CAPÍTULO 5.Chocolate de la vergüenza
Cuando terminé las clases me dispuse a buscar a Alejandro, pero pronto me di cuenta que no tenía la más mínima idea de donde conseguirlo.
Cachetada mental para mí.
Caminé por algunos pasillos sin éxito. Incluso me acerqué al salón del grupo de tutorías, pero por obvias razones se encontraba vacío. Cuando estaba por vencerme recordé que dijo que no era el único grupo que presidía. Llámenme clasista, pero él con ese aspecto solo podía estar a cargo de clubs de nerds.
Lo lamento, pero la verdad duele Hottie.
Me acerqué al grupo de matemáticas recordando como los dejé babeando el primer día que los visité. Hoy cargaba un escote en V y una falda ceñida. Sonreí con picardía para mis adentros. Después de que ese idiota cuatro ojos me despreciara de aquella forma, no me molestaría que algunos chicos me elevaran la autoestima.
Abrí la puerta y me apoyé en el marco con las caderas y mis brazos cruzados elevando más mi pecho. Desplegué mi mejor sonrisa Asper antes de hablar.
—Hola chicos.
Me permití saborear el momento. Seis pares de ojos me miraban aturdidos y congelados. Los más valientes me miraron de arriba abajo con la boca abierta. Los menos valientes solo se quedaron sin respirar.
—¿Están bien?— pregunté divertida, sintiendo como mi autoestima se elevaba con cada bocanada de aire que ellos no podían dar—. Estoy buscando a Alejandro Hott, ¿lo conocen?.
Solo uno se atrevió con valentía a asentir. Me acerqué a él con deliberada lentitud. Vi como su frente se perlaba de sudor y se agarraba con fuerza a los bordes del escritorio. Estaba mareado, lo sabía, y a punto de desmayarse. Me senté en el escritorio de al lado y me acerqué a su rostro.
—¿Y sabrás dónde podré conseguirlo?— lo miré a los ojos y casi se muere.
Lo escuché tragar grueso. Parpadeó un par de veces hasta que uno de sus compañeros le dio un pequeño codazo para que reaccionara.
—N-no ha llegado—titubeó, era el mismo chico con voz de preadolescente del otro día— C-creo que hoy tiene que estar en el club de ajedrez.
Fruncí el ceño. ¿Cuántos grupos dirigía?.
—¿Y vendrá pronto?— pregunté menos seductora y más intrigada.
—Quince minutos— respondió su compañero mientras sus mejillas lo delataban.
Sonreí. Me sentía como una tigresa cazando a estos adorables conejitos; ellos en definitiva lucían tan asustados como unos conejos reales ante su depredador.
—Espero que no les importe que espere con ustedes.
Todos movieron con rapidez sus cabezas. Me di la vuelta y caminé hasta el escritorio, que estaba segura, que Alejandro ocuparía cuando llegara, me giré y guiñándoles un ojo me subí de un pequeño salto. Crucé mis piernas y me apoyé en las manos.
—¿Y que más pueden contarme de Alejandro?— pregunté evaluando quien sería el primero en responder, porque ese sería también el primero que revelaría todo lo que supiera.
Una curiosidad nació en mí. Quería averiguar todo lo que pudiese de Hottie. Odiaba que no lograra hacer que ni pestañara cuando me viese, pero más odiaba esa aura de interesante que lo rodeada que no iba con él en definitiva, igual que esa ridícula sexy voz.
—Es el presidente del club de ajedrez y de informática además de este. Y ahora dirige el grupo de tutorías— respondió con rapidez como si lo estuviese coaccionando.
Tomé un lápiz que estaba en el escritorio y mordisqueé la goma de forma distraída, me intrigaba demasiado hottie y buscaba cuál sería mi próxima pregunta entre las muchas que tenía. Alguien ahogó un gritico sacándome de mis elucubraciones. Le sonreí al niño agradecida por su información. Eso desató una competencia que no sabía que podía desatar.
—El año pasado también presidía el de biología pero se aburrió— agregó otro.
—Porque prefería el de química—puntualizó el que estaba sentado al fondo del salón.
—Pero de ese lo rechazaron—explicó una nueva voz.
Mis ojos volaban divertidos entre todos ellos sin parar de sonreírles. Descrucé y crucé las piernas en el otro sentido y se desató la tormenta.
