¿Y ahora que?
La lluvia azotaba la ventana, se escuchaba como las gotas caían y chocaban con el techo, al igual que las ramas de los árboles, danzando unas contra otras en busca de estabilidad.
Todo afuera estaba hecho un lío, pero nada comparado al menor de la mansión; pesar del frío, sentía que todo el cuerpo ardía en llamas, en esos momentos de verdad necesitaba que Jason le eché agua fría enzima, se sentía en el mismo infierno.
Removiéndose entre las sabanas, buscando reconfortar su calor.
Era irónico.
Pero a pesar de cambiar de posición cada segundo, nada resultaba dar efecto.
Decidió darse una pequeña ducha, eran las 4 de la mañana, no era tan temprano, ya podría dar su día como iniciado.
Pero todo se fue al vacío, apenas puso un pie fuera de la cama. Un fuerte mareo lo golpeó. Sus piernas flaquean al instante.
–Carajo...–murmuró tratando de recomponerse. Pero el miedo lo invadió —algo raro viniendo de Damián Wayne— estaba seguro de escuchar su voz un poco más fuerte y gruesa. No le dio importancia, tal vez el frío lo había dejado un poco ronco, no era cosa de otro mundo.
Bajo las escaleras y merodea los pasillos en busca de la dichosa cocina, primero quería refrescar su sed, y después tomaría su ansiada ducha..., o tal vez solo iría al patio y dejaría que la lluvia lo empape. No, descarto esos pensamientos al instante, si Alfred lo veía a estas horas bajo la lluvia, nada iba a acabar bien.
Todos sus pensamientos quedaron en las nubes al sentir un estruendo y la voz de un Dick bastante alterado.
Soltó un suspiro y sobo el cien.
Tan temprano y el mundo parecía querer darse por terminado.
–¡Damián!– escucho el grito desesperado que dio su hermano mayor. No tuvo más que hacer que encaminarse escalera arriba.
Mientras tanto, el mayor de los hermanos Wayne se encontraba viendo asustado la habitación del menor: no había rastro de él.
Comenzó a buscarlo con desesperación, pensando que se había escapado en medio de la lluvia.
–¡Damián Wayne!– grito más fuerte, logrando que la mayoría le respondiera de igual forma por la bulla que generaba... En especial uno de mechón blanco.
–¡¿Pueden callarse?!, son las malditas cuatro de la mañana,¡necesito mi siesta reparadora!, carajo– murmuró lo último con enojo. No contó el ver la presencia del mandamás de la casa junto a él. Aunque Alfred diga que es en simple mayordomo, parece más un ninja que algo tan simple como lo es su profesión. –Digo‐ yo, – tocio un poco para aligerar el ambiente– Bien, no malas palabras en la mansión. ¡Pero que dejen dormir! Dios mío, ilumínalos o elimínalos.
Alfred solo negó con la cabeza, la familia hoy decidió madrugar de la mejor manera.
–¿Cuál es el escándalo, Alfred?–pregunto el patriarca de la familia asomándose al pasillo donde se encontraba el nombrado.
— El joven Damián no está en su habitación; el amo Dick lo busca, creo que debería ayudarlo. No me quiero ni imaginar si se habrá escapado con esta lluvia espantosa.— Cualquiera que conociera al mayordomo, sabría que eso no fue una propuesta, si no, una orden.
El caballero de la noche se resignó a seguir los gritos de Dick y encaminarse a buscarlo para que bajara un poco su escándalo.
Mientras tanto, el primer robin bajaba apresurado las escaleras. Encontrándose una figura masculina bastante fornida al final de estas.
Ya con el corazón en la boca, se lanzó a brazos de esta pensando que era el mismísimo Bruce Wayne.
Por su parte, Damian se encontraba confundido por qué el repentino abrazo y después los jalones de Grayson para que lo siguiera.
—Vamos B, es tu hijo, muestra preocupación— Grayson dijo jalonándolo del brazo tratando de que lo siguiera o siquiera ayudara en algo.
—¿De qué hablas?.— Ahora que Damian se fija bien, Grayson se veía algo extraño, algo más, pequeño.
— Damián no está en su habitación, me preocupa que algo malo le allá pasado— agacho la cabeza, decaído por la idea de que escapara de casa.
—Eres imbécil, estoy aquí.— mencionó con reproche.
—¿Dick?— del segundo piso se visualizaba como Bruce veía con intriga la escena.
—¿Bruce?, ¿Cómo llegaste allá si yo te estoy...?— un clic hizo en su cabeza al darse cuenta de que la mano que sujetaba no era el quién pensaba.—Trágame tierra.
—<<Tt>>.
Richard suelta la mano totalmente asustado por el extraño que acaba de abrazar y reprochar—¡¿Tú quien eres?!.
