Capítulo II

Me lleve las manos a la cara.

¿Qué demonios estaba haciendo?

Eran las cuatro de la mañana y yo tenía un tipo que no conocía de nada, duchándose en mi casa, y en breve, durmiendo en mi sofá.

Puse una alarma en mi móvil, lo conecté al cargador y sin más, me quedé dormida

Rogaba que no me demorara tanto en terminar las canciones, así, con suerte podría dormir algo. Si todo marchaba bien, a las 10 AM estaría en GowMusic, cerraríamos el contrato con Kalú y volvería a casa a dormir feliz y tranquila.

—¿En dónde vives? —preguntó desde el asiento trasero.

—Ya lo verás, no molestes —contesté.

—¡Aster, linda! ¡Suenas tan emocionada por tener invitados! —ironizó Caroline.

Revoleé los ojos ante su comentario.

Para mi sorpresa, Caroline había tardado muy poco en hacer el recorrido, y unos minutos más tarde, nos encontrábamos frente al edificio de mi casa.

—Okay —dije desabrochándome el cinturón de seguridad—. Hemos llegado... será una noche larga.

—Nos vemos linda... me marcas cualquier cosa —dijo Caroline, mirándome—. Y tú Kan, ten mucho cuidado con lo que haces, porque puedo hundirte si así lo deseo —aseguró.

—¿Creen que soy un asesino en serie o algo por el estilo? Deberías tener más miedo por mí que por ella —se defendió él.

—Aster es inofensiva.

—O tal vez no, se usar muy bien los cuchillos —dije abriendo la puerta para luego bajar del auto.

—¡Lo ves! —espetó Kan, mientras también salía del coche.

Lo bordeé mientras sacaba las llaves.

—¡Nos vemos! —saludó la rubia echándome una guiñada de ojo, para luego ponerse en marcha y perderse en la siguiente calle.

Caminé hasta la entrada y escuché sus pasos seguirme. Sin embargo no volteé, me dirigí al elevador y me subí. Él hizo lo mismo.

Saqué las llaves y una vez en el cuarto piso, el elevador se detuvo. Salí dando grandes zancadas hasta llegar a la puerta de mi apartamento.

—¿Que esperas una invitación? —dije mirándolo desde la puerta.

—Si la espero, es probable que no la consiga, así que no —aseguró y luego se adentró.

Cerré la puerta y acto seguido me dirigí a mi pequeña cocina —la cual no usaba mucho—, saqué una botella de agua y serví dos vasos.

Kan se sentó uno de los bancos del desayunador, mientras me observaba con suma atención.

—Linda casa... —comentó— hay mucho de ti por todas partes, o eso parece.

Mucho de mi.

—¿Lo dices por el desorden? —pregunté ofendida—. Mira, es lo que hay. Tampoco me agrada que estés aquí, así que si no te gusta, ahí está la puerta.

—¿Por qué estas todo el tiempo a la defensiva? —preguntó luego de beber un sorbo de agua.

—Yo...—suspiré, pellizcando el puente de mi nariz—. Yo no... suelo ser así, solo... estoy muy cansada y-y aún tengo trabajo que hacer así que...

—¿Así que me toca la peor parte? —completó él elevando una de sus comisuras.

—Podría enfadarme porque acabas de decir eso... pero sí, básicamente no estoy de humor y te toca soportarme.

—Nah... tranquila, nadie es peor que Zack —comentó divertido.

—No sé si debería ofenderme por ello.

—¡No! no, quiero dormir aquí —lo miré extrañada—. Es decir, no me parece que haya una opción mejor en este momento... la otra es el banco de una plaza —finalizó.

—Bien...—bebí mi último sorbo—. Espérame aquí, y por favor, no toques nada.

Le dediqué una última mirada y me dirigí a mi habitación.

Necesitaba una ducha... pero tampoco tenía mucho tiempo y con Kan en la cocina... No. Mejor mañana.

Me cambié de atuendo por algo mucho más cómodo. Lo mismo hice con mi peinado, soltando mi cabello y deshaciéndome de las malditas horquillas que estaban a punto de perforar mi cerebro.

Vaya tortura medieval.

Salí de la habitación con una manta de osos color verde entre las manos y una sudadera, la más grande que tenía. Había buscado algún short o algo que le pudiera servir pero no había encontrado nada, era todo demasiado pequeño para él.

Me lo encontré mirando las fotos que tenía colgadas en la heladera, entonces carraspeé captando su atención.

—Me gusta tu atuendo, se ve mejor que el vestido anterior —comentó mirando mi pijama de Spiderman.

—Si, si, como digas —lo ignoré—. Bien. Aquí tienes una sudadera... no vas a dormir con esa suciedad —señalé su camisa y de inmediato él la miró— en mi sofá. Y... aquí tienes una manta, por si tienes frío y eso —completé extendiendo ambas cosas.

—¿Osos verdes? —comentó mirando la manta—. ¿Dónde compras estas cosas?

—Me lo regaló mi madre —respondí mientras bostezaba—. Bueno... si no necesitas nada más, voy a dormir —le dije volteándome en dirección a mi habitación.

—¡Espera! —soltó—. ¿Puedo... tomar una ducha? —inquirió con cara de angelito.

Esto tiene que ser una broma.

Miré el reloj de la sala, ya eran las 4 AM.

—¿No puedes bañarte en tu casa? —pregunté con tono de súplica.

—Apesto a sudor y alcohol, Aster, dudo que quieras que use esta sudadera así.

Era la primera vez que me llamaba por mi nombre... ¿no? O tal vez era la primera vez que lo notaba.

Suspiré y luego me dirigí al baño, Kan me siguió pero se detuvo en la puerta. Bueno, al menos respetaba nuestra proximidad en los espacios reducidos.

Abrí la ducha y le di una toalla limpia.

—Adelante...—dije invitándolo a entrar al tiempo que salía del cuarto—. Sabes cómo usar una ducha supongo... así que, si no te molesta, necesito descansar.

—Buenas noches...—comentó con tono suave desde el marco de la puerta.

Asentí para luego marcharme a mi habitación.

—Aster... —soltó haciendo que me volteara—. Gracias.

Le dediqué un pésimo intento de sonrisa y finalmente me adentré en el cuarto.

Cerré la puerta tras de mí y me dejé caer en mi afelpada cama, que por cierto, ni siquiera estaba tendida y estaba cubierta por una capa de hojas borradores.

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