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El sábado nos levantamos temprano para ir al circuito, teníamos que preparar la siguiente prueba. Me temblaban las manos al vestirme, pero una emoción intensa recorría mi cuerpo, el día anterior había sido duro, pero por suerte había descansado bien y me encontraba en plena forma. Desayunamos todos los miembros del equipo juntos en el hotel y, más tarde, un microbús nos trasladó hasta el circuito de Jerez.

Ese día se disputaban los cronos, Dennis y yo salíamos en la Q2, de manera que vimos cómo los pilotos que no se habían clasificado, luchaban por conseguir los dos puestos que quedaban en la Q1. El resto saldría a partir del puesto número trece. Nosotros ya teníamos asegurada la salida entre el primero y el duodécimo puesto. Aunque aún había que definir la parrilla de salida.

Como el día anterior, Dennis y yo competíamos por separado para lograr el mejor tiempo. Sufrí, pues hacía mucho calor: el mono, la camiseta interior y la banda elástica para disimular los pechos, eran como una sauna. Pero la emoción superaba en intensidad a la incomodidad producida por el sofocante ambiente. Empezábamos a la una del mediodía y, mientras llegaba la hora de salir, estuve compartiendo datos con Dennis. Inclinados sobre la mesa de trabajo, estudiábamos la situación. En ese momento nos movía la misma pasión: la velocidad y la competición. Tenerlo tan cerca de mí provocó alguna pequeña incomodidad, bueno, yo lo interpreté así. Una o dos veces me descubrí mirándole de forma directa, observaba sus movimientos al analizar los datos y a veces me tenía que repetir algún dato pues me había desconectado. Mientras tanto a nuestro alrededor el ambiente era bullicioso. Los periodistas se paseaban entre los boxes, dispuestos a cualquier cosa para obtener una entrevista con los pilotos o técnicos. La adrenalina en las horas previas de la competición iba en aumento y los nervios se apoderaban del equipo, que se aseguraba de tener la moto preparada tal y como el piloto había pedido. Cualquier pequeño error podía significar un fracaso en la carrera. Nos jugábamos mucho en nuestra primera carrera. Si despuntábamos entre los demás, los dueños de escuderías más importantes se fijarían en nosotros y podían ofrecernos un contrato más jugoso que el que teníamos en la actualidad.

Llegó la hora y él salió primero. Desde los boxes veíamos el desarrollo de las vueltas de Dennis, fue trabajando la moto, mejorando en cada vuelta, estaba haciendo un buen papel. Su tiempo era muy bueno, no el mejor, pero de momento salía en un sexto puesto. Cuando llegó mi turno, estaba hecha un manojo de nervios. Jesús, que me conocía desde pequeña, me llevó un momento a solas y me tranquilizó.

—Nicole, hoy es un gran día para ti. Nos conocemos desde que eras pequeña y sé que puedes lograr una victoria aquí en Jerez, sólo recuerda lo que te enseñamos durante todos estos años. ¡Ven y dame un abrazo! ¡Me alegro de que estés aquí!. Pase lo que pase quiero que des lo mejor de ti misma. ¡Estoy muy orgulloso de ti! 

Me quedé sin palabras por la emoción, se formó un nudo en mi garganta y, con mucho esfuerzo, traté de evitar que las lágrimas me traicionaran. Cuando logré controlarlas me dirigí directa a la Ducati, más convencida que nunca de que podía llegar al podio ese fin de semana. Corrí por la pista como alma que lleva el diablo. Mi mente estaba concentrada en el circuito, mi corazón, desbocado, sólo quería demostrarle al mundo lo que era capaz de lograr. La adrenalina saturaba mis venas y me dediqué a volar sobre el asfalto. No miraba mis tiempos, sólo intentaba correr un poco más rápido en la siguiente vuelta, y así, en la tercera conseguí sacar un preciado tercer puesto en la parrilla de salida. Cuando bajé de la moto temblaba, producto de la tensión de sujetar la máquina durante las vueltas y de la excitación, pregunté mis tiempos y Jesús me enseñó tres dedos de la mano, así que, si nadie hacía mejor tiempo, sería tercero. 

Cuando se agotó el tiempo, miré las clasificaciones sin poder creer lo que estaba viendo. Me giré hacia Jesús, que me miraba con una gran sonrisa en su cara, se había acabado la Q2 y se habían decidido las posiciones. Sorprendida le dije:

—¿Seguro que soy tercero? —Señalé el gran panel electrónico donde se reflejaban los resultados.

—Sí, Nico, sales desde primera línea mañana. Estoy muy orgulloso. ¡Lo lograste! —exclamó dándome un gran abrazo de oso.

Vino el Team Mánager y me felicitó efusivo. las cámaras de los periodistas no paraban de grabar y hacer fotos. Era la revelación de esa carrera y todos querían una entrevista, pero de momento el mánager era quién respondía a la prensa. Yo me quedé lejos de todos ellos, para mantener mi concentración en los próximos pasos que debía dar. Aún faltaba una prueba muy importante, que me daría una idea de lo que me esperaba el domingo: El sprint, que consistía en una carrera corta con la mitad de vueltas del GP.

