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Esa temporada se juntaron más, también. Almorzaban juntos y Jongin creó la mala costumbre de gastar el dinero que tenía en los dulces que Kyungsoo le pedía cada vez que se le antojaba. Básicamente porque la forma en que lo hacía era con sonrisas, y la mayoría de las veces en que se los pedía era porque Kyungsoo se sentía triste. No lo demostraba, pero Jongin solo lo sabía.

Los fines de semana volvían a sus hogares alegres, pero siempre había algo que faltaba, como un "no apagues la luz todavía," por las noches, y los "buenos días Jonginnie," por las mañanas.

A Kyungsoo siempre le gustó pasearse en la habitación con su pijama antes de dormir, y Jongin siempre se sorprendía continuamente a sí mismo robando miradas hacia las piernas lampiñas y lechosas de su compañero de cuarto, o ese cuello delgado cuando Kyungsoo lo estiraba cansado luego de leer mucho tiempo algún libro.

Jongin continuaba ojeando las revistas que sus amigos le pasaban, pero no podía entender muy bien por qué Kyungsoo aparecía en su cabeza cada vez que lo hacía; comparando el cuerpo de las mujeres con el de él, dándose cuenta de que le agradaba más el del chico; porque era más simple, más familiar, más limpio, más él.


"Soo, ¿por qué te gustan tanto las estrellas?" Preguntó una vez en que estaban acostados en la cama de Kyungsoo durante la noche, sobre la frazada aún sin querer dormir, disfrutando de las estrellas que Kyungsoo acababa de poner con un material especial que iluminaba en la oscuridad.

"No lo sé, están ahí arriba, tan brillantes y alejadas unas de otras. Una vez leí que en realidad ya no existían, que solo era su luz llegando a nosotros millones de años después."

Jongin le dio una miraba por el rabillo del ojo, pero el otro seguía con sus ojos bien abiertos mirando hacia las formas sobre ellos.

"En cambio nosotros," continuó Kyungsoo, "somos tan insignificantes. Vivimos y luego dejamos de hacerlo en un suspiro, y al poco tiempo simplemente nadie sabrá que alguna vez existimos."

Y era verdad, nadie lo sabría. Pero Jongin no quería quedarse con esa sensación de repentino pesimismo llenando el aire dentro del lugar, por lo que dijo lo primero que se le ocurrió.

"Pero ellas están muy solas y siempre lo estuvieron, y si lo piensas de otra forma, su luz es un recordatorio triste de que ya murieron," Kyungsoo lo miró, "Otra estrella quizá vio su luz y pudo haber dicho hey, seamos amigas, pero entonces se daría cuenta de que ella murió hace muchísimo". Kyungsoo se rió levemente, y Jongin sintió que había hecho algo bien.

"En cambio nosotros si podemos estar juntos, como ahora." Dijo Jongin sonriéndole y Kyungsoo asintió.

"Tienes razón."

"Y podemos escoger no separarnos. Ellas no eligen eso."

"Eso sería lindo." Kyungsoo se removió y apoyó su cabeza en el hombro de Jongin, pero el más alto decidió que sería mejor solo pasar su brazo alrededor del chico y así Kyungsoo podría apoyar su cabeza en su pecho.

Eso hizo.

"Y podemos sentir."

"Cierto."

"Y llorar con películas."

"Es verdad."

"Y también-"

"Ya entendí, Jonginnie."


Con 16 años, al llegar de las largas vacaciones, Kyungsoo ya había cambiado su voz completamente y había crecido; pero también lo había hecho Jongin. Las vacaciones de Kyungsoo en el campo con sus abuelos fueron menos emocionantes, pero invitó a Jongin para que fuese la próxima vez con él.

Jongin volvió a la costumbre de rodar los ojos a causa de Kyungsoo, pero en un sentido muy diferente ahora. "Nini, me vas a comprar ese chocolate, ¿no?" Le preguntaba Kyungsoo con una ilusión increíble, pestañeando varias veces, y Jongin rodaba los ojos antes de sonreírle y apretaba y estiraba levemente su mejilla.

Jongin siempre acababa comprándole esos chocolates.


Kyungsoo ya no hacía estrellas de papel, pero decidió que las cambiaría cada cierto tiempo. Así fue como recortó y armó durante una semana completa las cientos de estrellas con distintas formas y tamaños. El día en que finalmente las tuvo listas, se paró en su cama y sacó todas las figuras antiguas reemplazándolas con otras nuevas.

Cuando se paró en la cama de Jongin y estiró, notó que los ojos de este estaban pegados a su cuerpo, sin embargo solo se sonrojó y preguntó:

"¿Por qué me miras así?"

"¿Cómo?" Jongin ladeó su cabeza.

"Así."

"Porque eres lindo, Soo."

