11. Ero-cook.

No era que Sanji fuera débil, claro que no. Era que, a pesar de haber escuchado todo aquello, no podía hacer nada.

No podía decirle a Zoro que estaba embarazado desde hace un mes y que en otros cuatro sufriría el dolor de un parto y el de apenas enterarse de aquello. Además de que Mihawk volvería para llevárselo a él y al niño de nuevo... y, lo peor, todo contra su voluntad. No podía decirle que la razón de tanta tardanza en cruzar la segunda mitad del Grand Line era a causa de él.

Ah, y lo más doloroso.

No podía decirle más que lo quería.

~

Narra Sanji.

Cuando Zoro despertó por tercera vez en el día, ya tenía su comida lista. Pero no tenía idea de que decirle, de cómo tratarlo sin que llegue a odiarme de nuevo, pero tampoco tratarlo para que me quiera (o peor, me ame). ¡Dios, era lo más difícil que había hecho en mi vida!

Así que simplemente tomé la bandeja de comida y se la llevé. Tenía muy en claro que debía darle su espacio. Él seguía sin entender por qué habían cambiado su hamaca en la habitación de hombres a una habitación propia, con su propia cama y toda la cosa. Se encontraba sentado sobre el colchón, desnudo de la cadera para arriba y con solo un bóxer en la parte de abajo, pero estaba cubierto con una delgada sábana blanca que no me permitía ver más allá de su vientre hacia bajo. Zoro escuchó la puerta abrirse y volteó tenso rápidamente a ver quién era. Cuando confirmó que era yo se relajó y me sonrió, cosa que sentí como una daga a mi corazón.

—Buenos días, Marimo —Le dije sin mucha emoción.

—Buenos días, cocinero —Me respondió Zoro.

—Era broma, son casi horas de la cena. —Respondí divertido y, por primera vez, formé una sonrisa. Él alzó las cejas sorprendido y tuvo la intención de levantarse bruscamente de la cama, pero yo lo detuve con un ademán de mano, sin tocarlo, pero casi. Mientras que con la otra mano no dejé de sostener la bandeja con comida por debajo, sin dejar que se caiga ni una pizca.

—¿¡Eso significa que dormí todo el día?! —Me preguntó casi gritando, preocupado.

—¡Si, Zoro! ¡Pero no te preocupes, está bien! —Le dije ahora sí tocando su hombro, sin dejar que se levante de la cama— ¡Hasta te traje la comida a la cama!

Él se sonrojó y, oh por todos los mares, que tierno se veía.

—¿Cómo es que desperté hasta ahora? —Me preguntó desviando un poco la mirada y rascándose la mejilla— No debe ser normal, llama a Chopper.

—Tranquilízate un poco, Marimo —Le dije yo, alejándome de la cama y dejando la comida en una mesa con solo tres sillas. Me senté en una de ellas y volteé a verlo de nuevo. Seguía sentado en la cama, mirándome también y con la cara roja aún— ¿Vienes a comer?

Asintió mientras se levantaba y tomaba sus pantalones negros. Se los puso y caminó descalzo hacia mi.

—¿N-no vas a ponerte camisa? —Le dije y se sentó pesadamente sobre la silla de frente a mí. Tomó los cubiertos y se acercó el plato de comida.

—¿Te molesta, cocinero pervertido? —Me preguntó metiéndose el primer bocado a la boca. Me quedé callado, observando todas sus acciones, como cuando cerró los ojos y puso una cara de completa satisfacción justo después de probar mi comida.

—¿Te gustó? —Le pregunté relamiéndome los labios.

—Es lo más delicioso que has preparado en toda tu vida —Me contestó y siguió comiendo ansioso.

Me sonrojé y ni siquiera supe exactamente por qué. Él no lo notó, simplemente estaba comiendo sin darse cuenta de todo lo que aquel bastardo estaba causando en mí. Seguí observándolo, la manera descuidada y nada elegante de tomar los cubiertos me hacía querer tomar sus manos y enseñarle yo mismo como rayos se hacía. Masticaba la comida como si hubiera estado en el más grande desierto por tres días con solo agua de cactus para tomar y ni un bocado para comer.

Seguí mirándolo sin verlo realmente, solo pensaba y me imaginaba a mi levantándome de la silla, tomándolo del brazo y llevándolo a la cama para recostarlo y llenarlo de besos justo ahí, justo en ese instante.

Pero recordé algo.

Estaba embarazado. Y de alguien que no era yo.

