muy bien como actuar. Aún no sabía muy bien lo que estaba pasando.

—Estaba fuera de la ciudad y acabo de llegar, lo más rápido que he podido desde que Lily me contactó. Siento no haber estado aquí, chicos. Mi deber era protegeros y no lo he cumplido.

—Profesor, no se preocupe. Ninguno sospechamos de Kenneth o mi hermanastro —contestó Peter apretando los dientes.

Stu. Sentí una punzada de dolor en mi estómago. Me gustaba de verdad y para él solo había sido una pieza en su estúpido plan. Todos esos besos, esas caricias, esas promesas entre risas... todo había sido una mentira mientras intentaba volverme loca. Lo que más me dolía era pensar que había estado en nuestras vidas durante años y por una profecía decidió mandarlo todo al garete. 

—¿Dónde están? —pregunté.

—No lo sé —respondió el profesor Sanderson—. De todas maneras, no podemos hacer nada contra ellos. Como mucho denunciar la agresión a Peter, pero su padre se encargaría de minimizar los daños. Ni siquiera les expulsarían de la Universidad.

—¿Y tenemos que vivir con el miedo de que sigan atacándonos? —dije, enfurecida— Esto no tiene sentido.

—Ya no están interesados en ti, Anna. Te necesitaban porque pensaban que tú eras la persona de la que hablaba la profecía. Pero ahora que eres una hechicera como nosotros...

—Espera, ¿qué?

Me quedé desconcertada mientras los miraba. Albus Sanderson asentía mientras Peter me miraba con una sonrisa divertida. ¿Una hechicera? No podía ser, era un error. Seguro que había una explicación más sencilla.

—Anna, has recibido el don blanco. Llevaba perdido durante años pero ha aparecido de nuevo. Por eso podías ver las luces, tu don te estaba llamando. 

—Pero, ¿por qué ahora? ¿Mis padres son hechiceros? ¿Cómo estáis tan seguros? —Otra vez miles de preguntas se agolpaban en mi mente.

—Estamos seguros, Anna —respondió Peter apretando mi mano—. Te vi utilizarlo en la sala de entrenamiento. La luz comenzó a salir de tu cuerpo y lanzaste por los aires a Stu y Lupin. Pude recuperarme y traerte a el despacho, pero estabas agotada del esfuerzo.

—En cuanto por qué ahora, no lo sé exactamente —prosiguió el profesor—. Los fundadores obtuvieron sus dones de adultos, así es que puede ser esa la explicación. No sé por qué ha tardado tanto en volver a aparecer, no sabemos sus orígenes exactos. Tendremos que cambiar nuestro enfoque ahora que se ha visto que la profecía sigue siendo un fraude. Prometo que cuando tenga más información serás la primera en saberlo.

Dudaba que fuese así, pero asentí. Durante todo este tiempo habían evitado contarme más de lo necesario y puede que ahora que sabían que era una de ellos me tomasen más en cuenta. 

Una de ellos. Que raras sonaban esas palabras. Me emocionaban y asustaban al mismo tiempo. 

—No creo que en este caso tus padres tengan nada que ver. Tu don no ha aparecido en la infancia por lo que lo más probable es que sean humanos. Como te comenté, es muy raro que perdamos de vista un linaje completo —terminó mientras me miraba con curiosidad.

—Pero ¿y Stu?

—La situación de Stuart Rogers es distinta —contestó con pesadez—. Patrick es conocido por su discurso ante la necesidad de perpetuar lo máximo posible nuestros dones. Al Peter heredar el de su madre y no poder tener más hijos con ella, buscó otra manera. Seguramente la verdadera madre del chico sea alguien de su circulo cercano que mantiene una relación con un humano. De esta manera podrían controlarlo. 

Asentí, pensando en que cuanto más sabía sobre Patrick Shein peor me caía. El sueño comenzó a apoderarse de mí junto a la emoción de pensar en mi nueva situación. 

—Bueno, creo que es mejor que descanses, Anna —dijo el profesor mientras se levantaba, dirigiéndose a la salida—. Cuando estés lista espero tu inscripción para el Club de Magia. Debemos empezar tu entrenamiento lo antes posible, vas muy atrasada.

Abrió la puerta y pude ver a Kevin y Lily disimulando en la entrada. Seguramente habían estado escuchando toda la conversación y eso me hizo sonreír. El rubio intentó entrar, pero el profesor se lo impidió tirando de su camiseta. Protestó mientras cerraban, con Lily intentando calmarlo. 

—Bueno —dijo Peter levantándose—. Creo que es hora de descansar. Te acompañaré a tu habitación.

Me tendió la mano para ayudarme y cuando estuve de pie lo abracé sin pensarlo. Podía sentir sus brazos alrededor de mi cuerpo mientras su corazón latía rápido. Noté como las luces escapaban de nosotros creando un firmamento de pequeñas estrellas fucsias y blanca a nuestro alrededor.

Levanté mi cabeza y nos miramos a los ojos, unos ojos en los que podía ver destellos rosas mientras su sonrisa calmaba todos mis nervios. Al final, no hacía falta que eligiese entre mis dos mundos. Se habían fusionado en uno, tan maravilloso y aterrador que me hacía temblar. Era una hechicera, había conseguido el don blanco.

Puse mi mano en su cuello para conseguir que se agachase y le di un ligero beso, lo que provocó que un suspiro escapase de sus labios. Sin separarme dije en voz suave:

—No. Voy a dormir contigo.

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