CAPÍTULO 7. Ya quisieras que yo tomarte a ti
Decir que me costó levantarme para ir a la universidad es un eufemismo. Ryan llegó tan cansado como yo estaba y se acostó a mi lado sin poder movernos. Cuando los rayos del sol comenzaron a calentar mis ojos me desperté sobresaltada.
—¡RYAN!— Grité— ¡Son las diez de la mañana!.
Saltamos de la cama y corrí al baño a cepillarme los dientes y peinarme. Tomé el bolso de maquillaje y lo lancé sobre la cama mientras corría aun lavándome los dientes hacia el closet. Arranqué de los ganchos los primeros jeans que conseguí, junto con una camisa cuello tortuga amarilla. Lancé todo a la cama y regresé al baño a enjuagarme la boca. Mi hermano a mi lado protestó cuando entré y él aún estaba orinando.
—Lo lamento pero no hay tiempo para ser pudoroso.
Me comencé a desvestir con rapidez mientras Ryan salía estrujándose los ojos. Gotas de agua le caían sobre su pecho sin camisa. Se había lavado la cara y humedecido el cabello. Le lancé mi bolso y todas las cosas que debía ir poniendo dentro, y una de sus camisas que siempre permanecían en mi habitación.
Para cuando abrió la puerta aún estaba saltando en un pie tratando de calzarme mis botines de tacón negro.
Primero tarde que sencilla.
—Muévete— me apuró mientras saltaba los peldaños de las escaleras.
Bajé lo más rápido que mis pies y mis tacones me permitían. Para cuando llegué al auto, mi siempre tan caballeroso hermano me abrió la puerta desde su asiento y apenas esperó a que la cerrara antes de arrancar.
—¡Cinturón, cinturón!— me repitió hasta que escuchó el click que me amarraba a la vida, según la publicidad.
—¿Cómo pudiste quedarte dormido?— le reproché— tú eres el que me despierta siempre.
—Estaba cansado, ¿está bien?. Estuve con Taylor hasta la madrugada. —¿Cómo está Nicole?— preguntó mientras apretaba con fuerza el volante.
—Ella no está bien— dije con genuina tristeza.
Pasé la noche anterior y gran parte de esta madrugada consolando a una devastada Nicole. Terminó recordando cómo había incitado a Taylor, pero eso no borraba la sensación de traición que sentía hacia él y hacia ella misma. Nunca estuvo con un hombre antes, y haberse acostado con Taylor con todas las agravantes de la situación: estar borracha, no acordarse, propiciarlo y el que Taylor fuese un idiota mujeriego; no mejoraba nada. Nicole también recordó detalles muy gráficos de lo que ellos hicieron. No me dijo que eran pero le provocó arcadas muy fuertes y nuevas lágrimas. La consolé mientras lloraba y lloró hasta que ya no le salían lágrimas. Me aseguré de que comiera, y cuando por fin se quedó dormida pude irme a mi habitación. Eran las tres de la mañana.
—Pero es una muchacha fuerte, así que lo estará— finalicé.
—Aún no puedo creer que hayan estado juntos— habló mi hermano— No, me corrijo, lo que en verdad no puedo creer es que le haya gustado a Taylor todo este tiempo. Siempre pensé que lo suyo eran puras bromas, pero maldición, casi me atrevo a decir que está enamorado.
Su respuesta me sorprendió. Lo miré perpleja esperando que fuese una broma. Cuando volteó y vio mi boca dibujando una gran "O" y mis ojos abiertos cuán grandes eran, se dio cuenta de su error y de mi ignorancia.
—¡Ay mierda!.
—¿Qué Taylor que?— chillé.
Pero mi hermano no respondía. Apretaba con tanta fuerza el volante que pensé que se haría daño o lo rompería.
—¡Ay por Dios!— su silencio me lo confirmó todo.
—No puedes decir nada Megs. Promételo.
