CAPÍTULO 11. La respuesta correcta hubiese sido "suéltame sanguijuela"



—No entiendo de dónde sale ese número— murmuré con frustración.

Alejandro se acercó hasta mí e inclinándose sobre mi cuaderno revisó con atención lo que estaba resolviendo. Ajustó sobre su nariz los lentes y siguió la línea del ejercicio con su dedo índice. Olía todavía a Hugo Boss mezclado con shampoo. Mi corazón martillaba con fuerza. Sentía en mi brazo las exhalaciones de sus respiraciones tibias. Sin alejarse giró para verme la cara y su rostro quedó a escasos centímetros del mío. El calor invadió con rapidez mis mejillas al mismo tiempo que las suyas se sonrosaban. Se apartó y volvió a acomodar los lentes, aunque no se habían movido de su sitio.

—Fíjate, estamos resolviendo una ecuación con incógnitas. Sabemos qué Y es igual a X más 8, y que X más Y es igual a 106, entonces tenemos que buscar el valor de X y el valor de Y. Para construir la ecuación vamos sustituyendo en función de lo que nos dice el problema— tomó el lápiz de mis manos y comenzó a escribir en mi cuaderno el encabezado de la ecuación—. Entonces sustituyes los parámetros así...

Yo miraba con atención sus anotaciones, a la par de que escuchaba lo que me explicaba. Él lo hacía parecer tan fácil que era hasta molesto que no pudiese entenderlo.

—Aquí fue donde te equivocaste— señaló—. Cuando mueves el número al otro lado del igual, cambia de signo, es decir, que aquí está positivo, pero cuando cambia de lugar ahora es negativo.

—Oh, lo dejé positivo—exclamé apesadumbrada. Tomé el lápiz y continué con la resolución bajo su cuidadosa mirada. —. X es igual a 49 y Y es igual a 57—concluí.

—Excelente— me dedicó con una sonrisa que me derritió y no pude evitar devolvérsela.

Por un momento, nos miramos a los ojos y sentí el impulso de besarlo, y eso era nuevo para mí. Me asusté y aparté la mirada y él hizo lo mismo.

—¿Dijiste que tenías unos ejercicios con los que necesitabas ayuda?.

Solo pude asentir mientras sacaba de mi bolso los ejercicios que debía entregar el martes. Se los tendí y el comenzó a revisarlos.

Mi corazón aún palpitaba asustado. No es que nunca hubiese querido besar a alguien, es que cuando quería un beso hacía que me besaran, me humedecía los labios, me acercaba y dejaba claro mis deseos y eran ellos los que siempre me besaban. Pero esta vez por primera vez en mi vida quise tomar su rostro y besarlo. No quería esperar que el hiciera el movimiento, ningún juego previo ni insinuaciones, solo tomar lo que quería.

Y vaya que quiero partirle esa boca a besos.

—¿Y cuándo debes entregar este trabajo?— preguntó sacándome de mi ensoñación y destruyendo con una sola frase mi plan de engañarlo para que hiciera los ejercicios por mí

—El martes— respondí con sinceridad. Esperé su regaño y por supuesto, su negativa, pero lo que dijo después todavía me resulta increíble.

—Bien, podemos hacerlos. Si no alcanzamos a resolverlos todos el jueves, podríamos vernos un rato el viernes en la universidad para terminarlos.

Decir que me alegré es un eufemismo. Y mi alegría debió ser muy notoria

—Vaya, cualquiera piensa que creías que no te ayudaría.—alcé mi ceja apenada—. Te dije que te ayudaría a pasar las materias y aunque no haré los exámenes por ti, pretendo ayudarte en todo lo que esté a mi alcance, y eso incluye todos los trabajos que te asignen.

Malditos impulsos que con él se me hacían incontrolables. Me lancé a sus brazos y lo envolví con fuerza. Repetí varias veces gracias, por sincero agradecimiento, pero sobre todo para aspirar su aroma ahora que lo tenía más cerca de mí que nunca. Sus brazos me rodearon la espalda y me dijo un apenas audible de nada, antes de soltarnos.

Pasamos la siguiente hora resolviendo los ejercicios. No eran tan fáciles como el mismo creía, pues más de una vez lo vi frustrado cuando los números no le cuadraban todo lo rápido que él quería.

