14. Real.

Narra Sanji.

Desperté conectado a tres tubitos rojos que me pasaban sangre. Volteé alrededor mío y me di cuenta de que estaba en la enfermería de Chopper. La ventana estaba abierta y aún así no vi luz fuera, solo la cortina moviéndose por la suave brisa de la noche. Ya había oscurecido, pero no sabía exactamente qué hora era.

Me quedé acostado unos minutos más ahí, intentando recordar los sucesos de antes de que me desmayara. Pasó por mi mente la hermosa silueta de una mujer, luego, le di color y rostro.

Era Zoro.

Esa "hermosa mujer" era Zoro.

Me quedé con aquel recuerdo en la mente y comencé a sentir mi pecho cálido de amor. No podía creerlo: Zoro, el primer y único hombre lo suficientemente atractivo como para que alguien tan heterosexual como yo me haya fijado en su sensualidad y erótica manera de actuar y hacer absolutamente todo, convertido ahora en chica.

Y no cualquier chica, era una PRECIOSIDAD en todo su esplendor.

Quise llorar de la felicidad. Quise arrancarme esos malditos tubitos e ir a buscarlo. Quise llenarle esa preciosa cara de besos.

Sentí mi cara enrojecer solo por imaginarme la escena: Yo y Zoro sobre su cama, besándonos, permitiéndome tocar su ahora femenino cuerpo, permitiéndome bajar mis labios de los suyos hasta llegar a su cuello mientras acaricio su cintura y todo lo que mis manos puedan alcanzar a tocar...

Me quité los cables de las transfusiones de sangre, sintiéndome más fuerte y firme incluso que antes de perderla.

Estaba descalzo y sin camisa, pero no me importó, seguí hasta mi destino: la habitación del Marimo.

Abrí la puerta y me di cuenta de que todas las luces en la cubierta ya habían sido apagadas. Mierda, ya todos se habrán ido a dormir. ¿Qué habrán cenado...?

Meneé la cabeza para recuperar el pensamiento inicial: Zoro.

Bajé las escaleras y caminé firmemente hacia esa puerta. Tomé la perilla, suspiré antes de girarla y, con la mente más despejada, abrí la puerta.

Lo primero que vi ahí dentro me pareció lo más tierno que jamás había presenciado: Nami-san estaba ahí también, con Zoro. La hermosa pelirroja estaba peinando los cabellos verdes de Zoro, quien estaba sentado, o mejor dicho, sentada en el suelo para permitirle mayor accesibilidad a las manos de Nami-san en la cama, tomándole del pelo, que justo había terminado de peinar en una coleta como la misma de Nami-san.

Cuando oyeron el ruido de la puerta al abrirse voltearon y me vieron rápidamente, sorprendidas. Pero al percatarse de que era solo yo, Nami-san me sonrió y Zoro regresó su mirada a otra parte, con expresión seria, casi enfadada.

—¡Sanji-kun! ¡Ya despertaste! —Me saludó Nami— ¿Cómo te sientes?

—Mejor que nunca, Nami-san —Le respondí mientras miraba a Zoro, ella se dio cuenta y su sonrisa desapareció. Se quedó un momento en silencio y volvió a sonreír, pero no tan ampliamente como antes y con los ojos cerrados, como si se hubiera dado cuenta de algo. Se volteó y tocó el hombro de Zoro para llamar su atención.

—Zoro-chan, ya me voy a dormir. Hablamos mañana ¿si?

Zoro asintió y después de eso, Nami-san se levantó de la cama. Caminó hacia mí para salir por la puerta y yo me aparté. Pero antes de salir me susurró algo.

—Los dejaré solos, Sanji-kun, pero no hagas nada que lo moleste. Apenas lo está digiriendo —Salió de la habitación y dijo lo último en voz alta y sonriendo— Buenas noches, Zoro, Sanji.

—Igual, Nami —Respondió Zoro desde adentro y después de eso, ella cerró la puerta dejándonos a Zoro y a mí solos.

