Capítulo IV

Baje el edificio encapuchado. Se había terminado el descanso, había que volver y enfrentar a Zack.

Oh no, enfrentar a Zack.

Mierda. Mierda. Mierda.

¿Cómo iba a explicar haberme escapado antes de la premiación, colarme en un bar barato hasta quedar asquerosamente borracho, asistir en ese estado a Kingdom, meterme en una pelea con Garner, pasar la noche en una estación de policía...? ¿Cómo?

Me pasé las manos por el rostro.

Bueno, a ver, ya estaba lo suficientemente grandecito para hacer lo que se me viniera en gana. Habíamos tenido esa conversación unas cuantas veces, yo quería mi libertad y él había accedido, siempre y cuando no causara problemas.

No había nada de qué preocuparse.

Claro, solo olvidas que hiciste exactamente eso, causar problemas.

Bueno, sí. Estaba jodido.

Pero hacía tiempo que no me sentía de esta manera. Como si esta sensación de preocupación, hubiera merecido la pena.

Ya enfrentaría luego a Zack, pero por ahora, prefería quedarme con esta sensación agridulce. Después de todo, necesitaba dejar de ser una marioneta de vez en cuando.

Unos minutos más tarde, el Tesla de Shawn se aparcó frente al edificio de Aster.

—¿Uber para Xander? —comentó, bajando sus gafas, divertido.

—Cállate —solté, poniendo los ojos en blanco.

Bordeé el auto y me subí en el asiento de copiloto. Shawn arrancó, pero claro que no resistió callado ni un segundo.

—¿De dónde vienes? —indagó vacilando.

Me limité a no responder. Bajé la ventanilla, dejando que el viento me soplara en la cara.

—¿Estas enfadado?

Silencio.

—Kaaaaaan...

Mas silencio.

—KAAAAAAN —chilló, pinchándome la mejilla con un dedo.

—¿Qué? —respondí, para que dejara de molestar.

—¿Estas enfadado por lo de anoche? —volvió a preguntar.

—Nooo... ¿Por qué debería de estarlo?, si tengo al mejor amigo que me ayuda siempre que lo necesito —solté con exagerado sarcasmo.

—Aww —murmuró, haciendo pucheros—. ¡Sabía que no te enfadarías!

Lo miré, perplejo.

—¿Entiendes que eso fue sarcasmo?

—Claro que lo entiendo, pero déjame mentirme por lo menos... El de anoche ha sido el peor polvo de mi vida.

—Pues para que aprendas.

Shawn hizo un ademan de encender la radio, pero lo detuve. No estaba de humor para escuchar toda la prensa amarillista hablando de lo que ocurrió anoche. Seguro que Garner se había encargado de poner mi nombre en todos lados, y no en un buen sentido.

—Al parecer tu polvo de anoche fue peor que el mío —sentí su mirada sobre mí.

Es que jamás se cansaría de molestar. Comenzaba a considerar irme caminando.

—No hubo polvo —aclaré, mirándolo con el cejo fruncido.

—Claro. Y ahí está el problema.

Lo ignoré, como lo hacía la mayor parte del tiempo. Shawn solía ser una máquina de soltar estupideces, pero me había acostumbrado a escucharlo y fingir sordera.

Lo queremos, aunque sea un pesado.

—Bien... ¿Dormiste cómodo por lo menos?

—No. Dormí en un sofá que parecía de casa de muñecas —me removí en el asiento, recordando mi dolor de espalda.

—¿Por qué no dormiste en su cama?

—Porque no fui en plan "rollo de una noche", fui a pasar la noche —refuté—. Era eso, o el banco de una plaza.

Bueno... puede que eso no fuera del todo cierto.

Anoche, al terminar la llamada con Shawn, noté que en mi bolsillo habían cincuenta dólares, cosa que no sería de mucha ayuda, sería imposible encontrar una habitación por tan bajo costo y mucho menos a esa hora de la noche.

Además estaba un poco ebrio y estaba necesitando "distenderme", nunca tenía problema con las chicas. Se me daba bastante fácil.

Con intentar no perdía nada... ¿No?

De hecho, había creído que sería la rubia... Coral... ¿Ese era su nombre?, da igual. Creía que sería ella quien me abriría las puertas de su casa, hasta que comentó que tenía novio, y que trataría de convencer a su amiga.

No creí que fuera a acceder, pero fue una sorpresa que Aster se ofreciera. Aunque, más bien había sido obligada.

En un principio, no podía siquiera soportar su su carácter, aunque no iba a negarme si ella insinuaba alguna otra cosa.

Al darme cuenta que su mal humor iba en ascendencia, desistí de la idea, sólo miraba de reojo constantemente, en alerta por si le daba algún brote asesino. Pero al poner tan solo un cuarto de pie en su piso, el aroma dulce a vainilla me impregnó las fosas nasales y lo demás era más que obvio.

Aster era una niña pequeña escondida bajo una fachada de señorita-irritable. Y no lo había notado solo por su shampoo de vainilla para niños. La delató todo lo que había en su casa. Desde el sofá miniatura celeste, hasta las tazas de super héroes Marvel. Los post-its en el refrigerador, el gatito de porcelana encima de la mesa, su cepillo de dientes con pintitas de colores...

