Extra 2. ¿Por qué estoy pensando en su lengua?


RA, como las chicas lo suspiraban, daba grandes zancadas por el pasillo dirigiéndose al comedor. Caminaba un poco raro, pero lucía más desesperado en llegar a donde sea que fuese que en lo que sea que le molestaba en su pantalón.

Fue la curiosidad que me llevó a seguirlo. Después de todo solo había una cosa en toda la universidad capaz de desestabilizarlo, su hermana Afrodita.

La misma que también me desestabilizaba a mí.

Es increíble como son las mujeres. El tipo era un mujeriego y su amigo Taylor Daza, no era mejor, de hecho contaba lo que hacía o deshacía con las chicas, no me extrañaría que él también lo hiciera. Pero las mujeres solo veían su atractivo y la forma como se desvivía por su hermana y era razón más que suficiente para dejarlo meterse debajo de su ropa.

Ryan empujó con excesiva fuerza las puertas del cafetín y con el mismo movimiento decidido entró. Le seguí pocos pasos después y vi como caminaba hasta Megan, su cabella dorada tapaba su rostro, su cabeza estaba apoyada en las manos que reposaban sobre sus codos en la mesa.

Me senté a algunas mesas de distancia. No comía en el cafetín nunca, siempre compro la comida y me retiro a un salón vacío, la biblioteca o alguno de los grupos. Pero quería ver, curioso como soy, que ocurría.

Ryan se sentó y ella ni siquiera alzó la cara, creo que no lo notó. Los veía hablando, sin tener idea de lo que decían, pero entonces Ryan alzó la voz por encima del estruendo del lugar.

—¡Megan Valley Asper!, ¿Cómo no revisaste matemáticas si tú apestas en esa materia?

Ella escondió su cuello y tapó el rostro con sus manos. Estaba apenada, mortificada, angustiada. La vi sollozar a lo lejos y quise ir hasta ella y consolarla.

Cuando vi que le quedó la materia estuve muy tentado en ajustar algunos números y que finalmente la pasase, pero eso superaba cualquier cosa que me atreviese a hacer de forma ilegal. Menos en los estudios. Una cosa es hackear el sistema para chismosear, otra es alterar las notas de cualquier persona, aunque se tratase de ella.

Ryan relajó sus músculos y se dispuso a consolarla antes de volver a gritar un inmenso "¡¿Qué?!" que hizo voltear a todos. Imagino que le dijo cuál era el porcentaje con el que debía aprobar.

Hasta yo me alarmé cuando lo ví.

***

Me gustaban las clases de programación, eran entretenidas, tanto como las de matemática y física. Me permitían relajarme mientras me perdía en el sin fin de códigos que debía configurar y revisar.

—¿Te postulaste para a presidencia del club de tutorías?

Fernando lucía molesto. Ajusté mis lentes que continuaban resbalándose, antes de mirarlo.

—No me postulé, me ofrecieron el puesto.

—Es igual, sabías que quiero ese puesto—me reclamó.

—Háblalo con el rector, que fue quien me hizo el ofrecimiento.

—Lo estoy hablando contigo para que lo rechaces.

—En realidad, es muy tarde. Ya lo acepté.

—¡Nerd de mierda!.

—Fernando, ¿tiene algo que aportar a la clase?—el profesor llamó su atención y Fernando volvió a su computadora.

—¡Vaya insulto!—se burló Rafael cuando la clase terminó, él era uno de los pocos que podía considerar amigo en la universidad.

—De él nada me extraña. Muggle barato, sangre sucia envidioso—agregó Reinaldo.

Lo dijo con tanto odio que me hizo reír y terminé contagiándolos a ellos.

—¿Vendrás a la reunión de Los Matemáticos?. Y no me vengas con excusas baratas, ya te perdiste tres eliminatorias y sin ti él idiota de Fernando se siente dueño. Lo odio tanto.

Reinaldo odiaba a Fernando desde tiempos remotos, pero todo se agudizó cuando Fernando humilló a Rafael delante de Dani, una chica que le gustaba a ambos, y que terminó saliendo con Fernando en vez de con nuestro amigo.

—Hay un conflicto de horarios entre los matemáticos y las tutorías. Iré con el rector para tratar de solucionarlo.