Bajé la mirada y, ahora sí, él lo notó. Dejé de escuchar el sonido de los cubiertos golpeando el plato y el de la comida siendo masticada fuerte y vorazmente por él.

—¿Que tienes? —Me preguntó, lo vi con expresión neutral y negué con la cabeza. Después me levanté, caminé hacia la salida y abrí un poco la puerta—¡Espera! ...Quédate aquí un poco más.

Paré en seco. Volteé solo la parte de arriba de mi cuerpo para mirarlo de nuevo y me encontré con la imagen más provocadora de mi jodida existencia: Zoro, con expresión preocupada, había dejado en el plato los cubiertos para levantar una mano hacia mi, como si hubiera querido tomarme de alguna prenda para evitar que me vaya. Seguía sentado y, con la mano que no tenía en el aire se arrugó el pantalón. Ah, y nunca lo había visto tan ruborizado en mi puta vida.

Oh, All Blue, lo siento, pero mi sueño en este preciso instante es tomar a besos a este maldito bastardo.

Pero tranquilo, mar milagroso, que cumpliré ese sueño justo ahora.

Narrador en 3ª persona.

Sanji se quedó boquiabierto sin dejar de mirar a Zoro y éste, pasó su expresión de preocupación a una de enojo (aunque era consigo mismo por haberle dicho eso al cocinero), volteando la cabeza hacia el lado contrario de Sanji.

Entonces Sanji reaccionó. Cerró la boca fuertemente para tragar saliva, azotó la puerta, le puso seguro y caminó con grandes pasos hacia dónde Zoro estaba sentado. El espadachín volteó rápidamente hacia arriba ya cuando Sanji lo había tomado del brazo con la intención de levantarlo de la silla. Lo hizo, se levantó, quedó frente a Sanji y su gesto preocupado volvió a tomar su rostro.

—¿Sanji, qu...? —Alcanzó a decir antes de que el rubio lo tomara de ambas mejillas con firmeza y le plantara un pasional beso.

Zoro, sorprendido, cerró el ojo fuertemente y no correspondió al beso, pero tampoco apartó a Sanji. Lo tomó de las muñecas y simplemente se dejó besar apretando los labios con nervios. Entonces Zoro dejó de sentir los labios de Sanji apretándose contra los suyos y abrió el ojo, encontrándose con una curiosa vista: Sanji frente a él, con cejas de enojado, pero inflando los cachetes, haciendo pucheros antes de hablarle a Zoro.

—¡Bésame también, Marimo! —Le dijo sin dejar aquella rara expresión en su cara. Zoro levantó una ceja y un lado de la comisura de sus labios, sonriendo divertido.

Entonces Zoro obedeció. Tomó las muñecas de Sanji, puso las manos del rubio por detrás de su cintura, las propias en los cachetes de Sanji y lo besó también.

Sanji tardó en procesar lo que acababa de pasar, y también en creérselo. ¡Zoro lo estaba besando! ¡Zoro le estaba permitiendo tocar su piel desnuda!

Dejó de pensar y comenzó a disfrutar. Cerró suavemente los ojos y acercó la cintura del espadachín hacia él, dejando un inexistente espacio entre los dos. Y Zoro pasó sus manos de las mejillas hasta la nuca de Sanji, peinando con sus dedos los cabellos amarillos que se le cruzaban en el camino.

Comenzaron a volver el beso más apasionado, voraz y lleno de deseo.

Entonces, Sanji no lo soportó un segundo más y levantó por los muslos a Zoro, quien interrumpió el beso, sorprendido e intentando ver a dónde se dirigía Sanji.

—¿Qué estás haciendo? —Le preguntó curioso, sin soltar la nuca del cocinero para evitar caerse hacia atrás.

Mientras, Sanji no le respondió no porque no hubiese querido, sino que no lo escuchó gracias a la mente nublada que tenía en ese momento a causa de no dejar de pensar en lo que estaba pasando en ese momento: Ahora no era solo que Zoro le esté permitiendo besarlo y estar tan cerca de él cuando el peliverde está semi-desnudo y solo en su habitación, sino que el rubio había tomado esas moldeadas, bien formadas, perfectas piernas para colocarse entre ellas y a Zoro no le había molestado, más bien, hasta lo tomó más firmemente para que el cocinero no pudiera dejarlo caer, aunque sabía que eso nunca pasaría.

En el silencio de la habitación de Zoro, Sanji depositó el cuerpo del moreno en la cama y se colocó rápidamente encima de él, entre sus piernas. Se miraron serios por pocos segundos. Zoro lo miraba expectante desde abajo, con el ojo completamente abierto. Mientras, Sanji lo veía seductor desde arriba, con una pequeña sonrisa ladeada.

