3. Barman.

—... Sí. Así es, Robin-chan.

La pelirroja y la morena se miran mutuamente con una maliciosa sonrisa.

—Te ayudaremos —dicen ambas y Sanji levanta la cabeza para verlas.

—Te ayudaremos con Zoro. Aunque sea a que deje de pelear contigo, pero ayudaremos a fortalecer sus lazos —dice Nami sonriendo.

—Tú tendrás que hacer lo demás —continúa diciendo Robin.

—¿Están seguras? Seguramente que ahora será más difícil. Digo... Por lo que le he hecho últimamente —advierte cabizbajo, apagando el antiguo y encendiendo un nuevo cigarro en sus labios con su encendedor dorado.

Las chicas se miran mútuamente otra vez y asienten decididas.

—Eso no importa, mientras seas bueno de ahora en adelante —dice Robin inclinándose hacia él.

—No creo poder lograrlo... Ahora lo veo de diferente manera y es difícil —dice poniéndose de pie.

—Hmm... —Robin se toca la barbilla parándose también, analizando la situación e intentando resolver el problema en su mente. Entonces mira al rubio y pregunta—: ¿Entonces por qué no lo tratas como a nosotras? Él te atrae de esa manera ¿cierto?

—¡Buena idea, Robin-chan! —grita Nami brincando y palmándole la espalda a su inteligente nakama por la idea.

—No lo sé, Robin-chan. Lo intentaré.

—Tranquilo, nosotras sabemos como nos gusta que nos hablen y tal vez espadachín-san no sea diferente. Pero debes cooperar —termina Robin recargando su codo en el hombro de Nami quién guiña un ojo y levanta el pulgar frente a Sanji. El rubio sonríe y les agradece a las chicas. Después se van al cuarto de cartografía y Sanji de vuelta a la cocina.

—Tratarlo como a ellas... ¿eh? —susurra para sí mismo en el silencio de la solitaria cocina del Sunny, pensando en su siguiente movida para disculparse correctamente con el espadachín.

~

—¿Zoro? —pregunta por la presencia de un peliverde que seguramente en ese momento se encuentra levantando pesas o haciendo lagartijas. Sube las escaleras y abre la compuerta para entrar a la amplia habitación.

Tuvo razón. Ve al peliverde de pie, sin camisa, sudando y levantando unas enormes pesas.

—Zoro —le llama de nuevo y este deja las pesas en el suelo para después tomar una toalla blanca y secarse el sudor con esta. Voltea a ver al rubio de pie frente a él, esperando a lo que tenga que decirle sin hacer ninguna mueca o gritarle otra vez. Mientras, el cocinero se esfuerza en mirarlo a los ojos y solamente a los ojos—. E-Ehh... Te traje esto —dice y deja la bandeja que plata sobre la mesa de la habitación.

El espadachín se acerca curioso, se hinca cerca sin decir nada aún y entonces el cocinero levanta la tapa y deja al descubierto una de esas típicas rebanadas de pastel rosado, sabor fresa, decorado con betún de vainilla sobre ésta y, para rematar, una rosa roja a un lado del plato.

—Acabo de hornearlo, solo para ti, Zoro —explica llevando la mano que no sostenía la tapa del recipiente hacia su pecho e inclinando la cabeza, como una inclinación de un súbdito hacia su rey.

—¡Estás loco, cocinero de mierda! Ni en vidas paralelas comería algo así, idiota —Sanji levanta la cabeza hacia el espadachín otra vez, mirándolo extrañado.

—P-Pero... Esto... Lo hice para ti... —continua el rubio, ahora mirando la rebanada en la mesa y después levantando la vista de nuevo para ver al peliverde levantarse, irse al fondo de la habitación y regresar con una gran botella de agua y la toalla banca en su nuca, aún semidesnudo con sólo unos shorts color café puestos.

—Hahh... —suspira Zoro cansado, alejado a unos 3 metros del cocinero, apoyando su peso en una pierna y llevando una mano a su cintura- Escucha, Sanji. No se cuales son tus intenciones conmigo, pero si es lo que creo, entonces no lo vas a lograr regalándome cositas como estas. No soy una chica con la que puedes ligar con rosas, azúcar y cositas de colores. Entiende eso, maldito cocinero pervertido.

Sanji abre los ojos y un poco la boca en una expresión de sorpresa al no creerse que alguien haya rechazado un platillo cocinado especialmente para esa persona.

—A-Ah... Lo siento —dice colocando la tapa a la bandeja y después se levanta con ella en las manos, caminando hacia la salida, con una mano sosteniendo la bandeja y la otra en su bolsillo.

Zoro lo mira desde que se pone de pie hasta que se detiene frente a la salida dándole la espalda al peliverde, como si esperara a que las palabras le salieran de la boca a cualquiera de los dos. Pero que alguno rompiera el espeso silencio en aquel ambiente.

—Pero... —se atreve a hablar Zoro—, la haces bien de barman —dice mirando hacia otro lado y rascándome la mejilla.

