CAPÍTULO 21. Deseé con todas mis fuerzas sentirme más sexy
Llegamos a la casa de Alejandro poco antes de la hora que habíamos acordado. Seguía un poco alterada por la noticia de Mike del otro día así que he pasado todo este tiempo sacando cuentas y ajustando nuestros gastos en función de varios escenarios. La audiencia fue fijada para el miércoles y hasta entonces no sabría cuál sería el nuevo monto de nuestras asignaciones.
El estrés amenazaba con matarme, por lo que ir a una fiesta con mi hottie, podía ser lo que necesitaba para relajarme.
Mi hermano también cargaba los nervios de punta. Se había negado a pagar el mes siguiente de gimnasio hasta que no supiese los resultados de la audiencia, y hasta consideró la oferta que hicieron los hermanos Hotts para la compra de la comida. Debía reconocer que eso nos venía bien, pero no tanto. Comíamos en la cafetería de la universidad por no tener un lugar donde cocinar, así que el ahorro estaba, pero era poco. Pero si pudiéramos cocinar nuestra propia comida, sin tener que depender de lo que pagábamos cada mes por la cafetería, ni las comidas que hacíamos en la calle... eso sí sería un ahorro significativo. Estuve hasta pasada las cuatro de la mañana ideando un plan para disminuir nuestros costos, y todos me llevaban a la misma opción: Ryan y yo debíamos vivir juntos.
Si lográbamos postularnos y obtener la residencia en algunas de las casas del campus, el ahorro en comida sería significativo. Tanto que no nos afectaría aunque mi papá solo pagase la mitad de su asignación. No se lo consulté a Ryan, pero me postulé a través de la página web de la universidad. Y durante el camino a casa de Alejandro aproveché de tocar el tema; Ryan estuvo de acuerdo casi de inmediato, al parecer él también estuvo despierto toda la noche tratando de dilucidar qué hacer, y hasta llegó a la conclusión de que comenzaría a buscar un trabajo. Aunque no pagó el próximo mes del gimnasio podría seguir con las personas a las que prestaba asesoría en sus entrenamientos, eso era algo.
Estaba decidió a comenzar a buscar un trabajo aunque yo no estuve de acuerdo. Veía muy agotador para él trabajar y estudiar, sobre todo este año que era el que más materias veía.
Fue por culpa de todo el estrés que teníamos, que salimos más temprano de lo planeado y por eso ahora estábamos unos diez minutos antes de lo pensado tocando la puerta de los Hotts, sin que nadie saliese a abrir. Una ventana superior se abrió y la cabeza de Mikaela se asomó.
—Hola Guapos, pasen—gritó mientras desaparecía dentro de la casa.
Abrimos la puerta y nos sentamos a esperarlos.
Yo llevaba puesto un vestido naranja corto a medio muslo elaborado con finas capas superpuestas una a una, con un pequeño tirante en el hombro derecho y un escote tipo corazón, provocativo pero sin llegar a ser vulgar.
Era un vestido bastante sencillo pero que yo hacía brillar.
Llevaba mi cabello dorado suelto con pequeños bucles en mis puntas y opté por tacones altos del mismo color del vestido y unos pendientes largos y dorados. Cuando me vi en el espejo en la casa de Alejandro tuve que reconocer, con el pecado capital de la vanidad y faltando de todo tipo de humildad, que me veía divina.
Vi a mi hermano un poco ansioso, se frotaba las manos de sus rodillas, se lo atribuí a lo que veníamos conversando. Me giré para acomodarle el cuello de su camisa, él también lucía arrebatador. Llevaba un pantalón gris con una camisa azul índigo que destacaba sus ojos, ajustada a sus brazos y pecho y que llevaba recogida hasta sus codos; y una corbata fina del mismo color del pantalón, con un nudo flojo. Su cabello despeinado con sumo cuidado lo hacía seductor. Lucía más imponente y sexy de lo usual.
Ambos llevábamos un regalo para los hermanos Hottie. Con Mikaela había averiguado lo que se pondría su hermano y con Alejandro lo que usaría Mikaela. Cuando compramos los regalos, compartimos un momento silencioso de complicidad, sin que preguntáramos nada el uno al otro.