Me quedé de pie justo ahí. Ella se levantó del suelo y caminó hasta uno de los costados de la cama para sentarse en ella. Se cruzó de brazos y piernas después de sentarse.

—¿A qué vienes? ¿A desangrarte de nuevo con mis pechos? —Me preguntó mirándome molesta y directo a los ojos.

—Zoro... En serio, en serio lo siento.

—No me interesan tus disculpas —Me dijo, frunciendo el ceño mucho más. Me callé y ella pasó sus ojos de los míos hacia bajo, mirándome de cabeza a pies— ¿Por qué estas medio desnudo, cocinero pervertido?

Volteé a verme. Mierda, era cierto, no me acordaba.

—Eh... No sé —Fue lo primero que se me ocurrió decir. Pero después me di mentalmente un golpe en la cara. ¿"No sé"? Si de por sí piensa que soy un completo zafado pervertido...

Ella rodó los ojos y volteó la cabeza a otro lado, haciendo que los ligamentos de su cuello resaltaran la sensualidad del momento y su pose... Me mordí los labios y tragué saliva intentando no pensar en aquello.

—Y... ¿Esa ropa? —Le pregunté antes de que el silencio se tornara incómodo. Y ahora fue ella la que volteó hacia abajo para verse. Levantó los hombros y regresó la mirada a la pared.

—Nami me la prestó —Respondió y su expresión cambio a una de preocupación—. Bueno, me la rentó. Aunque me saldría más barato comprar yo mismo una que otra prenda...

—Mañana puedo acompañarte —Me miró rápidamente, con el ceño fruncido de nuevo—. ¡Bueno...! si tú quieres.

Suavizó su mirada, me vio más comprensiva.

—Bueno, supongo que sabes más sobre ropa de mujer que yo... —Sonrió con los ojos cerrados. Le sonreí también. Abrió los ojos y levantó una ceja— ¡Siéntate, cocinero! Pareces estúpido ahí parado.

Me sobresalté y busqué una silla con la mirada. Al final tomé rápido una de las que estaban en la mesa y la puse frente a ella para sentarme. Rió divertida y descruzó los brazos y las piernas para ponerse más a la orilla de la cama, más cerca de mi. Hice lo mismo acercando la silla y sentándome en la orilla de esta, inclinándome hacia delante también. Ella me observó hacer todo aquello y ladeó la cabeza, con una sonrisa.

Le sonreí también. Ella lo hizo más ampliamente. La imité y al final ella se rió.

—Me gustas, cocinero.

...

...

...

¿QUÉ DIJO?

—¡¿E-eh?!

Rió de nuevo, más alto.

—Que me gustas.

¿QUÉ COSA? No, no, Sanji, cálmate. ¡Sanji! Respira... ¡DIJO QUE YO LE GUSTO!

No, no lo soporto. Me levanté de la maldita silla, con un paso llegue hasta ella y... La besé.

Me correspondió al instante. Tomó mi nuca acariciando los cabellos que se cruzaban con sus delgados dedos. Yo la tomé también acariciándole las orejas con mis pulgares. Agarré firmemente su cabeza e hice que volteara hacia arriba para no tener que inclinarme tanto o caería sobre ella. Pero, ¡Oh mi Dios! ahora me abrazó la cabeza y se tiró hacia atrás, arrastrándome junto con ella.

Y ahora, ella estaba recostada debajo de mi, besándome con tanta pasión... Yo la besaba también mientras me sostenía con mis manos sobre la cama para no aplastarla con mi cuerpo. Pasó sus manos hasta mi mejillas, tocando con delicadeza todo el camino.

Nos separamos para respirar, ella, jadeando, abrió las piernas para dejarme acomodarme entre ellas y se hizo un poco hacia arriba, para darme espacio donde posicionarme. La seguí colocando mis rodillas sobre la cama y mi cadera entre sus piernas. Se deshizo la cola que Nami-san acababa de hacerle y lanzó lejos la liga. Me abrazó el torso con las piernas y enroscó los pies para no dejarme escapar. Todo esto mirándome directo a los ojos y respirando fuerte y firmemente.

