Jasumin

Camino por los sombríos pasillos de la empresa, supervisando si algún novato se encuentra haciendo horas extras. Este trabajo debería ser hecho por los de seguridad pero aún así debo que mantenerme realizando estos pequeños esfuerzos para asegurarme de que todo esté en orden, por mí mismo.

Ya son las 23:45, y eso sólo hace que mi estrés aumente, todo porque debo que hacer la labor de educar a los nuevos internos acabé saliendo una hora más tarde que de costumbre; por alguna extraña razón a padre se le dio por crear la tradición de que fuese el presidente el que aconsejase a los nuevos ingresados. Empiezo a desesperarme por esa tradición. Lo favorable en todo esto es que así puedo constatar quienes ingresan al edificio y verificar sus niveles y capacidades de trabajo, además de ver y olfatear sus característicos géneros (muchos de ellos alfas y betas), no me gusta desempeñar mi trabajo con esos débiles y hormonales omegas. Son repugnantes.

Toco un viscoso líquido negro, ha de ser grasa, así que me empiezo a dirigir a los lavabos del piso en el que estoy. Al llegar me empiezo a sentir mareado y asqueado, hay un hedor despreciable a jazmín en el aire y eso me hace perder la concentración. Oigo el agua descender de la llave, pero no puedo cerrarla, mi mente está en blanco. Ahora hay jadeos junto al sonido del agua y eso me empieza a atraer, camino despacio hacia la puerta del último retrete.

Chapoteos y más jadeos, entre gemidos y llantos, un dolor en mi entrepierna me toma de imprevisto. ¡Estoy excitándome! Por un completo desconocido, con el repugnante hedor y un por seguro omega. Trago saliva manteniendo mi compostura, no dejaría que todos mis esfuerzos por los últimos 15 años se desvaneciesen por un calentón. Empiezo a golpear la puerta con mis nudillos...uno, dos, tres...abre al intento del cuarto toque.

Le veo ahí, con lágrimas en los ojos, desorbitados del deseo, su mano derecha sobre su miembro fuertemente erecto, la otra dentro de su cavidad anal, masajeando e intentado suprimir el doloroso y sofocante celo.

Me le quedo observando unos minutos, él no muestra vergüenza, el celo debería ser un momento embarazoso para el omega, pero no lo parece. En cambio a mí me toma de imprevisto el dolor de mi eréctil pene, rogando por salir y destrozar ese húmedo orificio.

Recuerdo haber visto antes a ese chico, tenía un ligero aroma floral, pero también a chocolate y caramelo, estos resaltaban más y parecía ser un beta, nos topamos un momento y al unir nuestras manos en un saludo, había sentido un fuerte corrientazo llegando a mi sexo, fue una sensación extraña pero no tenía nada que ver conmigo. Si ese omega fuese mi predestinado que sería ilógico porque yo ya lo he perdido, entonces no debo de tener problemas de apartarme de él y descargarme en otro lugar.

Busco en mis bolsillos del saco unas pastillas supresoras que mantengo conmigo, cuando los más jóvenes de los trabajadores muestran síntomas de celos omega. Al sostenerla entre mis dedos empiezo a notar el método de cómo dársela para que la ingiera, sus manos ya están ocupadas así que no hay manera, la boca está semi-abierta pero de allí sale una saliva muy provocativa de él y no creo que se la pase. Suspiro agotado, empiezo a notar el dolor en el cuello y en los hombros, con una botella de agua que llevo en el maletín empezaré a hacer que se pase el supresor.

Bebo un trago del agua y pongo la pastilla en mi boca, me acerco al tipo de una dolorosa expresión y junto mis labios con los de él, al principio es algo rudo para hacerle tragarla pero luego de ello, mi instinto desea probar más de sus dulces y embriagadores labios, con necesidad muevo mi boca esperando a que él me corresponda, lamo el labio inferior pidiéndole que abra sus boca más. Siento su lengua recorrer dentro de mi, el sabor a caramelo y chocolate está presente, deseo más.