—¡¿Cómo de qué quien soy?!, Soy Damián, Damian Wayne— grito colérico, era muy temprano y todos parecían ponerse de acuerdo para arruinarle el día.
—¿Damian?—Bruce por fin se había atrevido a formular una palabra.
—Si me disculpa, me duele la cabeza, y tus gritos y estupideces no me ayudan.— dijo lo último para pasar junto a su padre y desaparecer por el pasillo.
Dick pestañea confundido viendo cómo un tipo idéntico a Bruce camina por los pasillos como si nada—... ¿De verdad era Damián?.— Dick trataba de asimilar todo lo que había pasado, pero su pregunta había quedado en el aire.
Por otro lado, en la casa de los Kent todo se repetía.
Al llegar por fin a su habitación cerro la puerta con seguro, dispuesto a darse por fin su ducha, y dar fin a la fiebre que se resistía en bajar.
Pero el sonido de un vibrar entre las sabanas, junto a un brillo segador, lo hizo detener su camino y agarrar entre su mano el aparato.
Al ver quién era el causante de la llamada, apagado el móvil, eh ignoro cualquier cosa que lo interrumpiera de su nuevo objetivo.
Apenas entro en la ducha, sintió cómo una paz lo envolvía. Sentía cómo las gotas de agua fría refrescaban momentáneamente su rostro y cuerpo, las gotas resbalando por su piel acanelada, pegando con fuerza en sus ojos, obligando a cerrar las esmeraldas y dejarse caer en la bañera. Esto es lo que Damian conoce como relajarse.
Pero todo se sentía diferente, su piel era un poco más tosca, y su porte no coincidía. Antes la bañera sobraba de espacio, y ahora... apenas y cabe.
Bajo la vista para observar sus manos. Y fue ahí donde pegó el grito de su vida.
—¡¿Pero qué carajos?!.
Se tapó la boca cuando escucho cómo Jason salió de su habitación y se quedó en el pasillo.
—¡Escuchaste eso Alfred, obviamente no fui yo! — acuso el mercenario desde el tercer piso.
Damián solo cerró los ojos con fuerza, quería que esto fuera un simple sueño, no quiere que esto sea real, ¡Él no puede llegar a la pubertad tan rápido!. O eso piensa, para él es más fácil pensar que es la maldita pubertad. No es como si de un dia para el otro se convierta en un adulto de aparentemente 21 años y...
Diablos, Maldita piedra.
Evitando ver su cuerpo entero por el espejo del baño, agarró la toalla con torpeza y busco algo de ropa con desesperación.
—Rayos... nada de esto me queda...— sacaba cada prenda, cada atuendo, todo. Pero nada parecía querer quedarle. Excepto la camisa que uso para dormir la noche anterior, esa era de Jason.
Miro con terror la puerta. Quisiera o no, necesitaba aceptar la ayuda de su padre..., o solo entrar y robarle un par de camisas sin que se diera cuenta, tal y como con Jason. Sería pan comido.
Abrió la puerta con sumo cuidado, mirando a los alrededores, asegurándose de que no allá nadie cerca. Cuando vio que estaba despejado, camino con lentitud por los pasillos, sujetando la única cosa que lo tapaba de su desnudez. Apenas y se acuerda como respirar, la ansiedad lo se lo está comiendo vivo, siente que en cualquier momento el corazón se saldrá de su pecho.
Al estar frente su destino dejó que sus músculos se relajaron por un instante. Eso era un gran beneficio, agradece a los cielos de que padre insistiera en que Damian tenga su habitación en el mismo piso que él. La mayoría dormia en el tercer piso.
Ya había pasado lo peor. Evitar a Tim y Jason.
Entro al cuarto y observo todo, tratando de memorizar cada detalle de tan oscura y lúgubre habitación.
A comparación de él, su padre solo tenía sacos elegantes y una que otra camiseta.
Esto no va a funcionar.
Tomo lo necesario y se cambió de ropa.
Se paró frente al espejo, mirando como la ropa que cargaba le quedaba holgada, era una completa vergüenza para él, su cuerpo Lucía tener unos 21 años, pero sus músculos no estaban tan desarrollados y trabajados como los de su padre. Se podría decir que tenía casi la misma contextura que Drake, solo que un poco más fina.
—Qué desastre...— el tintineo volvió a aparecer con el número de Kent en la pantalla. Puso los ojos en blanco y contestó:—No estoy de humor craybaby.
—Damian... creo que llegue a la pubertad.— se escuchó un pequeño sollozo del otro lado de la línea.
Damián solo se quedó callado tratando de analizar la estupidez dicha por el kriptoniano. Aunque por ahora, es lo más lógico que encuentra Damian. Esto iba a complicarse
—Ven a mi casa.— fueron sus últimas palabras para luego dar por terminada la conversación.
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