CAPÍTULO 15. Buenos días para ti también


—Entonces, ¿crees que se irá a ver con Psicomelissa?— me preguntó Nicole mientras salimos de una tienda vintage que a ambas nos encantaba y que nos quedaba cerca del restaurante donde almorzaríamos.

Después de que un muy sonriente Ryan me dejara en la residencia, por completo desconcertada por todos los cambios de humor que lo vi tener en las escasas horas que habíamos compartido esta mañana, busqué a Nicole en su habitación y esperé que se terminara de alistar para salir. Teníamos casi dos horas caminando entre las tiendas. Ella llevaba un par de bolsas, yo apenas una, con una camisa de corte largo y de color rojo, que me recordó de inmediato a Alejandro. La tela era tan fina que se transparentaba insinuando con claridad, pero sin vulgaridad, mi silueta y mi sostén.

— Si hubieses visto su multipolaridad, tendrías las mismas sospechas que yo.

Cruzamos la calle para caminar el último tramo hasta el restaurante. Yo aún no tenía hambre, pero Nicole estaba hambrienta. El camarero me dedicó una amplia sonrisa y nos condujo hasta una mesa apartada junto a la venta. Nos tomó la orden de las bebidas mientras leíamos la carta. Regresó unos minutos después con las limonadas frappé que habíamos ordenado, la mía llevaba una pequeña flor dentro del vaso. Me guiñó el ojo con picardía y le sonreí. Por norma general, nunca trataba mal a la persona que era responsable de mi comida ni mi bebida.

—¿Ya hablaste con Andrea?—disparé sin querer darle más larga a la pregunta. Pero obtuve la respuesta sin que Nicole tan siquiera hablara. Su rostro se enrojeció y trató de esconderse detrás del menú, fingiendo un repentino interés.

—¿Qué está pasando Nicole? Tú no eres así, nunca antes te ha costado alejarte de una persona—razoné.

—Me gusta Meggie. Intenté terminarla, de verdad, pero no pude. Así que le dije que no sabía estar en una relación y que no quería lastimarla.

—¿Y ella que respondió?.

—Que ella tampoco había estado en una relación antes, y que si yo lo intentaba ella también lo haría.

—Wow, Nico, entonces lo harás.

Nico asintió con su cara enrojecida y apenada.

—Boba, debes estar feliz. Yo en verdad estoy feliz por ti y por Andrea.

Su semblante se relajó y se permitió sonreír. Nuestros almuerzos llegaron y comenzamos a comer.

—¿Y qué tal van tus tutorías?

—Muy bien en realidad—respondí sin poder esconder una sonrisa.

—Meggie, si te conociera un poco mejor diría que comienzas a amar las matemáticas a juzgar por tu sonrisa o al tutor al parecer—frunció sus labios con una mirada divertida cuando yo disimulé la mía con más rapidez de lo que debía.

—No es así— intenté explicar

—Si, si, si. No me vengas con cuentos cuando yo me sé historias. Así que desembucha.

—Él es... agradable y diferente pero solo eso. No creo que yo sea su tipo

—Meggie por Dios, tú eres el tipo de cualquiera con pene... o vagina, si al caso vamos. La industria pornográfica es la más exitosa por mujeres con tu apariencia. No me vengas ahora con inseguridades, estás muy grandecita para la gracia.

No pude evitar reírme por su forma tan particular de decirme las cosas. Siempre cruda, siempre directa y siempre sexual.

—Yo creo que eres su tipo, pero le asusta que seas más de lo que él puede manejar. ¿No lo has pensado?—insistió

Medité sus palabras y me encogí de hombros para dar por finalizada esta conversación. No tenía respuestas para ella, porque yo misma estaba planteándome esas mismas preguntas y un par de miles más.

—¿Me odiarías si nos despedimos después de terminar aquí? Andrea me invitó a salir.

Estábamos comiendo nuestros postres y su cara acababa de deformarse con una increíble sonrisa que muy pocas veces había visto en mi amiga. Era imposible que me negara, así que le quité importancia con la mano.

Caminamos de regreso a la residencia y vi como una muy nerviosa Nicole se probaba un atuendo tras otro ignorando cualquier cosa que pudiera opinar, sus nervios la llevaban loca. Al final se decidió por lo primero que se había probado y se despidió de mí cuando el servicio de taxi le anunció que estaba esperándola.

.

.