—Llega todos los días a las siete de la mañana.
—Se va todos los días a las cuatro, ni un minuto después.
—Es alérgico al maní.
—Usa la pajarita cuando está estresado.
La puerta se abrió y la lluvia de información frenó de inmediato. Yo seguía sonriendo y mordisqueando el lápiz cuando Alejandro se paró en la puerta del salón. No sabía cuánto escuchó y no me importaba. Tenía una mirada furiosa. Por menos de un segundo no estuvo mirándome a los ojos, por ese micro segundo me vio las piernas y juro por Dios y los clavos de Jesús que mi ego se repotenció y estuvo a punto de explotar.
No era inmune a mí, solo muy difícil.
Reto aceptado Hottie.
Hoy vestía de pajarita verde claro, lo que significaba que estaba estresado, con una camisa verde botella manga larga. Unos pantalones negros clásicos y unos converse negros. Espera ¿Converse?. Me recompuse y aún victoriosa le sonreí.
—Estaba esperándote— le participé.
—¿Qué haces aquí?— preguntó más frio de lo que esperaba.
—Me dijiste que te buscara para saber de las tutorías, así que aquí estoy.
Alejandro dio un repaso a los chicos que miraban con atención el intercambio de palabras como quien mira un intenso juego de tennis. Cuando reaccionaron ante la mirada de Alejandro, se apresuraron a disimular y enterraron sus caras en los libros, justo como habían estado cuando llegué. Se acercó al escritorio pero no quedaba espacio para colocar su bolso, así que extendí las manos para sostenérselo divertida, renuente a bajarme. Emitió un gran suspiro y optó por colocarlo en la silla.
Lo abrió y lo vi sacar una agenda y un lapicero. Anotó algo con rapidez y rasgó la hoja.
—Tienes clases de matemáticas lunes, martes, jueves y viernes. Así que nos reuniremos los lunes, miércoles y jueves.
—¿Por qué esos días?— pregunté con sincera curiosidad.
Él emitió otro suspiro profundo.
—Tienes al profesor Anbal en Matemáticas 1, los Martes y Jueves y a él le gusta hacer los exámenes a principio de semana, por lo que estará evaluándote los días martes, así que podré prepararte el lunes. Y con el profesor Ortega, que te dará Matemáticas 2, tendrás clases los lunes y viernes y sé que le gusta hacer exámenes los viernes, y suelen ser bien densos, así que tendrás toda la semana para estudiar.
—De verdad lo has pensado bastante, ¿no?— estaba sorprendida de su análisis.
—Alguien tiene que hacerlo— sus palabras me hirieron. Señaló el papel que aún tenía en mis manos— Allí está la dirección y las horas. Se puntual.
Me quedé asimilando que decirle. Me encontraba herida pero no quería evidenciarlo.
¿Me llamó bruta?.
Di pequeños golpecitos con el lápiz en mis labios mientras lo miraba. Vi a través de sus lentes y vi que sus ojos eran de color azul, contrastando con su oscuro cabello. Fue él quien rompió el contacto visual y lo agradecí, no estaba segura de haberlo podido hacer yo.
—Si me disculpas, tengo cosas que hacer— y señaló con su cabeza para que me bajara del escritorio— y tú presencia aquí los idiotiza.
—¿Solo a ellos?— pregunté con coquetería.
—Si— respondió frio.
Lo odio. ¡Lo odio!
—No creo que a ellos les moleste si sigo aquí sentada— los chicos volvieron a negar con efusividad.
—Pero a mí sí. Bájate— su orden fue seca y carente de cualquier emoción.
¡Lo odio más!
—No has dicho las palabras mágicas— le recordé dándole un tierno puchero.
Lo vi respirar profundo y pellizcar el puente de su nariz. Se acomodó los lentes y me dio una sonrisa brillante por sus aparatos en los dientes y bastante hipócrita, que aún así me dejó paralizada. Me tendió su mano y con el tono más falso que pudo conseguir me habló.
—Señorita Asper, ¿puede por favor bajarse del escritorio y permitirme que continúe con las actividades?.
Quise clavarle el lápiz en el ojo. Su sexy ojo.
Espera... ¿Qué?.
—Ya sabía yo que tu mamá si te enseñó modales— tomé su mano para bajarme.
