5

La primera parte de la transformación de Nicole empezó con una sesión de peluquería. Para ello tuvimos que buscar un salón donde no me conocieran, así que nos decidimos por una que estaba en la otra punta de la ciudad. Era un salón de belleza grande e impersonal, de los que no tienes que pedir cita previa para que te atiendan y nadie se acuerda de ti una vez te han cobrado. Tenía miedo de no saber explicar bien a la peluquera el tipo de corte que quería: algo radical, un corte de pelo de hombre y teñirme de negro. Quería parecer un chico

—Buenos días ¿en qué puedo ayudarla? —preguntó una mujer nada más entré en el local.

—Quiero un cambio de imagen.

Le expliqué lo mejor que pude lo que necesitaba, insistiendo en que lo principal era que tenía que parecer un chico.

—¿Está segura? Tiene usted un pelo precioso, su tono de pelirrojo es muy brillante, es una pena tener que teñirlo... —sugería aquella mujer tratando de disuadirme.

—Sí, estoy segura -empezaba a impacientarme — ¿Puede hacerlo o no?, si se lo impide algún tipo de ética me lo dice y voy a otro sitio —comenté para dejar clara mi postura.

—No, por favor, pase al salón que enseguida estamos con usted —replicó ella cambiando enseguida de parecer.

Me atendieron muy bien, primero me hicieron una trenza y cortaron el pelo, el cual doné para hacer pelucas. Después me tiñeron de negro y finalmente me hicieron un nuevo corte. El resultado fue increíble. Cuando Carlos y Emma me vinieron a recoger se quedaron sorprendidos ¡no me reconocían! Sólo gracias a la ropa que llevaba me identificaron. Mi melena roja había desaparecido llevándose parte de Nicole con ella.

—Madre mía, Nicole, ¡estás... diferente! —dijo Emma, que se había quedado con la boca abierta —. ¡No creí que te atrevieras! Estás muy «masculina».

—De eso se trataba, tengo que convertirme en Nico... y ya di el primer paso —afirmé contenta.

Perder mi cabellera pelirroja fue un sacrificio necesario aunque doloroso, formaba parte de mi personalidad. El siguiente destino fue pasar por una óptica para comprar las lentillas de color. Como estaba planeado las escogí verdes como los ojos de Carlos. Nunca antes había llevado lentillas y necesité un tiempo de adaptación, pero el dependiente me prometió que en una semana ya podría llevarlas todo el día, aunque debía recordar quitármelas de noche.

Durante esa primera semana de «transformación» fui de compras con Emma para adquirir ropa masculina, me probé varios estilos hasta encontrar uno que me resultara cómodo. Estábamos emocionadas, cada vez que salía del probador y me miraba al espejo me convencía de que mi plan no podía fallar. Me sentía diferente, más libre, podría decirse que dejaba atrás la tristeza. La ilusión había renacido en mi interior llenando un hueco vacío que la muerte de mi padre había dejado. No es que no me doliese, no lo había olvidado, pero de nuevo estaba mirando hacia el futuro con la esperanza de cumplir nuestro sueño.
Tras toda una mañana de compras, tenía el monedero vacío y el guardarropas lleno.
Un punto que tenía que resolver todavía, en el que aún no había pensado, eran mis pechos. No es que los tuviera muy grandes, mas si lo suficiente como para que se notasen bajo la ropa.
Probé con sujetadores de deporte pero, aunque eran cómodos, no ocultaban el volumen.
Opté por una venda elástica que los comprimía lo suficiente para que no se notasen. No era tan cómodo pero sí eficiente.

Nico ya había nacido, sólo faltaba dotarlo de personalidad propia y erradicar mi manera de moverme para adaptarme a un estilo más masculino.
En esto último me ayudaría Carlos. Era la parte más complicada porque llevaba siendo Nicole veinte años...

—¡No cruces las piernas! —me corregía, intentando no reírse de mis posturas.

Estábamos en el comedor del piso que compartíamos, yo intentaba concentrarme en ser más masculina, pero me desesperaba no conseguirlo enseguida.

—¿Me siento así? —pregunté de nuevo mientras colocaba ambas extremidades abiertas.

—¡No hace falta exagerar, Nicole! —comentaba mientras la risa se le escapaba sin control —. Así parece que seas una contorsionista.

—¡Soy Nico! —recalqué por tercera vez ese día. Estaba tan nerviosa que la poca paciencia que tenía se iba agotando por momentos.