Me lancé en la cama siendo apenas las tres de la tarde y sin nada que hacer hasta por lo menos las siete, cuando comenzara a arreglarme para la cita con Mauricio. Coloqué música y me dispuse a arreglar un poco mi habitación, pero no me llevó tanto tiempo como lo pensaba. Agregué a mi lista de tareas limpiar el baño, pero aun así había pasado tan solo media hora. Arreglé mis cuadernos y libros cuando noté que me faltaba la libreta de inglés. Lo busqué por toda la habitación, dentro del closet y en mis distintos bolsos sin que apareciese.

Fue la excusa perfecta, y debo reconocer que hasta me alegró la posibilidad de haberla dejado donde Alejandro, solo porque ahora podría escribirle.

—¡Hola! No consigo mi libreta de inglés, ¿estará por casualidad en tu casa?

Su respuesta tardó unos minutos.

—Aquí está. Te la llevo en un rato.

—No te preocupes. Puedo esperar hasta el lunes— deseaba verlo, pero no quería molestarlo.

—Tengo que ir a los dormitorios que quedan cerca, así que estaré allá en una hora.

Si hubiese tenido tres años menos hubiese gritado como loca y corrido nerviosa por la habitación. Así que en cambio, solo mantuve los gritos de forma interna y le di la dirección de mi habitación.

Me bañé para terminar de calmarme. Quería lucir casual así que me vestí con unos pantalones cortos y una camiseta holgada. Tocó la puerta poco antes de la hora que me había dicho y le grité que pasara. Llevaba unos bermudas beige con una camiseta verde botella con el logo de linterna verde en el frente. Su cabello estaba como de costumbre peinado con gel hacia un lado, no llevaba sus gafas puestas, pero las vi guindando en el cuello de su camiseta. Tenía mi libreta en una de las manos y la otra enfundada en uno de sus bolsillos.

—Me gusta Ryan Reynolds pero odié esa película. Soy más una chica de Flash.

—Pensé que eras del Team Marvel—se sentó en mi cama y me ofreció la libreta.

—Gracias—dije tomándola—soy del Team Marvel y del Team Iron Man, pero flash es como un placer culposo.

Le saqué una sonrisa para mi satisfacción y por un momento me sentí encandilada por ella. Me miró por un rato y dio un vistazo a mi habitación.

—Linda, pequeña pero linda.

—¿La habitación o la ocupante?—pregunté con picardía.

—La habitación.La ocupante es bella

Me robó mi mejor sonrisa, una muy sincera que pocos conocían. Este nerd me hacía el día en menos de cinco minutos.

—¿Tienes algún plan para hoy?—preguntó y noté como fruncía su ceño, como si las palabras hubiesen salido de él sin su permiso.

—Ninguno— mentí, tenía un plan con Mauricio

—Tengo esta...cosa en el dormitorio de chicos—estaba nervioso, pude notarlo por como quiso ajustar los lentes sobre el puente de su nariz, olvidando que no los tenía puesto—. Olvídalo.

—No, dime—insistí.

—Es una fiesta de películas—explicó— colocamos en un saco nuestras películas favoritas y vamos sacándolas al azar. Lo hacemos una vez al mes. Y hoy toca como verás Dc comics.

—Suena divertido—admití—. Iré a cambiarme.

No esperé su respuesta. Solo me levanté y tomé del closet la camisa que acaba de comprar pensando en él y unos jeans cortos, que la camisa cubría casi en su totalidad. Me vestí ansiosa. Sé que no era una cita, aunque tuve que repetírmelo varias veces, pero no podía dejar de sentir un revoloteó en mi estómago, algo que nunca había sentido antes. Me apliqué un maquillaje sencillo y busqué dentro del cofre de mis accesorios aquel que me haría encajar con la tónica de esta fiesta. Un colgante largo y dorado con un rayo.

Cuando salí su reacción superó a lo que esperaba. Se había colocado sus gafas, pero tuvo que quitárselas para darme una mirada de abajo hasta arriba. Incluso ladeó su cabeza sin el menor pudor, con sus ojos entornados. Para cuando llegó a mi cara y vio mi expresión divertida se recompuso y se colocó las gafas.

—¿Lista?.

Asentí mientras salíamos y cerraba la puerta con seguro.

—Me gusta tu colgante de flash— comentó mientras salíamos del edificio de mi dormitorio y caminábamos al de los muchachos.