Me dirigí a la cocina por un poco de agua, yo también estaba ansiosa y nerviosa y mi garganta se secaba con gran facilidad.
—Ya casi estamos listos—gritó Mikaela más fuerte de lo necesario, sorprendiéndome
La voz calmada de Alejandro la reprendió: —No es necesario gritar tan fuerte Mika.
Sus pasos resonaron por la estancia y en mi corazón, en la medida en que fue bajando las escaleras. Lo vi bajar en cámara lenta, no sé si era un efecto producto de mi cachondo cerebro derritiéndose por lo que miraba, o si el bajaba con deliberada lentitud. En cualquier caso me permití detallarlo: Llevaba un pantalón color rojo oscuro, con una camisa blanca a cuadros vinotintos diminutos, recogida también hasta los codos. Sus tirantes y corbatín eran de color negro, combinando con su cabello azabache, peinado con gomina hacia un lado. Llevaba por supuesto sus gafas de pasta negra y gruesa.
Para cuando llegué hasta sus ojos él me miraba con una mirada libidinosa y lujuriosa que no pudo esconder. Nunca me habían mirado de esa forma antes. La fuerza abandonó mi cuerpo y el vaso que aún sostenía corrió por mi mano y se estrelló en el piso. Alejandro se acercó con gran rapidez a mi lado.
—¿Estás bien?— su voz ronca me quitó el aliento, solo pude asentir a duras penas.
Él se agachó a recoger los pedazos de vidrio y alzó su vista hacía mi dedicándome una sonrisa. Verlo desde allí, arrodillado delante de mí con su rostro a escasos centímetros de mi vientre, me hizo humedecerme, y no precisamente del agua que había botado. Comencé a sentir calor y la sangre se agolpó en mis mejillas.
—No te preocupes por el vaso—se levantó, creyendo que mi reacción se debía a ese incidente. Fue hasta la cocina para botar los vidrios. Lo seguí como imantada a su persona.
Las manos me temblaban con la pequeña cajita que contenía su regalo. Tuve que dar varias respiraciones profundas para poder calmarme y retomar el control sobre mis manos vibratorias. Un poco más recompuesta me atreví a hablarle.
—Te traje un regalo y tienes prohibido rechazarlo—le tendí la caja con una sonrisa.
Él la tomó sin rechistar y soltó el lazo con que la dependienta de la tienda la había anudado. Vi la sonrisa ampliarse en su cara cuando descubrió el contenido.
—Gracias—su voz ronca hizo temblar mis piernas, así como otras partes de mi cuerpo.
Me acerqué a él con más lentitud de la que pretendía y solté la parte delantera de sus tirantes y giré, como cazando a una presa, para soltar el de atrás. Extendí mis brazos sobre su espalda y desaté su corbatín. Tomé de la caja los tirantes naranjas que le había comprado, que eran del exacto color que mi vestido, y después de colocárselo con su ayuda, tomé el corbatín del mismo naranja, para anudárselo, la dependienta me había enseñado a hacerlo unas quince veces, así que cuando lo finalicé con éxito, sonreí satisfecha.
—Luces adorable cuando estás concentrada. Hasta te mordiste la lengua un poco—se burló divertido.
—Mentiroso—negué apenada, pero sabía que lo había hecho.
Regresamos al salón, donde una deslumbrante Mika esperaba con Ryan, también lucia el regalo que mi hermano había escogido para ella.
—Creo que es mejor que vayamos en autos separados—Mikaela se ganó una mirada extrañada de su hermano.—Yo no creo que pueda aguantar mucho en la fiesta de esa zorr... golfa—se apresuró a corregir, como si la segunda palabra fuese menos ofensiva—, y no quisiera estar presa allá hasta que ustedes quieran irse.
Alejandro la miró por un par de segundos más y terminó aceptando.
Cuando la puerta del garaje se abrió mi hermano no pudo evitar babearse por la camioneta. Ya le había comentado el auto que se gastaba Alejandro, pero entendía que verlo no podía dejar de impactarlo.
