CAPÍTULO 22. Condenada chica
La vi bajar por las escaleras y me quedé sin aliento. Dentro de mi pecho mi corazón se paralizó.
Estaba muerto por ella.
Mikaela bajo las escaleras con su característico pasitos saltaditos. Llevaba puesto un vestido azul índigo con encaje y corto por las rodillas, entallado en su busto permitiendo ver un corte corazón por debajo del encaje. Una cinta de satén adornaba su cintura con un lazo a un costado. Su cabello negro se encontraba suelto con delicados bucles a ambos lados de su cara.
Me levanté en cuanto la ví pero no pude moverme. Ella me dio una sonrisa extendida, orgullosa en definitiva del efecto que me había causado. Me acerqué hasta ella y le di un beso en la mejilla, cuando mi mano, sin mi permiso se permitió acariciar la piel porcelana de su hombro descubierto.
—Estás bellísima—le susurré muy cerca de su oído. Verla así de hermosa había sacado todos mis instintos depredadores sin poder refrenarlos.
Me incliné para inspirar el dulce olor de su perfume, uno muy distinto al que solía usar. No pude reconocer el aroma, pero era embriagante.
—¿Qué perfume es?—pregunté separándome de ella.
—Ninguno—sonó franca.
Tuve que reprimir un gemido y agarré con dramatismo mi corazón. Ella solo pudo volver a sonreír.
—Te tengo un regalo—le anuncié.
Le había comprado unos zarcillos de lapislázuli, para que llevara algo mío muy cerca de ella, y un broche para su cabello del mismo color. Abrí la caja donde estaban colocados y la dejé admirarlos. Casi de inmediato se quitó sus zarcillos y se colocó los que le había regalado. Pero cuando fue a tomar el broche le di un pequeño golpecito juguetón en la mano para que la apartara. Divertido me permití colocárselo en el cabello con mucha delicadeza.
—Gracias, me encanta, son del color de tus ojos— se sonrojó, luciendo más bella si es que eso era posible.
—Ese vestido se te ve espectacular.
—Se verá mejor en el piso de mi cuarto—su voz ronca hizo palpitar mi entrepierna contra mis pantalones.
Estaba bailando con Mikaela, no tan cerca como me hubiese gustado estar, cuando un muchacho que aparentaba su edad, la invitó a bailar.
¿Qué podía decirle?.
A regañadientes accedí y me acerqué hasta mi hermana, que se encontraba en ese momento sola. Todavía no me explicaba el beso que le había dado a Alejandro ni lo que eso significaba pero me comenzaba a hacer una idea bastante clara.
Sobre todo porque había visto las miradas que se daban el uno al otro, cuando no creían estar siendo vistos por nadie más.
Estaba burlándome de mi hermana y la idea alocada de hacerse pasar por la novia de Alejandro cuando vi como el chico que bailaba con Mika apartó su cabello rozando de forma deliberada su hombro y le susurraba algo a su oído al mismo tiempo que posaba su mano en la baja espalda de Mika, acercándola hacía él.
Mi sangre hirvió en cuestión de segundos. Si ese chico no fuese con gran probabilidad menor de edad, hubiese ido hasta allá y le hubiese partido todos los dedos que se atrevieron a tocar a mi chica.
Pero ella no es mi chica, me forcé a recordar.
Respiré profundo para tratar de calmar mi repentina ira, pero todo se fue a la mierda cuando el idiota ese tuvo la desfachatez de darle un beso a Mikaela en el cachete, o por lo menos esperaba que hubiese sido allí porque desde donde estaba no pude distinguir bien.
Le dije a mi hermana que ampliáramos la promesa silenciosa que teníamos a lo que estaba a punto de hacer, porque no habría fuerza humana capaz de pararme.
Contra toda lógica, inteligencia y sensatez, di grandes zancadas enérgicas hasta la pista de baile.
Ni siquiera me molesté en pedirle al renacuajo baboso que se quitara, solo lo aparté de Mikaela y con la mirada nublada por la furia y los celos la cargué sobre mi hombro para sacarla de allí.
Las personas se apartaban con rapidez para dejarnos pasar y menos mal que lo hacían porque pude haberlos quitado yo mismo de mi camino si ellos no lo hacían. Para cuando llegamos a la entrada de la casa la puse en el piso. Había estado muy tranquila mientras la llevaba cargada, pero ahora que la tenía frente a mi pude ver su cara casi tan iracunda como la mía.
—¿Qué coño fue eso?—gritó.