Me despedí de ellos y caminé hasta las oficinas del rector. Allí esperé hasta que tuvo tiempo para atenderme.

—Alejandro, ¿Qué te trae por acá?—el rector me saludó y me hizo pasar a su oficina.

—Tengo problemas con algunos horarios que colisionan entre sí y quería de su autorización para moverlos.

—¿De las clases? Bueno no es usual, pero claro.

—No, de las clases no, del club de matemáticos y el club de tutorías.

—Ah, pues no hay ningún problema. Son tu grupo, tú decides. Yo solicité que avisaran a las chicas de tutorías que estábamos por determinar un suplente, no quise adelantarles nada hasta no contar con la aprobación del consejo y apenas la tengo en mis manos. Mañana puedes comenzar oficialmente con el grupo de tutorías. ¡Felicidades!.

—Gracias. Mantendré informado a la dirección académica de los nuevos horarios. Señor ¿el nombramiento permite que tome a alumnos bajo tutela?.

—Si, por supuesto. Ese punto me costó, pero bastante que discutí que eras más que capaz de cumplir con eso, así que no dejes mal.

Satisfecho salí de la oficina del rector directo al salón de los matemáticos, tendría que lograr con ellos algún convenio de horario.

.

No llegamos a ningún acuerdo. Rafael y Reinaldo no cedieron ni un poco a cambiar los horarios. Aunque los entiendo, afecta nuestro horario para jugar CallOfDuty en línea, y el grupito de Reino Unido con el que competimos me lleva lo suficientemente irritado como para tener que hacer las tutorías fuera de la universidad y no perder tiempo en la conexión.

Antes de irme volví a pasar por el salón de las tutoras. Rafa y Reinaldo discutían nuevas estrategias para ganarle a los idiotas de Reino Unido, mientras yo entré al salón.

Solo dos chicas estaban presentes, compartía clase con una de ellas pero no recordaba cual clase o cual era su nombre.

Me acerqué hasta la cartelera donde el listado de las personas que necesitaban ayuda con sus estudios reposaba. El último nombre de la lista me hizo sufrir un pequeño paro cardiaco y dibujar una sonrisa que tuve que esconder muy bien.

Mi rubia se había anotado como esperaba que lo hiciera.

—Seré el nuevo presidente del club. ¿Pueden avisarle a todos que la primera reunión será mañana a las dos de la tarde?. Que sean puntuales.

Salí del salón sin que me importase su respuesta. Yo era el presidente del club, debían acatar mis órdenes. Esperaba que una de ellas avisara a Megan.




—¡Tienes que presentármela!—insistía Rafael.

—No es tu tipo—le recordó Reinaldo.

—No me mientas, sé que yo no soy su tipo, pero ¿Cuándo podré estar cerca de una mujer así otra vez?. Preséntamela Alejandro. Anda.

—No.

—¡Te doy mis figuras coleccionables del Señor de los anillos.

—Ya las tengo—y era cierto, las tenía todas en un cuarto exclusivamente dedicado a eso.

Una pasión que comparto con mi papá.

—Ella hace que me den ganas de ser un deportista fortachón y bruto. ¡Me hace querer ser bruto!, cometer suicidio neural, ¿entiendes la magnitud de lo que me provoca?.

—Lo entiendo pero no.

—La quiere para él, Rafa. No pierdas tu tiempo.

—¿Qué? ¿Es cierto?—pero no le hizo falta que respondiese, algo en mi cara se lo dijo—. Bien, te la cederé, solo porque ya es hora de que olvides de tu ex de una buena vez por todas.

Rafa hablaba como si en verdad él hubiese tenido oportunidad con Afrodita.

Como si yo tuviese alguna oportunidad con ella.

La verdad era que todo lo que hice fue para tenerla un poco más cerca, conocer un poco más de ella de lo que una computadora llena de números podía decirme. No quería saber si tenía 7 materias este semestre, quería saber cuál le gustaba más y por qué. No quería que me dijese que sus padres estaban divorciados, quería que ella me contase como había sido pasar por eso y como se sentía.

Pero esas cosas no me pasan a mí. No le pasan a ningún mortal con Afrodita.