El ejercicio nueve fue en particular difícil, borré tanto en la hoja que terminé arrancándola molesta. Para el quinto intento, él fue quien arrancó la hoja y la hizo una bola antes de lanzarla sobre la mesa. Tuve que morderme con fuerza los labios para no reírme, pero cuando me vio con una mirada furiosa a través de sus lentes de pasta negra y gruesos, me callé, pero solo porque quise volver a lanzarme sobre su boca.

Siempre me había sentido una depredadora cuando salía de cacería. Me imaginaba como una leona caminando con sigilo tras una presa provocativa y jugosa, como una serpiente de coral azul que seduce a su víctima con su bello color antes de utilizar su neurotoxina para paralizarla causando espasmos a todos sus nervios de forma simultánea, produciendo su sumisión total y sin remedio alguno. Mi neurotoxina era mi sex appeal que era tan potente que mis victimas tan depredadoras como yo, rendían su voluntad ante mí. Pero con Alejandro, seguía sintiéndome depredadora, pero actuando bajo instintos animales no racionales. No quería esperar que él acudiera a mí, quería envolverlo y devorarlo sin espera.

Cuando superamos el desgraciado ejercicio nueve, Alejandro propuso un descanso.

—¿Quieres leche?— preguntó

—¿Qué?— salí de mis pensamientos de Animal Planet y sonrojándome casi de inmediato por mi mente tan mal pensada—No, gracias, agua estará bien

Regresó de la cocina con algunas galletas, un vaso de agua para mí y uno de jugo para él. Comió algunas galletas y limpió las migajas de las esquinas de su boca usando su lengua con deliberada lentitud, mientras tomaba su teléfono y revisaba, lo que asumí eran, los mensajes.

—¿Seguro que no quieres un poco de mi jugo?— ofreció cuando notó que lo miraba con fijeza.

—Tu jugo se ve muy rico— mi voz sonó ronca. Mis mejillas se sentían explotar de calor, él reprimió una sonrisa que no supe interpretar y se levantó regresando con un vaso de jugo de sandía.

Odio la sandía.

Pero me lo tomé, tanto como me tomé la leche que pedí la primera vez. Si seguía a este ritmo no podría aceptarle ni un vaso de agua sin imaginar algún fluido pornográfico.

Ya había logrado de alguna u otra forma su ayuda para resolver el trabajo de matemáticas, pero mi segunda misión aún se encontraba intacta: Acabar con la aparente inmunidad de Alejandro a mis encantos. Con cada momento que pasaba a su lado más me convencía que era la forma de acabar con las ridículas fantasías que tenía con Hottie.

Más recompuesta y decidida le comenté:

—Uff que calor— y cuando se volteó para verme alcé mi cabellera y me giré dejando mi nuca expuesta. Yo tenía un pequeño tatuaje un poco más abajo de la línea del cabello, era un dibujo mitad oruga, mitad mariposa morpho de color lapislázuli, desintegrándose en numerosas piezas de rompecabezas que volaban en el aire como las diminutas hojas de un crisantemo, que se perdía dentro de mi cabello. —¿Puedes darme aire?— pedí con mi mejor voz sugerente.

Sentí como pequeñas ráfagas de aire frio refrescaban mi cuello. El tatuaje, como había descubierto después de hacérmelo, resultaba ser por completo sexy para el sexo opuesto. Más de una vez había sido lo que cerraba el trato con algún muchacho, la gota que derramaba el vaso o la insinuación faltante para el sexo. Y aunque era una buena arma, no estaba ni cerca de ser mi artillería pesada.

—Lindo tatuaje— acotó y no pude evitar sonreír. Mi pequeña mariposa nunca me fallaba.

—Gracias. —respondí esperando su siguiente pregunta. Pero nunca llegó. El aire fresco paró y me volteé para verlo revisando una vez más los ejercicios.

Me tienes que estar jodiendo Hottie.

—Creo que podríamos terminar un par más de ejercicios por el día de hoy— me habló indiferente.

—Por regla siempre me preguntan por el significado del tatuaje— no pude evitar sonar ofendida.

Él torció las comisuras de su boca hacia abajo:— Si lo tienes tan bien escondido es porque no quieres que lo vean, y si no quieres que lo vean es porque no quieres decir lo que significa.