¡Celos!
No respondí.
Nos quedamos mirándonos con intensidad, hasta que volvió a exigirme una explicación
—¿Qué fue lo que pasó allá adentro?.
—Ese renacuajo era un baboso—y una vez que comencé no pude parar—. Te estaba susurrando quien sabe que al oído, te tocó el hombro, te puso la mano a centímetros de tu trasero y te besó, sus cuerpos estaban demasiado juntos. Eso fue lo que pasó allá—mi pecho subía y bajaba con furia.
—El beso fue en la mejilla.
—No me importa. No quiero que nadie más te bese—grité con una honestidad arrebatadora.
—¿Y eso que significa?.
—¡Maldita sea!—halé mi cabello despeinándolo—. No lo sé, nunca me había sentido así de posesivo con alguien.
Nuestras miradas se cruzaron después de mi arranque, su rostro se había dulcificado haciendo que la ira comenzara a abandonar mi cabeza y mi cuerpo.
—Llévame a casa—susurró y fue todo lo que necesité.
Le entregué las llaves al encargado de estacionar los autos y tecleé con rapidez un mensaje a mi hermana para que supiese que nos iríamos a la casa.
El camino fue silencioso, sin palabras y sin música. Mientras más distancia ponía entre ella y el renacuajo baboso, más rápido llegaba la sensatez y la cordura a mi cuerpo. No podía decir que me sentía orgulloso de lo que había hecho, pero tampoco me sentía culpable. Apenas llegamos a la casa se bajó del auto sin esperar a que le abriese la puerta.
Mala señal.
Caminé detrás de ella todo lo rápido que pude y vi cuando entró casi corriendo directo al baño. Me paré al lado de la puerta atento a cualquier ruido y sin saber qué hacer.
¿Se sentía mal?
¿Me estaba evitando?
¿Debería irme?
Antes de poder seguir pensando de más, salió del baño.
—Tenía que ir al baño con urgencia. Mucho líquido en mi vejiga.
No pude evitar sonreírme, ella volteó dedicándome la misma sonrisa.
—Hora de películas—anunció.
Solo asentí agradeciendo que no estuviese enojada conmigo por la forma como nos fuimos y por arruinar la fiesta para ella, pero sobre todo estaba agradecido de que no quisiera profundizar en lo que le había dicho.
Me tomó de la mano y me arrastró detrás de ella, pensé que iríamos al salón pero en cambio me hizo subir las escaleras hasta su habitación. Fue inevitable que tragara grueso a la perspectiva que tenía delante de mí: Una noche de tortura a su lado, excitado por completo y sin poder tocarla.
Quizás fue un error irnos de la fiesta.
Claro que fue un error irnos de la fiesta.
Estaba sentado en su cama, tratando de lucir inocente, pero esta pequeña criatura maligna de nombre Mikaela me abrazó y entrelazó su pierna con la mía mientras veíamos la película, su vestido se rodó muchos centímetros hacia arriba dejándome ver más de su pierna de lo que había visto nunca. Ni siquiera sabía de qué trataba la película porque no dejaba de repetirle a mi entrepierna en silencio "no te pares" como un mantra que no estaba sirviendo para nada.
Intenté rogarle, pero ni así funcionó.
Escuché la puerta principal abrirse y me alegré. Nos levantamos y bajamos con rapidez. Alejandro venía con mi hermana en sus brazos, dormida con gran profundidad.
—¿Está borracha?—pregunté incrédulo.
—Solo dormida.
Lo seguí por las escaleras y él la llevó hasta la habitación después de la de Mikaela. La acostó con gran delicadeza en la cama, «ya regreso» me dijo saliendo de la habitación. Me acerqué hasta Megan y le quité los tacones y sus accesorios, dejando todo en la mesa de noche, junto con su celular. Alejandro volvió a entrar en el cuarto con una pijama que me sacó una buena sonrisa.
—Te preparé la habitación que está al fondo. Es muy tarde para que se regresen.
—Gracias.
—¿Siempre tiene el sueño así de pesado?—preguntó.
—Deberías ver lo que me cuesta que se levante en las mañanas—reí divertido.
En cuanto Alejandro salió de la habitación, cambié a mi hermana de ropa. La escuche dar unos pequeños murmullos en sus sueños pero nada que pudiese entender, sin embargo se estaba riendo e intuí el resto con una sonrisa.
Salí de la habitación enviándole un mensaje de texto, para que no entrase en pánico cuando despertara, y me dirigí a la habitación que me asignó Alejandro. Entré y me quité la ropa, antes de meterme debajo de las sabanas.
