DOCE.
Seguimos avanzando por la nave de los Leroit, es una nave enorme dedicada a la minería. Observo las paredes, una combinación extraña de materiales orgánicos y tecnológicos que brillan con un resplandor tenue bajo la luz. Los pasillos, anchos y fluidos, se extienden como las curvas de una serpiente en movimiento.
Las luces, en tono verde esmeralda, se esparcen por todo el pasillo. En cada sección, veo paneles de control que parecen símbolos jeroglíficos reptilianos, similares a los que alguna vez vi en un documental sobre conspiraciones extraterrestres. Mi atención está constantemente dirigida hacia las figuras de los hombres lagarto, imponentes y amenazantes, que parecen acechar en cada esquina de la nave. Zenithar aprieta mi mano con seguridad, sé que intenta transmitirme confianza, pero en mi interior el miedo se revuelve como una tormenta.
—Estoy asustada —susurro apenas a Zenithar—. No creo que el líder de los Leroit tenga buenas intenciones.
—No te preocupes —responde Zenithar, tratando de tranquilizarme—. Aunque parezcan intimidantes, los Leroit rara vez son agresivos.
—Admiro tu confianza —replico sarcásticamente—. Pero creo que estamos metidos en un buen lío.
—Mira el lado positivo, al menos, si nos metemos en problemas, tendremos una historia increíble para contar.
—Prefiero evitar ser parte de una historia de terror espacial, gracias —respondo, intentando mantener mi voz en un susurro nervioso.
Mientras continuamos avanzando por los pasillos, trato de convencerme a mí misma de que todo saldrá bien, aunque la presencia de los Leroit siga espantándome.
Nos detenemos en una puerta del pasillo, el Leroit rojizo escribe unos códigos y la puerta se desliza, revelando una enorme sala de control de mando. Veo muchos paneles con gráficos iluminados con luces naranjas y verdes, algunos monitores que proyectan imágenes del planeta donde nos encontramos actualmente, una ventana gigante que en este momento su vidrio está en la fase de polarizado. El líder Leroit se encuentra sentado en un gran asiento en medio de la sala de control, todas las sillas están sin su respaldo, obviamente estos estorbarían con sus colas.
El jefe Leroit es enorme, el más grande de todos aquí en la nave. Su piel escamosa es de un rojo intenso, su cabeza grande con una boca alargada llena de filosos dientes, y sus ojos grandes y almendrados de un tono gris penetrante es intimidante. Solo de verlo, ya siento náuseas de puro terror.
—Miren lo que tenemos aquí —dice—, una hermosa humana y seguramente su compañero Auroriano. Sean bienvenidos.
Mientras el líder Leroit se presenta, hago una nota mental de no olvidar preguntar sobre su raza a Zenithar. En serio, soy una tonta por no preguntar antes.
—Soy Drakor, capitán de esta nave minera. ¿Qué los trae a ustedes por acá? —pregunta con algo de irritación en su tono.
—Hola, Drakor, soy Zenithar y ella es mi compañera, mi alma destinada, Lilith. Mi nave sufrió un daño irreparable, lo cual nos obligó a refugiarnos en una capsula de escape que fijó mal el curso y nos trajo a este inhóspito planeta —explica Zenithar.
—Tu compañera, interesante... muy interesante —murmura Drakor—. Parece que esta visita se vuelve cada vez más intrigante.
—¿Qué es lo que quieres de nosotros? —pregunta Zenithar.
—¿Ustedes tienen algo que ver con las noticias que corren de unos Zyrgonts encontrados muertos?
Miro horrorizada a Zenithar. ¿Cuánta información tiene Drakor y por qué estaría pendiente de los Zyrgonts?
—¿Qué tanto interés tienes con los Zyrgonts? Son unos sucios contrabandistas y no solo de objetos o armas. Fue en su nave donde encontré a Lilith —dice enojado Zenithar.
Miro el rostro de Drakor y está furioso. ¿Acaso tenía tratos con los Zyrgonts? Mis amigas y yo éramos su mercancía. Estoy horrorizada, mi cuerpo tiembla furiosamente y comienzo a llorar. Drakor me observa con atención mientras nuestras miradas se encuentran en un silencio tenso. Su expresión, aún imponente, parece haber adquirido algo de consideración. Exhala lentamente, se levanta de su asiento con una elegancia sorprendente para su tamaño y se acerca a mí con pasos pesados pero precisos.
—Tu nombre es Lilith, ¿verdad? —su voz ronca resuena en la sala de control, pero su tono ha cambiado, suavizado por una pizca de compasión—. No temas, no te haremos daño. Entiendo que esto debe ser abrumador para ti.
Sus palabras me sorprenden. Esperaba hostilidad, pero en su lugar, encuentro una extraña empatía en los ojos del líder Leroit.