—Pero Taylor -me acuesto con cualquiera que tenga una vagina- Daza, está enamorado— en este momento ya solo estoy chillando.
—Megs...
—Y de Nicole, que es lesbiana. El karma existe y es una mierda.
—¡Basta Megan!— me regañó mi hermano haciendo que me callase de inmediato—. No es gracioso. Mi amigo, podrá ser un mujeriego pero también tiene corazón y lo de anoche lo está carcomiendo. Se siente culpable como si la hubiese obligado a algo aunque sabe que no lo hizo y está hecho mierda porque por fin se acostó con la única mujer que sé que le gusta y ella está en pánico por lo sucedido, acusándolo de Dios sabrá qué y sintiendo asco. Entonces, si, es posible que él esté enamorado y si, es posible que esté pagando un karma, pero te recuerdo Megan que tú y yo también somos promiscuos, tanto como él, y también hemos desechado a las personas y muchas veces hasta ignorado sus sentimientos solo por un buen orgasmo, por lo que mañana podríamos ser alguno de nosotros que esté desvelado porque el amor de su vida lo odia.
Sus palabras me quitaron el aliento. Todo lo que decía era cierto e irrefutable. Me sentí como una basura por el momento de alegría que sentí a costillas de Taylor. Por alguna razón desconocida la cara de Hottie apareció por un momento en mi cabeza. Mis lágrimas comenzaron a quemar mi garganta y aunque intenté evitarlo terminé con mis mejillas mojadas por ellas.
—Lo lamento Ry, tienes razón.
Él no me respondió, seguía molesto y podía saberlo porque su ceño estaba fruncido y su respiración bastante agitada.
—Lo superarán— le aseguré— Taylor no tuvo la culpa y Nicole lo sabe, en cuanto ella se encuentre lista y hablen sé que ambos mejorarán. No creo que ella lo odie, creo que se odia más a si misma por ponerse en esa situación.
Mi hermano movió su cabeza en un muy leve asentimiento. Su semblante se relajó, así como el agarre del volante.
Estábamos sentados en la cafetería desayunando. Como llegamos tarde al segundo módulo no nos permitieron entrar, así que nos tocaba esperar hasta después del descanso. Por suerte y a pesar de su mal humor y cansancio, la sonrisa de mi hermano nos logró conseguir el desayuno antes de que tan siquiera lo sirvieran. Odiaba la comida de la cafetería, pero no tenía más opciones que comerla. No siempre podríamos comer en la calle, porque nuestro presupuesto era escaso y con muchas restricciones. El próximo año podríamos estar en un departamento y no tendríamos que depender de la cafetería para comer, para eso estábamos ahorrando todo lo que podíamos. Preparándonos, para cuando las asignaciones de la renta de nuestros padres dejaran de llegar.
Suspiré mientras masticaba aquel sándwich de un presunto jamón de pavo.
—No está tan malo— me animó mi hermano.
—Lo dices porque tú estás comiendo frutas. Ten, pruébalo
Ryan dio un mordisco y escupió en la servilleta más cercana: —¡Cristo! No te lo comas, ten mi manzana.
Una estampida de estudiantes se precipitaba al comedor anunciando el inicio del descanso. Taylor caminó con su cabeza gacha, directo hasta nosotros, sentándose sin decir una palabra. Después de unos cuantos minutos de silencio incómodo y tenso me atreví a hablarle.
—Tay, ella no te odia— levantó su cara con una mirada esperanzada surcando su rostro. Sus oscuras ojeras no podían ser disimuladas, así como tampoco el dolor que sentía en su alma y que se reflejaba en sus ojos verdes. —Dale tiempo para que asimile todo.
Una mínima sonrisa bailó en su comisura sin ni siquiera permanecer un segundo entero.
—¿Me dirás cuando pueda hablar con ella?— me preguntó.
—Lo haré. No te preocupes.
Taylor comenzó a comer con pereza su sándwich mientras Ryan gesticulaba un silencioso «gracias» hacia mí.