Su piel se sentía tibia contra la mía. La mezcla de nuestras distintas temperaturas me dio un escalofrío por todo el cuerpo y sentí como esa oleada erizaba todos mis vellos, incluso aquellos que apenas comenzaban a nacer muy dentro de mis poros.
Una vez más fue él quien rompió el contacto, yo no quería, no podía hacerlo.
Me tendió la mano solicitándome el lápiz que estuve mordiendo y vi una pequeña oportunidad de molestarlo tanto como él me molestaba a mí. Con deliberada lentitud lo fui a colocar en su mano, solo para retirarlo en el último segundo y sonreírle. Me giré golpeando con delicadeza su rostro con mi coleta y caminé hacia el chico de la voz en desarrollo.
—¿Cómo te llamas?— le pregunté.
—Fernando— respondió como robot.
—Gracias Fer, has sido muy dulce— y coloqué el lápiz en el bolsillo de su camisa mientras le guiñaba un ojo.
Me dirigí a la puerta bajo la atenta mirada de todos. Una vez más victoriosa, porque ahora sentía no seis, sino siete pares de ojos viendo mi trasero contonearse.
Juro que pude haber salido dando saltitos del salón. Se sentía como una pequeña victoria sobre el Idiota del Hottie. Estaba llegando al estacionamiento donde me esperaba mi hermano cuando recordé el papel que aún sostenía en las manos.
Lo desplegué para leer su contenido. Una caligrafía gruesa, con letras iguales de tamaño, separadas y en mayúsculas adornaban la sencilla hoja. "Calle Suecia, Urbanización Los Cerezos, Casa 4. Lunes, Miércoles y Jueves. 5pm"
Mi mandíbula cayó al suelo.
La dirección de su casa.
Tenía que ser la dirección de su casa, porque conocía esa calle y era una zona residencial que no se encontraba ni cerca de la universidad. ¿Por qué nos tendríamos que ver en su casa? ¿No había salones disponibles?.
Una pequeña sensación en mi estómago me hizo sonreír, era la posibilidad de que él quisiera que yo fuese a su casa. Quise apartar ese pensamiento tan rápido como se produjo, pero cuando no pude hacerlo, solo me aferré a la idea de que mis encantos si le estaban afectando, y que esas mariposas en el estómago eran señal del triunfo que sentía. Solo debía esperar al lunes y pedirle el favor a Ryan para que me llevase, ese y todos los demás días.
.
—¿Lo conseguiste?— preguntó mi hermano apenas me acerqué
—Si. Tengo clases con él los lunes, miércoles y jueves.
—Uff, te compadezco Megs— dijo subiendo al auto—. Tendrás matemática todos los días de la semana. Te pudo haber dejado libre aunque sea el miércoles, ¿no crees?
La comprensión me llegó como una bofetada: — Ese hijo de p-
Mi insulto se vio interrumpido por la llamada entrante de Taylor y el ridículo ringtone que le asignó mi hermano: Breaking Ball
—¡Broooo!
Reconocería ese tono cantadito de Taylor en cualquier momento. Era el que usaba para anunciar fiesta. El tono que sabía que ni Ryan ni yo podíamos resistirnos. Y después de lo pasado esta primera semana y sabiendo lo que me tocaba a partir del lunes, estaba decida a ahogar mis penas en alcohol o quizás en mucho sexo.
Eran apenas las ocho de la noche cuando mi hermano me pasó buscando. Supe que había llegado porque escuché los suspiros de mis compañeras de pisos a través de mi puerta cerrada. Él entró como dueño del mundo a mi habitación y una sonrisa de oreja a oreja mientras se tiraba en la cama.
Me estaba terminando de maquillar y aún no me colocaba mi vestido cuando vi lo que él llevaba puesto.
Solté un gran carcajada.
No era la primera vez que sin planificarlo, nos combinábamos el vestuario para las fiestas, y ésta tampoco sería en definitiva la última.
—¿Cuánto te falta Megs?— preguntó mi hermano aún con la sonrisa en su rostro.
—Diez minutos máximo— respondí—¿Qué te tiene tan feliz?
—Tengo los números de teléfono de la morena y la pelirroja. Si esperaba por ti me quedaría virgen.
—Dudo que quede alguna parte de ti que sea virgen.