—Mi tripulación y yo cuidamos de una niña humana —confiesa Drakor, exhalando profundamente, como si estuviera liberando un peso que había llevado por mucho tiempo—. Hace años, durante una de nuestras expediciones mineras, encontramos una nave Zyrgonts estrellada en uno de los planetas que estábamos explorando. La nave estaba destrozada, pero entre los escombros, encontramos a una niña humana, apenas con vida. No pudimos dejarla allí, así que la llevamos a bordo y la cuidamos.
Su declaración me sorprende y miro a Zenithar, quien parece igual de sorprendido.
—La niña se llamaba Sarah —continúa Drakor, su voz llena de angustia—. Era frágil y estaba asustada al principio, pero con el tiempo, se convirtió en parte de nuestra tripulación. Era como una hija para mí. Estuvo junto a nosotros por 10 años.
—¿Qué pasó con Sarah? —pregunta Zenithar.
—Sarah... murió hace años, durante una misión de exploración en la superficie de un planeta desconocido. Fue un accidente devastador. No pudimos salvarla —Drakor baja la mirada, como si revivir esos recuerdos fuera demasiado doloroso para él.
El silencio pesa en la sala mientras escuchamos la historia de Drakor.
—Lo siento mucho, Drakor —murmura Zenithar.
Me encuentro con el corazón apretado por la tristeza. De repente, los Leroit ya no parecen tan aterradores y me atrevo a hablar con el.
—Ahora entiendo por qué tu tripulación me reconoció. Pero, ¿qué pretendes hacer con nosotros? —pregunto.
—Querida Lilith, me recuerdas tanto a mi hermosa Sarah. Jamás les haríamos daño, si es lo que temes —responde Drakor con voz tranquila.
—Pero aún seguimos siendo tus prisioneros, y eso no me gusta nada —comenta Zenithar.
—Por supuesto que no. No son prisioneros, son mis invitados. Siéntanse libres de abandonar la nave. Pero, en honor a Sarah, también quiero cuidar y proteger a Lilith, si ella lo permite —declara Drakor, mirándome intensamente.
—¿A qué te refieres con cuidarme y protegerme? —pregunto, un poco asustada. Yo solo quiero a Zenithar como mi pareja.
—Por favor, Lilith, no te confundas. Yo ya tengo a mi pareja, quien espera mi regreso. Pero jamás pudimos tener hijos. Sarah era nuestra hija, y tú me recuerdas a ella. Si me permites, me gustaría que conocieras mi hogar junto a tu compañero —me dice Drakor, con sinceridad.
—Sí, lo entiendo. Gracias por tu ofrecimiento, y por supuesto que me gustaría ir con Zenithar a conocer tu hogar.
—Bien, me hace muy feliz —Drakor me sonríe tiernamente.
Nunca tuve a alguien a quien llamar padre en la tierra, es muy raro para mí sentir la preocupación de un padre en un extraterrestre. El universo me sigue sorprendiendo... Pero de buena manera.
Después de que Drakor nos llevó a una habitación privada con un baño y una vista hermosa del planeta, Lilith y yo nos sentimos un poco más tranquilos. Mientras Lilith se da un baño, yo arreglo algunas de nuestras cosas en la habitación. Según nos informó Drakor, la nave despegara en tres días. Tres días y por fin nos iremos de este lugar. Claro, si mis compañeros no llegan antes a sacar nuestros culos de este planeta.
Me siento aliviado de que Drakor no tenga malas intenciones hacia nosotros, aunque su oferta de proteger a Lilith me genera cierta incomodidad. No quiero que ella se sienta comprometida de ninguna manera. Pero parece que Drakor solo quiere honrar el recuerdo de su hija Sarah, quien, según él, se parece mucho a Lilith.
—Lilith —llamo a mi pareja para que se reúna conmigo.
—¿Qué pasa, Zenithar? —responde, secándose su hermoso cabello.
—Estaba pensando en pedirle a Drakor que nos ayude a enviar un mensaje codificado a nuestros compañeros a través de una frecuencia segura. Drakor tiene la tecnología para hacerlo.
—Suena como un buen plan —dice Lilith—. Pero, ¿estás seguro de que podemos confiar en Drakor para esto?
—Creo que sí. Aunque al principio tenía mis dudas, parece que realmente quiere ayudarnos. Además, tiene razones personales para querer protegerte. Creo que podemos confiar en él para esto.
—Está Bien. Yō Tambien siento que puedo confiar y creer en él. Vamos a hablar con Drakor y ver si está dispuesto a ayudarnos.—anuncia Lilith.
Cuando llegamos para hablar con Drakor, se encuentra reunido con algunos de su tripulación en una discusión. Cuando nos ven llegar, guardan silencio y Drakor les pide que se retiren.
—¿Qué está ocurriendo? —pregunto, preocupado.