En la medida en que el día avanzó comencé a sentirme más ansiosa por el inicio de las tutorías. Quise atribuirle mi nerviosismo y sensibilidad a los acontecimientos de los últimos días y a mi falta de descanso y persistente sueño. Cuando terminó la última clase, fuimos a almorzar y ahora nos encontrábamos en el auto listo para comenzar nuestro primer viaje hasta la Urbanización Los Cerezos, Calle Suecia, Casa 4. Si, la memoricé, y repetí como un mantra, como si yo fuese Doris y buscara a Nemo.
Después de un almuerzo excesivo, en un pequeño restaurante que conseguimos en la vía, nos encontrábamos a mitad de camino de nuestro destino.
Mi hermano cargaba un humor de perro rabioso. No solo se encontraba descolocado por haber llegado tarde a clases, sino que debía sumarle el examen sorpresa que tuvo en su última hora. El sueño se negaba a abandonarlo y estaba tan cansado como yo.
Le ofrecí el café que le compré en son de paz y un panecillo de nutella. No pude descifrar su estado de humor porque sus ojos lapislázuli tan idénticos a los míos estaban escondidos detrás de sus lentes de sol Rayban, regalo de nuestra madre por su ultimo cumpleaños. Sin embargo, emitió un suspiro y relajó sus músculos cuando la nutella lo llevó al clímax con un mordiscó.
—No sé cuántas calorías son, pero valen tanto la pena— gemí mordiendo mi propio panecillo.
—Aunque fuesen cinco mil calorías por mordisco no me importaría—se encogió de hombros y bebió su café.
—Esto debe estar hecho con algún tipo de droga, cocaína, crack, una mierda fuerte. La adicción que produce no puede ser normal—reprimí un suspiro de satisfacción.
Sacudió las migajas de su camisa.
—Te tengo que preguntar algo, porque no quiero agobiar a Taylor más de lo que ya está. Pareciera que en cualquier momento se pondrá a llorar en posición fetal, pero es algo que no me puedo sacar de la cabeza— dijo con su mirada fija en la vía y una de sus manos en el volante, mientras la otra estaba apoyada en la ventana y sostenía su cabeza.
—Dispara— le animé.
—¿Nicole se cuida?, me refiero a si toma alguna pastilla anticonceptiva.
—Si— respondí sin dudas, era algo que yo misma me estuve preguntado— tomamos las mismas píldoras y de hecho fuimos juntas a comprar la última caja.
—Bien— suspiró aliviado— Tay no se acordaba si usó condón y esos dos lo que menos necesitan ahora es más complicaciones.
Mi teléfono vibró anunciando un mensaje entrante.
—Cambiando de tema— comencé— ¿Por qué tengo un mensaje que dice "solo para tus ojos Ry" en mi teléfono?.
Mi hermano soltó una carcajada y me quitó el teléfono de las manos. Alzó los lentes de su visión mientras su dedo de movía por la pantalla. Sus ojos se abrieron de par en par y una sonrisa pícara cruzó su cara. Me regresó el teléfono sin dejar de sonreír.
—Di tu número en vez del mío, para evitar psicópatas.
—¡¿Hablas en serio?!— tomé mi teléfono y revisé el mensaje. Las fotos habían sido borradas y lo agradecí.
—Claro, ahora escribe por mi "Dios que divi...
—Ah, no, eso sí que no Ryan Asper— le interrumpí—no pienso responder tus mensajes cachondos.
—Bien, solo responde "Estoy manejando preciosa, ahora te escribo".
Eso sí pude teclearlo. Justo cuando di enviar Ryan se estacionó frente a la casa del Hottie. Mi corazón emitió un seco y fuerte latido en mi pecho, que me sacó de la parálisis que se apoderó de mí. Nerviosa me giré para comprobar si mi hermano lo notó, pero su asiento estaba vacío. La puerta a mi lado se abrió y no pude evitar dar un pequeño saltito.