—Oye, tengo partes vírgenes y que permanecerán vírgenes hasta que me muera—llevó su mano hasta el pecho de forma dramática.
Terminé de aplicarme el lápiz negro y me quité la toalla para vestirme. Con mi hermano no existía pudor, aunque no me exhibiría desnuda en su presencia, estar en ropa interior era común entre nosotros. Una de las tantas cosas que tuvimos que superar con el divorcio de nuestros padres y lo que vino después.
Me senté en la orilla de la cama para colocarme el vestido. Era violeta oscuro, con ligero tonos brillantes en los bordes, me llegaba a mitad de las piernas. Mis tacones plateados generaban un excelente contraste. Sin decir nada mi hermano se reincorporó para ayudarme a subir el cierre.
—Como siempre deslumbrante— me halagó dándome un beso en mi mejilla.
Le sonreí: —hoy busco más la palabra despampanante.
Me apliqué perfume y estuve lista para salir. Tomé el brazo de mi hermano y caminamos hasta el auto. Los suspiros siguieron su caminar y unas cuantas se atrevieron a lanzarle unos piropos. Las que aún no sabían que era mi hermano me lanzaron miradas envidiosas. Solo pude reírme y apretarme más a él; ya se enterarían después.
Aunque no lo pareciese, yo era una hermana del tipo celosa. No me importaba que el follase con cuanta mujer se consiguiese, pero si alguna de ellas se atreviese a hacerle daño no habría lugar del planeta donde pudiese esconderse de mí.
Por fortuna mi hermano sabía cuidarse muy bien, protegiendo su corazón tanto como yo el mío. Cuando salió y repitió con PsicoMelissa, me preocupé; sé que en algún momento lo veré enamorado y felizmente casado, pero pude intuir que la que haría posible eso no sería Melissa; y no me equivoqué. No había intervenido hasta los momentos en esa situación porque Ryan me lo pidió y Melissa aun resultaba inocente con sus ataques.
Pero cuando cruzase ese umbral, yo estaría más que lista para defender a Ryan, lo quisiera él o no.
Mi hermano es lo más grande que tengo. Fue lo único que me mantuvo cuerda durante el traumático divorcio de nuestros padres. No fue fácil para ninguno de los dos, y cada uno salió de esa etapa con sus propias cicatrices y cargas; y las llevamos lo mejor posible. Somos par de promiscuos pero es nuestra forma de lidiar con las marcas del pasado.
—¿Estás bien? Luces distraída
—Sí, es solo que pensaba en nuestros padres.
—Megs...
—Lo sé Ry, lo sé. Pero a veces los extraño junto a nosotros.
—Hey, nos tenemos el uno al otro— Ryan apretó mi mano con fuerza y continuó solo cuando alce los ojos— yo nunca te dejaré, ¿lo sabes verdad?—asentí dándole una tímida sonrisa—. Entonces no más caras largas, que hoy hay fiestas y estamos despampanantes— su sonrisa fue contagiosa.
—¿Iras de cacería o fiesta?— pregunté.
—Cacería, necesito una muchacha que no sea familia de Psicomelissa— reí por el rostro contorsionado que hizo— ¿Y tú?.
—Cacería también. Si sigo en esta sequía recuperaré mi virginidad.
Ryan ahogó una sonora carcajada.
Mi hermano y yo teníamos una forma sencilla de trabajar. Saliéramos juntos o separados el que iba de cacería, es decir con las intenciones de follar, no tomaba; si iba de fiesta podía tomar. No podíamos tomar los dos, porque uno siempre era el conductor designado del otro; pero ambos podíamos ir de cacería como hoy. Si era una fiesta con algún amigo de confianza como Taylor o Nicole, podíamos tomar los dos, aunque uno de los dos siempre lograba mantenerse más cuerdo que el otro.
Nuestras andanzas comenzaron en el instituto, así que para esta altura ya sabíamos operar muy bien sin tanto protocolo.
Nos bajamos del auto y casi de inmediato sentí las miradas de los chicos sobre mis piernas y mis pechos. Hoy, como tenía intenciones de ligar me dedique a analizar bien a cada uno y a clasificarlos. Después de una hora reduje mis candidatos a tres: el rubio que resultó ser un muy divertido conversador; el jugador de Futbol que no era muy inteligente pero tenía un cuerpazo que me dio calor de solo verlo; y el moreno de sonrisa brillante que era atento y educado, además de que esa piel tostada que tenía me ponía a mil revoluciones en un segundo.