Lo sostuve en mis manos y le di una pequeña sonrisa en respuesta. Seguimos caminando en silencio, pero no resultaba incómodo, hasta que un par de muchachos pasaron por mi lado lanzándome miradas lascivas a las que ya estaba acostumbrada. Sin embargo, cuando comenzaron a lanzarme halagos subidos de tono sin ser ofensivos, me sentí incómoda al no encontrarme con mi hermano, él hubiese hecho que se tragaran sus palabras con solo una mirada. Bajé mi rostro y me acerqué por instinto un poco más a Alejandro, pero para mi sorpresa, él se frenó en seco, se giró y encaró a los dos idiotas.

—¿Quieren una foto?—preguntó iracundo, sus palabras fueron siseadas con violencia.

Los idiotas no respondieron. Alejandro se giró hacía mí, aún con el ceño fruncido y me tomó por la cintura atrayéndome hacía él con posesión. Seguimos caminando en esa posición hasta que llegamos al edificio. Cuando me soltó lamenté haber llegado, incluso llegué a desear toparme con un par de idiotas más que lo hicieran abrazarme otra vez. Subimos por las escaleras hasta el tercer piso, y después de tocar la puerta me atreví a decirle:

—Gracias—susurré.— mi hermano es quien se encarga de que esas cosas no me pasen— confesé.

Él iba a responder cuando la puerta se abrió, y un regordete Batman nos dio la bienvenida. Sus palabras se trancaron en su boca en cuanto me vio, comenzó a mirarme de pies a cabeza cuando Alejandro se aclaró la garganta y le dedicó una mirada bastante molesta. No podía evitar sentirme feliz por sus muestras de celos.

Entramos a la pequeña habitación y todos los muebles habían sido retirados, me dio curiosidad saber que hicieron con ellos, pero no hubo tiempo de preguntar. Con rapidez Alejandro me presentó a todos. Era la única de flash, habían un par de mujer maravilla, una linterna verde que identifiqué como la sanguijuela que había estado detrás de Alejandro el otro día, varios Batman, un Daredevil, un flecha verde, un guasón y un Lex Lutor.

La puerta se abrió con fuerza y un Superman aún con gafas apareció en el umbral: —¡Este es un trabajo para Superman!—gritó Fernando tomando la típica pose del superhéroe.

Entró saludando a todos entre risas y cuando llegó a mi lució alegre con genuinidad. Me saludó con cariño ignorando el ceño fruncido de Alejandro. Me di cuenta que ya no lucía tan nervioso ni intimidado en mi presencia.

Las muchachas resultaron ser algunas de las chicas del club de tutorías, así que me acerqué a saludarlas.

—Muy bien, ya estamos todos— anunció Rafa, el mismo que nos recibió cuando llegamos.

—Todos anoten sus películas y lancen el papel en la bolsa. Se valen clásicos y nuevos y salvo que la película esté dañada, no se cambiará la selección del sombrero. Se sorteará el ganador entre los que hayan ganado la proyección de su película.

—El ganador escogerá el próximo maratón— me explicó Nazaret, una de las tutoras que había conocido en aquel grupo.

Alejandro se acercó y me ofreció lápiz y papel. Escribí con rapidez The Watchmen en la hoja, lo doblé y lo lancé en la bolsa. La mirada que me dio Alejandro me hizo reaccionar.

—La banda sonora es increíble. ¿Qué?. Deja de lucir siempre tan sorprendido, comienzo a sentirme ofendida— recriminé fingiendo seriedad.

Los chicos empezaron a sentarse en el piso y repartieron las palomitas de maíz, las golosinas y las bebidas. Me ofrecieron un vaso rojo y olí su contenido antes de rechazarlo. Alejandro en cambio se acercó con dos coca-colas en sus manos. Los espacios en el piso comenzaban a acabarse, vi como Alejandro se tumbó cerca de la pared entre alguno de los chicos. Me disponía a sentarme con las chicas cuando Fernando me ofreció sentarme con él, pero no logré avanzar ni un paso porque Alejandro tomó mi mano y haló con fuerza hacia él, haciéndome caer sentada en su regazo, sobre sus piernas cruzadas debajo de mí. Pasó sus manos por mi cintura y sostuvo delante de mí un paquete de palomitas de maíz. Entendí que no había sido un accidente que cayese en sus piernas, era lo que había pretendido desde un principio.