¿Pero qué coño me pasa? ¡Cálmate Megan!.
Mi hermano me tendió la mano señalando con su mirada mi teléfono: —No creo que te permitan el uso de celular en plena tutoría, y yo tengo algunos mensajes que responder durante todo el tiempo que estaré esperándote sin hacer nada.
Su frase contenía tantos sentimientos escondidos en cada palabra que solo pude rodar los ojos y entregarle mi teléfono.
—Lo quiero limpio cuando me lo regreses. No quiero por error leer ningún mensaje baboso ni erótico.
Ryan reprimió una sonrisa mientras caminaba detrás de mí hacia la casa.
Llamé a la puerta con timidez, y me permití con sutileza acomodarme mi cabello y la ropa. La casa era de dos pisos, con la típica cerca blanca en el frente, un césped bien cuidado y varias macetas con flores en cada lado del camino de piedras que llevaba a la puerta. Las ventanas se encontraban cerradas y tapadas con gruesas cortinas azules. Todas las casas de esa urbanización mantenían la misma arquitectura clásica, sin embargo, esta destacaba por su color salmón sobre todas las demás pintadas de blanco.
La puerta se abrió y delante de mí se encontraba Alejandro Hott. Llevaba puesta una franela sencilla color gris que destacaba sus ojos azules claro y unos pantalones sueltos de deporte, iba descalzo. No llevaba sus lentes puestos por lo que pude mirar sus ojos sin ninguna barrera separándome de ellos.
La imagen de él interrumpiendo mi orgasmo con Sr. Chocolate regresó a mí. Pude sentir como el calor se acumulaba en mis mejillas. Y mientras más intentaba apartar mi mente de ese recuerdo, mas reverberan los sonidos que imaginé que hacía él en mi oído; y para empeorar, imaginé clavando mis uñas en su pecho, casi rasgando su franela gris.
¡Madre de Dios que calor tengo!
Frunció su ceño cuando nos vio y revisó su reloj. Cuando vio la hora alzo con sorpresa sus pobladas cejas.
¿Es que acaso se le olvidó la hora o si llegaba fuera de horario no me dejaría entrar?
—Llegan puntuales—nos invitó a entrar. Mi hermano y él intercambiaron un pequeño saludo con su cabeza.
La casa era acogedora. Su fachada daba una sensación de amplitud, pero con la decoración interior resultaba agradable. Tenía un salón con un sillón en forma de L frente a un T.V. pantalla plana en la pared. Debajo de él un mueble contenía un equipo de sonido, blue ray y Xbox. La pantalla estaba encendida y el juego de Need For Speed se encontraba pausado. Más allá del salón se encontraba el comedor con muchos libros y cuadernos sobre él. Una mesa de ocho puestos de madera oscura lo ocupaba. Una pared delimitaba una nueva área de la casa, y estaba muy segura de que se trataba de la cocina.
A mi derecha se encontraban las escaleras que llevaba a los pasillos superiores y casi frente a lo que asumía que era la cocina una puerta, y más allá, pasando la cocina una puerta que daba al patio trasero.
—Siéntense donde gusten— sugirió Alejandro con esa idiota sexy voz, mientras recogía los cuadernos y libros que estaban en el mesón.
—Amigo, adoro este juego—mi hermano estaba entusiasmado como si fuese un niño pequeño. Giré mis ojos y me encontré con la sonrisa de Alejandro.
—Pues adelante— le respondió— Puedes usar los audífonos si prefieres. Luego mirándome agregó: — Tu y yo por acá— y señaló el ya despejado comedor, apartando una silla para que me sentara.
Coloqué mi bolso y los cuadernos que traje conmigo sobre la mesa y me senté. Para mi sorpresa él se sentó justo a mi lado. Un pequeño rastro de su perfume me llegó cuando se movió sobre la mesa para acercar algunos lápices. Aún olía a Hugo Boss aunque fuese poco. Ese olor volvió a despertar mi fantasía con él. Me volví a acalorar y bajé la cabeza para esconderla dentro de mi cabello.