—¿Sabes la cantidad de mujeres que con esa camioneta yo...—comenzó a decir mi hermano, pero cuando vio la mirada que le lanzamos Mikaela y yo, reformuló la frase con sorprendente rapidez—... rechazaría sin contemplación?
Llegamos a la fiesta unos veinte minutos después. No nos costó donde aparcar porque habían personas dedicadas en exclusivo a esa misión. La casa de Aurora era lo más parecido a una mansión que había visto en mi vida. Tenía los típicos pilares altos y blancos en la entrada y más ventanas de las que pude contar. Pasamos por un costado de la casa que se encontraba iluminado con antorchas en el piso. Mikaela y Alejandro fueron los primeros en entrar, me pareció lo más prudente, considerando que eran ellos a los que los dueños de la casa conocían. Ryan y yo les seguimos con nuestros brazos entrelazados.
Como siempre pasaba cuando entrabamos a algún lugar, casi de inmediato las miradas de hombres y mujeres se giraron hacia nosotros. Algunos babosos, no bien me vieron, me guiñaron los ojos y me hacían gestos de brindis con sus copas; las mujeres en cambio miraron a mi hermano y comenzaron a murmurar entre ellas mientras sonreían y batían las pestañas. La mayoría de los invitados eran mayores a nosotros, me atrevería a decir que éramos los únicos de nuestras edades.
—Ve con Mikaela— le dije a mi hermano sin dejar de sonreír—si nosotros somos los únicos jóvenes acá, ella se sentirá como pez fuera del agua.
No hizo falta que dijese más. Apresuramos los pocos pasos que nos separaban de los Hott y solté el brazo de mi hermano para entrelazarlo con el de Alejandro quien me dedicó una sonrisa agradecida; estaba nervioso e incómodo como sabía que lo estaría. Un mesonero se acercó con una bandeja llena de varias copas con alguna fina champaña y todos tomamos. Vi como Ryan dejaba que Mikaela tomase un trago y luego se la quitó bajo la protesta de ella, la escena me dio ternura.
—¿Los conoces a todos?—le pregunté a Alejandro, quien no paraba de saludar a muchos de los invitados.
—La gran mayoría son amigos de mis papás.
—¿Así conociste a Aurora?—pregunté curiosa.
—Sus papás y los míos tienen algunos negocios en común.
Mi hermano regresaba de la pista de baile donde había estado bailando con Mikaela. Lo vi volver a quitarle una copa de las manos y ofrecerle una botella de agua en cambio.
—Pero si es la feliz pareja— Aurora, con su voz un tanto nasal, se acercó a nosotros.
Apreté mí agarré a Alejandro y desplegué mi más falsa sonrisa: —Que bello está todo decorado.
—Gracias. No los he visto bailar, creo que algunas cosas no cambian, ¿no Al?. Él siempre ha odiado bailar— se apoyó en su hombro, dejando su rostro a centímetros del de él.
No sé qué se apoderó de mí, pero solo diré en mi defensa que pudo haber sido peor.
—¿Nunca bailó contigo?—fingí sorpresa— creo que no odiaba el baile sino la compañía.
Alejandro volteó a verme negando casi imperceptiblemente con su cabeza. Yo le guiñe un ojo para calmarlo y aprovechándome de la situación le di un casto beso en los labios. Lo tomé por la mano con firmeza y lo halé detrás de mi rumbo a la pista. Cuando pasamos al lado de nuestros hermanos, ambos tenían la misma cara divertida y la ceja alzada en señal de pregunta. Me volvió a dar ternura que a pesar de la diferencia entre ellos tuviesen los mismos gestos.
Los ignoré, ya explicaría después.
—No sé bailar—Alejandro soltó nervioso cuando llegamos a la pista de baile.
—Solo déjate llevar por mí—pegué mi cuerpo al suyo y lo incité a abrazarme al tiempo que colocaba mis brazos sobre sus hombros. Una música comenzó a sonar y era bastante movida, pero no importaba. Comencé a mecerme con lentitud y con pasos muy pequeños. Alejandro miraba sus pies nerviosos
—Mírame— le dije en un susurro. Y sus ojos azules se anclaron con los míos.
