Capítulo 11: Flor de papel

Tengo que apartar la mirada por la confesión. 

El calor en mis mejillas empieza a picarme, por lo que aprieto los labios. Eso era lo que tanto anhelaba, que pudiera gustarle a alguien, y por fin lo he conseguido.

Me siento extremadamente nervioso con su mirada puesta sobre mí, esperando una respuesta.

Dejo escapar una sonrisa. Mi deseo se cumplió, y ahora no puedo arruinarlo. Tengo que corresponderle.

—También me gustas —miento, aunque es una mentira a medias. Quiero decir, él me atrae y siento cosas cuando me mira, pero, al punto de gustarme, no estoy seguro, aunque la idea me sonroja.

"A veces tienes que fingirlo hasta que lo sientas, Elio". Recuerdo las palabras de Lux.

Debo hacer eso.

—Wow —dice apretando los labios en señal de victoria. Imagino esos labios sobre los míos.

Ponen mi bebida en la mesa.

—¿Has conseguido el puesto que querías? —le pregunto para cambiar el tema.

—No, aún no, quedaron en llamarme. De cualquier forma, me gusta mucho mi puesto, y será una pena dejarlo. Por eso lo he dejado en manos del destino. Si es para mí, llegará; si no, pues sigo donde estoy —responde pausadamente mientras lo observo.

—Entonces cruzaré los dedos por ti —le digo antes de hacerlo.

—Gracias, Elio, me has sorprendido mucho —comenta.

—¿Sorprendido? —pregunto.

—Esperaba que fueras diferente —responde tomando otro sorbo.

—¿En qué sentido? —inquiero, tomando yo de la bebida—. Si lo dices por mis fotos, son de hace años.

—No, me refería a tu personalidad, pero ahora que lo mencionas, sí, luces mucho mayor en persona —comenta—. Es que tus fotos no te favorecen, necesitas encontrar un mejor ángulo.

Agacho un poco la mirada. No puedo mirarme al espejo, mucho menos pensar en buscar el ángulo correcto para tomarme una foto. Siento mi autoestima temblar y mis inseguridades amenazarme de nuevo, como hace un rato.

—No sabría cómo —confieso, sintiéndome vulnerable.

—Yo puedo ayudarte —dice, y tengo que levantar la mirada para verle sonreírme.— Te ayudaría a mejorar tu apariencia para que te veas mejor.

Vuelvo a agachar la mirada.

—Me gusta sacar lo mejor de las personas, no lo tomes a mal —me dice.

Niego con la cabeza.

—No, solo pensaba en eso —miento para disimular mi autoestima herida.

—Podemos empezar por ir juntos al gym —sugiere, con un poco de duda en su voz.

—Me gustaría —dejo salir sin pensarlo.

No me gusta para nada el ejercicio, pero si puedo verlo de forma regular, no me importará.

—Ahora mismo tengo que terminar el curso, pero cuando lo haga, yo me encargo de organizar todo —propone, y yo asiento.

Me imagino en el gym entrenando, y la imagen me emociona. Nos quedamos mirándonos por un par de minutos.

—Eres bastante guapo —suelta, haciendo que mi aliento desaparezca—. Solo necesitas un mejor corte de cabello que destaque más tu rostro. Cuando llegue a casa te envío uno.

—Tú también te ves bien —digo, intentando contener las emociones que surgen por lo que acabo de decir.

La ilusión corre por mis venas. Ya no estoy seguro si quiero quedarme más tiempo aquí con él o llegar a casa a hacer lo que me ha dicho.

—Me gusta mucho lo transparente que eres. Pensé que era algo de la primera vez que nos vimos, pero en este mes que llevo conociéndote lo he podido confirmar —confiesa, y eso me toma tan por sorpresa que no sé qué decir.

He recibido demasiados cumplidos hoy y me empiezo a sentir abrumado al no saber cómo responder. Sobre todo porque no los puedo interiorizar; siento que habla de otra persona que no soy yo.

Los malos pensamientos emergen, y debo tomar de la bebida. En estos momentos desearía que tuviera alcohol; necesito algo fuerte.

—Yo valoro mucho la honestidad, por eso intento actuar en consecuencia también —digo, como si fuera una respuesta automática.