—¿Quieres algo de tomar?— preguntó.
—Leche— respondí antes de tan siquiera pensarlo.
¡¿Qué?!
—Extraña elección, pero está bien.— reprimió una sonrisa— ¿Y para tu hermano?.
—Coca cola si tienes— respondí avergonzada en cada centímetro de mi cuerpo.
Alejandro se levantó y no pude evitar mirar su trasero. Incliné mi cabeza de un lado para calcular mejor lo que escondía debajo de aquellos pantalones.
—Noooo— gritó Ryan haciéndome saltar en la silla. Me giré asustada creyendo que me había pillado devorándome con la vista a Alejandro, pero él estaba metido de lleno en el juego.
Alejandro regresó de la cocina con una coca cola y se la ofreció a Ryan que aún manejaba con gran esfuerzo el auto por la pantalla y gesticulaba con sus manos en el control como si pudiese sentirse dentro del auto del juego.
Me colocó frente a mí un vaso de leche helada y no me quedó de otra que tomarla. Por lo menos era descremada.
Relájate Megan, fue una fantasía tonta, es todo. No vuelvas a pedir leche la próxima vez, y ya que estamos haciendo esta lista mental, evita cualquier bebida o alimento de doble sentido.
Me vi forzada a interrumpir el silencio que se inició cuando comencé a tomar la leche.
—¿No hay problema con que mi hermano se quede hoy? Él usará el tiempo aquí para entrenar, pero hoy no trajo la ropa de deporte — expliqué.
—Ninguno— respondió sin ni siquiera mirarme. Estaba revisando los cronogramas de actividades y el contenido de las asignaturas que me enseñaría.
—Linda casa— agregué.
—Gracias.
Comenzaba a molestarme su actitud fría.
—¿Por qué nos reunimos en tu casa? Sí es que no había salones, pudimos reunirnos en mi residencia.
—Vivo con mi hermana menor y no me gusta dejarla sola. Ella es... —sopesó su respuesta unos segundos antes de seguir— muy inventiva.
—¿Y tus padres?— pregunté sintiéndome un poco metiche.
Él soltó lo que estaba haciendo como si mis preguntas lo molestaran. Se giró para quedar frente a mí y me miró con detenimiento.
—Mis papás no viven con nosotros. Compraron esta casa para que no tuviese que vivir en ninguna residencia. Mi hermana ingresará a la universidad el próximo año y la trasladaron para acá para que cursara su último año del instituto y se adaptara al lugar.
—Lo lamento, no quise ser tan entrometida— me ruboricé— pero tú tampoco tenías que ser tan idiota.
Él suspiró y volvió a concentrarse en los cronogramas. Haciendo pequeñas y rápidas anotaciones así como resaltando algunos objetivos por encima de otros.
—Lo lamento, no me gusta dar razones de mi familia.
Su tono era sincero.
Abrí mi cuaderno preparándome para iniciar la tutoría.
—Está bien. A mí tampoco, solo estaba haciendo conversación.
—Bien—dijo alejando los papeles de la mesa y dirigiéndose a mí—. Hoy haremos un repaso de lo que viste el año pasado para determinar que recuerdas y que no. Con eso definido, repasaremos lo que has visto en las clases hasta ahora. Al final de la semana podremos tener nuestro primer examen, porque veo que la próxima semana tendrás también el primero con Matemática 1, así que mejor comenzar de una vez.
—Espera, ¿qué? ¿Me harás un examen?— pregunté con los ojos casi desorbitados.
—Claro, es la forma más idónea para evaluar tus conocimientos y como te comportas y realizas el examen. No basta con saber la técnica, aplicarlas de forma correcta te permitirá maximizar el tiempo de respuesta y te quedarán minutos disponibles cuando termines para revisar las respuestas y corregirlas si consigues algún error— explicó como si fuese lo más obvio del mundo.