Nos seguimos moviendo con lentitud y mucha gracia por toda la pista de baile. Nuestras miradas no perdían contacto. Mi cuerpo pegado al suyo se rozaba para guiarle los pasos. El constante roce me tenía excitada, no podía negarlo aunque quisiera. Estábamos teniendo un baile muy sensual. Su respiración acompasada chocaba con la mía de lo cerca que nos encontrábamos. Mi corazón latía tan fuerte que estaba segura que él podía oírlo.
Cuando terminó la tercera canción nos apartamos de la pista de baile y Alejandro consiguió para los dos unas copas de champaña. Algunos señores lo llamaron desde una mesa y él se excusó conmigo luciendo fastidiado.
—Hermanita, ¿hay algo que debas contarme?— Ryan me susurró con picardía, sonriendo de oreja a oreja.
—¿Y Mika?—pregunté.
—La invitaron a bailar, pero no me desvíes la pregunta.
Suspiré antes de contarle sobre cómo me había presentado como la novia de Alejandro cuando Aurora lo había humillado en el supermercado. Cuando terminé el relato solo pudo reír a carcajadas. Le di un pequeño golpe en el pecho pidiéndole que parase.
—Hermanita— me atrajo hacía si en un abrazo y besó mi cabeza— hicimos una promesa silenciosa de no preguntar por nuestras sonrisas tontas cuando estamos con estos Hotties —me sorprendí de inmediato por el apodo que había usado— así que te daré la oportunidad de ampliar la cobertura de esa promesa a lo que esto de hacerte pasar por su novia, puede significar.
¿Era tan evidente?
No tenía palabras, así que solo asentí, sin embargo su semblante se tornó serio en un segundo.
—Y respetaré ese trato solo si extendemos esa misma promesa a lo que me verás hacer en este momento.
Escruté su rostro, estaba confundida por sus palabras, pero él no me miraba a mí, estaba con la vista estancada en la pista de baile con sus labios fruncidos. Le di mi «ok» y sin más se levantó con paso decidido hasta donde estuvo mirando, esquivando a su paso a varias personas. Me ahogué con el trago de champaña que me había llevado a la boca.
Alejandro apareció a mi lado y tratando de ser casual, lo hice girar para que le diera la espalda a la pista de baile.
—¿Y en estas fiestas no se come?— pregunté solo por mantenerlo ocupado, pero el asintió y me tomó de la mano para llevarme hasta la mesa donde se encontraban todos los entremeses, alejándonos de la pista de baile.
Cuando miré por encima de su hombro, mi hermano ya no estaba y suspiré aliviada, curiosa y divertida.
—No entiendo porque Mikaela no se despidió— repitió una vez más Alejandro.
—Ya te dije, estaba cansada y dijo que te había buscado y no te vio.
Mi hermano me había avisado por un mensaje de texto que se había ido a la casa con Mikaela e invocó una vez más nuestra promesa silenciosa.
Mientras más había avanzado la noche la música fue también cambiando, hasta que se terminó escuchando unas canciones bastantes movidas. Había perdido la cuenta de cuantas copas me había tomado, pero me sentía bien en líneas generales, quizás solo un poco más valiente y menos cohibida. Me aproveché de ese sentimiento para pedirle a Alejandro que bailase conmigo un reggaetón.
Intentó negarse en vano pero yo lo halé por uno de sus tirantes hasta la pista de baile. Me pegué contra él y comencé a menearme a su lado de forma sugestiva, dejándome llevar por la música. Para mi placer el respondió mi movimiento y me sujetó por las caderas con fuerza, arrancándome un gemido interno. Una mano me dio unos golpecitos en el hombro y me giré soltando a Alejandro para encontrarme con un hombre con un traje oscuro de tres piezas sonriéndome.
—¿Quieres bailar?— preguntó con voz melosa.
—No lo creo— me negué, pero cuando me giré para buscar a Alejandro él estaba unos pasos más allá con Aurora enredada en su cuello.
Sentí las lágrimas subirse hasta mi garganta, pero no quería darle el gusto a ninguno de verme así. Con mi mente, nublada por los celos, me volteé para encarar al extraño y concederle el baile que había pedido.