Salía desde la primera línea por el exterior. Hablé con Jesús sobre la mejor estrategia a seguir para no ceder mi tercer puesto y, si fuera posible, subir al segundo. Escoger la mejor táctica iba a decidir el resultado de la prueba de sprint.

—Quiero que te concentres, Nico —me explicaba Jesús momentos antes de iniciar la carrera—. Aquí te juegas mucho, una parte de los puntos del mundial se deciden en los Sprint. Recuerda todo lo que hemos hablado antes y sube a esa moto para ganar.

Se sacó del bolsillo una foto de mi padre y me la dio sin que nadie se diera cuenta. Mi corazón dio un vuelco al verla, mis emociones estaban a flor de piel y en aquellos momentos se desbordaron. El nudo en la garganta me impedía hablar, pero Jesús me conocía bien y sabía que con ese gesto me estaba dando alas.

—Así correrá contigo —guiñó un ojo y continuó—, ¡vamos! ¡vuela como tú sabes!

Esas palabras, y llevar la foto de mi padre, me dieron las fuerzas y el ánimo que necesitaba, para superar la nostalgia, los nervios y el miedo al fracaso. fui a la parrilla y me fijé en Dennis, que salía desde el sexto lugar, justo detrás de mí. Parecía serio, supuse que estaría concentrado. Le saludé antes de subirme a la moto. Los minutos antes de dar la salida se hicieron eternos. Estaba en tensión, concentrada en la pista y atenta a la señal. Recordaba las instrucciones de Jesús, debía ser rápida en el arranque, esa sería la clave. Las dos primeras curvas estaba en desventaja pues rodaba por el exterior, por tanto debía permanecer alerta y no dejar que se me escaparan. Las tercera y cuarta me venían por el interior, pero como eran muy suaves intentaría meter rueda y trataría de adelantar al segundo. Después se trataba de mantener el ritmo y trazar bien las curvas. Aguantar las doce vueltas al circuito también sería difícil, pero el Gran Premio del domingo tenía el doble y tendría que aguantar la presión. Justo antes de arrancar miré al cielo y recordé a mi padre. Con él en mente aceleré en la salida y conseguí aguantar en la recta ligeramente por delante. En la curva «Expo 92» perdí unas milésimas, pero gracias a mis reflejos, en la recta estrujé el motor y las recuperé. Las siguientes me mantuve y, ya en la de «Sito Pons», adelanté al segundo. Tras ello teníamos una recta larga donde los motores se lucían. Mantuve la posición y en «Dry Sack», una curva muy cerrada, gané tiempo y me distancié. La primera vuelta acabé segunda, con una ofensiva muy marcada. Las siguientes mantuve distancia con el primero, presionando en las rectas, luchando hasta el final.

Mi corazón iba a mil, la adrenalina fluía por mi sangre y, ni el calor ni la gente, conseguían distraerme. iba concentrada en la carrera: manteniendo el control de la moto, sujetando en las curvas y relajando en las rectas. Una a una las vueltas se sucedieron y yo me mantenía firme en mi posición. El sudor recorría mi espalda, los músculos de las piernas evidenciaban el cansancio y, en la última vuelta, tuve que redoblar el esfuerzo para conservar la segunda posición. Una explosión de emociones me invadió al terminar, por un lado la euforia del triunfo, por otro lado los recuerdos, la foto de mi padre quemaba en mi pecho. Di una última vuelta, hasta llegar a Boxes donde me esperaba un grupo de personas. Había logrado acaparar el interés de la prensa, que me veía como una joven promesa.

Me entrevistaron varios medios de comunicación, El Team Manager no se despegaba de mi, Jesús, en un segundo plano, lucía orgulloso, sus ojos despedían un brillo especial y la emoción se reflejaba en su mirada. Dennis, en cambio, se mantuvo apartado. El hecho de que yo hubiese hecho un mejor tiempo en Q2 y además un segundo puesto en la sprint no le había sentado nada bien. Me preocupaba por él, aunque no quisiera reconocerlo, había podido conservar su sexta posición con dificultad, eso había debido de ser una tremenda decepción. Pero al mismo tiempo estaba contenta de haberle bajado los humos...

Cuando el día llegó a su fin estaba agotada tanto física como mentalmente, por lo que me fui a dormir enseguida. Ya en la cama tuve un último pensamiento para mi padre antes de caer en los brazos de Morfeo.

Desperté al escuchar fuertes golpes en la puerta de mi habitación, todavía medio dormida miré la hora y vi que aún era temprano. ¿Por qué tantas prisas? ¿habría pasado algo grave?. Me dirigí a la puerta pero, en el instante en el que iba a abrir, me di cuenta de que debía ponerme algo encima o se darían cuenta de quién era...

—¡Un momento, enseguida abro! —grité mientras corría a ponerme algo de ropa que disimulara mis formas.

Rebusqué en el armario y me puse lo primero que encontré.