Me sonrojé de inmediato, pero no por todas las miradas disimuladas que nos dedicaron, sino por el hecho de estar sentada encima de él. El calor subió a mis mejillas y di gracias a Dios por la existencia de la persona que apagó la luz. La primera película ganadora fue la de "El caballero de la noche", la segunda parte; y casi todos se quejaron. El volumen era tan alto como en un cine, el grupo de informática, al que pertenecían algunos, como me explicó Alejandro, se encargaban de todo. No me pude concentrar porque solo podía pensar en la poca tela que había entre Alejandro y yo.

—¿Estás cómoda?—me susurró al oído. Solo pude asentir. Mi mente comenzaba a formar una nueva fantasía sexual que me mantendría despierta por varias noches.

—Relájate bombón—habló tan cerca de mí que sus labios rozaron el lóbulo de mi oreja, haciendo que mi vientre palpitara en deseo.

Me apretó hacía él obligando a que mi cabeza se recostara de su cuello. Su dulce aroma de Hugo Boss me tenía embobada. Allí, recostada de su pecho, pude relajar los músculos, aunque seguía imaginando las distintas formas en que podría sacarlo de allí y quizás violarlo en el pasillo. Descarté ese pensamiento, no sería capaz de violarlo, quizás solo de ultrajarlo un poco.

Dios, de verdad me estoy volviendo psicótica.

La primera película terminó sin darme cuenta y llegaron las pizzas que anunciaron la cena. Alejandro me reservó algunos pedazos de la de Pepperoni. La segunda película seleccionada fue la mía. Me felicitaron por mi elección. Para esa película no estaba sentada sobre Alejandro y la verdad es que lo agradecí, porque no quería salir de esa fiesta acusada de asalto sexual. Sin embargo me mantuvo sentada a su lado, muy cerca de él, nuestras piernas rozándose, su calor corporal agobiándome.

Para cuando llegó la hora de seleccionar la tercera película algunos ya estaban borrachos y dormidos en el piso.

—Muy bien, ¿Quién fue el gracioso?— preguntó Rafa, molesto—¿Quién puso Batman de lego?

Algunos nos reímos, pero otros se lo tomaron como una ofensa directa. Sin embargo, respetaron la regla y refunfuñando se sentaron a ver la película.

Cuando terminó el maratón nos desperezamos. Las horas de estar sentada en el piso habían pasado factura a mi adolorido cuerpo.

—Bien, creo que la película ganadora fue The Watchmens, sin lugar a duda—concluyó Rafa.

Todos acordaron que sí, por lo menos todos lo que estaban despiertos y en condición de mantenerse en pie. Jamás imaginé que estas fiestas nerds fueran divertidas ni mucho menos que terminaran tan borrachos.

—Bueno Megan—Rafa uso una voz más grave, con solemnidad— escoge con sabiduría. Se te ha sido otorgado un gran poder. Puedes escoger cualquier género de película. Puedes escoger por productora, director, actor o actriz.

La respuesta más fácil hubiese sido Marvel, pero también la más obvia, pero conversando con las chicas hace dos meses ya habían realizado ese maratón. Sopesé mi respuesta por unos minutos, mientras entre todos ayudábamos a recoger un poco el desastre que había quedado.

—Un tema: Viajes en el tiempo— Anuncié

—La amo—Rafa agarró su corazón con dramatismo—¿Puedo amarla?—preguntó.

—No—Alejandro rodó los ojos.

—Pero la amo—insistió Rafa, obviamente también estuvo tomando.

—Hora de irnos—Reinaldo, que iba disfrazo de flecha verde sostenía en sus manos las llaves del auto, pero él se balanceaba tanto como ellas.

—No señor Queen, tu no manejaras así a ningún lado—Fernando le arrebató las llaves y luego de despedirse se fue con Reinaldo, los que se iban con él y los que Fernando se había comprometido a llevar.

Demasiadas personas para un solo auto.

—Te acompaño a tu residencia— se ofreció Alejandro cuando éramos casi los últimos en la habitación y todo estuvo recogido.

Nos despedimos y fue cuando me permití ver la hora, eran casi las tres de la mañana. Tenía tres llamadas perdidas y cuatro mensajes de la misma persona, Mauricio.

Mierda me olvidé de él.

Apenas llegamos a la calle, sentí el frío de la noche, por lo que me abracé a mí misma tratando de recuperar un poco el calor perdido. Alejandro me atrajo hacía él, pasando su brazo por encima de mis hombros. Era agradable sentir su calor a mi lado. Cuando llegara a mi habitación tendría que bañarme con agua fría para acabar con esta calentura, pero valdría la pena con tal de sentirlo tan cerca de mí.