Porque si no tenía unos abdominales marcados, unos brazos definidos, piernas de deportista y un físico de adonis, no tendría ninguna oportunidad.

Y no es que yo sea algo incomible, tenía un cuerpo bastante aceptable gracias a las clases de defensa corporal que mi mamá me obligó a tomar. Ella no quería que pasara por lo mismo que pasó mi papá, donde los bravucones de su instituto lo golpearon un día hasta la inconsciencia, quería que aprendiese a defenderme.

Por suerte nunca tuve que poner mis conocimientos en práctica, pero me dejaron algunos músculos que me dan cierta seguridad en la playa o piscina.

Quizás también en la cama, pero a eso aún no he llegado.

—¿Nos estás escuchando?—me llamó Reinaldo—. No claro que no, por mutos como tú es que perdemos siempre.

—Soy lo mejor que tiene el equipo—le recordé.

—Porque tienes precisión y coordinación motora, pero nada de estrategia. Ahora concéntrate en lo que te estoy diciendo. Tengo elaborado todo un plan de ataque, lo descargué directamente de Juegos de Tronos, si le funcionó a ellos nos tiene que funcionar a nosotros. Les mandaré los gráficos que hice para que se los aprendan.

Me despedí de ellos antes de entrar al salón de tutorías.

Su cabellera rubia fue lo primero que vi, sus largas piernas lo siguiente. Su melena dorada se veía tan suave, sedosa y perfectamente halable.

¿Qué? ¿Halable?. No parece la forma correcta de conjugar el verbo halar tampoco puede ser una propiedad para definir la cabellera de una chica. ¿O si?. Lo buscaré.

—Hola a todas—saludé mientras miraba de soslayo como se giraba con lentitud.

Supe que me había reconocido por como se agrandaron sus ojos, fue solo un poco, pero yo lo noté.

Me estaba analizando de arriba abajo, no había desprecio en su mirada, pero tampoco me gustó que lo hiciera. Ya sé que no estoy a su altura, no hace falta que me lo dejé tan evidentemente claro. Esquivé su mirada molesto con ella por haberme hecho sentir así y me concentré en su hermano, quien me miraba de la misma forma que ella pero un tanto divertido. ¿Qué hacía él aquí? Si resultaba que se inscribió a última también para tutorías complicaría demasiado mi plan.

No me gustaba hablar en público, me molestaba de hecho. Así que lo evitaba en todo lo posible o yendo al grano cuando no me tocaba de otra que enfrentar mi miedo.

No era aprensión a hablar frente a otros, o a estar entre personas. Era desconfianza a ser el centro de atención, una versión de escopofobia que empezó por culpa de mi ex. Otra de las cosas que debo agradecerle. En fin... ¿se puede divagar en los pensamientos? ¿es normal?. Lo buscaré también.

Todas las personas que estaban en el salón me miraban, por lo que mi reacción sudorípara no tardó en hacer acto de presencia. Resignado, comencé a hablar.

—Estamos fuera del horario así que seré rápido. La profesora García continúa enferma y no podrá reincorporarse a las clases. El Decano me pidió que asumiera en su ausencia el control del grupo—una mentira a medias mezclado con un poco de modestia, no quería presumir de lo que el rector estuvo insistiéndome—. Como saben no es el único grupo que presido—y hasta aquí quedó mi humildad—, por lo que espero que sean puntuales en las actividades. Por norma el presidente no puede asumir a ningún alumno como tutor, pero como no soy profesor y tienen un excedente en sus solicitudes, asumiré dos tutorías, mis otras actividades no me permiten asumir más de eso.

Anoche hackeé la computadora de una de las chicas, bueno de todas, solo que me quedé con la única que tuvo la consideración de anotar el listado de las personas que se anotaron para las clases. Algo que a mi me dio pereza hacer, era más sencillo hackearlas.

Revisé los nombres de todos los inscritos y revisé las probabilidades de que me quedara solo con las clases de Megan, pero me tocaría tomar a una segunda chica. Así que ingresé al sistema de la universidad con la clave de la secretaria del Rector, Kathy, que ahora me sabía de memoria, y rebusqué hasta que di con la solución a mis problemas.