—¡Abre, Nico!, tenemos que hablar contigo con urgencia —decía el Team—, tengo a Dennis aquí conmigo.

Oír que Dennis estaba fuera, hacía que mi corazón latiera más acelerado y no me ayudaba demasiado a calmar los nervios que se habían desatado en mi interior. Que me hubieran despertado a las siete de la mañana para hablar sólo podía significar que el tema era grave. Enseguida que me cambié abrí la puerta y me encontré de frente a Dennis, con una expresión de enfado que me dejó desconcertada. ¿Qué estaba pasando?

—¿Podemos pasar? — preguntó de malas maneras— ¿O piensas dejarnos toda la mañana en la puerta?

—Adelante... —musité— ¿A qué viene tanta prisa? Podíais haber esperado hasta la hora del desayuno.

—Esto es importante, mira los periódicos —intervino Jero mostrándome uno— se ha desatado un escándalo por vuestro comportamiento.

—¿Qué comportamiento? Si no nos hemos peleado en público —pronuncié indignada.

—No es ese tipo de escándalo, Nico, míralo por ti mismo —me ordenó mientras me acercaba la prensa del día.

Tomé el periódico de las manos de Jero y, en la primera página, aparecía una foto de Dennis cantando conmigo en la fiesta del primer día, ¡los titulares decían que éramos pareja! La indignación se abrió paso por mi mente, junto con un anhelo incomprensible... y ganó la primera.

—¡Eso es mentira! —exclamé enfadado—. ¡Jamás me involucraría con alguien como él! 

—Eso lo sabemos nosotros, además sería del todo imposible, no os soportáis el uno al otro, pero creo que os habéis pasado de vueltas al intentar aparentar lo contrario —afirmó Jero con voz seria.

—¿Quién habrá filtrado la foto? —interrogué mirando a uno y otro— Esto es una manipulación del momento en el que cantamos, ¡está tomada de forma premeditada para crear polémica! —repliqué indignado.

—Abre el periódico, Nico, mira dentro de la noticia —añadió Dennis.

Miré a Jero buscando confirmación para lo que me temía, pero él también señaló el periódico y no me dejó más alternativa que verlo con mis propios ojos para confirmar mis temores.

—¿Más fotos? ¡Estas son del circuito! —exclamé sorprendido. Miré con atención y me di cuenta de que habían aprovechado los momentos en los que compartíamos datos en el Box y en los que conversábamos relajados en el circuito. Lo habían tergiversado todo: ¡ahora parecíamos una pareja!

—¿Qué podemos hacer? —inquirí—. Hay que conseguir que retiren estas afirmaciones.

—Eso va a ser muy difícil... Por no decir imposible —reflexionó el Team.

Jero miró su reloj de pulsera y sin decir una palabra llamó a alguien. Se apartó un poco de nosotros dos para tener privacidad y estuvo varios minutos al teléfono. Cuando acabó la conversación estaba más relajado e incluso sonreía al mirarnos.

—Bueno, chicos, he hablado con el dueño de la escudería. El que pone el dinero, para que nos entendamos. Ha visto los periódicos como nosotros —Guardó un momento de silencio y añadió—. Está encantado con esta polémica. Dice que le genera mucha publicidad y que, sea verdad o mentira, debéis seguir con esta actitud ante los medios sin afirmar ni desmentir nada.

Miré a Dennis y vi su expresión de fastidio, que reflejaba lo que yo también sentía. Por una vez estábamos de acuerdo en algo, la situación nos disgustaba a ambos, pero nos tocaba aguantar si queríamos seguir en el campeonato mundial de motoGP. ¡Quien paga manda! Aunque ambos nos sentíamos igual de incómodos.

—Si aguanto a Nico en público, que nadie me exija que lo tenga que aguantar en privado —afirmó enfadado Dennis.

—Opino lo mismo —dije mirando al Team Manager— No quiero reproches si no podemos aguantarnos a solas. Ya voy a hacer un esfuerzo muy grande para seguir trabajando con él.

Jero, nos miró resignado y trató de quitarle hierro al asunto:

—Sólo será en este circuito, cuando vayamos al siguiente se habrán olvidado del tema y dejaremos claro que no hay relación entre vosotros.

Por un momento se me pasó por la cabeza que no sería mala idea que fuéramos pareja. Aunque enseguida mi voz interior gritó que estaba loca.


Eros esperaba otra reacción de la pareja, pero al comprobar que seguían manteniendo las distancias, e incluso se llevaban peor que antes, decidió que la idea de los periodistas acosando a la pareja no surtiría el mismo efecto que en la película Nothing Hill. ¿Qué había fallado en su deducción? Lo tenía todo calculado, o eso creía, pero cada vez estaba consiguiendo que se llevasen peor.

¿Cómo conseguir que estuviesen juntos el tiempo necesario, para que la magia de la flecha prevaleciera a la de la pluma? Viendo una película más actual lo decidió. Escogió «500 días» para inspirarse.

¿Os imagináis qué se le pudo ocurrir?

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