Yo solo podía mirarlo con la boca abierta y aún escandalizada porque me haría exámenes.
—Estás...— hablé con deliberada lentitud— loco.
Frunció su ceño y achicó sus ojos antes de responder.
—Mis métodos de enseñanza son los mejores. Tómame o déjame— se echó hacia atrás en la silla y descansó sus brazos el espaldar de la silla con despreocupación.
—Ya quisiera yo tomarte... ya quisieras que yo tomarte a ti— balbuceé apresurada y avergonzada por la frase incoherente que acababa de pronunciar.
Idiota subconsciente
—Creo que también necesitas unas clases de lengua.
¿Enserio? No es posible que no se esté dando cuenta de las frases que dice.
Ante mi falta de respuesta alzó una ceja, retándome a responderle. Sopesé mis opciones. Ninguna, no tenía más respuestas creativas ni tampoco más opciones para mejorar mis notas. Tenía que aceptar sus condiciones. Rodé los ojos y saqué de mi bolso mi estuche de lápices y le dedique la sonrisa más falsa que fui capaz de darle, tal como una vez me dio una.
—Comencemos— lo apremié.
Su sonrisa, en cambio fue sincera y me hizo titubear en mi determinación.
—Cuando acabemos juntos...
Y me ahogué a mitad de su frase, pero Dios existe y me ama, así que él no lo notó
—... tendrás solo excelentes en tus calificaciones.
Con mis mejillas encendidas comencé a sacar mis lápices de colores y resaltadores para alinearlos en la mesa, los pos-it de colores y tamaños distintos los coloqué a un lado, así como los indicadores de ideas, la borra y un paquete adicional de minas. Tomé mi portaminas y me dispuse en la mejor posición como quien toma dictado, cuando alcé la vista él me miraba sorprendido y un tanto divertido.
—No esperaba que fueses así de organizada.
—¿Acaso por ser popular no puedo ser aplicada a mis estudios o porque soy rubia debo ser bruta?—sonaba más molesta de lo que estaba, pero no pude evitar recordar la vez que insinuó que el único que pensaba era él, insinuando que yo no—. Soy mala en matemáticas, pero tengo excelentes notas en el resto de mis materias y una beca de estudios ganada con esfuerzo, que debo mantener.
—No tienes por qué ponerte a la defensiva, con decirme que te gustaba el orden me bastaba.
Nuestras miradas se trabaron entre sí, en un nuevo duelo, cuando unos pasos apresurados retumbaron en el piso superior y se precipitaron escalera abajo.
—¡Ale vengo en un rato!— gritó una muchacha corriendo hacia la puerta.
Como si hubiese tenido un resorte debajo de su asiento, Alejandro se levantó con rapidez y acortó la distancia con la muchacha tan rápido que me sorprendió. Se interpuso en su camino y evitó que siguiera avanzando.
—¿A dónde vas?— le preguntó con los brazos cruzados sobre el pecho y su mirada seria buscando los ojos.
La muchacha estaba de espalda a mí. Tenía el cabello tan negro como su hermano, liso y abundante, recogido en una coleta desordenada en lo alto; era pequeña y un poco regordeta, pero sus kilos adicionales la hacían lucir bonitas curvas. Escondió en su espalda, lejos de la mirada de su hermano un papel dentro de su puño.
~ ~ ~ ~ ~ ~
Nota de Autora:
Viernes (libre) de #ENA
Entonces comienzan las tutorías y el trauma de Megan! Alejandro acabará con ella.
Ya vimos un pedacito chiquito de Mikaela, en el próximo capítulo veremos su debut oficialmente, así que paciencia.
No se olviden de votar y comentar!
Ingresen al grupo FB: NO JUZGUES LA PORTADA.
Besos y abrazos!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top