8. Razones.
Nadie podía creer la forma tan tranquila de Mihawk al hablarles de ese tema. Sanji se había quedado pasmado con aquella respuesta, pasó saliva pesadamente y prendió un cigarrillo en su boca. Y, al no escuchar nada más, Ojo de Halcón habló de nuevo.
—¿Hola? ¿Siguen ahí?
—Sí... —habló el cocinero, pero no dijo nada más. No porque estuviera enojado o tuviera miedo (de hecho, había tenido muy presente la posibilidad de que él fuera el padre), sino que no tenía idea de cómo continuar la conversación.
—¿Era todo lo que querían saber? —preguntó de nuevo del otro lado del caracol y suspiró agotado.
Sanji no supo qué responder de nuevo. Ahora que lo pensaba, en realidad no habían tenido más preguntas, solo querían saber quién era el causante de aquel asunto. Y ahora que lo sabían en realidad no tenía idea de cómo continuar.
—Supongo que sí —respondió rojo de furia con él mismo, conteniéndose de gritarle todo lo que quería decirle acerca de que ahora Zoro estaría con ellos y sin la maldita posibilidad de que él vuelva a acercarse a su espadachín de nuevo, que desde ese momento y hasta siempre Sanji sería el único que pudiera tocarlo como alguna vez lo hizo Mihawk. Pero en vez de eso, se calló. Se contuvo de decirle todo eso, porque al parecer, su tono de voz indicaba que quería seguir hablando.
—Bueno, es mi turno de preguntar —dijo él y Sanji, que levantó las cejas por la sorpresa de lo increíblemente enojado que estaba por culpa de aquel cabrón y, aún más lo que lo hacía pensar que aunque su furia estaba al limite el idiota seguía enojándolo.
Tomó con fuerza la muñeca de Usopp y la jaló rápidamente, el narizón gritó ahogado pero Sanji lo ignoró dándole el den den mushi a la fuerza en su mano. El micrófono del caracol rechinó tanto que Nami por un momento creyó que lo iba a romper. Después de darle el den den mushi a Usopp, Sanji salió de la habitación a grandes zancadas, con los puños fuertemente cerrados, casi sacándose sangre con sus propias uñas y la mandíbula apretada, como si quisiera romper sus dientes unos contra otros.
La tripulación lo siguió con los ojos hasta que salió de la habitación azotando la puerta y hasta que se dejaron de oír sus fuertes pasos regresaron la mirada al den den mushi.
—E-Eh... —balbuceó Usopp, sin saber qué decirle a Mihawk al otro lado de la línea.
—¿Por qué tanto ruido allá? ¿Pasó algo malo con Roronoa? Porque si hay algo malo ahí iré inmediatamente. No quiero que le pase nada al niño que crece dentro de él. ¿Entendieron, Sombreros de Paja? —dijo ahora desesperado, sin dejar hablar al narizotas y explicarle que todo estaba bien con Zoro. Pero entonces cuando terminó de casi gritar Nami le quitó el caracol a Usopp e hizo otra pregunta a Ojo de Halcón.
—Ya no entendí. ¿Acaso si te importa? —escupió Nami, realmente enojada.
—¡¿Cómo podría no importarme mi propio hijo?! —dijo cada vez alzando más la voz—. ¡Por algo hice todo esto! No fue un accidente, llevo mucho tiempo planeándolo.
—Queremos que nos expliques todo. ¿Por qué rayos dices que llevas planeándolo? ¡Explícate ahora! —exclamó mirando con furia al caracol.
Mihawk resopló antes de responder, como si con eso hubiera ordenado todas sus ideas y calmándose.
—Hace mucho que quería un heredero. Pero el único problema que tenía era con quién. Y cuando conocí a Roronoa en el East Blue supe que con él debería ser —comenzó a explicar sin cambiar su tono.
—¿Por qué?
—Tiene talento, futuro. Supe eso cuando peleé con él aquel día y lo reafirmé estos pasados dos años. Además, aún es joven y está en la flor de la juventud, perfecto para dar a luz a un bebé sano.
—¿Y por qué rayos él no lo sabe?
—Podría ser peligroso para el bebé. Su embarazo es mucho más delicado que el de una mujer.
—¿Entonces por qué no escogiste mejor a una mujer? —continuó Nami sin dejar aquel semblante furioso.
—No había ninguna que sea tan buena espadachín. Además, quiero un varón.
—¿Cómo estás tan seguro de que será niño y no niña?
—Es otra de las ventajas del té. Si ambos padres son hombres el pequeño lo será también. Hay mucha más probabilidad de que el bebé sea varón también —explicó como si tuviera maestría sobre el tema.
Nami se quedó callada, sin saber que preguntar ahora. Bueno, había una pregunta que todos querían desmentir, pero al pensar en ella, Nami enrojeció y le dió el micrófono a Usopp. Todos los Sombrero de Paja querían saberlo con urgencia pero nadie quería preguntarlo. Así que vieron severamente a Usopp, diciéndole telepáticamente que formule la pregunta enseguida. Y, sudando, eso hizo.
—E-entonces... Si Zoro está embarazado... significa que él y tú... —enrojeció antes de terminar por lo que Mihawk dijo para interrumpirlo.
