Capítulo 9: Writer in the dark
Cuando termino de repasar el capítulo me siento exhausto. No es como si hubiera hecho algo diferente aparte de estar aquí sentado, pero las emociones han sido tan intensas que, para cuando se han calmado, es como si hubiera corrido una maratón.
—Ese personaje sigue sin convencerme —murmuro antes de tomar aire.
Veo el texto en la pantalla. Siento que es demasiado intenso, pero de forma negativa, como si fuera una bomba de autodestrucción que podría estallar en cualquier momento, pero no puede hacerlo. Así que vive como si su vida fuera a terminar, pero por más que incluso llegue a anhelar que acabe, realmente nunca llega a su fin. Así que debe ver cómo el mundo sigue adelante mientras él quiere quedarse estancado en un momento congelado en el tiempo.
¿Qué aspira él? ¿Qué es lo que realmente quiere?
—Él solo es una canción triste —dejo salir al ver sus diálogos—, y necesita a alguien igual de destrozado que aprecie su melodía.
Juego con la idea en mi cabeza mientras me acaricio la barbilla con los nudillos.
Yo también necesito a alguien así.
Lo bueno de escribir es que podemos crearnos novios ficticios que se adapten a nuestras necesidades, mientras que los protagonistas suelen arrastrar nuestros propios traumas o experiencias.
Miro mi librero. Como suelo leer en digital, no es tan grande, así que puedo ver todos los libros de un solo vistazo.
Un color azul que solía ser tan intenso se acabó deteriorando hasta que no quedó color alguno.
Siento una especie de náuseas, por lo que me levanto de la silla e intento recobrar el equilibrio con respiraciones controladas hasta que mi puerta suena.
No espero a nadie, así que abro lentamente hasta toparme con Königin saludándome.
—Bonita pinta —dice refiriéndose a mi pijama. Me río y me avergüenzo.
—¿Por qué estás aquí? —le pregunto al dejarla pasar.
—Te dije que vendría cada semana a verte. No puedo permitir que te pierdas a ti mismo de nuevo —sentencia cuando cierro la puerta.
Yo me encojo de hombros.
—Intento no hacerlo —me defiendo, y ella asiente.
—No he dicho lo contrario, solo quiero asegurarme de que estás bien, y un mensaje de texto tuyo con tus dones para escribir es fácilmente una trampa —comenta, y yo niego con la cabeza—. En cambio, escucharte y verte jamás lo será. Eres muy expresivo y tus emociones están ahí cuando se te ve de frente.
—¿Ah, sí? —inquiere levantando una ceja.
—Estás de mejor humor de lo normal, pero tus ojos demuestran que fue una larga noche —concluye, y yo hago una mueca con la cara.
—Un mal sueño —dejo salir, sintiendo todavía la angustia que me dejó.
—Me lo imaginé, y por lo que veo no quieres hablar del sueño —concluye. Ella siempre ha sido muy observadora—. Entonces, ¿te ayudo a limpiar este chiquero o quieres ir por un poco de aire limpio?
—Esta vez aceptaré el aire limpio —le digo con una leve sonrisa. Salir de aquí me vendrá bien.
Un chico que buscaba un lugar al que pertenecer terminó escogiendo el mismo lugar del que quería escapar.
—Ve a bañarte. Hueles horrible, ¿cuándo fue la última vez que te bañaste? —inquiere burlándose. Yo me huelo un poco antes de ir a abrazarla, pero ella me empuja contra el librero, haciendo que tiemble un poco y caigan algunos libros.
Me río de su expresión de preocupación. Ella se acerca y toma el libro que se ha caído en sus manos.
Una estrella que brillaba con mucha fuerza colapsó en una supernova, convirtiéndose así en polvo cósmico.
Ella lo observa con curiosidad.
—Nunca me hablaste de este libro —comenta, dándole un giro para ver de qué trata más allá de relacionarse con estrellas.
Entro a mi habitación para ducharme.
—No soy muy bueno hablando abiertamente de mis novelas —le digo en voz alta al tomar la toalla.
Entro a la ducha, evitando mirarme al espejo como es de costumbre. Me baño con suma rapidez, por lo que en un abrir y cerrar de ojos salgo del cuarto para verla sentada leyendo el libro.
—Es muy bueno —me dice, poniendo un separador—. El protagonista es muy tú.
Yo me río y entorno los ojos.
—¿Lo vas a negar? —inquiere antes de guiñarme un ojo.
—Todos los escritores escribimos sobre experiencias personales —me defiendo—. Los personajes que creamos suelen tener, en mayor o menor medida, partes de nosotros, experiencias que vivimos o comportamientos nuestros, y a veces lo tienen todo, como hasta nuestro propio nombre. Pero también hay ocasiones en las que no se relacionan con nosotros de ninguna forma, no viven nada de lo que hemos vivido, y solo son una proyección de nosotros mismos bajo ese mundo creado. Y otras veces no, así que está abierto a interpretación lo que cada lector vea en esa novela.
—Un discurso tan largo para al final reconocer que sí es sobre ti —me reprocha antes de aplaudirme.
—No he dicho eso —protesto con una sonrisa.
—Es un resumen de lo que dijiste. De hecho, no entendí ni la mitad de lo que dijiste ahí —confiesa, guardando el libro en su bolsa de tela.
—Tienes razón, ni yo entendí qué dije, pero mi mensaje se entendió —digo levantando los hombros.
—Sí, entendí que el protagonista eres tú —se vuelve a burlar, y yo niego con la cabeza.
—Por cierto, gracias por esto y por estar aquí —empiezo a decir, pero ella me interrumpe.
—No hemos salido aún, agradécemelo después —me anima al acercarse a la puerta.
Yo asiento con una sonrisa en los labios. Son estos pequeños momentos los que marcan la diferencia. Ojalá Chanel estuviera aquí también, pero por suerte la tengo a ella, y así él puede tomar un descanso de mí y de todas mis crisis existenciales de niño adolescente atrapado en un cuerpo de adulto.
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