—Gracias por invitarme. Me divertí mucho.

—Me alegro que hayas venido. No sabía si te gustaría, pero me alegra ver que te divertiste y encajaste.

Su teléfono dio varios zumbidos en su bolsillo y él lo sacó para revisarlo con el ceño fruncido.

—¿Todo bien?—pregunté curiosa, era muy tarde para que cualquier persona le escribiese.

—Sí, es que no hay taxis disponibles en esta aplicación. Buscaré en la otra.

—¿Taxi? Pensé que habías llegado en auto.

—Si, en el auto de Reinaldo y con él fuera de combate...—no terminó la frase.

Seguimos caminando en el silencio, era una noche tranquila y bastante fría. No podía permitir que se fuese en cualquier taxi a esta hora. Era muy tarde y el camino hasta su casa no era el más seguro. Ningún muchacho se había quedado nunca en mi habitación a excepción de mi hermano por supuesto, y no estaba del todo segura de cómo hacer la proposición sin que pensase que le saltaría encima

No es que no quisiera, es que no quería que él lo supiese.

Suspiré un poco frustrada. ¿Cuándo me volví tan complicada con estos temas?

Su teléfono comenzó a sonar y él atendió.

—Sí, con el habla. ¿En cuánto tiempo puede llegar el taxi?.

El tiempo se me acababa, estábamos parados frente a mi edificio. Yo solo debía entrar y el subirse en ese taxi. La verdad es que cuando estaba a su lado, controlar mis impulsos se me daba fatal. Le arrebaté el teléfono sin pensarlo ni siquiera una vez, y colgué la llamada, bajo su mirada confundida.

—¿Sabes la cantidad de personas que desaparecen al año por tomar taxis en medio de la madrugada?

—¿Lo sabes tú?—preguntó

—No, pero no quiero que seas parte de esa estadística.

Lo tomé de la mano y lo hice caminar detrás de mí con paso firme y más rápido de lo que pretendía hasta que llegamos a mi habitación. Abrí la puerta y lo hice entrar. No había dicho ni una palabra en el corto recorrido pero tampoco había puesto resistencia, así que lo tomé como un consentimiento. Encendí la luz y fui directo a mi closet, saqué una camisa y unos pantalones de Ryan, le vendrían un poco grandes, pero le servirían. Se los ofrecí con una sonrisa, mientras fui al baño. Apenas cerré la puerta me permití recostarme de las baldosas frías.

¿En qué me había metido? ¿De verdad podría tenerlo en mi cama sin querer saltarle encima en medio de la noche?¿Y si tenía un sueño cachondo con él y me despertaba gimiendo su nombre? ¿Y si él deseaba aplacar mis deseos y comenzaba a besarme.... ¡No! ¡Basta!.

Lavé mi cara con agua fría y aproveché de darme una ducha rápida. Si sobreviviría esta noche debía calmarme. Me quité el maquillaje, me apliqué mis cremas nocturnas y me hice una coleta en lo alto de mi cabeza antes de salir. Estaba sentado en la cama con la ropa de Ryan aún en su regazo. Lucía un poco incómodo e incluso nervioso. Se giró para verme y me dio una tímida sonrisa.

—Lamento la tardanza. Ya puedes entrar.

Él se levantó y pasó a mi lado articulando un leve gracias. Fui hasta la cama y acomodé las cobijas y las almohadas. Escuché la ducha, así que suspiré. Mi cama era matrimonial y para que cupiese en ese espacio reducido tuve que pegarla contra una de las paredes de la habitación. Para no incomodarlo, me acosté del lado de la pared dejándole espacio suficiente para que se acostase. Estaba por compartir la cama con un muchacho que me excitaba con su sola existencia, al que yo no le inspiraba pero ni cosquillas. Cuando salió del baño yo ya estaba arropada mirando el techo absorta en mis pensamientos.

—No te angusties Hottie, haré mi mejor esfuerzo para dejar mis manos lejos de ti— terminé con una carcajada falsa que me llenó de vergüenza, pero que él respondió.

Si el supiera lo cierto que son mis palabras...

Se quitó los lentes y los dejó sobre mi mesa, venía descalzo. Dejó su ropa en la silla de mi escritorio, y se acostó con mucho cuidado y delicadeza a mi lado.