Pasé por un lado de Megan directo hasta la cartelera con los nombres, desprendí la hoja y regresé al escritorio.

—Haremos esto fácil.

Aprovechando que tenía un lápiz en la mano, tomé nota de mis dos últimas búsquedas: "halable" "divagar en pensamientos". Ambos reflexiones eran de importancia y un tanto inquietantes.

Anoche me aprendí los nombres que le tocarían a cada tutora, tratando de que luciera una distribución casual, y no que haya pasado gran parte de la noche evaluando los perfiles de todos, para que fuesen compatibles con sus tutores y evitar un cambio a última hora que afectara todo mi delicado equilibrio de tiempo y paciencia.

—Y eso me deja a mí a número 29 y 30: Valeria Mull y Megan Asper—finalicé fingiendo indiferencia.

—Valeria Mull retiró su solicitud porque sus padres le pagaran una tutoría privada— dijo Nazaret, algo que ya sabía, ella era su amiga y una parte de su conversación cayó accidentalmente en mi hackeo. Así supe que podía decir Valeria Mull y quedar automáticamente desclasificada, dejándome a solas con Megan.

Solo, no a solas.

Solo con Megan para mí.

—Bien en ese caso Megan Asper queda solo para mí.

¿Dije eso en voz alta? Deberé también buscar si es normal la verborrea humillante cuando se está nervioso. No, no me hace falta buscarlo, es un si definitivo.

Ella por suerte no lo notó, solo negó. No le gustaba la idea y eso me decepcionó.
Sé que no tengo esperanzas con ella, pero sigue siendo un golpe duro para mi ego.

Cuando despedí la clase, Megan se acercó hasta mí, yo seguía apuntando algunas cosas en mi libreta, como por ejemplo que la chica Marzones no estaba prestando atención solo mirando a Ryan y que la chica llamada Andrea estaba nerviosa y anotó todo lo que dije. Estas personas eran responsable de mi buen desempeño en el club, debía conocerlas muy bien para no encontrarme con sorpresas que me causaran problemas.

—Hola, serás mi tutor. ¿Qué día nos reuniremos?—me preguntó después de decir lo que ya sabíamos.

¿Quería romper el hielo o me creía tan idiota que me hablaba como tal? Obviaré ese comentario por los momentos, es muy precipitado sacar hipótesis con la primera frase que me dedica como su tutor.

Pero igual me estaba molestando su actitud.

Ella me batía sus largas pestañas, moviendo su boca de forma sugerente y definitivamente su escote estaba más pronunciado que hace pocos minutos.

¿Acaso creía que por qué esta rica haré lo que ella quiere? Está muy equivocada, conmigo no conseguirá nada con esa actitud.

—Ya tengo otros alumnos en tutoría privada así que tendré que hablar primero con ellos para mover sus horarios antes de decirte los días y las horas en que nos reuniremos. Además debo comprobar la disponibilidad de los salones. Así que como veras, no, no puedo decirte en este momento cuando comenzamos.

—Estoy segura de que si hablo con tus otros alumnos podremos llegar a un acuerdo, me debes un favor.

Yo no le debo nada a ella.

¿Acaso es todo lo fría y manipuladora que dicen?.

Me he negado rotundamente a créelo, pero no me ha demostrado lo contrario hasta los momentos. Todos dicen que está acostumbrada a sacar las notas tan altas que posee solo por favores sexuales a las personas indicadas, jamás creí esos rumores, pero su actitud me dice otra cosa.

—Yo no te debo ningún favor. Y si te refieres a la hoja de horarios que me diste, ya la tenía, estaba allí por otras razones. Si quieres te la regreso.

Se enojó. Sus pupilas se dilataron, sus ojos se achinaron un poco y apretó sus manos con fuerza. Eso me causó un poco de gracia.

Que sirva para entender que esa actitud conmigo no funciona. No después de que caí en las redes de Aurora como un idiota.

—Bien, entonces te deberé yo a ti un favor, uno muy... grande.

Decepcionante, mi rubia. Muy decepcionante.

—No hace falta. Dame tu número por favor

—¿Me invitarás a salir?.

