Capítulo 12: It's nice to have a friends

Las emociones de anoche aún siguen presentes en mi torrente sanguíneo al salir del apartamento. Siento una especie de euforia melancólica, tan tranquila como una tormenta.

—¿Me hablarás de lo de anoche? —me pregunta Königin a mi lado.

Niego con la cabeza. El mero recuerdo es bastante abrumador. Todavía no sé qué pensar con claridad; siento que hay tanto en mi cabeza que podría explotar en cualquier momento.

—Me gustaría solo despejar la mente —respondo cuando salimos del edificio.

—Entonces será solo un paseo para tomar aire fresco —dice con una leve sonrisa. Yo asiento.

Hay un parque a un par de cuadras. Solemos ir regularmente desde que ella decidió venir a visitarme.

"No quiero que te pierdas a ti mismo de nuevo, y menos de esa manera. Eres alguien importante para mí y tienes muchas cualidades como para dejarte hacer eso."

Sus palabras de aquel momento traen calor a mis emociones.

—Sé que tiene que ver con él —suelta al cruzar la calle. El calor del verano me hace buscar la sombra mientras que ella disfruta de tomar un poco de sol.

No respondo. Guardo silencio mientras el recuerdo se reproduce en mi cabeza tan lento como una carrera con nitro.

—Él no es para ti —sentencia de forma delicada.

—Lo sé, no quiero que sea para mí —confieso por primera vez en voz alta.

—Entonces no puedes seguir permitiendo esta situación; te hace daño. Lo poco que te hace feliz no compensa el desbalance emocional que te deja —agrega, y yo miro al suelo.

—Puedo soportarlo —suelto.

—¿Ah, sí? ¿Por cuánto tiempo? ¿Hasta que te destruyas a ti mismo de nuevo? —su tono es fuerte esta vez.

Evito mirarla.

—Esta vez es diferente —dejo salir.

—¿Por qué? ¿Por qué hizo promesas que no cumplirá, como antes? —dice incrédula.

—No, porque te tengo a ti para evitar que caiga al pozo de nuevo —murmuro, y ella hace que dejemos de caminar. No la observo.

—Elio, prometí estar aquí para ti, pero no puedo prometer que me quedaré de brazos cruzados viendo cómo te devuelven a mí hecho pedazos en cada ocasión —dice. Su voz hace que cierre los ojos y tome aire.

—Lamento ser una carga, solo... —no puedo seguir la oración. En mi cabeza pasan muchas ideas sin ningún tipo de control.

Ella me abraza, y por primera vez me permito llorar.

—Mereces ser algo más que solo el pasatiempo de alguien, Elio. Ojalá pudiera ser hombre para demostrarte el amor que mereces recibir y dejes de aceptar migajas creyendo que es lo que debes recibir —comienza a decir, pero yo no puedo verlo de esa forma. Si aceptando migajas recibo esto, no me imagino siendo exigente y exigiendo lo que se supone que debo merecer.

—Elio, sé que es difícil para ti asimilar lo que te digo y no quiero que lo hagas ahora; solo pretendo que lo tengas en mente. Lo bueno de ti es que sobrepiensas todo, y sé que lo que te digo, al menos, lo pensarás —me murmura.

Mis ojos empiezan a sollozar.

—No sé qué está mal en mí —confieso.

—No, solo eres una persona sensible en este superficial mundo. Las personas como tú, cuyas vidas están llenas de todo tipo de colores intensos, tienen las de perder —dice en voz baja mientras me aferro a ella.

—Termino abrumando a las personas y tienen que apartarme para tomar aire, lo sé —dejo salir, sintiendo una presión en el pecho, un recuerdo estelar mucho más profundo.

Ella se separa de mí para tomarme de los brazos y obligarme a mirarla a sus ojos verdes.

—¿Y eso qué? Si no puede bailar en tu tormenta, entonces que siga su rumbo. Y así para todo el mundo —sentencia con fuerza. Intento mantener la mirada, pero me veo obligado a mirar hacia un costado.

—Piénsalo, ¿ok? —deja salir dándome unas palmadas.

Retomamos el camino al parque. Las calles, llenas de vida, me producen un pequeño efecto placebo. Esto fue lo que escogí. Fue la decisión correcta; el hecho de estar aquí ya me produce dopamina, pero no entiendo por qué una parte de mí se siente vacía, como si algo me faltara. Llevo meses intentando descifrarlo, de hecho, por eso volví a escribir. Necesito entender qué es lo que no me permite ser plenamente feliz, y la escritura es un proceso tan introspectivo para mí que es la única forma que tengo de hallar las respuestas que busco.

—Todavía no puedo creer que el tipo dejara la ubicación —dice Königin de repente, sacándome de mis pensamientos.

—Supéralo —suelto, antes de que ambos empecemos a reírnos.

—Es que no haces eso en la primera cita —agrega, inclinando sus hombros.

—Bueno, no tenía ningún tipo de compromiso conmigo; era libre de hacer lo que quisiera después de dejarme en mi apartamento —digo de forma serena. En su momento me afectó mucho; hasta me hizo ir al baño de golpe a expulsar lo que habíamos cenado.

—Es cierto, pero también dice mucho de él como persona. Porque, para él, ¿qué eras tú? ¿Una cena? ¿Un pasatiempo? No lo logro entender mucho —empieza a decir, y yo hago una mueca.

—No todos funcionamos como tú o yo. Hay chicos que no saben lo que quieren y van por ahí tirando suerte, a ver si alguno atrapa el anzuelo. Una vez que consigues el pez, ya sabes dónde terminan las espinas —respondo, luego de soltar un poco de aire.

—Ya empiezas a hablarlo bien, ahora hasta haces analogías —me felicita.

Me siento un poco apenado por el halago, pero lo acepto con leve orgullo al levantar la ceja.

—Ahí está el Elio que conocía, es la primera vez en años que reaccionas de forma positiva a un cumplido —me anima Königin con una sonrisa amplia.

No sé cómo reaccionar, así que me quedo viéndola como un tonto.

—Aunque, si no me equivoco, fue ese chico quien pavimentó todo el terreno, ¿no? —deja salir con leve duda en su voz.

Mi corazón salta, como aquella vez.

—¿Te has sonrojado? —inquiere antes de burlarse.— No puedo creerlo, y eso que es solo un chico misterioso.

Niego con la cabeza. Ella sabe cómo se llama, no entiendo por qué lo sigue nombrando de esa forma. Algunas cosas definitivamente no cambian con el paso del tiempo.

El parque está a la vista. Los árboles todavía se ven rebosantes por el verano. Nos sentamos en la banca más cercana para tomar un pequeño descanso.

—¿Has hablado con él? —me pregunta, y yo me encojo de hombros.

—No he tenido espacio para hacerlo —digo como excusa. La verdad es que no sé si sea lo apropiado. No me merezco a alguien como él; merezco a los ghosters o a los que solo quieren olvidar efímeramente sus problemas conmigo.

—Inténtalo. Nunca sabes lo que pueda suceder. Al menos sabes que no es peor que los que ya están en tu vida en estos momentos —me anima, poniéndome una mano sobre el hombro.— Estoy segura de que hasta Chanel está de acuerdo conmigo. No te cohibas de recibir un ramo de estrellas por aceptar flores de papel.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top