Bufa y lo miro, parece nervioso.

―Carina yo... ―Gira la vista a verme y yo muevo la mía―. Yo sentía cosas por ti, es más, aún siento lo mismo, nunca te mentí cuando me declaré en aquella plaza donde comenzamos a salir.

―¡Cállate, no quiero escucharte! ―grito presionando mis manos en la baranda.

―Pero... ―Ahí viene el maldito "pero"―. Me dejé convencer por mi familia. Ellos decían que no eras la chica para mí, que no tenías clase, que nunca llegarías a nada y que me querías solo por el dinero.

―¿Qué dices? ―Lo observo desconcertada―. Si tu madre me amaba, siempre me elogiaba. ―Siempre pensé que su mamá era un sol de persona.

―Estás equivocada, fingía que le caías bien. Cuando te ibas, empezaba a insultarte ¿Por qué crees que nunca te invitó a la casa? Ella te detesta.

Es cierto, no hablé más con esa mujer cuando Máximo terminó conmigo, pero...

―Eso no justifica que terminarás conmigo de la forma en que lo hiciste.

"Terminemos".

"Eso, que ya tomé lo que quería, ya te puedes ir, ya no te necesito más."

―No, no lo justifica. ―Baja la mirada―. Tenía que terminar contigo de una manera cruel, tenía que acabar la relación de una forma en la cual ya no hubiera vuelta atrás.

―¿Por qué? ―Continúo enojada y mis nervios aumentan.

―Porque se suponía que iba a olvidarte, tenía que asegurarme de que me odiaras. ―Vuelve a mirarme y sonríe―. Y lo logré, pero también conocí a la Carina que tenías oculta, a esa mujer fatal que afloró más mis sentimientos por ti. ―Vuelve a bajar la vista, pensativo.

―¿Qué buscas, Máximo? ―pregunto angustiada.

―Que me perdones.

―¿Para qué?

―Para que la culpa se vaya ―exclama de manera triste y se forma un silencio mientras el viento mueve nuestros cabellos.