—No estoy interesado—no mentí, no estaba interesado en salir con esta Megan, sino con la que lamentablemente me formé en mi mente, una que al parecer no existía—, pero gracias. Es para avisarte el día, el lugar y la hora de las tutorías.

Su hermano soltó una carcajada a su espalda lo que le hizo voltear con rapidez. Su cabello dorado rozó mi rostro y el olor a lavanda que escapó de él cosquilleó en mi nariz y en mi estómago.

También un poco más abajo, pero solo como respuesta física primitiva de un órgano sin cerebro que es el causante de más problemas en el mundo que cualquier desastre natural.

—Entonces no—me respondió para mi sorpresa.

—¿Y cómo te contactaré?.

Mi rubia comenzó a tomar sus cosas y le hizo una seña a su hermano para que se levantase. Estaba molesta y dolida y eso me gustó, porque quedaba claro que no estaba acostumbrada a recibir negativas, pero de mí, no sería fácil sacarme ninguna afirmación, y menos con ese comportamiento.

Además se veía sexy molesta.

—Búscame Hottie.

¿Hottie?

Mi cerebro comenzó a buscar alguna aplicación ofensiva para esa palabra pero no la consiguió. Lo investigaré después, quizás lleva alguna definición oculta que desconozco. Lo que si era cierto es que no me gustó su tono.

Yo no la tenía que buscar a ella, Megan era la que necesitaba de ayuda para pasar la materia. De seguro el hottie ese fue usado con sarcasmo que no lo noté por andar viéndole el trasero cuando se volteó a tomar sus cosas.

Maldición.

Salí apurado del salón, siguiéndola. Su amelocotonado trasero se balanceaba de un lado al otro con cada paso que daba. Hipnotizándome. Traté de concentrarme y apresuré mi caminar.

—Tú eres la desesperada, tú búscame.

Corrí escaleras abajo, ella estaba tan furiosa que temí un arrebato de su hermano, queriendo defenderla.


***


Iba tarde a reunirme con los matemáticos. Los chicos me matarían, ya era la segunda vez que llegaba retrasado a la reunión, pero no terminaba de organizar mis horarios.

Aunque hoy llegué tarde por otra razón.

Afrodita.

Aun no venía a buscarme y eso me cargaba distraído. ¿Acaso renunció a la tutoría?. Lo veía difícil, pero no imposible. Abrí la puerta del salón, sus murmullos se escuchaban por el pasillo, y entendí el por qué. Megan estaba sentada sobre mi escritorio, mordisqueando uno de mis lápices, sonriendo con picardía.

Los ojos de todos se volvieron a posar encima de mí y odiaba que eso pasara, sobre todo cuando la curiosidad era lo que los movía. Ella llevaba una falda bastante corta, que con su pierna cruzada solo favorecía la vista para todo el salón.

No quería que ellos la estuviesen viendo de esa forma, ella no se lo merecía a pesar de que era lo que obviamente buscaba vistiéndose así.

—Estaba esperándote—me informó.

—¿Qué haces aquí?— soné más frio de lo que esperaba, pero es que al idiota de Matt se le estaba saliendo la baba.

Lo mataré mil veces en CallOfDuty.

—Me dijiste que te buscara para saber de las tutorías, así que aquí estoy.

No quería que la siguiesen mirando, no quería que siguieran expectantes a mi respuesta. Miré a cada uno de lo chicos del salón y les quedó bien claro que hoy era uno de esos días donde no era buena idea molestarme. Era conocido por mi mal humor y mi seriedad, y ya sabían muy bien que cuando eso ocurría debían apartarse de mí.

Todos se apresuraron a esquivarme la mirada y fingir seguir con sus actividades. Una parte de mi cerebro solo pensaba los ejercicios que estaríamos trabajando el día de hoy, más de uno tendría que nebulizarse antes de terminar la hora y con una terrible jaqueca.

Me acerqué hasta el escritorio y ella no se movió. Un pequeño pensamiento fugaz de ella en el escritorio y yo entre sus piernas pasó por mi cabeza, fue muy rápido para procesarlo, pero ya volvería a él después.

Megan extendió sus manos para sujetar mi maletín con la sonrisa de victoria en su mano. Ni siquiera ese gusto le daría.

