20. Love cook.

Al entrar casi a rastras a la habitación, Sanji tiró a Zoro sobre la cama y después se apuró en cerrar la puerta. El rubio había escuchado a Franky gritar algo, pero ¿creen que hizo caso a aquello si tenía a Zoro esperando por él en la cama? Claro que no.

Cerró la puerta con seguro y todo el ruido que se escuchaba fuera del cuarto se convirtió en silencio.

Sanji suspiró y tranquilamente volteó su cuerpo hacia la cama, sonriendo, mirando a Zoro—. Solos en tu cuarto... ¿Qué hacemos, Marimo?

Zoro, sentado en la cama, río un poco, se relamió el labio inferior y le respondió a Sanji—. Bueno, tenemos una orden del capitán ¿no? —El peliverde se levantó y caminó hacia donde su novio—. Además —Continuó al llegar con él y tocar los hombros del rubio con sus manos acercando sus cuerpos—, ¡no te he visto hace años!

Sanji no podía creerlo: en realidad Zoro si que quería follar con él en ese preciso instante. Abrió los ojos completamente sorprendido, tomó su cara con ambas manos y lo besó vorazmente. Zoro le desabrochó el saco a Sanji lentamente mientras el rubio lamía y jugaba con la lengua de su peliverde.

Aunque Zoro sería el pasivo, se movía y pegaba su cuerpo contra Sanji, esperando más y más roce entre ambos, incluso más que el propio "dominante" de la relación.

—Estas muy caliente ¿no? —Preguntó Sanji al separarse justo para eso, molestar a su pareja. Sonrió y Zoro gimió de disgusto por la falta de los labios de Sanji en los suyos.

—¿Quieres callarte y cogerme de una vez, cocinero de mierda? —Dijo, sonrojado hasta la médula. El rostro de Sanji también se encendió en un perfecto rojo carmesí al escuchar aquello.

—A la orden —Respondió el rubio sonriendo y cerrando los ojos de la satisfacción. Tomó la mano de Zoro y se dirigió de nuevo a la cama. Zoro lo siguió obedientemente y al llegar Sanji le hace una seña para que el peliverde se tumbara sobre ella. Así lo hizo y Sanji se colocó sobre él. El rubio se inclinó tranquilamente y comenzó a besar con delicadeza y suavidad la morena piel de Zoro. Éste separó las piernas para permitirle a Sanji más roce. El cocinero del amor comenzó a introducir una de sus manos por debajo de la camiseta de Zoro, mientras que la otra se aferraba con fuerza a la cadera del espadachín, haciéndole sentir toda su creciente, dura y algo húmeda erección. Zoro echó la cabeza para atrás y arqueó la espalda buscando más y más contacto.

—OhporDios, cejitas. Toda esa abstinencia en la que me tuviste durante tres meses ¿y ahora me haces esto? —Suspiró y se mordió el labio. Sanji siseó y, con la mano que tocaba el abdomen de Zoro, le alzó la camiseta hasta los hombros, acercó su boca al pecho desnudo de Zoro y lamió suave y lánguidamente uno de sus pezones mientras restregaba sin pudor alguno su bulto contra el trasero de su amante. El peliverde gimió con la garganta y enredó sus dedos en los cabellos de Sanji.

El rubio dejó aquella tarea cuando sintió que ya no podía soportar sus pantalones por más tiempo. Alejó su boca del pecho de Zoro y se arrastró hacia abajo, deteniéndose en donde el botón y cremallera de su novio. Mordió su pantalón y lo miró. Zoro puso total atención ahí, donde Sanji estaba liberando su húmeda y completamente dura erección con sus dientes, mirándolo con una fiera apunto de comérselo entero. Siseó, gimió y tragó saliva pesadamente cuando Sanji terminó con aquello. Con una mano, el rubio bajó la ropa interior del peliverde y tomó su pene con fuerza. Se levantó sobre sus rodillas en la cama de nuevo y sin soltar a Zoro.

—Buenos días, Cuarta Espada. Te presento a Tercera Pierna —Dijo y con la otra mano se sacó el pene también. Y Zoro no sabia si reír por la referencia o llorar por el tamaño de aquella cosa. Porque, ¡Dios! Sanji la tenía como Eros* quería.