—A menos claro, que solo esté diseñado para ser visto por algunos pocos y solo bajo algunas circunstancias especiales— respondí sintiéndome más molesta si era posible.

¿Por qué tenía que ser tan inteligente?

—¿Eso me hace especial?—respondió con amargura e ironía.

Sopesé mi respuesta un poco y pagándole con la misma moneda de la indiferencia le respondí.

—Que va, considérate especial cuando te diga su verdadero significado.

Se enfadó. Lo noté en su ceño fruncido, su respiración molesta, sus músculos tensos. Y me alegré, su indiferencia rayaba en la descortesía, lo que me hizo pensar que estaba forzando su semblante de impasible, pero mientras más se empeñara en ignorarme, más me concentraría en seducirlo.

Había ido con un vestido corto primaveral, que se subía por mi pierna más de lo que debería. Era mi favorito cuando quería mostrar mis piernas largas y hoy era la ocasión perfecta. Pretendiendo que no existía a mi lado, aunque podía notar su aún enfadada respiración, crucé mis piernas con deliberada lentitud y tal como sabía que pasaría mi vestido se corrió unas cuantos centímetros dejando al descubierto mi muslo. Por la esquina de mis ojos vi cómo me miró las piernas y no pude evitar sentir la victoria correrme por las venas cuando tragó grueso y partió la punta del lápiz con la presión que lo hincó sobre la hoja.

—¿Quieres que encienda el aire acondicionado?— preguntó

—No hace falta—estaba frustrada—Iré al baño un momento a refrescarme.

Ya en el baño me contemplé en el espejo con frustración.

Quizás tiene la fórmula de los lentes vencidas y está más ciego de lo que creo.

Me sobé la sien con mis manos mientras expulsaba todo el aire que tenía. Me sentía desesperada por su indiferencia, y momentos desesperados necesita medidas desesperadas.

Abrí el chorro y humedecí mi cabello atándolo en lo alto de forma desordenada en una coleta. Humedecí mi cuello y nuca, asegurándome de que algunas gotas aún corrieran por mi piel. Aflojé los tirantes de mi vestido para que cayesen a los lados con fingida espontaneidad y salí del baño.

—Ya me siento mejor—anuncié sentándome a su lado. Su cara fue un poema, una oda a la excitación universitaria.

Sus ojos se abrieron y las cejas casi rozaron el nacimiento de su cabello. Comenzó a sudar tanto que tuvo que quitarse los lentes. Su respiración se paró por un segundo y cuando tragó grueso se ahogó con su propia saliva.

—¿Te encuentras bien?— pregunté fingiendo preocupación y aproveché de colocar mi mano en su pecho dándole pequeños golpecitos inservibles.

Tomó mi mano con la suya y la mantuvo sobre su pecho, pude sentir su respiración acelerada y el retumbar de su corazón con fuerza. Mi boca se secó de inmediato y la sonrisa de suficiencia que tenía desapareció de mi rostro. Me atreví a mirarlo a los ojos y no pude evitar rodar la vista hasta su boca. Sus labios abiertos con ligereza, rojos por el esfuerzo de la tos que había tenido y el aliento mentolado que exhalaba, me invitaban a devorarlos. Pasé mi lengua por el filo de mis dientes mientras sentía como mi boca se me hacía agua. Me sentía atraída a besarlo tanto como el hierro a un imán o una abeja al azúcar.

Mi cochina mente traicionera me hizo imaginar lo que se sentiría si en ese momento me olvidaba de todo y solo me sentaba a horcajadas sobre él y lo besaba hasta que yo olvidase mi propio nombre. Lo miré a los ojos y vi que me miraba con atención. Quería saber si él deseaba el beso tanto como yo, así que esperé que me mirase la boca solo para saltar encima de él.

Mírala.

Mírala, por favor

Tú solo mírame la puta boca nerd idiota.

Pero no lo hizo. De verdad que quería matarlo, olvidarme de seducirlo y solo degollarlo.

—Ya estoy bien, gracias—se alejó de mí, soltando mi mano.

Por el movimiento brusco que hice uno de los tirantes se corrió por mi brazo. Vi como lo miró casi en cámara lenta y como su mano con la misma lentitud se levantó para tomar el tirante y con delicadeza subirlo por mi brazo hasta su sitio. Su ligero toque envió ondas eléctricas por todo mi cuerpo.

