6. Té de la vida.

Sanji llevó de la mano a Zoro hacia la cocina y sentó en la mesa al sonrojado espadachín para proceder a preparar su cena. El cocinero caminó al otro lado de la mesa y se recargó con ambas manos en la mesa, miró a Zoro un tiempo así aunque él aún se negara a corresponderle la mirada. El rubio deslizó sus manos hasta cruzarlas entre ellas sobre la mesa y recargar su cabeza entre sus brazos cruzados. Y, al fin, Zoro se volteó a mirar su ojo. Sanji inclinó la cabeza hacia un lado y el acto hizo sonreír al espadachín.

Entonces Sanji, con el cigarrillo entre los labios, suspiró y preguntó rompiendo el silencio al fin—: ¿Qué quieres que te prepare, marimo?

Zoro se encogió de hombros y respondió suavemente—: No lo sé, cocinero. Lo que sea —y a continuación recargó su cabeza en su mano derecha, que tenía su codo sobre la mesa mientras que su otro brazo también descansaba sobre ella.

Se quedaron así varios segundos, mirándose. Sanji fumaba el cigarrillo que encendió desde que vio a Zoro en la cubierta del barco, totalmente perdido. Sonrío ante el recuerdo y Zoro ladeó la cabeza sostenida por su mano hacia un lado, confundido por la sonrisa de Sanji. El cocinero se da cuenta y entonces le dedica una sonrisa despreocupada, tan grande que no pudo mantener sus ojos abiertos. Zoro se sonrojó un poco de nuevo y desvío la mirada. El rubio se da cuenta y suspira feliz mientras se levanta, se voltea y apaga su cigarro.

—Hmm... ¿Lo que sea? Y yo que quería complacerte... —dijo el cocinero dándole la espalda al espadachín. Éste suspiró largamente y contestó:

—Me complacerás con cualquier cosa que me des, cocinero. Solo quiero algo de comida y después regresaré a dormir, por eso tampoco te emociones —le advirtió el peliverde antes de cruzar sus brazos, acostarse sobre ellos en la mesa y cerrando los ojos.

—Está bien, algo sencillo. Entiendo... ¿Quieres... té? —le preguntó al fin, con la intención de tener un poco de información acerca de cómo rayos era que Zoro se había embarazado y también algo acerca de aquel maldito té del cual nunca había escuchado en su vida de cocinero.

—¿Hm? —soltó Zoro confundido, levantando la cabeza y viendo con el ojo muy abierto al cocinero, como si acabara de declarársele directa y duramente— ¿T-té? Ah, no... Gracias —dijo ahora algo nervioso y terminó bajando la mirada de nuevo, evitando a Sanji.

El rubio lo miró por el rabillo del ojo mientras sacaba de lo alto de los estantes de comida algo de pan y se movía de un lado a otro tomando los ingredientes para prepararle a Zoro un vil sandwich. Y mientras sacaba la tabla y un cuchillo para cortar un tomate le preguntó:

—¿Estás seguro? —no dejaba de mirarlo disimuladamente, sin que Zoro se diera cuenta. Sanji trataba de ver todos y cada uno de los movimientos de su rostro en busca de alguna expresión diferente que pudiera darle alguna pista—. Tenemos demasiado... Sakuyaku-san se encargó de abastecernos de té antes de irnos... —mintió un poco. Sakuyaku sí les había regalado té, pero cuando mucho unas tres cajitas de mesa. Sanji terminó con el tomate y ahora cortaba queso.

—Emm... ¿Seguro que hay de todos? —Sanji dejó su tarea para voltear a mirarlo y Zoro hizo lo mismo, exaltándose levemente y moviendo las manos de un lado a otro—. ¡Quiero decir...!

—Sí —lo interrumpió el cocinero, soltando el millonésimo suspiro de la noche y sonriéndole muy (MUY) ampliamente, de verdad, se notaba la felicidad en su expresión, el orgullo que sentía al poder darle a Zoro el poder escoger té de tantas opciones—. Tenemos de todo, marimo. Solo dime un nombre o sabor y te lo serviré de inmediato —le dedicó otra sonrisa, ahora tierna y delicada.

Zoro aún dudaba entre si decirle o no hacerlo, entre si mirarlo o no, si confiar en él o mejor no...

Pero, ¡mierda! Qué ganas de aquel traía. Y, bueno, si Sanji es cocinero entonces debe saber de la existencia de ese ... además dijo que tenían de toda variedad, y... no perdía nada intentándolo ¿o sí?

—¿Acaso hay... té de la vida? —preguntó al fin, escondiendo sus manos entre sus piernas en símbolo de nerviosismo. Sanji lo miró confundido y Zoro se maldijo a él mismo mentalmente: "¿Acaso es que no lo conoce? Mierda, cavé mi propia tumba..."

—Ehh... —dudó Sanji y Zoro rogó que mejor se quedara callado o que se lo tragara el mar. Lo que pasara primero o más rápidamente—. Lo siento, Zoro. Pero... de todas las especies de plantitas para hacer té que hay ¿justo tenías que pedirme una que no conozco siquiera? —Agregó adornando su comentario con algo de sarcasmo, una de sus sonrisas. Una que irradiaba comprensión y Zoro ya no quizo que el mar se lo tragara.

