Capítulo 16: Azul, flor de papel y estrella
Königin y yo estamos sentados, como de costumbre, en el parque cerca de mi apartamento. Hace el calor justo de finales de verano, por lo que ambos llevamos ropa ligera.
—¿Esta vez me hablarás de lo que sucedió? —inquiere ella, dudosa, como si pisara terreno pantanoso. Sé que en parte es mi culpa; me he mostrado reacio a hablar sobre ese tema.
—Honestamente... —empiezo a decir, mirando a mi alrededor. El sol está a punto de ocultarse y los niños comienzan a abundar en el lugar—. No sabría por dónde empezar. Incluso ahora es un tema que preferiría no desenterrar.
—Apoyo tu idea de que el pasado quede enterrado, pero cuando realmente lo está, no cuando flota a plena vista de todos —presiona, moviendo las manos para enfatizar lo que dice.
Hago una leve mueca.
—Fue poco después de que decidí terminar todo con él —dejo salir, y ella asiente al darse cuenta de quién hablo—. En ese momento realmente no éramos nada, pero para mí todavía éramos un todo. Ya sabes, la percepción de esa situación era bastante difusa para mí.
—Es lo que no entiendo: ¿por qué, entonces, le dijiste que no querías casarte con él? Todos pensábamos que dirías que sí —suelta, abriendo la herida de nuevo. Se suponía que hablaríamos de otro chico y volvimos al mismo color de siempre.
—Simplemente no podía aceptarlo —digo como puedo. Hay un leve temblor en mi voz. No es la misma firmeza con la que tomé la decisión; quizá el tiempo ha hecho que dude de lo que hice, aunque a estas alturas es demasiado tarde para arrepentirme.
—No querías —corrige ella. Le doy un leve vistazo antes de entornar los ojos.
—No era tan simple como decir que sí. Había muchas cosas en juego. Yo no podía tomar una decisión tan egoísta como esa. Él no... —intento decir, pero me falla la voz—. Él no merecía estar con alguien como yo.
—Para empezar, eso no depende de ti —suelta, pero la detengo con la mirada.
—No empieces con eso, tú también lo sabes. Él ni siquiera hubiera sobrevivido a mi tormenta —murmuro, como si las palabras todavía pesaran.
—Ni siquiera dejaste que lo intentara —menciona.
—De hecho, sí lo hice —agrego con rapidez, mirando al suelo.
"Depresivo inestable".
—Él te amaba —concluye.
—Lo sé —dejo salir.
Es aquí donde podría decir que yo también lo amaba. De hecho, diría que lo amé de una forma tan profunda que dolía, pero las palabras no salen. No puedes decir que amas a alguien cuando lo destruyes. En este caso, decirle que lo amé sería decir que amé lastimarlo y hacerle daño.
—Simplemente no podía. Y puede ser culpa de mi orgullo o de mi confianza absoluta en que podía lograrlo sin ayuda, pero en el fondo creo que solo tenía miedo de tomar esa decisión, de encadenarlo a mí por un trámite legal y no porque realmente me amara como para pedirlo. Fueron muchas cosas, y estaba solo. No tenía con quién hablar de eso sin que me dijeran que soy un estúpido por rechazarlo —digo, sintiendo cómo las emociones intentan hacer una fiesta en mi cuerpo. Ella pone una mano sobre mi pierna.
—Yo también te habría dicho eso, perdóname —comenta en voz baja.
Fuerzo una sonrisa con los labios.
—Está bien. Se juntaron la felicidad y mi libertad. Nadie habría querido que no tomara esa oportunidad —comento al levantar la mirada.
—Elio, todos quieren lo mejor para ti, pero debes quererlo tú también. Si no, vas a seguir aceptando migajas, como ese tipo que te ghosteaba —agrega, y suelto una risa.
—Se suponía que hablaríamos de él, no del otro —digo con ironía.
Ella me guiña el ojo.
—Tú empezaste —se burla.
—No, yo no. Tú sacaste el tema de nuevo; yo no quería hablar de él —me defiendo.
—Siempre quieres hablar de él. Ya supéralo —se queja, y yo abro la boca.
—Muy bien, ya no te cuento nada —suelto, cruzándome de brazos.
—Perfecto —concluye, imitándome sin borrar su sonrisa.
Nos miramos unos minutos hasta que ella se rinde.
—Fue poco después de que decidiera hacer contacto cero con él. Como sabes, nunca lo hicimos realmente; siempre mantuvimos una relación que no era relación durante mucho tiempo. No era capaz de verlo hasta que me di cuenta de que éramos tres en ese matrimonio —dejo salir mientras miro mis dedos, como si aún me costara entender qué pasaba por mi cabeza en ese momento—. No me importaba; compartir una conversación con él valía mucho más que mi dignidad. No es como si tuviera mucha en esa época. Mi autoestima había colapsado junto con cualquier atisbo de amor propio.
—Pero pensé que tomarías un espacio para sanar y luego volverías a estar en una relación, no entrar en otra de golpe. Me sorprendió mucho cuando me dijiste que estabas saliendo con alguien —menciona antes de darme una mirada por encima de sus lentes.