¿Cómo es posible que no sintiera nada si yo estaba aquí toda húmeda y a punto de explotar?.

Oh Dios, es gay, es eso. Tiene que ser gay.

La puerta principal se abrió sobresaltándome. Mi hermano y su hermana entraron en la casa, el primero cargado de pesadas bolsas. Sentí el beso de mi hermano en mi cabeza cuando pasó por mi lado directo a la cocina.

Recogimos los papeles arrugados de ejercicios fallidos y los tomó de mi mano volviendo a rozarme. Dejó su agenda sobre la mesa cuando fue a botar la basura. Con rapidez tomé un lápiz rojo y escribí «gracias por todo» con un pequeño corazón, justo en la primera hora. Tendría que verlo cada vez que abriese la agenda y sin remedio se acordaría de mí. Mis palabras fueron sinceras, pero el beneficio que me aportarían en un plus agregado a lo que estaba buscando con él.

Después de una rica cena cortesía de Mikaela Hott, nos despedimos sin mayor protocolo. Me atreví a guiñarle un ojo cuando me marchaba y le robé una pequeña sonrisa disimulada. Mi hermano caminaba a mi lado con una sonrisa tan amplia como la mía. Respeté nuestro acuerdo silencioso, así que no preguntaría, pero después de contarme de su tarde con Mikaela, no pude evitar prevenirlo. La verdad era que siempre quise verlo enamorado de una buena muchacha, que lo amara como el merecía, y aunque no dudaba de que Mikaela fuese una excelente persona, no dejaba de ser menor de edad. No quería ver a mi hermano sufrir por amor, lo habíamos jurado cuando nuestros padres se separaron. Y con el pasar del tiempo cada uno, a su propia manera, tomó las medidas para que eso no ocurriera.

—No preguntaré por tu sonrisa—comenzó a decir mi hermano— pero si quiero saber por lo que tiene todavía perdida en tus pensamientos.

—¿De qué hablas?

—Hablo de que desde el día de la fiesta y tu orgasmo interruptus has estado dispersa.

Atrapada con las manos en la masa

Esperé unos segundos antes de responder para ordenar mis ideas. No podía seguir huyendo de su escrutinio, además de que no querer preguntar por mi sonrisa dejaba claro que algo sospechaba, si no respondía su pregunta lo estaría dirigiendo a pensar justo en la persona de quien no quería que pensara.

—Bien, te diré el pecado, pero no el pecador—lo señalé con mi dedo en advertencia, solo cuando asintió, continué—. Sigo teniendo las fantasías con el mismo tipo del orgasmos interruptus y me tiene angustiada que no me lo pueda sacar de la cabeza.

—¿Solo eso?—preguntó con el ceño fruncido. Odiaba mentirle a mi hermano, pero no pensaba confesar nada más. Así que solo asentí.

—Mastúrbate.

—¡Ryan!—grité sorprendida el solo se carcajeó.

—Es la solución más sencilla para tú problema. Deja libre tu imaginación y tú fantasía y acaba con eso. Después podrás pasar la página.

—¿Crees que funcione?

—A mí me ha funcionado— dijo encogiéndose de hombros.—Yo no repito, así que para sacarme esas imágenes de la cabeza, solo tomo la justicia en mis manos— concluyó dándome un guiño.

—Espero que funcione, porque si no estaré bien jodida— dije con sinceridad.

—¿Y quién es él responsable de tu orgasmo interruptus?.

—Te dije que no te diría.

—Oh, vamos Megs, yo te conté cuando tuve aquella eyaculación precoz.

—No te diré.

—También te conté de Carolina—me recordó mientras se estremecía.

No pude evitarme reírme ante el recuerdo. Había salido con mi hermano a un nuevo club cerca de casa de papá, en las vacaciones del verano pasado, cuando conoció a Carolina. No paró de bailar con ella, besarse en cualquier oportunidad e incluso terminaron en una tórrida escena en el baño, que gracias a Dios, no pasó a mayores, porque cuando mi hermano quiso llegar a tercera base, se dio cuenta que Carolina era en realidad Carlos. Salió de ese baño como loco, no sin antes vomitar encima de Carolina. Me tomó de la mano y me arrastró por todo el camino de regreso a la casa. No fue sino hasta que estuvimos cerca que pudo contarme lo que había pasado y volver a vomitar. Desde ese momento mi hermano siempre revisa de una manera u otra la inexistencia de la manzana de adán.

