Capítulo 29
Ese día era uno en el que los jóvenes tenían libre en aquel particular colegio, sin embargo, a cambio de ello la mayoría de los alumnos deberían asistir a un lugar para realizar unos trabajos voluntarios, como lo era enseñar autocontrol y valores a los niños con problemas de conducta.
Angélica recuerda haber ido incluso en tormentas y llegar a toda costa a pesar de si su ropa estaba empapada por las gotas de lluvia. Pero hoy en especial, no tenía ganas ni de levantarse.
No es que haga un frío infernal o algún torrencial que le dificulte ir, ese día estaba soleado y despejado. Mas en realidad lo que la detenía era una tremenda angustia que le retorcía el estómago. Pues no hace poco fue que recibió una llamada, avisando que pronto sería el regreso de sus padres por los temas judiciales que por fin se estaban solucionando.
Se arrepentía de todas las formas posibles el haber estado perdiendo el tiempo en tonterías, ahora que estaba en una situación tan complicada, no tenía mucho a su favor.
Por fin en una vez en el día, se levantó de la cama y avanzó hasta donde tenía puesto el cartel de donde supuestamente el rubio salió. Lo observó por largos minutos, tratando de encontrarle forma o lógica a lo que hubiera sucedido.
Pero ya le quedó claro que eso era bastante inútil. No había lógica por donde se lo mirara.
Pronto escuchó el sonido de la puerta abriéndose y observó al chico explosivo que era el motivo de su angustia interna. Katsuki divisó que la morena, entre sus manos, cargaba con aquel cartel que tantas dudas generaba y luego cruzó miradas con ella por leves segundos, siendo después la menor quien rompa aquella conexión.
—¿Qué pasa? —cuestionó el chico un tanto irritado por esa acción.
—Mis padres están por volver —dijo acompañando con un suspiro angustiado a sus palabras—, dentro de poco estarán aquí.
El chico frunció el ceño un poco más y escuchó con seriedad las palabras de la joven, era cierto que a él no le importaba en lo más mínimo. Pero estaba en conocimiento que los padres de la chica no estarían para nada contentos con su presencia en el lugar, y aunque se le explicara la situación, lo más probable es que nunca lo crean.
—Será mejor que tengas el cartel contigo —habló una vez más, extendiendo el papel hacia el chico—, hay más probabilidades de que estés presente cuando ocurra algo que te pueda hacer regresar a casa.
Él no dijo nada y solo dio unos pasos avanzando hasta tomar el cartel y seguir analizándolo por su cuenta. Alzó la mirada, notándola con una gran preocupación en toda su expresión. Tenía la necesidad de querer ayudarla, pero ni él sabía cómo hacerlo porque tampoco sabía que hacer en esos momentos.
Por una vez no supo que hacer.
—¿Qué pasará si no vuelvo antes de que tus padres estén aquí?
—No sé… —murmulló cansada— quizás hable con alguien y vea si puedes quedarte en la casa de otra persona… No puedes vivir en la calle, no tienes documentación ni tampoco conoces mucho de las normas sociales como para trabajar de la nada, incluso todavía eres menor. Casi nadie te contrataría y lo que te darían a cambio no alcanzaría para nada.
Ella no escuchó una respuesta del chico más allá de un gruñido molesto y levantó la mirada para encontrar alguna reacción por parte suya, no obstante, él solo estaba desviando su mirada. Como si estuviera atrapado y sin salida.
Lo entendía.
—A la mierda todo —soltó la joven, llamando la atención del rubio—. Quiero beber algo.
—¿Ah?
El chico se negó en rotundo al hecho de consumir aquella sustancia, por el hecho de que estaba de mal humor y justo en esos momentos de su vida no estaba para nada interesado en intoxicarse con ello, pero aún así, no pudo detener del todo a la morena. Ella estaba totalmente decidida a tomar unos tragos ese día, al menos, para despejarse un poco.
Y así fue como éste decidió mandarla a la mierda e irse a su cuarto para evitar tener que ser participe de aquella, a su parecer, tontería.
Pasadas algunas horas, se cansó de quedarse encerrado y decidió salir cuando se hartó de las canciones de vallenato que la chica se encontraba escuchando y cantando a todo pulmón. Parecía estar llorando de igual forma.
Caminó a paso irritado hasta llegar a la puerta de su habitación y de una patada brusca logró abrir la puerta para encontrarla sentada en su cama con una botella de cerveza a un lado de su mano y con una notable expresión de confusión, posiblemente efectos de la bebida alcohólica.
—Das asco —bufó el rubio acercándose a ella para arrebatarle la bebida—, ya deja de hacer estupideces y ve a reponerte. Ahora mismo ve a darte una puta ducha y luego come algo.
Ella no hizo mucho caso y solo agachó la cabeza, aguantando sus sollozos. Sí estaba estresada y angustiada por muchas cosas, sabia mantener la compostura en muchos casos, pero el alcohol y escuchar canciones corta venas no le estaba colocando en una buena situación.
El chico cansando de oír aquellas canciones, tomó el celular de la menor y lo apagó con rapidez así logrando obtener varias quejas de su parte.