—Aún estamos solos, puedo llamarte por tu nombre —justificó él con ojitos de niño bueno-— Estás muy nerviosa estos días, ven, déjame abrazarte.

Se acercó a mí y apoyé mi cabeza en su hombro y dejándome llevar durante un instante por el estrés y el cansancio acumulado de aquellos días de entrenamiento intensivo.

—Si no te acostumbras desde ya, no te darás cuenta y me descubrirás más adelante. ¡Esfuérzate! ¡me estoy jugando mucho! —dije al fin, expresando en voz alta el miedo al fracaso que me estaba consumiendo por dentro.

—Lo siento, Nico, trataré de no equivocarme —se disculpó mientras me separaba de él para seguir entrenando—. Pero...¿Cómo crees que vas a engañar a la gente andando así?

—¿Así..? —pregunté, caminando como creí que hacían los chicos, despertando de nuevo la risa de Carlos. Aunque esta vez yo acabé contagiada y reímos juntos con mis torpes intentos por ser «un hombre hecho y derecho» .

—No, da los pasos más largos. Pisa fuerte el suelo... Así mejor.

Entrenaba todas las tardes con Carlos y por la mañana Emma me ayudaba con la voz. Algo muy difícil de cambiar, que requería toda mi atención para lograrlo, no podía distraerme.

—Vamos a probar otra vez —decía con paciencia . Sube el volumen un poco y procura que tu voz sea más grave. Creo que si intentas hablar como si estuvieras enfadada funcionará.

Lo intentaba una y otra vez, Emma me corregía con paciencia y me animaba cuando la frustración se apoderaba de mí.

—Piensa en la carrera de MotoGP que vimos esta mañana, ahí estarás corriendo tú cuando consigas dominar la voz.

—¡Es mucho más difícil de lo que pensaba!, el tono de voz requiere toda mi atención, pero si me concentró en ello mis gestos y mi manera de moverme me delatan. ¡No consigo controlar las dos cosas! —exclamé desesperada.

—Tranquila, todo es cuestión de práctica. El mes que viene te entrenaremos los dos al mismo tiempo —trató de transmitirme calma.

—Va a ser una locura, lo presiento —murmuré en voz baja.

Pasó el primer mes y Nico empezó a ser parte de mí misma. Interioricé su forma de ser, sus movimientos, ya no necesitaba concentrarme tanto. El entrenamiento empezaba a dar resultados y empecé a creer que podría conseguirlo. La documentación todavía tardaría un mes más.

Ahora salíamos los tres juntos y Emma se convirtió en mi mejor amiga y confidente. Carlos y ella eran la pareja ideal, no discutían casi nunca, a excepción de los momentos en los que Emma era un poco arrogante con nosotros y creía llevar la razón. Carlos se empeñaba en corregirla y en esos momentos se notaba la pasión que les unía. Sus ojos se llenaban de vida, el brillo en ellos revelaba la intensidad de unos sentimientos que no podían esconder. Se retaban con la mirada y sus palabras dejaban de ser importantes. Yo los observaba y les envidiaba. Jamás había sentido algo parecido por nadie. Si se pudiese comparar, supongo que lo que sentían el uno por el otro era similar a lo que yo sentía por la velocidad y por las motos. Cuando corría por el asfalto, cuando hablaba de las motos con alguien o simplemente podía ver alguna moto nueva, el corazón se me disparaba y mis ojos brillaban.

Fui a recoger mi nuevo documento de identidad y comprendí que el momento de entrar en acción había llegado: Teníamos que pasar a la segunda parte del plan. En primer lugar comprobaríamos qué grado de credibilidad tenía Nico y si alguien era capaz de reconocerme. La duda nos surgió entonces, ¿con quién nos podíamos arriesgar a probar el realismo de la transformación?

—Podríamos probar con alguien que te conozca poco, Nico, si no sospecha nada nos arriesgamos con alguien de tu entorno más directo como Jesús o incluso Dennis —sugirió Carlos.

—No sé si pueda soportar estar al lado de Dennis, Carlos, sabes que no puedo aguantar sus tonterías por mucho tiempo —confesé suplicante —, con Jesús me atrevo porque es como un segundo padre para mí.