—Lo siento hermanito—dije secando las lágrimas que me habían brotado de tanto reírme—a pesar de Carolina, aun así no puedo decirte. No por los momentos

Ryan seguía enfurruñado cuando me dejó en la residencia por el recuerdo de Carolina. Entré en mi habitación y con rapidez me despojé de la ropa para bañarme. Las palabras de Ryan seguían rondando mi cabeza, tanto como el recuerdo del aroma de Hottie cuando lo abracé, o el ligero contacto que tuvo con mi piel cuando acomodó el tirante de mi vestido. Cuando salí del baño me puse un pantalón holgado y una camiseta sencilla para dormir. Pero como era costumbre ya, no pude conciliar el sueño. Di varias vueltas en la cama hasta que desistí y tomé mi teléfono. Revisé mis redes sociales, aprovechando para solicitar la amistad de Alejandro en cada una.

¿No se ve acosador, verdad?

Le escribí a Nicole, pero estaba en una cita. Me alegré por ella, porque lo mejor para hacer cuando uno se caía, era levantarse de inmediato. Sin embargo no siguió respondiéndome cuando le pregunté con quién estaba. Ya me dirá mañana. Confirmé que mi hermano hubiese llegado a salvo a su residencia y les envié algunos mensajes a mis padres.

Una notificación de mi Facebook me anunció que Alejandro había aprobado mi solicitud de amistad. Sin perder tiempo comencé a navegar por su perfil revisando sus publicaciones y con mucho cuidado de no dar click a nada que delatara el acoso que estaba llevando a cabo. Vi varias fotos con su hermana, algunos chistes, videos divertidos, paisajes, reflexiones, y en algún momento unas fotos con sus padres. Lucían agradables y alegres. Eran las fotos de las navidades según decía el título. Habían ido a pasarlas en algún lugar tropical, porque eran fotos llenas de agua, sol, arenas blancas y palmeras. Pero una foto fue la que me trastocó y desequilibró más de lo que ya estaba. Era una selfie tomada por su hermana, con el caminando en el fondo.

Iba en traje de baño, unos bermudas negros y húmedos pegados a sus piernas, mientras salía del agua escurriéndose el cabello. Su piel era nívea y su torso delgado pero definido. Los músculos de sus brazos estaban contraídos en la foto por lo que se podían apreciar más hinchados. Sin poder evitarlo crucé mis piernas debajo de la sabana y apreté con fuerza. Una pequeña descarga de energía emergió de mi entrepierna hasta mi vientre, haciendo que mi temperatura corporal aumentara varios grados.

Cerré la aplicación y puse el teléfono a un lado tratando de alejar la tentación que esa foto había despertado en mí, pero era demasiado tarde. Las imágenes de mi encuentro con aquel moreno en aquella fiesta inundaron mi mente, solo que en esta oportunidad no luche con la aparición de Alejandro, sino que con descaro sustituí al muchacho por Hottie. Eran sus manos las que me apretaron el trasero, era su boca la que me besaba.

Sin poder controlar mis deseos llevé una de mis manos hasta mi entrepierna y la otra hasta mis senos. Di rienda suelta a todas las imágenes que llevaba días reprimiendo. El Alejandro de mis fantasías me apretó las caderas y enredó su mano en mi cabello halando con fuerza para devorar mi boca, eran sus manos tibias las que masajeaban mis senos y fue su lengua la que los acarició.

El calor me tenía sudando. Pateé la sabana lejos de mí acalorado cuerpo y cerré con fuerza los ojos como si pudiera transportarme a ese momento imaginario que estaba creando. Sentí mi propia humedad mojar mi mano y desee que hubiese sido la de él. Un calor comenzó a quemar mis entrañas y solo pude acelerar mis movimientos. Su voz en mi oído diciéndome cuanto lo excitaba, su respiración acelerada golpeando mi cuello, sus manos en vez de las mías guiándome al orgasmo y su gruñido de satisfacción cuando llegó al clímax, me produjeron el orgasmo más intenso que había tenido por mi cuenta, arrancándome incluso un gemido en la soledad de mi cuarto.