Mantuve mi distancia de él. Me había sentido en libertad de tomar, porque con Alejandro a mi lado me sentí segura, sin embargo, ahora que él estaba entretenido con Aurora, me sentía bastante indefensa, como si en cualquier momento pudiese caer ebria de forma espontánea. El tipo con el que estaba bailando, me dedicó una sonrisa triunfante, como si esa noche acabase de asegurarse sexo conmigo. Se acercó más a mí, y yo retrocedí, quizás si hubiese estado más tomada lo hubiese dejado acercase, porque la verdad era que el extraño era atractivo. Volvió a insistir y yo coloqué mis manos en su pecho para separarlo, sin embargo era más fuerte y estaba bastante ebrio. En un momento me asusté porque él no dejaba de insistir en acercarse, mientras que mis intentos por alejarme de él eran cada vez más difíciles.
Una de las manos de Alejandro me tomó con firmeza apartándome del extraño, al tiempo que le propinó un empujón tan fuerte que escuché el golpe sordo cuando la mano impactó con el pecho del desconocido. Alejandro me apretó contra él y comenzó a caminar hacia la salida.
Le pidió el auto al encargado, lanzándole la ficha cuando aún nos faltaban algunos pasos para llegar hasta a él. Lucía peligroso, se había quitado los lentes y su cabello estaba despeinado de todas las veces que se había pasado la mano por el cabello. También se soltó el corbatín, como si de repente lo sintiese muy apretado o le costase respirar.
—Si quieres seguir bailando con Aurora, no tengo problemas en irme en taxi—hablé con toda la malicia de la que fui capaz.
—Te ignoraré porque estas borracha, pero en este momento ya deberías saber que Aurora puede llegar a ser la más zorra cuando se lo propone.
—No estoy ni cerca de estar borracha, pero si estoy bastante molesta.
—¿Por qué estás molesta?—preguntó tirando de mi hacia la calle. No esperaría que le trajesen la camioneta.
—Y todavía preguntas...—solté un bufido— porque estabas bailando con Aurora cuando yo soy tu "novia".
—Pero de verdad no eres mi novia.
Mucho coeficiente para nada.
Me he conseguido al primer nerd bruto del mundo.
—¡Lo sé!—grité
—Entonces ¿Por qué te molestas?
—Porque ella tenía sus brazos a tu alrededor y estaban muy juntos y bailaste con ella.
Molesta comencé a ir más deprisa que él en dirección a su camioneta que venía a nuestro alcance. Abrí la puerta del copiloto y me senté lanzando la puerta con mucha violencia, el conductor se me quedó mirando aturdido hasta que Alejandro abrió la puerta y lo invitó a salir. Hizo un giro bastante violento sosteniendo el volante con fuerza y nos sacó de la urbanización con rapidez.
—No estás molesta...—habló al cabo de un rato—estás es celosa.
No había escapatoria.
—Sí, lo estoy—fue lo único que pude responderle.
—Pues no deberías, Aurora se guindó de mi cuello y lo que viste como un baile era yo tratando de zafarme. Y estoy bastante seguro de que fue la que animó a aquel borracho baboso a que te sacara a bailar para distraerte.
Medité sus palabras queriendo hacer mil preguntas, sin embargo me fui por la que más curiosidad me causaba, aunque no era la más importante.
—¿Y cómo te zafaste?
—Le dije que tú tenías razón, el problema no era el baile sino la compañía—sonrió divertido y no pude evitar sonreír con él.
Seguimos el resto del camino en silencio. La luz de la calle pasaba a intervalos regulares, éramos el único auto en las calles vacías. Comencé a sentir el cansancio en el cuerpo y mis parpados se volvieron pesados. Recosté la cabeza del vidrio de la ventana y cerré los ojos para descansarlos un poco.
Desperté en una cama desconocida, en un cuarto oscuro. Busqué a ciegas mi teléfono en la mesita de noche que estaba al lado de la cama y lo encendí. Primero alumbré la ropa que llevaba puesta, una camiseta holgada y pantalones a juego de pequeños hombres de rasgos finos y narices puntiagudas. Elfos. Luego alumbré al resto del cuarto: era pequeño y bastante sencillo, una cama individual, una mesa de noche con una lámpara, un closet pequeño, y un escritorio con una silla donde se encontraba mi ropa.