—Pero no solo en palabra, en tus emociones también. Todo tu lenguaje corporal, incluso. Tus intenciones están ahí, claras como el agua —dice sin apartar su mirada de mí. No puedo soportar un análisis más sin sentir que voy a colapsar.

—¿Y qué te dicen esas intenciones? —pregunto, intentando desviar la atención.

—Me las voy a reservar para mí —contesta con un guiño.

Me gustaría presionar para saber de qué se trata, pero una parte de mí realmente no quiere saber. Así que asiento con la cabeza con picardía.

—Es que ciertas cosas en ti me hacen reflexionar sobre mí. Solo diré eso —agrega. Por un momento me siento tentado a preguntar, pero tengo miedo de saber qué podría ser, aunque pienso que puede estar relacionado con que sea un romántico empedernido o el hecho de que soy abrumador para las personas.

—Entiendo —dejo salir, tomando de la bebida. De nuevo nos mantenemos la mirada, como si hubiera una conversación secreta entre nosotros.

—¿Qué planes tienes a futuro? —pregunta, y yo tomo aire. Aparto la mirada. La respuesta es clara.

—Toda mi vida solo he tenido un sueño —comienzo a decir mientras la idea cosquillea en mi cabeza—: Butterland.

Él guarda silencio y termina su bebida.

—¿Qué pensarías si esa persona no quisiera estar allí? —inquiere en voz baja, y yo lo observo.

"Por favor, quédate". El recuerdo hace eco en mi memoria y siento que me falta el aire.

—Ya estuve en esta posición una vez. No pienso volver a estarlo de nuevo —respondo, y él me observa confundido—. Esa vez escogí algo de lo que me arrepentí durante años. No pienso cometer ese error de nuevo.

Él deja de mirarme con una expresión satisfecha. No sé hasta qué punto entiende lo que quiero decir. Ni siquiera yo lo tengo tan claro.

El mesero deja unos chupitos en la mesa. Yo observo la bebida con duda.

Bueno, uno no me hará daño.

Ambos bebemos al mismo tiempo. Nos reímos por el sabor. Él empieza a hablar sobre su trabajo, y yo solo lo oigo sin prestar mucha atención. En mi cabeza empieza a desarrollarse una historia en la que me quedo con él y arriesgo todo por quien una vez fue mi ghosteador, y con quien ahora estoy creando planes a futuro.

¿Será este el final de todos mis finales? Quizás solo necesitaba ese ligero tiempo para darse cuenta de que las cosas podían funcionar. Los espacios siempre vienen bien.

—Te voy a dedicar una canción de Camilo Echeverry para que te guste —suelta, al decirle que solo escucho música en inglés.

Pienso en la idea de que me dedique una canción. Si él lo hace, yo debería corresponderle, ¿no?

—Estaré esperándolo —le respondo con una sonrisa en los labios. Nunca en mi vida había escuchado una canción de él, aunque sé que el cantante es romántico, al menos públicamente, por lo que no puedo evitar emocionarme.

Lo veo revisar su celular.

—Me gustaría quedarme y rumbear hasta la madrugada, pero me siento cansado, hoy tuve que trabajar —empieza a decir, y yo asiento con la cabeza antes de mencionar que no hay problema.

—Mira, una flor para otra flor —dice antes de entregarme una flor de papel hecha con servilletas.

¿En qué momento la hizo?

Mi corazón late con fuerza.

—Gracias —digo como puedo, mirando la flor en mis manos. Hace mucho que no me daban algo.

—Con lo de hoy, ya nos veremos regularmente y compensamos lo de ahora —agrega, y yo sonrío levemente, inclinando un poco la cabeza.

Nos levantamos y nos dirigimos a la puerta.

—Mi auto ya está afuera —anuncia.

—El mío tarda un poco —digo, mirando la aplicación.

—Bueno, un abrazito —dice antes de dármelo. Yo respondo e intento aferrarme a él lo suficiente como para pensar que es mío.

—Adiós, Elio. Te escribo cuando llegue —se despide, y yo lo veo irse con un bombeo incomparable de dopamina en mi cuerpo.

Sostengo la rosa de papel que nunca se marchitará.

Es mía, y es para mí.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top