—Megs— dijo Ryan acercándose a mí—me voy por una hora— se giró a mirar a la pelirroja que lo esperaba cerca de la puerta, inclinó su cabeza mientras sopesaba lo siguiente a decir—...y media, una hora y media, y regreso. ¿Estarás bien?
—Estaré perfecta, no pienso moverme de aquí—le aseguré para su tranquilidad y más divertida agregué— pero creo que deberías irte por dos horas, a juzgar por la mirada que te acaba de dar, tendrás bastante que hacer
Ryan se mordió el labio inferior mientras volvía a mirar a la pelirroja y con una sonrisa lujuriosa asintió hacia mí. Me dio un beso en la cabeza y se marchó.
—Para la próxima fiesta que me invites asegúrate por favor de que hayan de mi tipo— dijo Nicole sentándose a mi lado— no hay ninguna chica de mi tipo.
—¿De tu tipo castañas?— pregunté mirando su ceño fruncido
—De mi tipo lesbianas— respondió exasperada— parece una fiesta anti LGBT. ¡Es que ni siquiera hay alguna curiosa!.
—Oh vamos, no digas eso, aquí hay lesbianas solo que no son de tu gusto.
—Yo nací lesbiana y quiero estar con mujeres, no con chicas que quieren ser hombres— explicó— y tampoco quiero ser el hombre de la relación. No estoy pidiendo mucho.
Taylor se sentó a su lado y la envolvió en un abrazo.
—Tú eres lesbiana porque aún no has estado conmigo. Te aseguro que con una buena noche te vuelvo heterosexual.
—No puedo ni siquiera explicar en cuantos niveles me resulta eso ofensivo— le dijo Nicole zafándose de su abrazo.
—No te molestes principessa. Vamos a bailar. Solo bromeaba.
Nicole giró los ojos pero aceptó el baile. Los vi desaparecer entre las personas, no sin antes observar como Taylor la apretaba contra él con el inicio de la canción.
—Me costó pero lo conseguí—dijo el moreno de piel achocolatada entregándome la CocaCola de dieta que le rogué traerme.
—Gracias— respondí dándole un sorbo modesto.
—¿No te parece que hace mucho calor aquí?— preguntó como quien no quiere la cosa, pero yo sabía a donde quería llegar y quería que me llevara hasta allí.
Accedí a levantarme con él y le hice una pequeña seña a Nicole que aún bailaba bastante apretada con Taylor en la pista improvisada. Salimos por la puerta trasera de la casa, sorteando los cuerpos de varias parejas y algunos borrachos. La brisa helada de la noche me golpeó la piel sudorosa, produciéndome escalofríos frescos. La casa donde se realizaba la fiesta era bastante grande e impresionante. Pertenecía a una de las fraternidades de la universidad, alfa algo o beta algo, ni idea, ni me importaba. Tenía dos pisos con más habitaciones de las que pude contar, tres baños solo en la parte de abajo y de seguro muchos más en la parte de arriba. Su jardín delantero lucía pulcro y sereno, era la fachada que exponían al público, pero el trasero tenía otra historia. Estaba bien cuidado, eso sí, pero tenía una piscina de esas armables, con unas cuantas parejas luchando con la hipotermia. La sección de las parrilleras aunque no estaban en uso esa noche, estaba repleta de estudiantes conversando y realizando estúpidos juegos de bebida. Varias sillas se veían desperdigadas por el resto de patio.
Mr. Chocolate, me llevó de la mano a través de ese desastre, señalando con amabilidad los vasos con resto de alcohol que estaban en el piso. La iluminación era pobre, por lo que apenas lograba ver sombras en el piso por donde pasaba. Al final del patio, estaban unos bancos de madera alrededor de una pequeña fuente. Nos sentamos en uno de ellos dándole la espalda a la casa, la fiesta, sus borrachos y los ruidos. No me di cuenta de toda la bulla que había en el lugar hasta que estuvimos lejos de ella.