Era una habitación idéntica a donde había dejado a Megan. Tenía una cama un poco más amplia, un punto medio entre individual y matrimonial, con más almohadas de las que pudiera usar. Me quedé mirando el techo acostado con la camiseta que me había prestado Alejandro y en boxers, cuando un mensaje llegó a mi celular
—¿Estás despierto?— preguntó Mikaela.
No estaba seguro de responderle, de hecho, no quería decirle nada, quería levantarme e ir hasta su cuarto a terminar de ver la película y seguir sufriendo esa deliciosa tortura. La puerta se abrió sorprendiéndome y Mikaela entró usando solo una camiseta larga que apenas cubría su trasero. Cerró la puerta detrás de sí y escuché cuando pasó el seguro. Mi boca se secó casi de inmediato.
Nos quedamos mirándonos sin decir ni una palabra. Solo pude rendirme a lo que me pedía con su mirada, así que me arrimé lo más que podía ofreciéndole un lado de la cama y quité la sabana. Ella sonrió y se acercó hasta acostarse a mi lado.
—Es hora de cumplir la condición que puse para ir a la fiesta de hoy—me informó.
Mi pobre corazón estaba siendo puesto a pruebas muy difíciles. Estaba tan asustado que no podía decidir si quería saber cuál era la condición o no. Por suerte, Mikaela decidió por mí.
—Quiero un beso—se giró para quedar frente a mí. Sus ojos me taladraron los míos—nada de piquitos, ni besos castos—advirtió con seriedad— y antes de que te niegues ten en cuenta que...
No pude dejarla terminar la frase porque me moría por besarla desde aquel beso que me había dado en la comisura hace siglos atrás, o desde aquel beso casto donde apenas nos rozamos cuando recién nos conocíamos.
Con un rápido movimiento me incliné hacia ella, soportando mi peso con una mano mientras que con la otra tomé su rostro y uní sin más demora mis labios a los suyos.
Saboreé la dulzura de su boca mientras trazaba pequeñas caricias en sus mejillas con mi pulgar y acariciaba su cuello con mis dedos.
Sus labios eran tan carnosos y suaves como los había imaginado. Succioné con delicadeza su labio superior y luego el inferior con tanta lentitud como me fue posible, queriendo degustar cada centímetro de ese momento.
No estábamos respirando y me complací de saber que ella sentía lo mismo que yo. Subió sus manos por mi espalda atrayéndome hacia ella, haciéndome caer sobre sí con todo el peso de mi cuerpo.
Mi erección rozó su pierna y la leve presión que sentí me dio cierto alivio, pero con esa pequeña satisfacción momentánea, todas las alarmas de mi cuerpo se dispararon. Tuve una fuerte lucha interna hasta que por fin terminé el beso y me alejé de ella, con mis mejillas sonrojadas con vergüenza.
Nunca me había sonrojado tanto en mi vida, como con Mikaela.
No podía evitar sentirme como pedófilo, aunque la mujer que tenía a mi lado no era inocente y por el contrario pareciera estar muy consciente de lo que me producía su tan sola existencia.
Me permití verla de reojo y tenía la cara surcada con una inmensa sonrisa y me miraba con la travesura cruzando por su mirada. Rodé los ojos sin poder evitar sonreírle. Ella comenzó a acurrucarse para dormir y yo hice lo mismo, pero tomé una de las cuantas almohadas que habían sobre la cama y la coloqué entre nosotros, creando una barrera que nos mantendría separados.
—¿Estás cuidándome de ti?—dijo entre risas viéndome armar la barrera.
—Estoy cuidándome de ti—respondí con total sinceridad.
—Unas almohadas no te serán suficiente.
Soltó una gran carcajada y tomó las almohadas para lanzarlas al piso entre risas. Intenté en vano forcejear con ella, resultaba ser bastante rápida. Cuando la cama quedó sin almohadas se tumbó y dio golpecitos en la cama para invitarme a acostarme. Su mirada traviesa resultaba seductora a más no poder. Me acosté a su lado, tenso, respetando su espacio tanto como la diminuta cama me permitía. Ella soltó un bufido
—¿Confías en mí?—preguntó
—No.
—Bien, porque no deberías—dijo con una sonrisa al tiempo que tomó mi brazo y se deslizo por debajo. Se acurrucó en mi pecho, colocó su pierna sobre la mía y la sentí relajarse—. Pero puedes confiar en que tengo mucho sueño.
