3. Vidas ficticias
El sol se estaba poniendo cuando llegamos a la casa de la señora Delia. La desconfianza me visitó, algo razonable a mi entender, así que le pedí que se quedara en el patio mientras yo iba por un cuaderno y lápices. Otro motivo era que quería tener más tiempo para organizar mis ideas. No sabía cómo iba a empezar a contarle lo que había vivido, pero pensé en trazar líneas para no perder nada.
Cuando salí a su encuentro, él estaba sentado al pie de un árbol trazando círculos en la tierra con una llave. Me gustó mucho su apariencia, y quise tener alguna cámara o celular para dejar plasmada esa imagen en una foto.
A ese punto, Sai ya no tenía la camisa, se encontraba con una franela negra desmangada. Sus fuertes brazos me tenían muy nerviosa y no podía apartar los ojos de la cadena, una plateada con dije de ancla, que le colgaba del cuello.
Me fijé en cada uno de los movimientos que hacía, en la manera en que su pelo negro y azul se agitaba levemente por la brisa, en cómo sus brazos se flexionaban con cada figura que dibujaba.
La magia del momento se rompió cuando sus ojos grises se posaron sobre mí y noté la confusión en sus facciones. Me dio vergüenza, porque supo que lo estaba mirando de más. La sonrisa traviesa que me regaló me lo confirmó.
Como pude, me senté a su lado y empecé a relatarle mi vida. Mencioné a mis padres, mi afición por la lectura, la nula vida social que tenía. Asimismo, le dije con lujos de detalles, cómo, por algo que desconocía, aparecí en ese lugar.
Para mi sorpresa él no me interrumpió, supo escuchar muy atento a todo lo que le decía. Aun si eran cosas muy absurdas para él. Hice silencio después de un largo rato para tomar aire.
—¿Piensas que todo esto es... un libro? —preguntó con cierta cautela, como si hablaba con alguien fuera de sí.
—Una historia ficticia...
Las palabras se quedaron en el aire por culpa de su risa. Noté que no quería hacerlo, pero no la aguantó. Llevé las manos a mi rostro para cubrirlo y por la mente me pasaron cada una de las cosas importantes que mencioné. No lo culpo, ni yo lo hubiese creído si no lo hubiese vivido.
—No sigas inventando cosas, Ava, quizás lo soñaste —pidió entre risas.
Negué varias veces mientras buscaba la manera de hacer que me creyera. Entonces, pensé en algo que me daría la razón, o por lo menos provocaría que me tomara en serio.
—Déjame adivinar, eres un chico con un pasado oscuro —dije muy segura.
La sonrisa de Sai desapareció por completo y me miró como si me hubiese crecido otra cabeza.
—¿Qué...?
—Ya sabes, des esos que tienen traumas y sus papás no los quieren.
—¿Por qué dices eso?
—Es que es lo típico en las historias que leo —aclaré, obvia.
—Esto no es ficción, Ava. Me encantaría que fuera así, pero es la cruel y dura realidad.
Sus palabras provocaron que me doliera la cabeza. Era inútil, no había ninguna probabilidad de que él creyera lo que estaba diciendo. Con los hombros caídos y la mirada perdida, me levanté con la decisión de seguir los planes que había hecho en esa mañana.
Apretaba el cuaderno contra mi pecho mientras daba pasos lejos de él.
—Quizás soñaste todo lo anterior, ¿no lo has pensado? —Me paralicé ante sus palabras.
—No lo es, estoy segura de que leí la historia de ellos.
La cabeza se me había convertido en un enredo del cual quería salir, necesitaba una dosis de realidad, algo que me hiciera creer que mi vida como la recordaba sí sucedió. Pero no lo tenía, solo había retazos de mi pasado en la memoria.
—Digamos que te creo, ¿cuál sería tu plan para regresar?
Me giré de manera brusca cuando lo escuché, pues quería corroborar la burla en su cara. Pero no fue así, Sai estaba frente a mí, muy serio y sin una pizca de diversión en sus facciones. El pecho se me aceleró tanto que temí sufrir un paro cardíaco.
—No lo tengo claro, pero quiero intervenir de alguna manera...
Hice silencio por culpa de unas pisadas fuertes y gritos. Sai y yo nos miramos para después posar la vista hacia el lugar donde provenía el ruido.
Caminamos hacia allá despacio, uno junto al otro, y pude distinguir la figura alta de Seth. Estaba semi desnudo, empapado de sudor y golpeaba una pared con los puños descubiertos. El dolor que sentí al verlo tan afectado me hizo sollozar.
Su respiración era agitada, emitía gruñidos parecidos a un animal enjaulado y su rostro se contorsionaba de una manera dolorosa.
—¿Qué le pasa? —susurró Sai a mi lado sin despegar la vista de Seth.
—Creo que es una de sus crisis —dije con la voz entrecortada—. Es bipolar.
Nos quedamos quietos, escondidos detrás de una cerca que era lo que dividía las dos casas.
—Quiero ayudarlos, sé que puedo porque conozco por todo lo que pasarán.
Sai puso sus ojos sobre los míos. Era increíble todo lo que podía percibir en ellos. Me perdí en ese instante en el brillo de su mirada.
—Sigo insistiendo en que debiste soñar lo que crees era tu vida, Ava.
La manera en la que habló me hizo erizar la piel.
—Estoy segura de lo que te te estoy diciendo...
—Si es así, entonces tú también eres producto de una mente loca en algún lugar —alegó con burla.
Me hizo gracia, así que me reí.
—No es cierto, mi vida es muy aburrida para ser una historia de un libro —dije.
—La mía también, no sabes cuán aburrido es ser Sai.
Quise rebatir sus palabras, pero el ruido seco del otro lado del patio no me lo permitió. Seth se encontraba en el suelo, hecho bolita mientras sangraba y lloraba. Todo en mí se conmovió al presenciar lo mucho que sufría en silencio, lejos de Emma y de todos.
Verlo me produjo una tristeza profunda, yo amaba a ese personaje por el grado de dificultad que fue su vida. No había punto de comparación entre leer lo que le sucedía a contemplarlo.
—Necesito ayudarlo —susurré con dificultad.
—¿Cómo podrías?
—No lo sé, pero debo acercarme.
Sai asintió, sin despegar los ojos de Seth.
—Te va a sonar contradictorio debido a lo que te he dicho, pero puedes contar conmigo.
—Sai...
—Así te darás cuenta de que estás equivocada —rio.
—Te mostraré lo contrario.
Nos miramos a los ojos por unos segundos, pero desvié la vista hacia Seth. Él seguía en el mismo lugar, encorvado y cubriéndose la cara con las manos muy lastimadas.
—¿Cuál es el plan?
No le contesté, porque me moví hacia el lugar donde estábamos y me puse a escribir en el cuaderno:
Día 2.
No tengo idea de en qué parte de la historia estoy.
Misión: acercarme a Emma y Seth.
Conocer más de Sai ¿?
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