Marcos, se sentó y me invitó a sentarme a su lado, pero aproveche de sentarme más cerca de lo que él esperaba. Colocó su brazo sobre mis hombros y me comenzó a frotar mi piel fría. Esa sensación de frio y calor me recordó cuando el Hottie me dio su mano para bajarme del escritorio. Extrañada por ese pensamiento repentino, lo alejé de mi con un leve estremecimiento.
—¿Tienes frio?— me preguntó
Giré mi cara hacia arriba, exponiendo mi boca y mi cuello para él. Le di una pequeña sonrisa y mordí mi labio con delicadeza antes de responder.
—Ya no tanto.
Mi invitación funcionó. Su mano comenzó a acariciar la línea de mi mandíbula hasta que su dedo rozó mi labio inferior. Me permití entreabrir mis labios solo un poco y deje escapar un pequeño suspiro. Lo vi lamerse su boca antes de estamparla contra la mía.
El calor comenzó casi de inmediato. Se fue propagando por los distintos puntos donde hacíamos contacto. Su boca actuó con posesividad sobre la mía, y le respondí con el mismo fervor. Sabía un poco a licor, pero lo suficiente para que el sabor fuese agradable. Cuando su mano terminó de trazar mi cuello bajó por el brazo hasta mis caderas. Sentía que la piel me quemaba con la necesidad de tener más de él. Introduje mi mano por debajo de su camisa y sentí sus músculos tensarse a mi contacto.
La mano que estuvo dándome calor se enredó en mi cabello y halando mi cabeza hacia atrás comenzó a dejarme un reguero de besos húmedos por mi cuello. Mordisqueó el lóbulo de mi oreja sacándome un pequeño gemido que le contagié.
Mi vientre palpitó pidiéndome más. Me moví con destreza y quedé sentada a horcajadas sobre él, mi vestido se había levantado un poco, pero estando en esa posición y la mala iluminación no permitía nadie que pudiese ver lo que estaba mostrando.
Sus manos viajaron hasta mis nalgas y la apretaron con fuerza arrancándome un gruñido de placer. Mordí su labio para llevarlo por el camino que quería. Me tomó por las caderas y me acercó hasta su erección que a pesar de las telas que se interponían, se sentía grande, dura y palpitante. Sin ningún tipo de castidad me restregué contra su entrepierna mientras lo escuchaba gemir. Su corazón palpitaba con la misma fuerza que el mío, y su respiración se volvió irregular.
Rompió el beso solo para enterrar su cara dentro de mis senos. Los apretó enviando olas de corriente por todo mi cuerpo. Bajó mi escote y liberó a uno de mis pezones antes de hacerlo prisionero de su boca. Lamió, chupó y mordió hasta que me tuvo al borde del orgasmo.
—Más— le exigí y el profundizó la succión al tiempo que clavó una mano en mi espalda para arquearme hacia su boca.
Su otra mano se coló por debajo de mi pantis apretándome el trasero y con tortura la movió con lentitud hasta el frente. Cuando tocó ese pequeño botón rosa dentro de mí, dejé escapar un pequeño grito y me seguí restregando contra él con más ímpetu. Él imitó mis movimientos, apretando su roce con gran pericia.
Sentí la energía acumularse en la planta de mis pies y subir por mis piernas para encontrarse con el calor que estaba por explotar en mi vientre.
Su boca liberó a mi pezón cuando echó la cabeza para atrás para disfrutar de su propio intenso clímax a pesar de que no hubo penetración; su mano tibia tocó mi frío seno y mientras apretaba, tensaba mis músculos para liberar la presión y el calor que se acumulaba con sus caricias. Los ojos azules de Hottie invadieron mi pensamiento, en el preciso momento que estalle en medio del orgasmo.
Mi cochina mente traicionera me hizo escuchar el gemido gutural de Marcos como una voz sexy y ronca que ya conocía muy bien y clavé mis uñas en su pecho, imaginando que era el de otra persona. Mordí mi labio para evitar que su nombre se me escapara.
La sorpresa de haber llegado a un orgasmo con la imagen de Alejandro en mi mente, me llenó de vergüenza.
¿Qué acaba de pasar?
~ ~ ~ ~ ~ ~ ~
Nota de Autora:
A Megan se le están yendo las cosas de las manos!
Y Alejandro es completamente inmune a ella!
Y matemática todos los días????????????? Yo también estaría molesta con ese nerd!
Baisers et Abraços
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