Despierto aturdida y miro para todos lados, entonces me levanto abruptamente.

―Eh, tranquila. ―Visualizo a Camilo al lado de la camilla―. La doctora dijo tranquilidad. ―Me sonríe.

―¿Estamos en el sanatorio? ¿Cuándo llegué aquí? ―pregunto confundida.

―Yo te traje, me diste un susto bárbaro cuando te desmayaste, pero la doctora dijo que está todo bien, tú y el bebé están bien. Sin embargo aclaró también que debes descansar, por eso te encuentras aquí todavía ―explica y escucho detenidamente.

¡¿Quedarme aquí?! ¡Qué aburrido!

―Pero yo me quiero ir ya. ―Hago puchero.

Él se ríe.

―No creo que haciendo esas caritas convenzas a la doctora. A mí sí, pero a ella no.

Bufo.

―Odio los hospitales. Y dime ¿Cómo entraste a lo de Lex?

―Justo su hermana entró, fue suerte, pero no me hubiera importado romper la puerta, para alejarte de ese asqueroso. ―Se nota el enojo que sale de sus encantadores labios al nombrarlo.

―¡Puf! Olvídalo ―digo así, pero estaba asustada en ese momento.

―Lo amenacé, pero tú deberías denunciarlo. ―Me señala―. Eso fue peligroso.

―¿Podemos olvidar el tema? ―Qué cansancio―. Dime ¿No se enteró nadie que estoy aquí, cierto? No quiero que mi madre o mi hermana se preocupen. ―O que se enteren que estoy embarazada, por culpa de que se los diga la doctora.

―No, nadie ―exclama no muy conforme con mi pedido―. Por cierto ―cambia de tema y sonríe―, no sabía que me tenías en marcación rápida.

―Sí, eres el número uno. ―También sonrío―. Espera. ―Me quedo pensativa―. ¿Cómo lo sabes?

―El celular quedó abierto y lo vi ―exclama avergonzado.

―Ah... no importa. Tampoco para ponerte así. ―Me río.

―También tenías a Nicolás ―pronuncia celoso.

Mi risa se detiene y mi sonrisa se borra. Ay, eso sí era privado.