Larga, gorda y bonita. Casi como el mango de las katanas de Zoro, solo que roja por la sangre acumulada y envuelta en piel tersa, húmeda y suave, que hacía que la mano de Sanji se resbalara sin problemas al masturbarse frente a Zoro. El glande tenía un bonito color rosa salmón y su prepucio se removía junto con su mano. Zoro tragó saliva.

Al pensar todo aquello después de ver a Sanji gimió de nuevo y acercó las caderas con desespero. Sanji sonrió maliciosamente y deslizó sus dedos por cada costado de los pantalones y ropa interior de Zoro, sacándoselos ahora por completo.

Entre suspiros, gemidos y siseos, Sanji le separó las piernas a Zoro, se acercó a su entrada con pequeños besos y comenzó a lamerla y adentrar suavemente su lengua. Abrazando ambas piernas del moreno y tomando fuertemente sus manos mientras éste gemía a aquello que era nuevo para él. Sanji comenzó a follárselo con la boca, algo que Zoro nunca había experimentado con Mihawk y que, sabe ahora, es una de las maravillas del mundo. O de Sanji, más bien.
Sanji se separó con su sonrisa de pervertido de nuevo y miró a Zoro mientras pasaba su mano por debajo de sus labios, limpiándose la saliva escurrida.

—Y eso que no te la he chupado, Marimo —Dijo mirando la erección de Zoro—. Pero no estamos aquí para eso, lo siento. Será otro día.

—Idiota... —Susurró Zoro tan alto como para que Sanji le entendiera y se cubrió la ruborizada cara con el antebrazo. Sanji aferró sus manos a las caderas de Zoro y lo levantó con cuidado, haciéndole sentir piel a piel su pene con su trasero. Zoro contuvo un grito de placer que una corriente eléctrica desde ahí le hacía emitir. Sanji se rió, tomó la almohada más grande que pudo alcanzar y la coloco rápidamente por debajo del cuerpo de Zoro.

—Zoro, ¿me puedes cumplir una fantasía simple? —Preguntó Sanji suavemente y Zoro salió de su escondite detrás de su brazo.

—¿Que quieres?

—Gime mi nombre —Y con eso, introdujo su alargado pene dentro de Zoro. El peliverde gimió roncamente y alzó su manos a tocar el abdomen marcado de Sanji, intentando detener un poco su rápida y repentina penetración. Un largo y desesperado suspiro hacia dentro sorprendió a Zoro. Jamás había reaccionado de esa forma a los roces y el sexo que le daba Mihawk y no tenía idea de que ese tipo de sonidos podían salir de su garganta sin que Zoro pudiera evitarlos. Pensó que Sanji en realidad sabía mucho de sexo y le agarró con mucha fuerza (quizá demasiada) los antebrazos, se mordió el labio inferior casi sacándose sangre y echó hacia atrás la cabeza.

Sanji continuó empujando su miembro dentro de Zoro. Con la mandíbula apretada e ignorando el fuerte agarre de Zoro en sus brazos, continuó lenta pero tan placenteramente introduciéndose en él y éste, más rojo que una maldita manzana, se permitía gemir un poco, pero aún no sabía si sería bueno cumplirle aquella fantasía a Sanji. Al terminar aquella travesía por el trasero de Zoro, Sanji lentamente se acercó al cuerpo jadeante y exhausto de su novio con cuidado de no lastimarlo y comenzó a colocar pequeños y algo húmedos besos por sobre la sensible piel del cuello de Zoro. El peliverde no pudo evitar un respingo placentero para Sanji por aquellas sensaciones que el rubio le causaba y que ahora había por fin comenzado a moverse dentro del espadachín. Zoro tocó los hombros de Sanji y de ahí los paseó por toda su espalda, sin interrumpir ninguna de sus tareas, ni con su pene ni con su boca.

—S-Sanji... —Se le escapó por fin—. Ngh... ¡Ah, Sanji!

—Si, Zoro —Rugió Sanji. Levantando la cabeza para alcanzar con su boca la oreja de Zoro, susurrándole tan eróticamente aquello, dándole a entender a Zoro que le encantaba. El peliverde cerró los ojos disfrutando de la voz de Sanji hablándole en aquel tono tan sensual—. Así. Gime mi nombre. Gime mi nombre con esa ronca y masculina voz tuya. Hazlo. ¡Oh, sí, me encanta!