La sentí dar un profundo suspiro y poco tiempo después su respiración se volvió suave y acompasada, la estreché contra mí tratando de apagar todas las alarmas de mi cabeza que seguían advirtiéndome que esto era una muy mala idea. Tuve que haber seguido mis instintos, porque en cuanto la estreché, ella escondió su rostro en mi cuello haciendo que su respiración tibia me causara cosquillas placenteras en todo el cuerpo y movió su muslo rozándolo con mi entrepierna, creándome una erección casi instantánea y muy dolorosa.
Suspiré resignado, mi vida al lado de Mikaela se había vuelto una eterna erección prohibida.
Me estiré en la cama aun sintiendo la dureza en mi entrepierna. Me desperecé sin abrir los ojos y me froté para aliviar la presión de forma placentera. Me acurruqué oliendo el perfume de Mika y abrí los ojos de puro susto, de pensar que era en su pierna donde había conseguido un alivio momentáneo. Pero no estaba en la habitación, la almohada que ella usó para dormir y que conservaba su perfume fue la que recibió mis "buenos días" matutinos. No lograba recordar en que momento me quedé dormido ni mucho menos cuando se había escabullido a su habitación.
Tomé mi teléfono de la mesita de noche y descubrí un mensaje de Mika.
—Te quiero vivo y dejarías de estarlo si mi hermano descubre que dormimos juntos.
Tecleé la respuesta con rapidez. Era muy temprano para estar sobresaltado.
—No dormimos juntos.
Su respuesta no se hizo esperar
—Tecnicismos, cuando cuente ésta historia diré que dormimos juntos. Baja a desayunar cuando estés listo.
Esta mujer va a acabar con mi vida. Es muy temprano para tener infartos, y creo que ya llevo dos.
Me vestí apurado. Me dejé la camiseta de Alejandro pero me coloqué los pantalones de anoche. Estaba rezando que tuviese la suficiente sensatez de no contarle esa historia a nadie que viviese en esta casa, estuviese emparentado con algún Hott o se apellidara Asper.
Abrí la puerta y choqué con Mikaela.
—Vaya, eso sí que fue rápido— rio divertida.
No me dejó responderle, solo se lanzó con fuerza hacia mis brazos, haciéndome retroceder unos pasos dentro de la habitación y estampó sus labios con los míos.
—Buenos días guapo— murmuró mientras salía de la habitación.
Aquí viene el tercer infarto del día.
Nos fuimos después de terminar de comer el desayuno, que bien pudo haber sido almuerzo por la hora, preparado por Alejandro con ayuda de Megan quien aún lucía la pijama de elfos. El ambiente estaba tenso y no lograda dilucidar si era por las sonrisas disimuladas entre Alejandro y Megan o por las miradas sugestivas que Mika no dejaba de mandarme o porque se habían dado cuenta que cuando me ahogué con la comida había sido porque Mika se había atrevido a acariciarme el muslo con su pie por debajo de la mesa. Tuve que levantarme de la mesa no sin antes acomodarme la erección bajo el pantalón.
Condenada chica
El lunes entrené con Mikaela tratando de mantener mi distancia de ella, porque lucía como si estuviese a punto de volver a arrojarse encima mío, pero ese no era el problema, porque yo sabía lidiar con chicas que solo buscaban lanzarse a mis brazos o a mi cama; el problema es que yo quería tanto como ella abalanzarme a su boca y volver a sentir la tortura de su cuerpo tibio contra el mío.
Pero no podía, me lo había repetido tantas veces desde aquel domingo que el lunes paso sin incidentes hasta que caí en su trampa de pucheros y ojos tristes cuando me dijo «¿Ni un besito en la mejilla de despedida?»
Y cuando le fui a dar el beso la muy desvergonzada me robó un beso.
Ella, me robó un beso, a mí.
Me sentí indignado a más no poder por su desfachatez y descaro... y así fue como terminé de convertirme en mujer.
¿En qué momento pasé de ser un mujeriego, a sentirme violentado cuando una sexy mujer me robaba un beso?
~ ~ ~ ~ ~ ~
Nota de Autora:
La guerra entre Ryan y Mika está ruda... él no quiere perder, pero tampoco ganar. Ella está decidida a ganarle a toda costa!. Así que pobre Ryan, se la pone muy difícil.
No se olviden de votar y comentar!
Ingresen al grupo FB: NO JUZGUES LA PORTADA.
Besos y abrazos!
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