—¿Tu hermano no llegará de repente y querrá asesinarme por conseguirme aquí, verdad?

Le dije que no entre risas, pero por un segundo dudé. Me levanté nerviosa y salté por encima de sus pies. Saqué de mi gaveta una media y la coloqué en el pomo de la puerta por la parte de afuera, esperando que mi hermano entendiese la señal. Era su señal después de todo, quizás le parecería raro, pero no entraría por lo menos.

—Listo—dije mientras regresaba a la cama, saltando una vez más sobre sus pies—. De seguro que lo entenderá

—¿Por qué no habría de entenderlo?.

—Bueno, yo nunca he usado esa señal. En mi cuarto nunca se queda nadie— expliqué.

Él pareció analizar mis palabras por un momento y al final habló divertido: —¿Una media es lo que me separa de una muerte violenta?.

Bufé en la oscuridad del cuarto. Articulamos unos pequeños susurros de buenas noches y al poco tiempo escuché como su respiración de ralentizaba anunciándome que se había dormido. Yo seguí mirando el techo por un rato más, tratando de calmar mi acelerado corazón. Sentí la pesadez en mis ojos, hasta que por fin el cansancio me venció y me dormí.

.

.

Desperté de un sueño reparador. Mi habitación aún permanecía un poco oscura pero un pequeño hilo de sol me pegaba en la cara. Me negué a abrir los ojos. Mi cabeza subió y bajó en un movimiento casi imperceptible. Abrí los ojos asustada. Estaba recostada sobre el pecho de Alejandro, abrazándolo con fuerza por la cintura y mi pierna enroscada en la suya, su brazo estaba sobre mi espalda.

El calor me invadió por completo en mi cara y mi vientre.

¡Pero por los clavos de Cristo!¿Cuándo me convertí en un animal en celo?.

No me quería mover, no quería despertarlo, pero sobre todo quería seguir en este lugar que se sentía tan bien. No sé cuánto tiempo permanecí allí acostada, respirando su aroma, permitiendo que el subir y bajar de su pecho me meciera, escuchando su corazón. Estaba tan tranquila contemplando el rayito de sol que se filtraba por mis cortinas que no sentí cuando se despertó.

—¿Estas cómoda?—su voz sexy, ronca y matutina me sobresaltó, y sin embargo no lo solté.

—Demasiado—respondí con sinceridad—. ¿Y tú?.

Él no respondió pero me apretó contra él. Permanecimos un rato más así hasta que mi teléfono vibró en la mesa de noche. La cara de mi hermano apareció en la pantalla. Refunfuñé cuando tuve que soltarlo para reincorporarme.

—Vístete—me dijo Ryan al teléfono no bien había atendido.

—Buenos días para ti también. ¿Sabes la hora que es?

—Hora de trotar hermanita, así que alístate que pasaré a buscarte en treinta minutos.

Iba a negarme, pero vi como Alejandro se levantaba y tomaba su ropa para entrar al baño. Terminé la conversación con mi hermano y poco después el salió del baño.

—Debo irme—estaba apenado— no acostumbro a dejar sola a mi hermana toda la noche.

—Está bien. Mi hermano viene en camino—me levanté de la cama para acompañarlo a la salida, era una estupidez porque la habitación no era para nada grande, pero aun así necesitaba permanecer un poco más cerca de él.

Abrió la puerta y lo vi asomarse en el pasillo y buscando algo en el piso.

—Te robaron tu media de seguridad—dijo divertido

—¿Qué?—exclamé asomándome al pasillo buscándola. Nada, no había ni rastro—. Menos mal que mi hermano llamó primero, como se hubiese presentado sin avisar...—no me atreví a finalizar esa frase en voz alta: nos hubiese conseguido en la cama.

Aunque no de la forma en que yo quería...

—Meg—me giré para atenderle— gracias por dejarme quedar aquí— acomodó un mechón rebelde detrás de mi oreja antes de seguir—. Jamás te había visto tan bella como en estas últimas horas. Es como si por fin pudiese verte de verdad.

Me dio un cálido beso en mi mejilla, uno que duró más de lo que normalmente duran los besos. Lo vi alejarse por el pasillo, sintiendo como algo se quebraba en mí y como algo nacía en su lugar. Jamás me había visto con nadie a largo plazo, pero a él quería verlo en todos los momentos de mi vida.

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Nota de Autora:

Me volví loca...
#YOLO
#ENA

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