Sanji aceleró el movimiento de sus caderas, lo cual hizo las embestidas más fuertes y rápidas y, a consecuencia, los gritos y gemidos de Zoro más ruidosos. Sanji rugía sobre de él, tratando de mantener el aliento regulado. Cosa en la que Zoro no estaba ayudándole en absoluto con aquel escándalo.

Ambos estaban en completo éxtasis. Ambos habían tenido meses de abstinencia sexual al máximo, sin toques, sin besos. ¡Incluso sin mirarse siquiera! Y ahora estaba disfrutando de el más placentero sexo que alguno de los dos haya experimentado nunca. Que si, aunque Sanji nunca lo admitiría, le gustaba más follarse a Zoro que a cualquier mujer en el mundo. Su cuerpo moreno y marcado de tanto ejercicio hacia al rubio derretirse en la montaña más helada y crear otro océano completo de tan solo babear por él.
Zoro no se quedaba nada atrás. Creía que Sanji era la persona más jodidamente hermosa en el mundo. Y agradeció hasta al dios en el que no creía que Luffy le haya ordenado tener un hijo con él. Le hacía muy feliz saber que la persona más experimentada sexualmente en el mundo se lo comería todos los días hasta dejarlo embarazado de nuevo y que tendría una familia con él. Sabía que Sanji era muy responsable e inteligente y que nunca lo dejaría solo.

Por eso, con tan solo pensarlo bien y muy claramente después de tantos toques y besos, al reencontrase ambos sabían que estaban tan jodidamente enamorados el uno del otro.

—Si, Zoro. OhporDios, Zoro, me encantas —Dijo Sanji, casi como si fuera a comérselo completito a continuación. Tomó el duro pene de Zoro y comenzó a masturbarlo con rapidez mientras lo penetraba sin detenerse un segundo. Gimiendo y jadeando roncamente lo cargó con un brazo mientras con el otro lo masturbaba.

Con un ronco, alto y muy muy sin pudor gemido, Zoro se corrió  en la mano de Sanji, pero aún así no dejó de masturbarlo hasta que Sanji se sacó el miembro de Zoro y soltó su pene para tomarse el propio y masturbarse con el motivo de correrse fuera. Zoro lo detuvo hablándole.

—No, Sanji —Dijo rápidamente, tomando la mano con la que se masturbaba—. Hazlo dentro.

Sanji se detuvo y lo vio, mordiéndose los labios y frunciendo el ceño hacia arriba. La vista que tenía frente a él (Zoro abierto y mojado por su propio semen y sudor) hizo que se corriera sin más remedio. Pero reaccionó rápidamente y volvió a meter su miembro mojado y a media eyaculación en el trasero de Zoro. Penetró unas cuantas veces más para terminar de soltar su semen dentro de él y, exhausto, se tiró sobre él.

Y ambos hombres sudados y jadeantes sobre la cama seguían acariciando los cuerpos del contrario. Sanji tomó las ultimas energías que le quedaban dentro y con ellas se tiró junto a Zoro y volteó hacia su lado. Zoro lo miró también y jadeante, le sonrió. Sanji hizo lo mismo y se acercó a besarlo tomándolo de la nuca para acercar sus rostros. Se besaron lentamente, disfrutando el momento y a ellos mismos.

—No sé, Zoro. Pero no te dejaré elegir el nombre del niño —Habló Sanji lenta y seriamente, mirando el techo. Zoro volteó—. Algo me dice que será lo mejor. No quiero que se llame "Máquina de Matar" o "Niño Cuchilla".

Zoro se rió y ahora Sanji fue el que lo miró, cuestionándolo. Zoro fue el que miró el techo ahora. Sanji quería decirle algo, como siempre pero Zoro tomó su mano y sonrió. Sanji lo entendió, sonrió, apretó con fuerza su mano también y miró al techo.

Y, con el sentimiento más hermoso que ambos pudieron sentir, se durmieron. Así: acabados de hacer el amor, desnudos, sudados, tan juntitos y tomados de la mano.

<><><><><><><><><><><><>

Asafagsksb <3 vai #Dosmilpalabrasdepurolemmon

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top