Pasan los días y Camilo no me contesta las llamadas ¡Ag! Esto me afecta más de lo normal.

Le doy mi ecografía a mi hermana, la molesto un poco para sacarme el estrés y salgo de mi casa para comprarme un dulce ¡Antojo aquí voy!

Llego al kiosco, veo un montón de chocolates, caramelos ¡Oh! Alfajor triple torta. Se me hace agua a la boca y acerco la mano, pero alguien agarra el último antes que yo.

Frunzo el ceño para mirarlo, pero cuando lo veo, mi semblante enojado se va y mi cara es de sorpresa. Siento como mis mejillas se ruborizan y mi corazón se acelera.

―Ni... Nico ―tartamudeo ¡Qué estupidez! Solo por no verlo hace tiempo.

El lindo rubio sonríe.

―¿Lo quieres? ―Me lo entrega y como todo un caballero lo paga él.

Caminamos juntos y lo acompaño hasta la puerta de su casa.

―¿Cómo has estado? ―le pregunto.

―Excelente, estoy entablando mejor relación con mi padre ―me cuenta alegre―. ¿Y tú? ¿Cómo va todo?

―Eh... bien ―exclamo tímida.

¡Detente, estúpida! ¿Por qué te comportas como una idiota? Tonto corazón, deja de estar acelerado.

―¿Nada para contar? ―Sonríe.

―Es que... ―¡Puf! Si supiera.

―¿Máximo te dijo algo? ―sugiere y frunzo el ceño.

―Máximo es un idiota, arruina todo en cinco segundos, es destructor de personas.

―Ya lo sabíamos.

―Lo perdoné ―aclaro con los ojos humedecidos―. Me acosté con él, y luego fue a molestar a Camilo ¿Qué culpa tiene Camilo de mi equivocación?

―¡Uf! ¿Y me lo tiras así? Sin anestesia. ―Se sorprende.

Suspiro.

―No tengo a quién decírselo, y tú eres alguien en quien confío, aunque nos veamos tan poco.

―Entonces hay que vernos más seguido, para que no me tires esas bombas de información. ―Se ríe y yo refriego mis ojos.

―No se puede. ―Caen mis lágrimas.

―Hey, no llores. ―Me mira preocupado y se me acerca―. ¿Por qué no? ¿Es razón para llorar eso? ―Limpia mis lágrimas con su pulgar y yo cierro los ojos.

―Porque mi acelerado corazón no me deja.

―¿Qué dices?

Abro mis ojos y lo miro directo a los suyos.

―Porque no quiero admitir que siento cosas por ti.