—No entiendo como tú, estúpido Marimo, puedes besar tan perfectamente bien. —Habló Sanji, divertido. Zoro se sorprendió por un segundo y después rió.

—No mejor que tú, cocinero pervertido.

Sanji se sintió en la gloria. Si, toda mujer que había besado antes le decía lo mismo, pero el que Zoro lo haya hecho con tal tono, lugar y contexto lo hacía sentir muy bien. Le sonrió más y Zoro lo imitó.

Mientras tanto en la mente de Zoro reinaban los preciosos ojos azules de Sanji, su lacio y rubio cabello, sus grandes y cálidas manos tomándolo de las mejillas, la cintura y piernas y, oh por Dios, sus expertos, bruscos, duros y hermosos labios. Se relamió los propios al pensar aquello.

Sanji no lo notó por voltear hacia el cuerpo del moreno, analizando todo lo que alcanzaba a ver con los ojos con tremendas ganas de tocarlo. Miró a Zoro de nuevo y se lo preguntó con la vista, tragando saliva nerviosamente. Zoro lo tomó de los hombros y le sonrió.

—Adelante —Le permitió asintiendo levemente una vez. Sanji le sonrió de regreso y no espero un segundo más para llevar sus manos al tibio y desnudo pecho de Zoro. Ambos tragaron saliva pesadamente sin apartar sus manos de donde las tenían. El rubio pasó sus manos de los pectorales de Zoro hasta sus costados, por debajo de sus axilas y fue bajando lentamente por todo su torso, sintiendo la suave respiración del moreno, que pasando a la altura de su abdomen se convirtió en repetidos suspiros que hacían notar sus costillas con la intención de no acelerar demasiado su respiración. Y, cuando las manos del cocinero llegaron hasta su cintura y el pantalón no lo dejó continuar, se acomodó un poco más entre las abiertas piernas de Zoro e imitó una estocada. Zoro gimió suavemente, cerró los ojos y bajó sus manos de los hombros de Sanji hasta llegar a sus manos, acariciando toda la superficie de las mangas de la camisa de Sanji, que en ese momento, era rosa. Pero el cocinero se soltó del agarre de Zoro para poder arremangarse, aunque no dejó de mirarlo con desbordante deseo al igual que Zoro.

Cuando el peliverde vio que el rubio ya había terminado con las mangas de su camisa, toma su corbata con ambas manos y la jala con algo de fuerza para obligar a Sanji a inclinarse hacia él y se levanta un poco del colchón para volver a besarlo. Sanji le correspondió gustoso devolviendo sus manos por los costados de aquel moreno torso que lo volvía loco con cada movimiento.

Sanji interrumpió el beso de nuevo recordando lo de esa noche. Así que mejor pasó sus labios desde los de Zoro hasta el cuello de éste y plantó un suave y húmedo beso.

Zoro se volvió loco.

Gimió, se mordió el labio, cerró los ojos y arqueó la cejas en señal de placer. Ni siquiera él entendía por qué, pero el que lo besaran en el cuello simplemente era su perdición. Y le gustaba, le encantaba.

—Hazlo de nuevo —Le pidió a Sanji.

—A la orden —Dijo el rubio con una sonrisa, acercando sus labios al sitio más erógeno para Zoro y lo besó de nuevo, dejando una notoria marca.

La respiración de Zoro comenzaba a verse amenazada de dejar su ritmo normal. Así que Sanji decidió tranquilizarlo con otro beso en los labios.

Zoro pasó sus brazos por detrás de la espalda de Sanji, abrazándolo. Y, cuando el beso se vio terminado, Sanji se dejó caer al lado de Zoro, en la cama. Y, recuperando alientos, miraron hacia el techo.

—Deberíamos —Tomó aire—... hacer esto más seguido —Finalizó el espadachín convencido y se quedó callado, intentando respirar pausadamente.

—Estoy completamente de acuerdo —Dijo Sanji, con mucha más emoción y felicidad que con la que había llegado.

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Me gustó escribir este cap <3 ya me imagino cómo será escribir el Lemmon x3
Oh wow! Esto es como 2 caps en 1! :D

YA LEYERON EL MANGA DE ESTA SEMANA?!?!?!!!!??? :DDD
Qué emoción! Este es el año de Sanji sin duda TuT Neta que amo a Oda <3

Okya mejor me voy que ya tengo sueño TuT xD

Los quiere,

taglet.

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