Tal vez hubiera preferido no haber prestado tanta atención a los detalles de su casa, porque ahora no podía sacárselos de la cabeza.

—Necesito un café... ¿Tú..?

—Ya desayuné.

Shawn esbozó una sonrisita que indicaba que pondría más pesado de lo normal.

—Mhm ya veo... has desayunado —puso énfasis en la última palabra.

—Si, café y tostadas con queso. Pesado.

—Ya, ya... no estaba insinuando nada.

Nos quedamos en silencio por algunos pocos minutos.

Espera... algo iba mal.

Se avecinaba otra pregunta.

—¿Se puede saber quién es... esa muchacha?

—¿Como sabes que es una chica?

—Hueles a princesa. Créeme que es muy difícil de ignorar ese aroma a vainilla —puso una mueca.

Me olfateé a mí mismo disimuladamente. Tenía un poco de razón, aunque ya me había acostumbrado un poco a ese olor, pero al principio me había parecido igual de embriagante.

Miré por la ventanilla el imponente edificio a mi derecha.

—No me has contestado...

—Bueno. Gracias por el aventón —dije abriendo la puerta del coche.

Shawn me miró con los ojos entrecerrados.

—Ya hablaremos tú y yo... No creas que vas a salvarte.

—Claro —puse los ojos en blanco—, como tú digas.

Y sin más tardar, entré al edificio, sabiendo lo que me esperaba.

—Buenos días señor Kan... el señor Allard lo ha estado buscand...

—Lo sé Rick —lo corté en seco, aunque el recepcionista no tenía la culpa de nada—.

Tomé el elevador y subí hasta el último piso. Ya podía imaginar a Zack caminando de un lado a otro en la sala, con el teléfono en la mano y maldiciendo en todos los idiomas.

Piso 6...

Piso 7...

Piso 8...

En cuanto esas puertas se abrieran, se desataría la tercera guerra mundial.

Piso 11...

Piso 12...

Piso 13...

Las puertas se abrieron y el sonido del elevador llegó tan rápido a los oídos de Zack, que antes que pudiera voltearse sentí su mirada láser perforándome la cabeza.

—¡SE PUEDE SABER DONDE ESTABAS! —gritó tan fuerte que podría haber roto cualquiera de los ventanales del salón.

Me adentré y crucé la sala, en dirección a la cocina. Tomé un vaso de agua y lo bebí, pasando completamente del hombre que se estaba convirtiendo en una especie de increíble Hulk rojo.

—Te recomiendo que cuides esa vena que aparece en tu frente cuando te enojas —comenté con total tranquilidad.

—¿Tienes idea de la cantidad de problemas en los que te metiste?

—¿Que problemas?

La ira creció por todo su cuerpo. Lo notaba desaliñado, lo cual era muy extraño tratándose de Zack.
Él siempre vestía elegante, impoluto, sin la más mínima arruga o mancha, y ahora se notaba que había pasado la noche desvelado. Seguía con la misma ropa de ayer.

—Te voy a dar un minuto —miró el reloj de su muñeca— para que confieses todo lo qué pasó anoche, o tu carrera termina en este mismo instante —amenazó.

Tu carrera termina en este mismo instante. Es tu oportunidad, tómala o déjala.

Me pellizque el puente de la nariz. Hubiera deseado acabar con todo en ese mismo instante, pero no conocía otra vida, y lamentablemente sentía tanta pena por mí, como por Zack.

—Iba a pasar por un trago, solo uno. No podía enfrentarme a todos sabiendo lo que piensan de mí, porque lo veo en sus miradas. Y luego, un tipo en el bar me invitó una cerveza asquerosamente barata, y luego otra... y otra...

—No importa cuantas cervezas te tomaste Xander, vé al punto. ¿Qué pasó con Garner?

—No me llames Xander —cerré los puños con fuerza.

—Malcom Garner puso una cláusula en la disquera. Ya no puedes pisar Grow.

—¿Que? No pueden hacer eso, soy la imagen de la disquera.

—Garner compró el 50% de las acciones de GrowMusic y está financiando la carrera de una nueva artista, pero a cambio, solicitó la rescisión de tu contrato —se pasó una mano por el cabello.

—¿Quién es la nueva imagen? —pregunté, aunque ya estaba jodido.

—Kalú —respondió lo que era de esperarse.

Esa chica me había estado pisando los talones hacía rato, y con todo el mérito del mundo. Realmente era buena, tenía un estilo algo diferente y al parecer, al público le había fascinado. Pero no era lo suficientemente reconocida para ser la imagen de un sello discográfico.

Todo esto era obra de Garner, y estaba casi seguro que ni bien salió de la estación de policía movió todos sus contactos para hacer esto... joderme.

Me asomé al ventanal, desde el decimotercer piso podía sentirme el dueño del mundo y no el de mi propia vida. Pero tenía que tomar decisiones como si fuera el dueño del mundo.

—Estamos jodidos Kan... —murmuró Zack detrás de mí.

No lo estamos...

—¿A que te refieres con eso?

—No me quieren en su disquera... perfecto. Tendremos la nuestra.

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