Coloqué el maletín en la silla, saqué mi agenda, un lapicero y anoté con rapidez la dirección de mi casa, antes de romper la hoja y entregársela.

Ya sabia que no podría verme con ella en la universidad porque estaba Mikaela y su grandioso castigo.

A ella la castigan y soy yo quien debo quedarme en casa cuidando que no se siga metiendo en problemas.

Cosa que ella adora hacer.

Así que anoche mientras analizaba cual horario sería ideal para trabajar con Megan, me quedó claro que no podía estar en dos lugares al mismo tiempo y necesitaba estar en casa por Mikaela.

Era mi responsabilidad cuidarla y no quería dejarla mucho tiempo sola, no solo porque su imaginación era impresionante y angustiante en la misma medida, sino porque sabía que no tenía amigos aquí.

—Tienes clases de matemáticas lunes, martes, jueves y viernes. Así que nos reuniremos los lunes, miércoles y jueves.

Me delaté con eso, pero ya el mal estaba hecho.

—¿Por qué esos días?.

Al parecer no notó o no le importó que supiese, sin ella decírmelo, su horario. Suspiré profundamente, aliviado de no haber descubierto el grado de acoso en que me había dejado caer por ella.

—Tienes al profesor Anbal en Matemáticas 1, los Martes y Jueves y a él le gusta hacer los exámenes a principio de semana, por lo que estará evaluándote los días martes, así que podré prepararte el lunes. Y con el profesor Ortega, que te dará Matemáticas 2, tendrás clases los lunes y viernes y sé que le gusta hacer exámenes los viernes, y suelen ser bien densos, así que tendrás toda la semana para estudiar.

—De verdad lo has pensado bastante, ¿no?.

¿Lo duda? Si tú supieras todo lo que pienso bombón rubio. Por la esquina de mi visión noté a los chicos mirándola con descaro. La quería fuera de allí de inmediato.

—Alguien tiene que hacerlo. Allí está la dirección y las horas. Se puntual.

Pero ella no se iba, solo golpeteó sus carnosos labios rosados y provocativos con mi lápiz.

—Si me disculpas, tengo cosas que hacer— insistí— y tú presencia aquí los idiotiza.

—¿Solo a ellos?.

No.

—Si.

—No creo que a ellos les moleste si sigo aquí sentada.

—Pero a mi sí. Bájate— esto será una matanza como no dejen de mirarla de esa forma.

—No has dicho las palabras mágicas.

Su puchero hizo que mi corazón se apachurrara en ternura. Tuve que pellizcar el puente de mi nariz y respirar profundo para no caer en su juego. Un poco más recompuesto, le di mi mejor sonrisa, algo que no solía hacerlo porque mis aparatos dentales eran objeto de burla continuamente, y le tendí mi mano para ayudarla a bajar del escritorio.

Si ella no fuese tan coqueta el idiota de Matt no estaría agonizando, ni el imbécil de Fernando no estaría torciendo su rostro para ver su trasero. Y yo no tuviese ganas de sacarle los ojos a ambos.

—Señorita Asper, ¿puede por favor bajarse del escritorio y permitirme que continúe con las actividades?—dejé filtrar toda la exasperación que sentía con esta situación.

—Ya sabía yo que tu mamá si te enseñó modales— burló y tomó mi mano.

Era suave, más pequeña que la mía, delicada. Quería saber si nuestros dedos encajarían el uno con el otro, apretar con fuerza su agarre y disfrutar de la tibies de su piel; pero no podía. Sería una locura, así que la solté y le pedí con mi mano extendida que me devolviese mi lápiz.

Pero entonces ella hizo hervir mi sangre en cuestión de segundos. Con su coquetería característica, esa que tenía a la mayoría de la universidad embobado con ella, se dirigió hasta Fernando, le agradeció vaya a saber Dios qué y le puso el lápiz en su bolsillo.

Mis ojos volvieron a mirar su retaguardia mientras salía del salón.

—¿Vieron ese trasero?.

—No podía dejar de verle ese par de t-

—Bien—los interrumpí antes de que por primera vez hiciera uso de todo lo que aprendí en defensa personal—. Como si nunca la hubiesen visto antes.