—Algunas malas noticias. La nave está teniendo desperfectos y, por el momento, el despegue se ve retrasado debido a los arreglos que tenemos que realizar. —informa Drakor.
—Comprendo. ¿Y eso cuánto más podría retrasar el despegue?
—Quizás cuatro días más —responde, pero noto preocupación en sus palabras.
—Drakor, ¿qué es lo que realmente te preocupa? Y no mientas, por favor —pregunta Lilith, seguramente también notando la angustia y preocupación en Drakor.
—Este planeta tiene un ciclo atmosférico que debes conocer muy bien para no quedar atrapado y morir. El ciclo se conoce como Gravedad Cero, por la pérdida de presión y la exposición al vacío del espacio. Este ciclo ocurrirá en exactamente cinco días. Es por eso que planeábamos partir en tres días. Estos desperfectos nos mantendrán atrapados en este planeta, y quizás la Gravedad Cero nos alcance.
Me quedo quieto, intentando procesar la gravedad de sus palabras. Había oído hablar de planetas con estos ciclos, pero jamás imaginé quedar varado en uno, y menos con mi pareja. Mierda, mi hermosa Lilith... Recién la encontré, me niego a perderla o a que muera.
—Hay posibilidades de que mis compañeros puedan venir a rescatarnos. Déjame enviar un mensaje codificado —le digo a Drakor.
—Sí, claro, todas las ideas para sacar nuestros culos de aquí son bienvenidas.
—Hay una nave abandonada no muy lejos de aquí, a medio día caminando. Quizás podamos sacar repuestos o herramientas —dice Lilith.
—Enviaré a algunos de mis hombres, mi querida Lilith —Drakor se acerca a ella y le acaricia la mejilla—. No temas, Zenithar y yo daremos nuestras vidas por protegerte. No te ocurrirá nada malo, me encargaré de que vivas.
Miro a Drakor y le hago una señal de agradecimiento. Sus palabras reconfortan a mi Lilith. Me acerco a ella y la abrazo. La conozco y sé que está intentando ser fuerte en esta horrible situación.
—Te amo, cariño. Daré lo máximo de mí para salir de este maldito planeta.
—Lo sé, Zenithar. También te amo.
Nos acercamos al puente de mando y comienzo a enviar los mensajes codificados. Sé que mis compañeros nos están buscando, no pierdo la fe de que nos encontrarán.
Pasan dos días enteros escuchando los canales de envío y recepción de mensajes sin respuestas positivas. Estoy agotado y preocupado, necesito encontrar la manera de sacar a Llilith de este planeta. Lilith mi hermosa compañera me acompañó un tiempo antes de ir a ayudar con la alimentación de la tripulación. Cuando regreso se veía muy cansada, así que le pedí que fuera a dormir.
Drakor envió a alguien a suplir mi puesto, ya que necesita hablar conmigo. Me dirijo a su habitación y En el camino, me encuentro con él.
—Zenithar, qué bueno que te encuentro solo —me dice Drakor.
—¿Qué está ocurriendo? —le pregunto.
—Necesito explicarte algo muy importante y que también hagas un juramento —me dice en un tono serio.
—Bien, por supuesto, dime qué ocurre.
—Revisé las capsulas de escape de la nave y ninguna podrá funcionar sin la energía necesaria. Traspasé toda la energía a una sola capsula. Ven, sígueme, te mostraré la ubicación.
Lo sigo por los pasillos de la nave, observando cómo la tripulación hace sus mejores esfuerzos para reestablecer la energía y poder salir.
—¿Por qué me dices esto y me muestras su ubicación? —pregunto intrigado.
—Porque cuando llegue el momento y no podamos escapar de nuestro destino, es Lilith quien ocupará esta cápsula. Lamentablemente, son cápsulas individuales, solo para una persona. Pero sé que tú, al igual que yo, queremos que Lilith viva.
—Pero ¿qué pasa con los demás? —pregunto, sintiendo un nudo en el estómago.
—Hemos intentado todo lo posible para reparar la nave a tiempo. Si no lo logramos, el resto de la tripulación y yo enfrentaremos nuestro destino. Lo más importante es asegurar la supervivencia de Lilith.
—Entiendo... pero ¿cómo puedo estar seguro de que la cápsula funcionará? ¿Qué pasa si algo sale mal?
—La energía ha sido completamente transferida y la cápsula ha sido revisada múltiples veces. Estoy tan seguro como puedo estarlo dadas las circunstancias. Confía en mí, Zenithar. Esta es nuestra mejor oportunidad.
Escucho sus palabras, atento y agradecido. Me acerco a Drakor y lo abrazo fuertemente.
—Gracias, Drakor.
—No tienes que agradecerme. Solo hazme un favor. Protege a Llilith. Ella merece vivir.
—Por supuesto que lo haré. Te lo prometo.
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