Desde ese mes en adelante comenzó ese círculo de comentarios extraños de Jongin y el rubor enternecedor de Kyungsoo. Comenzaron los abrazos fuertes sin razón también, y los suspiros ensoñadores, y las miradas fugitivas o las fijas y profundas. El pulso de Jongin era un desorden, y sus síntomas contagiaban a Kyungsoo a su paso.

Y Kyungsoo siempre tenía frío, uno silencioso y que no era preguntado porque ya no decía nada cuando con cuidado entraba a la cama de Jongin todas las noches. Era a los pocos minutos de que las luces fuesen apagadas. La tranquilidad se suspendía con el sonido de tres pisadas livianas y el crujir leve del colchón. Kyungsoo se acurrucaba contra él y Jongin ya no le daba la espalda como a los 13, ni miraba el techo como a los 14, ni se alejaba un poco para dormir mirándolo de frente como a los 15. Esta vez, se encargaba de apegar a Kyungsoo con su cuerpo y apoyaba su mentón sobre su cabeza sin antes haber suspirado la esencia del más bajo. Kyungsoo pondría sus manos sobre su pecho y entrelazaría sus piernas con las suyas. Era agradable y causaba gracia que en algún momento Kyungsoo fuese molesto cuando se sentía tan bien tenerlo cerca.

Kyungsoo besaba su mejilla cada mañana y cada noche, cuando le compraba esas leches cuando tenía sed o esos chocolates. Cuando hacía un favor por él o para animarlo luego de haber sacado una mala calificación o haber perdido con su equipo en algún partido.

A veces no había razones para que Kyungsoo se inclinase hacia él y presionase esos labios mullidos y rosados sobre la piel acalorada de su mejilla.


Las vacaciones de los 17 fueron las primeras que pasaron juntos. Jongin entendió entonces porqué Kyungsoo le tenía miedo a la oscuridad hace unos años y seguía teniéndole cierto recelo ahora que ya era un poco mas grande. La casa de sus abuelos era espaciosa y antigua, distanciada de las demás, oscura y llena de crujidos en medio de la noche. En el día salían a dar vueltas, se mojaban en un río con poca corriente y se recostaban sobre el pasto. Observaban juntos el cielo y tímidamente se tomaban de las manos. Les gustaba dar paseos, hallar constelaciones a medianoche y enamorarse.


Una vez en el internado, lo primero que Kyungsoo se propuso fue cambiar las estrellas del techo por otras nuevas y luego ordenarlas con las constelaciones que había observado con Jongin. Mientras Kyungsoo las retiraba, Jongin se bañaba bajo la lluvia de agua que caía de la ducha. Sin embargo, al volver fresco a la pieza, no esperaba encontrarse con un Kyungsoo en tal combinación de ingenuidad y sensualidad en una sola forma. Esa noche usaba los pantalones cortos y sueltos de siempre, y una polera blanca de Jongin que le quedaba notablemente grande. Uno de sus hombros quedaba más descubierto de lo que debía, y Jongin se acercó caminando hasta su cama para sentarse con las piernas cruzadas en esta mientras el chico se paraba sobre la punta de sus pies en el colchón a centímetros de él, estirándose lo más que podía para alcanzar el techo.

Terminó de acomodar las que tenía en su mano, que colgaban ahora sobre ellos y miró hacia abajo para sonreírle a Jongin.

"¿Me pasas esas estrellas?" Jongin vio hacia donde apuntaba el dedo de su compañero y notó un lote de distintas estrellas recortadas sobre la manta. Las alcanzó y estuvo a punto de ofrecérselas a Kyungsoo cuando algo saltó a su mente.

"Solo si luego te sientas conmigo, aquí," dijo dando palmaditas a su regazo y las mejillas de Kyungsoo se acaloraron, pero de todas formas asintió.

Al terminar, casi como si fuese algo corriente, Kyungsoo se sentó y puso sus manos flojamente en los hombros de Jongin, mientras que las de este descansaban tomando cada lado de su cadera. Jongin le sonrió y acarició una de sus piernas apenas rozando sus dedos por la piel tan suave de esta. Siempre le habían gustado las piernas de Kyungsoo.

El más pequeño soltó un quejido y un impulso cálido hizo a Jongin inclinarse para besar esos labios tonalidad fresa.

El aire se llenó de sonrojos fuertes, roces y labios humedecidos. Kyungsoo ya no pedía tantos chocolates, porque fueron reemplazados con sesiones de besos en su habitación. A veces, Jongin se levantaba en la noche para ir al baño o dar una vuelta porque no podía dormir y dejaba a Kyungsoo en la cama tapado y relajado, pero todas las veces que volvía, se encontraba con un Kyungsoo despierto esperándolo y con esa mirada que le recordaba el tiempo en que su novio le temía a los monstruos y la oscuridad. Solo usaban una cama, y los murmullos privados de palabras de amor juvenil se escuchaban constantes dentro de esas cuatro paredes.


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