—Nos habló y se sentó allí y cruzó las piernas y ... Fernando, te compro ese lápiz—Matt lucía desesperado.

Fernando sacó el lápiz de su bolsillo y se lo llevó a la boca.

Se lo arrebaté antes de que su boca hiciera contacto con ningún lugar donde Megan hubiese tenido la suya.

Mi gesto no pasó desapercibido por todos, aunque solo Rafael y Reinarlo se rieron disimuladamente de mi reacción.

—No perdamos más tiempo. Comencemos los ejercicios del decatlón matemático. Anoche busqué los que presentaron hace dos años, comencemos con esos.

Guardé el lápiz en mi maletín y saqué la hoja donde estaban los ejercicios para comenzar con el estudio.

***

—¿Y que te pondrás?

—Lo que tengo puesto. ¡Cuidado! Detrás de ti.

—Maldito traicionero me hizo un Colagusano—se quejó Reinaldo de la vida que acababa de perder—. No puedes recibir a Afrodita vestido así.

—¿Y como se supone que debo vestirme?. Voy a entrar, cuiden mi derecha. ¡Mi derecha Rafael!.

—Lo lamento, un imbécil me estaba apuñalando, espero que mi sangre no te perturbara.

—¡HIJOS DE PUTA!—gritó Reinaldo cuando la partida acabó y volvimos a perder por tercera vez.

—Cálmate, te dará un infarto y no terminarás la saga esa que te estás leyendo.

El pequeño pelirrojo caminaba enfurecido de un lado al otro de la sala.

—Quítate esos pantalones, ponte algo deportivo, que no sepa que nuestra idea de deporte es perder humillantemente una y otra vez con Reino Unido—burló Rafael.

—¡Cállate! Ya les estoy pidiendo la revancha para mañana—Reinaldo estaba un poco fuera de sí.

—Bien, me cambiaré.

Entonces vi la hora y me asusté, faltaba muy poco para que llegara y no quería que viese el desastre que éramos cuando jugábamos en línea.

Con ayuda de Reinaldo y Rafa limpié la casa rápidamente y mientras ellos sacaban la basura y terminaban, subí a ponerme los pantalones deportivos que me sugirió Rafael, también cambié mi camiseta por una limpia de color gris. Bajé las escaleras y todo estaba en orden.

Me despedí de mis amigos y me senté a esperar a que llegara.




No me sorprendió que viniese con su hermano, pero si que se quedara, aunque entendía que el trayecto de su residencia hasta mi casa no valía la pena recorrerlo por el tiempo que Megan y yo estaríamos estudiando. Tampoco me molestaba que se quedara, sobre todo porque al parecer también le gustaban los juegos de consolas y se entretuvo jugando Need For Speed.

Me senté a su lado, queriendo mantenerme cerca lo más posible, si resultaba que después de esta clase ella no quería regresar, por lo menos lo disfrutaría todo lo que pudiese.

Megan no dejaba de mirarme... raro. Por unos momentos me miraba como si yo le recordase a alguien o algo, y por otros momentos evitaba mirarme a toda costa.

¿Tan desagradable le resulta todo esto?

—¿Quieres algo de tomar?— le ofrecí tratando de calmar los ánimos.

—Leche.

¿Qué? Bueno, es una opción valida aunque extraña. Quizás se cuida el calcio, aunque nada de sus archivos médicos indicaba que tuviese problemas, lo sé porque los revisé. No creo que ella supiese el doble sentido de lo que dijo, así que para no hacerla sentir incómoda no comenté nada y reprimí una sonrisa por su comentario.

—¿No hay problema con que mi hermano se quede hoy? Él usará el tiempo aquí para entrenar, pero hoy no trajo la ropa de deporte.

—Ninguno.

—Linda casa.

—Gracias—respondí concentrado en los cronogramas de estudio, quería que viese que las tutorías serían realmente buenas y de gran ayuda para ella. No quiero que renuncie tras la primera clase.

Además, era un mecanismo de defensa desarrollado por años para cualquier persona que quisiera escarbar en nuestra vida privada. Mis papás eran adinerados y siempre sobraba algún interesado acercándose con sus propias metas económicas en mente, o alguien que solo quería saber secretos jugosos de la familia Hott.