Sanji entiende y sonríe ampliamente para después darse la vuelta y salir de la habitación con una mano en el bolsillo y la otra despidiéndose del espadachín. Toma aire para decir una última palabra al peliverde antes de cerrar la puerta—. ¡Bien!

~

Narra Sanji.

¿¡Cómo es que no se me ocurrió antes!? ¡La repuesta era tan clara como el agua y aún así no lo noté!

Al maldito Marimo le encanta joderse el hígado, y eso siempre lo demuestra con las botellas, y barriles de sake que toma casi diario.

Entonces, justo después de hablar con él, fui corriendo hacia la cocina, importándome poco que Usopp y Luffy se hayan quedado con la bandeja donde estaba el pastel. Si ya no me sirve ¡que se lo traguen!

Abro los candados de las repisas donde está todo el alcohol y saco del fondo de ésta, el mejor sake del barco. Lo había comprado en una isla en medio del Grand Line hace dos años, planeando chantajear al Marimo si hacia falta. Y, bueno, ahora lo uso para... esto.

Terminé con una copa preparada especialmente para ese espadachín. La coloco en la barra y me limpio los dedos para salir a buscar al Marimo y decirle que venga a tomar su sake. Pero me detuve cuando di dos pasos al ver a Zoro entrando a la cocina.

No hablo. Sólo le veo caminar hacia la barra y sentarse en una de las altas sillas frente a esta, tomando la copa con una mano y recargando el otro brazo en la mesa. Acerca la bebida a su nariz e inhala cerrando los ojos después de sentir el olor. La aleja de su cara y la mira mientras mueve su mano, revolviéndola.

—Es para ti —le dije caminando para quedarme de pie al lado de él, haciendo que voltee su cabeza para mirarme.

—Voy a beberlo —declara mirándome aún. Recarga los codos en la barra y se voltea a mirar la bebida, interesado. Yo lo imito recargandome a su lado y mirando con anhelo el alcohol entre sus manos, justo como hace él.

—Adelante —le permito yo. Me mira de nuevo por unos segundos y se vuelve al líquido. Lo huele por última vez y se lo lleva a los labios. Bebe un trago y lo saborea mientras vuelve a mirar interesado la copa. Después de tragárselo se limpia en alcohol de sus labios con la lengua, saboreando también el poco líquido que había quedado ahí. Levanta las cejas y me mira con una expresión de total sorpresa, entreabre los labios como si quisiera decirme algo, y yo me hago hacia delante para escucharlo. Tartamudea y se vuelve a la copa. La mira de nuevo un par de segundos y se lo toma todo de un sólo trago. Estrella el vaso en la mesa haciéndolo sonar y exhala mientras se echa hacia atrás mirando el techo.

—Ag... Sanji, cabron... —vuelve a hacerse hacia delante llevando su mano a sus labios, paseando suavemente sus dedos por los rosados labios.

—...¿Qué? —pregunto. El me mira como si no pudiera creérselo, como si fuera obvio lo que significaba esa expresión. Entonces lo supe: le ha encantado. Sonrío, y me acerco a él sin dejar de ver su más que sorprendida expresión y su ojo siguiendo todos mis movimientos. Toco su rostro con mi mano derecha y la paseo de ahí hasta su hombro, él me lo permite sin dejar que su mirada se aparte de la mía y al final, bajo mi mano. Suelto, sin poder contenerme, una risita al pensar lo divertido de la situación y él arquea una ceja.

—¿De qué te ríes? —pregunta inclinándose un poco para atrás, tratando de evitar la cercanía que yo quiero.

No respondo. Simplemente recargo mi peso sobre mis manos que tocan sus muslos, intentando estar, aunque sea, centímetros más cerca de Zoro.

—Ni siquiera me dejaste probar una gota... —le susurro y él se estremece levemente frente a mi, se ruboriza un poco y, al parecer, lo nota porque inmediatamente baja la cabeza evitando mi mirada por primera vez en todo el rato—. Oe, oe... Déjame verte —digo llevando mi mano de nuevo a su rostro para levantarlo con delicadeza y volver a su mirada. Él frunce un poco lo labios y traga saliva algo nervioso- Zoro, también quería probar de esa copa.

—Me... Me hubieras dicho, i-idiota —me responde mas rojo que antes. Parpadeando tres veces seguidas intentando evitar mi ojo, pero sin lograrlo.

Miro hacia abajo, donde está mi mano izquierda. Después miro el pecho de Zoro y por ultimo vuelvo a su sonrojada cara, que también había estado siguiendo donde mis ojos habían visto. Le sonrío para a continuación volver a ver mi mano y subirla por su cuerpo, acariciando por fuera de su ropa sus duros abdominales, su palpitante pecho, su tibio cuello y, dejándola descansar, sobre su colorado rostro, tocando suavemente sus blandos labios con mi pulgar.

—¿Crees que quede algo de alcohol aquí? —pregunto con un tono insinuante.

Abre los ojos, sorprendido. Y también su boca para intentar responderme, pero entonces antes de que pueda articular un solo sonido, le beso los labios en busca de una gota de mi creación en ellos, o al menos, con esa excusa.

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