—Tócame.

Al decir aquello se ruborizó completamente. No sé si fue por la palabra, la manera tan sensual en pronunciarla, la aguda y desesperada voz con la que la había sacado o... Las tres cosas. Y por el calor que estaba sintiendo, seguramente también yo estaría sonrojado hasta las orejas.

—¿Segura? —Le pregunté y ella frunció el ceño, enojada.

—¡Seguro!

Me sobresalté por el regaño, me levanté de encima de ell- ÉL... y, mirándolo, tomé sus piernas y acaricié toda esa hermosa morena piel hasta llegar a sus shorts y de ahí pasar mis manos por los costados de su torso, colándolas por debajo de su blusa.

Pero me detuvo al instante tomando mis muñecas antes de que pudiera subir mis manos por debajo de su ropa.

—Por encima, pervertido...

Reí ante la situación: Estaba tan sonrojado y tembloroso que seguramente había hecho un esfuerzo por no tartamudearme esas palabras. Y eso sí fue la cosa más tierna que jamás haya presenciado en toda mi vida.

—Bien, lo siento —Me disculpé sacando mis manos de ahí mientras me inclinaba de nuevo para besar sus bellos labios otra vez.

Leyó mi intención al inclinarme y entonces él levantó un poco la cabeza, esperando mi beso.

Nuestras bocas se encontraron en un tierno movimiento de labios. Llevé mi mano derecha a su mejilla y la izquierda continuó el camino por el sublime cuerpo de Zoro ahora por encima de su ropa. Y, al llegar a su pecho, lo tomé suavemente.

Él interrumpió el beso para tomar una rápida bocanada de aire, entonces yo me levanté y lo miré antes de colocar mi otra mano en su pecho. Él tocó con sus delgadas manos el dorso de las mías, moviéndolas al ritmo en que lo tocaba, mirándome con tanto erotismo...

—Ugh... Traes sostén.

—Y no puedes ni imaginar lo increíblemente incomodo que es.

—¿Te lo quito? —Le pregunté sonriéndole lujuriosamente. Sonrió también.

—Como quisiera decirte que si... Pero no quiero que me bañes en sangre de nuevo.

Inflé los cachetes para mostrarle mi inconformidad y él se rió de mí. Aparté mis manos de sus pechos y me tiré a la cama a su lado.

—Bueno, creo que el que no me haya salido ni una gota estos últimos momentos es mucho progreso ¿no?

Él asintió.

—Te felicito —Dijo y después me aplaudió.

—Gracias, gracias. No te imaginas lo difícil que fue.

Volteé mi cabeza hacia el lado donde él estaba recostado y lo miré, después, hizo lo mismo.

Nos sonreímos, nos sacamos la lengua, nos empujamos y nos volvimos a sonreír.

—Se mi novio —Le dije. Dios, le dije. Y ni siquiera sé cómo es que habría querido decírselo los últimos cuatro meses. Pero no encontraba el momento. Y cuando era el momento, no encontraba las palabras. Pero ahora me había salido tan de pronto, como si hubiera sido el destino el que hablara por mí.

Se ruborizó y su sonrisa cambió para darle lugar a una expresión de total sorpresa.

—No sé, Sanji. ¿Seguro que quieres conmigo? Soy un hombre... A ti te gustan... No, ¡te encantan las mujeres!

—Bueno, si, Zoro. Pero, maldito seas, bastardo. Me has convertido en un sucio bisexual.

Se rió de mí de nuevo, pero no me importó en lo absoluto.

Me miró a la cara, pero ahora seriamente. Llevó una de sus manos a mi nuca y me jaló al tiempo que se acercaba también para besarme. Fue un beso corto, muy corto. Después me miró sonriente.