—¿Por qué nos reunimos en tu casa? Sí es que no había salones, pudimos reunirnos en mi residencia.

—Vivo con mi hermana menor y no me gusta dejarla sola. Ella es... muy inventiva.

Y eso es quedarme corto.

—¿Y tus padres?— sus preguntas me incomodaban, me sentía bajo evaluación, su evaluación.

Pero si quería conocer más de ella más me valía también ceder y darle algo de información, que sirviese para que ella también hiciera lo mismo en algún momento.

—Mis papás no viven con nosotros. Compraron esta casa para que no tuviese que vivir en ninguna residencia. Mi hermana ingresará a la universidad el próximo año y la trasladaron para acá para que cursara su último año del instituto y se adaptara al lugar.

—Lo lamento, no quise ser tan entrometida— sus mejillas se tornaron de un bello tono rosado que contrastó con sus siguientes palabras— pero tú tampoco tenías que ser tan idiota.

¿Eso es lo que ella piensa de mí, que soy un idiota?. Hace mucho que olvidé como hablar con una chica linda sin estar a la defensiva. Y Megan era bellísima, por lo que no estaba a la defensiva, estaba en estado de alerta total.

—Lo lamento, no me gusta dar razones de mi familia—le expliqué para disculparme, porque era más fácil decir eso, que dejar al descubierto todo lo que Aurora me había traumado y todos los problemas que era ser un Hott algunas veces.

—Está bien. A mí tampoco, solo estaba haciendo conversación.

—Bien—me alegré, es una buena señal que ella quiera romper el hielo.

Entró en estado de histeria cuando le dije que le haría exámenes. ¿De que forma ella pretendía que yo supiera su nivel de matemática y sus puntos débiles y fuertes?.

Obviamente con una prueba. ¿Por qué está tan sorprendida? ¿Será que creía que con una sonrisa conmigo lograría que hiciera todo por ella en la materia o peor, que yo no sabía lo que hacía como tutor?.

—Mis métodos de enseñanza son los mejores. Tómame o déjame.

—Ya quisiera yo tomarte... ya quisieras que yo tomarte a ti— balbuceó y sus mejillas volvieron a sonrojarse.

¿Por qué lo hizo? Es como si su lengua de repente se hubiese enredado dentro de su boca. ¿Por qué estoy pensando en su lengua?

Porque quiero besarla

—Creo que también necesitas unas clases de lengua.

Se me escapó, debí decir de castellano, de literatura, pero ¿lengua?.

—Comencemos.

Sus mejillas seguían sonrojadas y la noté más bella que nunca. ¿Por qué estaba tan... nerviosa?

—Cuando acabemos juntos tendrás solo excelentes en tus calificaciones.

Esto si lo hice adrede. Quería evaluar su reacción y volvió a ruborizarse, quizás estos ataques viniendo de una persona que no le atraía le resultaban un tanto vergonzosos. Y quizás, una mínima parte según las probabilidades estadísticas, le gustaba que yo le dijese esas cosas. Creo que algo que tendré que seguir estudiando.

Cuando creí que entre sus balbuceos y los míos habíamos avanzado en algo, se siente ofendida cuando la llamé organizada. ¡La estaba adulando! ¿Quién la entiende?.

No soy el único a la defensiva, definitivamente.

—¡Ale vengo en un rato!— mi hermana bajó corriendo las escaleras y se apresuró en llegar a la puerta.

Me levanté con toda la rapidez que pude, pasé a su lado y me planteé frente a la puerta, evitando por apenas segundos que Mikaela saliese de la casa.

—¿A dónde vas?— Mikaela era experta en improvisarse cuentos y excusas, me mantuve alerta tratando de ser un polígrafo y detectar las fluctuaciones de su voz y respiración para descubrir la mentira.

Algo imposible de hacer, pero debía intentarlo.

Después de todo, Mikaela es tan buena como yo en esconder las verdades.

Un mal de genética, definitivamente

~ ~ ~ ~ ~ ~

Nota de Autora:

¡¡FELIZ DÍA DEL AMOR Y DE LA AMISTAD!!

Baia Baia con Alejandrito... Y ya apareció Mikaela ;) el próximo extra ya saben de quienes será. 


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