Ahora estaba, satisfecha por completo, sudada, cansada, y con la imagen de Alejandro tatuada en mi mente.

Sintiéndome aún borracha por el orgasmo que acaba de alcanzar, tomé mi teléfono y teclee con rapidez un mensaje para Alejandro.

—Buenas Noches mi Hottie— y le di enviar antes de arrepentirme.

¿Mi Hottie?

¿Que?

¿Ya se envió?

¡No!

¿Le quito la batería?

¿Lo meto en el agua?

¿Por qué tenía que escribir "mi"? ¿Por qué, por qué?

Su respuesta finalmente llegó y tenía miedo de sacar la cabeza de mi almohada donde trataba de forma voluntaria de asfixiarme.

—Igual para ti, mi bombón.

Leí el mensaje varias veces, temiendo que el orgasmo que acaba de tener me hubiese dejado estúpida - así de bueno fue-. Pero mientras mi corazón se calmaba solo pude alegrarme.

Oh Dios, estoy tan jodida, quiero ser su bombón.



El director nos anunció que la profesora de inglés, la señora Neyds, no asistiría por el día de hoy, así que me encontré con dos horas libres hasta que mi hermano saliese de clases para ir a almorzar. Nicole y Taylor estaban en sus respectivas clases, así que no tenía nada que hacer. No había podido sacar a Alejandro de mi cabeza, ni de mi cuerpo, desde anoche y su mensaje; así que con él en mente, saqué los ejercicios y comencé a realizar los que a simple vista se veían más fáciles de hacer. Pero me conseguí una vez más con un ejercicio que no me cuadraba, hiciera lo que hiciese.

Revisé los pasos como me enseñó, y los signos para el despeje de la formula, pero no daba con el error. Decidí dejarlo de un lado y comenzar con el siguiente, pero no dejaba de pensar el ejercicio sin respuesta. Frustrada me levanté y vi a Fernando, el chico del club de matemáticos, sentado a un par de mesas.

—Hola Fernando—le dije parada a su lado—¿puedo sentarme?

—Hola Me- Megan, claro adelante.—saludó nervioso y tartamudeando

—Oye espero no molestarte, pero pensé que quizás podrías ayudarme con un ejercicio donde estoy estancada.

—C-claro, no hay ningún problema. ¿Pero tu tutor no es Alejandro?—preguntó mientras tomaba la hoja que le tendía con el ejercicio.

—Sí, pero como tengo unas horas libres, pensé en practicar un poco, pero este estúpido ejercicio no me sale bien, y no dejo de pensar en él mientras hago los otros. Y bueno, Alejandro, debe estar en clases y no quisiera molestarlo—expliqué apenada por la verborrea que acababa de tener.

Él me dedicó una sonrisa y comenzó a revisar el ejercicio con el ceño fruncido.

—Ya veo—dijo— el problema está aquí. Este número está elevado a la quinta potencia y debiste resolverlo primero, antes de proceder con los paréntesis....

Él me explicaba todo el ejercicio y yo asentí con lentitud, procesando con dificultad sus palabras. Estaba tan acostumbrada a la forma de Alejandro de explicarme, que aunque había entendido lo que me explicó Fernando, me había costado un poco seguirle el ritmo.

—Muchas gracias— le dije, cuando alguien se sentó a mi lado.

—¿Pidiendo segundas opiniones?— siseó Alejandro con el ceño fruncido. Hoy lucía una camisa rosa con tirantes negros que combinaban con sus jeans desvencijados. Llevaba Converse rojas con negro. Su pelo engominado peinado hacia atrás, sus lentes habituales y esa fragancia que ahora conocía tan bien.

Mis mejillas ardieron y no pude responder, porque estaba recordando los besos y caricias que imaginé que me daba la noche anterior.

Mierda, mierda.

No sirvió de nada.

Ryan y sus consejos inservibles.

—Me pidió ayuda con un ejercicio donde estaba estancada—respondió Fernando por mí.

—¿Por qué no me preguntaste a mí?— sus ojos se clavaron en mí.

—Chicos debo irme— anunció Fernando levantándose con rapidez— llegaré tarde. Cuando quieras ayuda, solo avísame.