Y en ese instante, estuve seguro que con solo ese gesto me había dicho que si.

—Ah, pero debo aclarar antes algunas cosas —Dijo levantándose. Me senté rápidamente también y asentí—. Ahora eres mío, bastardo, así que no quiero que andes por ahí mirando a otras.

Me reí ¿en serio me creía capaz de eso?

—Nunca conocerás a alguien más fiel que yo, cabeza de alga.

—Segundo —Continuó sin hacerme caso—: Que no se te olvide que soy un puto hombre, este maldito cuerpo de niña es temporal ¿entiendes?

—Claro que si. ¿Algo más?

—Dos cosas más —Siguió—. Nada de que "novios en secreto". Se lo diremos a los demás.

—Obviamente. No pensaba ocultarlo ¿estás loco? Mientras más sepan, mejor.

—Genial —Sonrió.

—¿Qué otra cosa? —Le pregunté curioso, aunque, claro que nunca le negaría nada.

—No sexo.

¿QUÉ? No, eso sí que no.

—¿Qué cosa? No, Zoro, ¿es en serio?

—Muy en serio. No hasta que tenga de nuevo mi cuerpo.

—¡Ah! Lo hubieras dicho antes. Está bien. No sexo, entiendo.

—Buen chico —Dijo sonriendo mientras me daba una suave cachetadita.

—¿Eso es todo? Que idiota, Marimo. Todo eso estaba claro. ¿En serio me crees del tipo bastardo que aunque tenga pareja ande por ahí ligando con otras? Claro que no, Zoro. Tuyo. Completamente —Dije haciendo un gesto con la mano—. Después, ¡Dios, Marimo! sé que eres un hombre y no me importa en absoluto, lo cual me parece algo raro pero da igual... Sinceramente me gustas más como hombre que como mujer.

Se sonrojó y sonrió.

—¿En serio? —Me preguntó bajando la cabeza como si estuviera avergonzado.

—Por supuesto. Me encantas TÚ, no tu versión femenina —Afirmé seguro, sonriéndole. Luego lo miré y...—. Bueno, aunque no voy a negar que eres una lindura con este cuerpo. De verdad.

Se sonrojó mucho más, miró hacia bajo y se tapó los pechos con los brazos. Yo me burlé de la acción.

—Bueno, solo quería estar seguro de todo eso...

—Y está bien. Pero me siento mal que creyeras que fuera aunque sea un poco capaz de negarte alguna de esas cosas... —Dije cruzando mis brazos e inflando mis cachetes, ahora si, haciendo berrinche.

—Ay, perdóname, Sanji —Dijo como si estuviera rogándome mientras se ponía de pie y después se sentaba sobre mi con las piernas a cada lado de las mías. Le tomé de la cintura para que no se cayera hacia atrás. Sus pechos quedaron a la altura de mi cara y sentí el calor volver a mi cuerpo. Inclinó la cabeza para darme un tierno y suave beso en la frente—. No dudo de ti, en serio.

—Bueno, dame un beso entonces —Le pedí mientras le sonreía. Sonrió también.

—Los que quieras, amor mío.

Me empujó hacia la cama y, encima mío, comenzó a besarme de nuevo.

Oh, esa noche me iba a divertir mucho.

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Oi, oi!

Dios mío, acabé este cap dos días después de publicar el anterior el viernes (hoy es domingo :v). Y eso que son casi dos capítulos y medio!

Pero lo publicaré el viernes porque es el día de EE :3 Si, he decidido que cada semana habrá capítulo.
Ya lo hacía así xD pero ahora lo estoy haciendo oficial :3

Así que cada viernes, ya saben, cap de Estúpido Espadachín :3

Me acabo de de dar cuenta de lo imbécil que suena el título xD Pero ne... Así se queda, me vale.

Bueno, mejor me voy a continuar con el siguiente cap woooowo :3

Los quiere,

taglet.

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