Volví a acostarme en la cama cuando la luz parpadeante de mi teléfono me recordaba que tenía unos mensajes sin leer. Tenía varios mensajes de números desconocido, de seguro de Ryan, uno de Mauricio saludándome. Uno de mi mamá, uno de Ryan y el más reciente era de Alejandro. Abrí el de mi hermano primero.
—Hermanita, no te asuste, yo fui el que te cambió de ropa. Estoy durmiendo al final del pasillo, seguimos en casa de los hotties. Descansa.
Luego abrí el de Alejandro
—Espero que mi pijama sea cómoda. Fue tu hermano quien te cambió de ropa. Descansa mi Bombón. No tienes por qué estar celosa, Aurora no te llega ni a los talones.
Ambos mensajes tenían apenas quince minutos de recibido.
Decir que se me aceleró el corazón era un eufemismo de lo que estaba sintiendo. Quizás, si tuviese un par de años más me hubiese preocupado pensando en la posibilidad de una arritmia cardíaca. No quise pensar, solo me aferré a la idea de que era el alcohol en mis venas, aunque fuese una porción mínima. Mis piernas me levantaron y mi mano abrió la puerta para salir de la habitación. Eran cuatro habitaciones en este pasillo. Sabía cuál era la de Mikaela, porque había visto a mi hermano bailar como un tonto con ella allí y también sabía que la puerta del fondo era donde estaba mi hermano durmiendo. Solo quedaba una puerta disponible, la primera en el pasillo y dejé que mis pies y mi corazón me llevaran hasta allí.
Entré sin tocar, no quise ni siquiera la posibilidad de ser rechazada. El televisor estaba encendido y la cama un poco revuelta. Era un cuarto grande, con una cama matrimonial con sabanas azules. Tenía una biblioteca bastante grande llena de libros, un escritorio con una computadora lleno de cuadernos. Varias estatuillas de distintas películas y personajes adornaban un estante que recorría la pared a lo largo.
No es que esperase un museo geek cuando entré, pero en definitiva para ser un nerd con una pijama de Elfos, si esperaba mucho más.
Escuché el agua de la ducha correr en el baño, la luz se escapaba por su resquicio.
¿Y ahora qué hago?.
Consideré acostarme en la cama con una pose seductora, pero los elfos de mi pijama no eran de ayuda para sentir fluir mi sexappel.
¿Me sentaba en la cama o en la silla? ¿Y si salía desnudo del baño?.
El agua de la ducha dejó de sonar, y comencé a entrar en pánico mirando a mí alrededor. Cuando la puerta del baño se abrió yo seguía parada en medio de la habitación y por reflejo escondí una de mis manos en la espalda, mientras con la otra jugaba con mi coleta desordenada, trataba de no lucir avergonzada y deseé con todas mis fuerzas sentirme más sexy.
Alejandro salió aun goteando agua de su cabello. Tenía el torso desnudo y húmedo, pero con una toalla que sujetaba más abajo de su cintura. Era tal como lo había visto en la foto, un cuerpo delgado, firme y definido. Espalda ancha, brazos con algunos músculos marcados a pesar de su contextura y una V en su cadera que me incitaba a llevarme a la gloria.
Me acaloré en cuanto lo ví porque fue inevitable recordar aquella noche donde di rienda suelta a mi imaginación con él, alcanzando un clímax bastante intenso.
Mi vientre palpitó con fuerza, deseándolo con desespero.
~ ~ ~ ~ ~ ~
Nota de Autora:
Quiero disculparme con todos por las irregularidades en las fechas de mis actualizaciones. Actualmente estoy atravesando por una etapa que me está quitando mucho tiempo y energías: me estoy divorciando.
No todos los días tengo el tiempo o la concentración para publicar y eso se suma a mi muy mala memoria.
No teman en recordarme que actualice, como ya sabrán, se me olvida hasta el día de la semana en la que estoy.
Un beso a todos y gracias por su apoyo.
PD: Esta historia está participando en los Wattys2018, ayúdenme compartiéndola, votando, comentando y recomendándola.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top