No alcancé a responderle porque un iracundo Alejandro seguía mirándome, exigiendo en silencio una respuesta.

—Pensé que estarías en clase—dije aún apenada por mi recurrente fantasía— y vi a Fernando aquí sentado...

No me dejó terminar cuando volvió a hablar: —Tienes mi número, no quiero que consultes con otros si me tienes a mí para atenderte. ¿Entendido?, tengo que irme a clases.

Asentí un poco excitada por su rabieta.

De verdad que hay algo mal en mí.

Mi teléfono vibró en mi bolsillo un par de minutos después de que se marchó, anunciando un mensaje de texto nuevo

—4 de la tarde en mi casa para poder repasar con más calma los ejercicios. Se puntual.

—Ok mi Hottie—tecleé con manos temblorosas tratando de alivianar la tensión de su molestia.

—Nos vemos mi bombón.

¿A quién engaño? Solo quería saber si seguía siendo su bombón.



Esperaba a mi hermano recostada de su auto cuando vi a la distancia a Alejandro saliendo de la universidad. Venía hablando entre risas con una muchacha. Ella acariciaba su brazo y jugueteaba con su cabello. Y él se reía.

¡Se reía como un tonto!. Ella le estaba coqueteando, y él le estaba respondiendo.

¿Por qué a ella sí y a mí solo me trataba con indiferencia?. Molesta como estaba me acerqué a ellos por la parte de atrás, cuidando de que no tomaran atención a mi presencia.

—Te digo que es absurda la historia que plantean. Puedo entender las entregas anteriores, ¿pero de verdad ahora los pondrán a pelear con zombies?—dijo la chica.

—Es como una dimensión paralela—explicó Alejandro entre risas— veras que el número 72 de la cuarta temporada explican que descubren la existencia de otras dimensiones y hablan de la posibilidad de viajar hasta ellas.

—Aun así, no creo que la décima temporada deba ser toda sobre esa dimensión, porque no está aportando nada a la trama de la historieta— insistió enganchando su brazo al de él. En respuesta Alejandro le sonrió.

Tú me tienes que estar jodiendo Hottie. ¿Con ella si coqueteas?

Decir que estaba molesta era quedarme corta. Me disponía en interrumpir ese agarre o arrancarle el brazo a alguno de los dos, lo que se diera primero, cuando mi teléfono comenzó a vibrar con la canción de I'm sexy de Ricky Martin, la cara de mi hermano apareció en la pantalla. Atendí sin acordarme que estaba tratando de ser discreta y pasar desapercibida.

—Ry—saludé.

En cuanto abrí mi bocota la linda parejita se giró.

—¿A dónde vas con Alejandro y esa muchacha?

Si, ya voy, solo debo confirmar con Alejandro— fije mis ojos en él y le dediqué una falsa sonrisa, de esas que tenía mucho tiempo sin dedicarle.

—¿Confirmar que? ¿Megs me escuchaste?

—No tardo.—le dije a mi hermano y colgué.

—Disculpa que te interrumpa Alejandro, quería confirmar que nos veríamos a las cuatro.

La muchacha seguía agarrada al brazo de Alejandro como una sanguijuela. Él lucía confundido

—Ok— arrastró cada letra y con la duda de que fuese la respuesta correcta a mi frase.

Y no lo era. La respuesta correcta hubiese sido "suéltame sanguijuela" o "Nos vemos cuando tú quieras mi bombón" haciendo énfasis en el mí, por supuesto. Sin embargo, ignorando mi guerra interior, amplié mi sonrisa para despedirme

—Nos vemos entonces.

Me costó muchísimo no llamarlo mi hottie, pero me dio miedo, si, miedo, llamarlo así y que no me respondiera mi bombón. Me fui caminando hasta el auto donde un Ryan muy confundido me estaba mirando, esperando para ir a comer antes de volver a encontrarme con Alejandro. Y me importaba poco si no le gustaba hablar de su vida, me tendría que decir quién era esa sanguijuela.

Ay Dios, me estoy convirtiendo en PsicoMeg.



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Nota de Autora:

VIERNES YOLO #ENA #EstupidoNerdAmor

¿PsicoMegan? En su defensa creo que no es la única celosa...!

FELIZ CUMPLEAÑOS A TITA!!!! :D 

Besos y Abrazos

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