Suspiro.
—Si somos sinceros, estuve soltero durante muchos años, aunque emocionalmente todavía estaba comprometido. Así que, cuando empecé a dejar de estarlo, realmente estaba listo para comenzar algo nuevo. Aunque, viéndolo en retrospectiva, no estoy tan seguro. Creo que no debí haberme precipitado. Aunque, bueno, de no haberlo hecho, no sabría qué es ser ghosteado —me burlo, negando con la cabeza.
—Y ahí es la parte que no entiendo. Te diste cuenta desde el comienzo de la situación, pero aun así seguías aferrado a ese chico —comenta, acompañando sus palabras con un rápido movimiento de hombros.
—Me endulzó el oído haciéndome creer que estaba interesado en mí —suelto en voz baja, con la mirada puesta en mis dedos—, pero no era un interés de querer salir con alguien, sino de querer ayudar a alguien a salir de una mala situación, tanto emocional como física. Creo que eso fue lo que me mantuvo ahí: la idea de que cumpliría sus promesas de llevarme al gimnasio o de sugerirme un corte de cabello más favorecedor.
Cierro los ojos antes de tomar aire. Ahora parece estúpido de mi parte haberme dejado enganchar así, y de forma tan fácil. Él solo es un estafador que me vendió un plan de amor rápido y eterno.
—Entonces empezó a distanciarse aún más y hablaba mucho de su estado emocional. Sentía la necesidad de ayudarle, ya que se abría a hablar conmigo de esas cosas cada vez que regresaba del ghosting, y yo... solo caía de nuevo. Poco a poco me fui aferrando a su abandono hasta que implosioné por la melancolía —murmuro, dejando mis manos libres. Levanto la mirada y esbozo una leve sonrisa. Ella me observa con sus ojos verdes juguetones.
—Tienes un idealismo desmedido —suelta, y yo levanto una ceja.
—¿Eso qué tiene que ver? —pregunto con más fuerza de lo que esperaba.
—Mucho. Idealizas a las personas y, en el momento, eso se siente mágico. Pero la magia acaba siendo un truco, y cuando te das cuenta, has hecho un cuento de hadas de lo que debió ser una fábula de penumbras —menciona en voz baja.
—¿Eso crees que tuve con él? —inquiero.
—¿Ves cómo siempre lo traes a colación? —se burla.
Tuerzo los ojos.
—No, bueno... no lo sé —confiesa—. Es muy difícil saberlo. Ustedes dos vivieron mucho de la ilusión del futuro y del amor frenético del primer momento. La distancia hizo mucho daño... en ambos. Si te hubieras quedado o cumplido tu promesa de volver, podríamos estar hablando de una situación diferente.
—¿Por qué siempre se me responsabiliza de eso? —le cuestiono, dejando que la irritación invada mi voz.
—No, no me refería a eso. Sabes que siempre apoyé tu decisión y cuestioné lo egoísta que él era al intentar convencerte de quedarte. Pero es un hecho que ese evento fue un punto de quiebre, y que habría cambiado las cosas —se explica, aunque noto un dejo de duda en su voz.
Yo no respondo. Mi atención vuelve a mis manos, irritadas de tanto frotarlas entre sí. Fue tan innecesario...
—Volviendo al tema principal, siento que estabas en un momento muy vulnerable y necesitabas aferrarte a cualquier cosa. Ya no soportabas la soledad, porque, aunque él estuvo en tu vida mucho tiempo, realmente no era parte de ella —comenta, poniendo su mano sobre las mías, que seguían jugando entre sí para calmar mi ansiedad.
—Sí, me sentía muy solo en ese momento, y el ghosteo solo empeoraba la sensación. Aunque lo que más me afectaba era el hecho de que realmente yo no le estaba pidiendo mucho. No quería que me bajara la luna, solo que me hiciera compañía mientras flotaba en el cielo, y algo tan simple no era capaz de dármelo —confieso con un nudo en la garganta—. Eso era lo que más me frustraba. No podía comprender cómo algo tan simple, como un poco de compañía, no podía recibirlo de su parte. Y eso hizo que dudara de lo que podía esperar de las personas... o de lo que yo valía como persona.
—Pero recuerdo que hablaste mucho de esa situación con todos los que somos cercanos a ti —comenta, y yo asiento—. No me imagino afrontando esa situación tú solo.
Tomo aire, intentando recordar ese momento. Realmente me sentía hundido, pero todos ellos me mantenían a flote sin saberlo. A veces, las pequeñas cosas son las que marcan la diferencia.
—Y, como te dije en ese momento, hay personas que no te darán ni un mensaje, aunque ruegues por ello. Definitivamente no valen la pena. Lo mejor es alejarse de esas personas, como hiciste —me recuerda con una leve sonrisa—. De igual forma, te sirvió que te ghosteara. Eso permitió que pudieras conocerlo.
Por primera vez en toda la conversación, mi semblante cambia. Siento un pequeño calor en las mejillas que me obliga a agachar la cabeza para ocultar la sonrisa.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top