Ignorando todo lo que la joven pudiera decir, siguió agarrando cada botella o elemento que viera tirado en el suelo, notando así también que había como seis botellas en total y se sorprendió al notar que ella sola había podido consumir toda aquella cantidad.
—¿Bebes seguido? —interrogó frunciendo el ceño.
—Algo así —respondió arrastrando ligeramente la voz—, pero que más da. Solo déjame sola y ya.
Llevó las botellas y las depositó en la cocina, volviendo nuevamente pero esta vez para agarrar a la joven con la intención de llevarla al baño y que de una vez por todas, tomara una ducha que la espabilara. Sin embargo ella no quería ponerle fácil las cosas y dejó caer su cuerpo por completo, haciendo de vez en cuando algún forcejeo que impidiera el cometido del rubio.
—Sabes que puedo llevarte fácilmente ahí, maldita seas —gruñó el rubio—. Aprovecha que estoy siendo jodidamente amable contigo.
—Pero no quiero ir —dijo entre quejas—. Katsuki, en serio.
Ella una vez más y de manera brusca alejó las manos del chico, habiendo que éste tuviera que contar hasta diez para no tener que llevarla consigo como una bolsa de papas. Podría hacerlo y eso sería más fácil, pero tampoco quería ser bruto con ella. Por más de que no le estuviera dando más remedio.
—Deja de joder y ve a darte la maldita ducha de una vez por todas —se quejó.
Y cuando iba a hacerlo nuevamente, sus palabras frenaron en seco puesto que la morena tomó con suavidad la mano del chico, haciendo que éste se tensara por completo. En ese momento, su atención fue dirigida hacia ella al instante en que, a continuación, entrelazó sus dedos con los suyos y lo incitó a sentarse a su lado.
Éste, sin saber porqué, hizo lo que ella le había pedido en silencio. Y una vez ahí, siguió mirándola con su expresión molesta, mas teniendo un raro sentimiento que ahora mismo lo alteraba de alguna forma.
Una vez así, la joven se acercó más a él hasta el punto de recostar su cabeza en su hombro mientras que sus manos aún seguían unidas. Esto provocó que el chico la mirara de reojo, sin decir ni una palabra, solo con la intención de analizar las acciones de la chica.
Pero más que nada por el hecho de que le gustaba estar de aquella forma.
—No sé que haré —habló ella, con la mirada perdida—. No quiero que te vayas pero a la vez tampoco que te quedes aquí y pierdas la oportunidad de seguir tus sueños.
Por un momento, ella escondió su rostro entre el cuello del chico en cuando se acercó más a él, haciendo que el efecto en él sea inmediato. Las cosas se estaban complicando para el rubio.
—Estoy preocupada y no quiero perderte —dijo en murmullos torpes—, porque te quiero como no tienes idea.
Aquello sorprendió al chico de sobremanera e hizo que de inmediato quisiera topar su mirada con la de ella para asegurarse de lo que escuchó, fuera cierto. No tardó mucho cuando también la joven alzara la vista, un tanto mareada.
—¿Qué carajos estás diciendo?
—No quiero repetirlo…
La joven sin más, levantó una de sus manos y la llevó hasta la mejilla del chico, una vez más logrando que éste se pusiera un tanto nervioso y expectante. Sin mucha vacilación, ella acercó más su rostro al de él, sin perder de mira los labios ajenos.
Ya cuando sus labios estuvieron a punto de tocarse, el chico tomó las mejillas de la menor, haciendo que parara en seco. Lo cual por cierto, había extrañado a la chica.
—¿Qué? —preguntó ella, consternada.
Éste, sin agregar más solamente se acercó de igual forma y plantó un ligero beso en la mejilla ajena, rozando la comisura de sus labios. Tomándose su tiempo en un intento de conseguir toda la fuerza de voluntad posible para no llegar a más que eso y separarse de la misma.
—Yo…
La joven quiso decir algo más, pero no tuvo la oportunidad de hacerlo ya que el mayor de inmediato la tomó por sorpresa y la levantó, para de pronto, subirla a su hombro como en la típica forma de una bolsa de papas.
—¡Hey! —gruñó la joven—, bájame que voy a vomitar.
—Hazlo y te lanzaré en la calle —advirtió el rubio mientras caminaba hacia el baño—. Y lo que tengas que decir, dilo cuando no estés hasta el culo de borracha.
Entre muchas quejas y reclamos, ella fue llevada hasta el baño. Luego de un poco de resistencia no le quedó de otra que rendirse y obedecer a aquel pedido sin más.
Al día siguiente, cuando debían ir a clases, la joven parecía no recordar mucho de lo que había sucedido. Aunque claro, tenía una leve sospecha de que hizo algo que no debía y eso también la tenía un tanto inquieta. Aunque no se animó de ninguna manera para preguntar que había pasado ese día, simplemente se disculpó y no siguió con el tema. El rubio pareció hacer lo mismo.
Ese día en particular, luego de todo el agotamiento que produjo el recorrido literario, parecía que aún faltaba más.
—Hoy daremos a conocer las actividades que se realizarán en la semana de la juventud —avisó el director.
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