—Tendrás que esforzarte en controlar tu temperamento. Si discutes con él, como hacía Nicole, todos tus esfuerzos no habrán servido para nada. Te descubrirán enseguida —razonó Emma mirándome con condescendencia —, tienes que dominar tus impulsos y no dejar que te afecten sus tonterías —Y añadió —. De todas maneras no se comportará con Nico como lo hacía con Nicole, recuerda que no lo conoce.

—Pero yo soy la misma y mis sentimientos por él no han cambiado. ¿Cómo voy a controlarme si sólo verle me pone de mal humor?

—Piensa que de ello depende el éxito en el plan que hemos trazado. Intenta verlo como un desafío —dijo Carlos.

—No es fácil, vosotros lo veis muy sencillo , como si todo dependiera de mí. Y no entiendo la razón, pero no controlo mis emociones al verlo. Sólo me pasa con él, es mi talón de Aquiles en todo este lío.

—No lo analices en profundidad, Nico, vamos paso a paso, ¿Con quién empezamos la prueba? —preguntó mirándome a los ojos.

—Vamos a intentarlo con el Team Manager, lo vi no hace mucho, justo antes de tomar la decisión de crear a Nico. Si él no me reconoce ya veremos —dije, pensando en cómo controlar lo que me ocurría con Dennis.

Decidí ir a la oficina con Carlos para que él, como mi mánager, presentara mi candidatura a la escudería para formar parte de ella. Si pasaba el examen de reconocimiento bajaríamos a Boxes y sería la prueba definitiva, ya que me enfrentaría a Jesús... Y también a Dennis con mucha probabilidad.

Llegamos a las oficinas y ni las secretarias ni el resto de personal pareció reconocerme. habíamos llamado el día anterior y concretado cita para las cuatro de la tarde, cuando subí por aquellas escaleras recordé las palabras que me había dicho la última vez que estuve allí: «Si fueras un hombre sería diferente. No te puedo ayudar». Entramos en el despacho, una habitación espaciosa y confortable, que contaba con una zona delimitada compuesta por una mesa baja de cristal y sillones a su alrededor, y en el fondo se veía un escritorio. Nos hicieron sentar en la zona de los sillones y Carlos discutió las condiciones de trabajo y el sueldo que cobraría con el Team Mánager en caso de que llegaran a contratarme. Yo no presté atención, mi preocupación era no dejarme llevar por la emoción cuando viera a Jesús de nuevo. Me pidieron una prueba de rodaje en el circuito, me dejarían una moto y tenía que hacer una vuelta rápida para demostrar mis habilidades. Carlos aceptó la condición y llegó la hora de afrontar la última prueba de autenticidad de Nico. Tenía los nervios a flor de piel, me jugaba todo el éxito de mi loco plan a una sola carta: que nadie supiera quién era. Al llegar a Boxes tuve que fingir que no conocía el lugar como la palma de mi mano, me dejé guiar por uno de los técnicos, que me explicó las prestaciones y los detalles técnicos de la moto con la que iba a correr. Hablé poco pero no pareció darle importancia. Me dejaron un casco y un mono. Me indicaron dónde cambiarme y lo hice rápido. Cuando salí del vestuario, con el casco puesto, vi a Jesús en el fondo del taller mirándome y un escalofrío me recorrió la espalda. ¿Me habría reconocido?

Me subí a la moto en la línea de salida y completé una vuelta al circuito para acostumbrarme a la nueva máquina. Tras esa primera, hice una segunda a la máxima velocidad, e incluso una tercera ajustando todavía más el tiempo de llegada.

El Team quedó muy sorprendido y cuando bajé de la moto me estrechó la mano y me felicitó. ¡Me habían contratado! Aunque aquello no entraba en nuestros planes, acepté la oferta y conseguí patrocinador. El reto se tornaría mucho más difícil, pero estaba dispuesto a enfrentarme a todos los obstáculos que se me presentasen.

Una vez volvió a tener juntos a la pareja, Eros decidió que ya era hora de entrar en acción. Escogió una de las películas que había visto: Pretty woman, para idear una forma de que Dennis y Nicole, ahora Nico, empezaran a sentir el amor con más intensidad que el odio. Solo tenía que conseguir que se besasen para que el hechizo de la pluma de búho desapareciera y, de ese modo, ellos caerían en las redes del amor. Vio la película varias veces seguidas y llegó a la conclusión de que ambos debían hacerse algún regalo. Seguro que caían enamorados uno del otro.

En Pretty woman funcionó...

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