~

Narra Zoro.

Acabé de comer el sandwich de Sanji pero aún tenía algo de hambre. Se lo dije y pareció que había sido Robin o Nami quien se lo hubiera dicho, aunque conmigo pareció que se estaba esforzando para no alterarse y poner los ojos de corazón.

—¿Y qué es lo que quieres que te prepare, Zorito? —me dijo inclinando su cuerpo hacia mí y extendiéndome su mano. Yo me cruce de brazos y levanté los hombros sin mirarlo a los ojos, que seguramente me estaban mirando con anhelo.

—Lo que sea que quite el hambre —le respondí indiferentemente y, como me había levantado al terminar el sandwich hacia la cubierta oscura del barco y él me había seguido, caminé de regreso a la cocina pero él me detuvo tomándome del brazo.

—La cocina está de este lado, sígueme —me dijo sin soltarme y caminó.

Cuando llegamos, me sentó específicamente en un asiento en donde podría ver lo que él hacía mientras cocinaba. Me quedé ahí y él le dio la vuelta a la mesa para llegar hasta los estantes de comida y donde él cortaba y cocinaba todo.

—Zoro... —me llamó y yo emití un sonido para señalarle que lo escuchaba y continuó hablando—: Eh... —carraspeó un poco y se aflojó aún más de lo que ya estaba la corbata—. ¿Crees que...? Emm... ¿Podrías platicarme más sobre aquel té que mencionaste y no tenemos?

Terminó y hasta yo escuché como su saliva pasaba difícilmente por su garganta que hasta sonido emitió.

—¿Tan desesperado estás porque un cocinero como tú no sepa de algo tan fácil como un té? —le pregunté burlón y él me sonrió como para darme la razón—. ¿Qué? ¿Te sientes un aprendiz de cocinero de nuevo? Jajaja, pobre amateur queriendo aprender —continué burlándome abiertamente y a él no le importó, en vez de eso me sonreía mucho y ya mejor se volteó y dejó de hacer lo que sea que estaba cocinando para verme reír y burlarme de él. Lo peor es que no parecía molesto, estaba sonriendo.

Emitió un pequeño "ja" antes de responderme también—. No desperdicias ninguna oportunidad para molestarme, ¿cierto? —dijo ahora tranquilamente, recargando su peso de frente en la barra que separaba la cocina del comedor y suspiró largamente antes de preguntar algo otra vez—. ¿Entonces? ¿Si me cuentas?

—Pues... lo siento, cocinero. Pero en realidad no sé mucho acerca del té de la vida —le dije, y era la verdad—. Cuando Kuma me tocó aparecí dos o tres días después en la isla de la mansión de Dracule Mihawk. Él me lo daba a beber todas las noches y solo te puedo decir que sabe delicioso —le dije, y al pensar en aquel sabor tragué saliva y mordí mi labio inferior. Él notó esa acción y la imitó.

Pasaron varios segundos en completo silencio.

—Así que... Mihawk ¿eh? —me preguntó sin ser serio pero tampoco entusiasta. Yo asentí.

—Ajá, le pedí que fuera me sens- —me interrumpí rápidamente y sentí mi cara enrojecer y... Me corregí rápidamente intentando no parecer nervioso aunque en realidad sí lo estaba ¿cómo pude ser tan jodidamente descuidado diciéndole eso?—, quiero decir... maestro, estos dos años.

—Ah, ¿sí? —dijo algo sorprendido y le dio la vuelta a la barra de nuevo para llegar hasta mi.

Narrador en 3ª persona.

Cuando Sanji se acercó a Zoro por su lado izquierdo éste se volteó para verlo mejor, el rubio se inclinó hasta quedar a la altura de Zoro sentado y le tocó una mejilla sonrosada. Zoro intentó hacerse hacia atrás pero Sanji se recargó en sus piernas, haciéndole imposible a Zoro que se levante.

—¿Qué tienes, pequeño y lindo marimo?—preguntó el cocinero y Zoro volteó el rostro para evitar la mano y la mirada de Sanji. Pero entonces él plantó un pequeño beso en la parte donde terminaba la barbilla y comenzaba el cuello, dejando una pequeña y casi invisible marca. Zoro tembló al sentir el suave toque de los cálidos labios de Sanji en una parte tan erógena para él como justo en su cuello.

Sanji los sintió y entonces llevó sus manos a los antebrazos de Zoro para acariciarlos moviendo sus manos de arriba a abajo.

—¿Te gusta que te besen en el cuello? —le preguntó Sanji muy cerca de su oído. Después le mordió la oreja suavemente y Zoro se sobresaltó, lo empujó fuerte hasta que Sanji se alejó. El espadachín se levantó bruscamente haciendo que Sanji se alejara aún más y caminó rápido por un pan al otro lado de la barra y se lo puso en la boca sin morderlo. Después corrió a la salida de la cocina y se volteó a ver a Sanji con expresión de enojado, pero completamente sonrojado. Lo cual a Sanji le pareció la ironía más grande del mar, entonces le sonrió y Zoro salió.

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