—¿Qué si él y yo tuvimos sexo? Así es. Casi todos los días los pasados tres meses. Sería imposible embarazar a alguien sin coito ¿no creen? —dijo con orgullo, como si hubiera cazado al Rey del Mar más grande que se haya visto en la historia.
Ahora sí, todos en la habitación estaban más rojos que los proyectiles de tabasco de Usopp. Claro, a excepción del siempre inocente capitán y el renito, que siendo doctor esas cosas no le causaban nada. Nami agradeció internamente que Sanji no estuviera en la habitación en ese momento. Aunque, seguramente, él lo dedujo antes que todos, sin necesidad de preguntarle a Mihawk.
Hubo completo silencio en la sala después de eso, excepto por los sonidos del otro lado de la línea, que se escuchaban tan cotidianos: obviamente Mihawk estaba leyendo el periódico mientras tomaba una copa de vino o algo parecido, tan tranquilamente sentado en un sillón de cuero, que sonaba cada vez que Mihawk se movía aunque sea un poco. Y Nami imaginó a Zoro sobre aquella tela y Mihawk sobre él, haciendo rechinar su morena piel contra la negra del sofá. Desvió la vista y se rascó la mejilla, avergonzada consigo misma del pensamiento.
Se escuchó que Ojo de Halcón puso la copa sobre una mesa, suspiró, cerró el periódico y hablo de nuevo.
—Roronoa dará a luz en máximo cinco meses. Tranquilos, es normal que sea en tan poco tiempo. Recuerden que esto es muy diferente al de una mujer —hizo una pequeña pausa—. Estaré ahí en ese tiempo para llevarme a ambos.
—¡No! —exclamó Luffy de repente, levantándose para tomar el micrófono y gritarle—. ¡No separarás a Zoro de nosotros! ¡Somos sus nakamas!
—No será para siempre. Solo hasta que el niño tengo unos tres años. Es ahí cuando dejar de depender de su... madre o padre, como sea. Yo me encargaré de él a partir de entonces.
—Aún así es mucho tiempo. ¡No podemos dejar a Zoro contigo tres años completos! —siguió Luffy—. ¡Estamos a punto de entrar al Nuevo Mundo!
Mihawk suspiró muy cansado antes de seguirles hablando.
—Les voy a contar algo —dijo y se acomodó en el sofá como si se fuera a quedar ahí mucho más tiempo—. Hace mucho, se dice que en el siglo perdido, había una aldea en la cual solo había hombres guerreros. Cuando se dieron cuenta que necesitaban herederos igual o incluso más fuertes que ellos. Decían que ninguna mujer podía crear a un pequeño así. Por esa razón, la persona que en aquel entonces había comido la fruta Ope-Ope...
—¡La fruta de Torao! —exclamó Robin en un susurro.
—...les dio a algunos de estos guerreros la oportunidad de hacer su propia descendencia. La isla en la que vivían "leyó" esto y entonces creció una nueva planta a su semejanza —hizo una pequeña pausa para tomar aire—. Esto es solo una leyenda, pero el método funciona bien. Incluso yo nací de la misma manera.
—¡¿Y todo eso que tiene que ver con llevarte a Zoro?! —aulló Luffy, aún más confundido que antes.
—A eso voy —continuó en tono tranquilo—. Lo que quiero decirles es que, como estos bebés estaban hechos precisamente para crecer y pelear, crecían mucho más rápido que un bebé normal. Por ejemplo, si tenían un mes de nacidos, crecían como si ya tuvieran un año. Dos meses, dos años. Y así sucesivamente hasta que tengan ocho —breve pausa para que los piratas de este lado de la línea puedan meditarlo un poco—. A los ocho años es cuando podemos empezar a entrenar a un niño, por eso dejan su crecimiento acelerado a esa edad. Y después de eso, crecen normalmente.
—¿Y eso qué significa? —continuó preguntando Luffy a la defensiva.
—Significa que no les quitaré a Roronoa tres años completos. Solo tres meses. ¿Les parece? —preguntó y Luffy volteó a ver a sus nakamas, como pidiéndoles ayuda para decidir. Mihawk oyó el silencio al otro lado de la línea y dijo—: No lo hagan por mi, háganlo por el bebé y por Zoro.
De repente había usado su nombre en vez del apellido como lo hacía siempre. Y, Robin supo, era para ablandar el corazón de Luffy.
Luffy quería decir que sí, pero sus ganas de ir lo antes posible al Nuevo Mundo estaban haciéndolo pensar la respuesta. Aunque luego pensó en un mini Zoro y sin balbucear decidió—: Está bien. Doy permiso de que Zoro esté contigo y su bebé en tu isla por tres meses. Zarparemos a tu isla en cuanto nazca. Después de ese tiempo, nos iremos.
—Me parece. Muchas gracias —Y, después de eso, Luffy cortó la llamada.
~
No podía creer lo que Luffy había hecho. Sanji había estado escuchándolo todo a través de la puerta de la habitación todo el tiempo. Y, cuando oyó la parte en la que Luffy daba su autorización, se fue del lugar con los ojos húmedos, la mirada baja y una mano en la boca.
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