Sigo una danza de lenguas, el masaje y la tensión es enviada a mi pene, me siento húmedo y me empieza a doler demasiado, muerdo su labio inferior e inicio un recorrido desde su cuello, donde lamo y disfruto de ese insufrible aroma, hasta los duros pezones que me dan la bienvenida. Lamo, muerdo, chupo así sucesivamente sintiendo una agradable alegría de ser yo el causante de los jadeos del omega. Mi mano se empieza a desplazar hasta el rozado pene, siento que se va a venir así que hago presión en su glande apretando para no dejar que el orgasmo llegue, chilla frustrado pero es más el éxtasis que lo mantiene. Siento un deseo sobrehumano de marcarlo, de saborear su sangre dentro de mi boca, de hacerlo mío, pero con la poca cordura que aún mantengo empiezo a morder mi muñeca, dejando que el deseo me estuviese dejando. Cuando trata de acercar su mano a mi bulto, me aparto aterrorizado.

¿Qué demonios estaba haciendo? Tocando a un sucio omega, lleno de sus fluidos que ya no me daban placer sino asco, digo unas palabras de disculpa y me dispongo a marchar, lo haría si no fuese porque la pequeña mano temblorosa de ese chico  detenía mi huida agarrando mi brazo.

Halo mi brazo pero no me suelta. -déjame ayudarte con eso- dice temeroso y gimoteando señalando mi pene.

Enarco una ceja y vuelvo a virar mi cuerpo para irme, pero algo en mí se despierta, mi alpha, esa parte de mí que desea poseerlo. Suelto la correa, y desabotono el pantalón con irritación, los bajo y acerco el enorme miembro a su pequeña y rosada boquita de puta.

-La putita quiere comerse esto ¿cierto?-  No sé qué desagradables palabras están saliendo de mí, no las puedo detener; es como si mi parte cuerda se fuese y sólo estuviese la inmensa necesidad de acribillarlo y ultrajarlo. Él asiente sumiso, temblando del placer como cualquier pervertido.

Toma a mi necesitado miembro entre sus pequeñas manos y empieza a lamer el glande, muy lentamente, casi atormentándome. Entre un gruñido pido más, así que desliza su cavidad bucal por toda su extensión, lento, rápido, jugando con su lengua y moviéndola, empieza a salirme el líquido preseminal y lo chupa como si de un helado se tratase. Mi cordura me ha abandonado, y comienzo a penetrar y violar su boca. Él intenta de hablar conmigo dentro y sólo causa que desee poseerlo más. Acaricia mis testículos, pasa sus uñas por ellos, enviándome descargas eléctricas por todo mi organismo, torturándome y enviándome al éxtasis, sigo el movimiento rápido de mis estocadas sintiendo que ya casi llego al orgasmo, un poco más, más rudo, chúpame más, y como tenía previsto me empiezo a venir dentro de él, lo saco con rudeza y me descargo sobre la cara de perra que tiene.

-Límpiate- ordeno sin ningún remordimiento, sólo el de dejarme seducir por ese tipo.

Me marcho con velocidad hacia el apartamento, sintiéndome como la peor persona, sabiendo que mi prometida está en la cama junto mí y que yo no dejase de rememorar el tacto de sus labios, el sabor a chocolate, el calor de su boca y sus ojos, ese color azul intenso. Un azul parecido al de los ojos de mi amado y entrañable Eric.

Siento la humana necesidad de eliminar la tensión en mi miembro, me es insano recordar al omega, cuyo nombre aún desconozco. En el baño, sentado y agarrando mi miembro, creando una imagen en mi mente de que fuese el chico de ojos azules que me estuviera acariciando en estos momentos, empiezo a realizar movimientos que anhelaría que él le hiciese a mi pene, siento a mi parte bombear y descargo todo de mí, pensando en la cara de puta que tenía.

Deseo, ahínco, anhelo, placer, dolor, necesidad...amor. Quizás estuviese sintiendo más de lo que debería. Y más por un omega. No puedo estar cerca de él. No puedo afrentar a Eric.

Eric... Eric...Eric... luego de un baño he vuelto a la cama y duermo derramando cálidas lágrimas, pensando en el pequeño que no volveré a ver.

αßΩ

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