Capítulo 28

Angélica estaba inquieta. Por el hecho de que Katsuki la había estado evitando desde aquella vez en donde ella lo abrazó sin aviso por la espalda y fue un momento mágico, no lo pensó mucho cuando lo hizo e incluso en aquel instante el rubio pareció corresponderle hasta que, por haberse parado de repente en medio de la calle, un auto casi los atropella y así que fueron obligados a separarse.

Así estuvieron el fin de semana, sin importar lo que hiciera para pasar tiempo juntos o convivir como anteriores ocasiones, todo intento fue un fracaso. Él no correspondía de manera alguna y parecía más reacio a conversar o intercambiar palabras pues solo se centraba en pensar.

Angélica llegó a suponer que podría tratarse de otra crisis existencial por los cuales el chico había pasado anteriormente, así que optó por finalmente dejar de insistir y solamente darle su espacio con la esperanza de que él mismo luego decida acercarse y comentarle cualquier cosa que le estuviera preocupando.

Que por cierto, la teoría de Angélica no fue errónea del todo. Porque Katsuki si estaba pasando por un tipo de crisis, pero era emocional.

Estaba confundido, o más bien, perdido. Porque nunca había experimentado por nadie lo que estaba sintiendo por la morena y sin duda en otras circunstancias no le hubiera dado tantas vueltas al asunto, no es como si no hubiera tenido algo con otras chicas en el pasado, pero era distinto.

Ni siquiera entendía en que clase de mundo estaba, si todo lo que vivía ahora era real. Por mucho que pudo mantener la compostura, cada vez que reflexionaba el tema un dolor tremendo de cabeza era el resultado. Nada más.

La quería, eso era un hecho. Pero cuando llegue el momento de volver, ¿qué pasaría con ese sentimiento?

No podía quedarse en ese mundo, pero en el hipotético caso de que Angélica aceptara ir con él al suyo, no sabía si eso era posible. Puesto que la respuesta de cómo llegó ahí todavía no estaba resuelta y de cómo podría volver, mucho menos.

También estaba la posibilidad de que él no pudiera volver nunca a su realidad, pero era una posibilidad que quería evitar pensar.

Desea volver, pero no quería dejarla a ella.

Y por lo tanto, todo aquello fue lo que ocupó su mente aquel fin de semana e incluso el mismo día del tan esperado recorrido literario del cual la morena tanto había practicado.

Aunque aún seguía pensativo, la observó en silencio cuando la joven caminaba hasta el colegio con su hoja en mano, releyendo una y otra vez sus líneas que ya había aprendido hace unos días atrás.

Aquello lo hizo sonreír ligeramente, ya notó que realmente ella amaba actuar. Después de todo, al ser la mejor interpretando en su grupo, ni siquiera tuvo la necesidad de seguir practicando porque en realidad ella ya había logrado la perfección en sus líneas. Se lo había comentado en esos días que evitó juntarse con ella y aunque no había mostrado mucho interés, en realidad, estaba feliz por ella.

En cuanto la chica, no se encontraba del todo nerviosa porque como había actuado antes frente a otras personas, se sentía bien al respecto. Hasta ella fue la encargada de tranquilizar a sus compañeras y ayudarlas a practicar sus guiones antes de la presentación.

Todo seguía con tranquilidad hasta que dos de sus compañeras interrumpieron su ensayo.

—Angélica, vení un rato —llamó Yanina con prisa, notándose que estaba disfrazada de bruja al ser la presentadora junto a Jazmín.

—¿Qué pasó? —preguntó un tanto confusa, acercándose a ellas en el proceso.

—Le preguntamos al profesor si podíamos maquillarte para agregarle realismo a la presentación —explicó Jazmín—, y como vos te mostras como el monstruo, vamos a agregarte efectos especiales.

Después de aquella explicación, a Angélica no le pareció una mala idea, por lo que aceptó sin pensarlo demasiado. Ella junto a las dos chicas se dirigieron hasta la clase en donde estaba preparado todo el escenario. Se notaba la niebla falsa junto con algunas velas repartidas por cada rincón del lugar. Observó con detenimiento todas las telarañas artificiales que habían puesto, junto con otras calaveras igualmente falsas. Se sintió emocionada por lo el esfuerzo puesto y entendió el esmero por hacerlo lo mejor posible.

En cuanto a su maquillaje, aquellas dos jóvenes se encargaron de ese detalle. Con una base más clara que su piel, lograron ponerle un pálido algo enfermizo y con maquillaje, pusieron ojeras y sombras que le agregaron un toque demacrado. En sus mejillas, pusieron un tipo de engrudo que logró pegar en su piel algo de papel higiénico que luego rompieron levemente para que pareciera piel que se desprendía de ella, con un poco de pintura verde, negro y rojo para darle un toque putrefacto.

Cuando se observó al espejo, notó el buen acabado del maquillaje y luego miró con una sonrisa los rostros satisfechos de sus compañeras. Notó que en los últimos tiempos se había llevado mejor con ellas, al menos en su mayoría de los casos podían tener buenos momentos de compañerismo, porque tenía que admitirlo, aquellas chicas no eran sus amigas pero al menos podía decir que sí sus compañeras.

Sin embargo, cuando poco faltaba para su presentación, una pequeña voz resonó en su cabeza.

«Él me verá…»

No lo había pensado en anteriores ocasiones entre sus prácticas, pero el rubio estaría presente para verla actuar de esa manera. Y sintió algo de pena, incluso si había la posibilidad de que el chico decida no ver la presentación y quedarse afuera, tenía pena.

Ese sentimiento permaneció en su interior hasta el momento de estar tras el castillo de cartón, puesto que al echar un vistazo al público a pesar de estar algo a oscuras, no vió al chico presente.

Eso la desanimó un poco, e incluso si antes sentía vergüenza, su pensar cambió. Lo quería ahí porque aquello era importante para ella. Mas se reprendió para sus adentros ya que estaba idealizado de nuevo al chico.

Ellos no eran pareja y por lo tanto el rubio podía hacer lo que quisiera, no debía hacerse ilusiones siendo que solamente ella era la de los sentimientos no correspondidos, o al menos, eso pensaba.

Todo iba viento en popa, sus compañeras por más que de vez en cuando se equivocaban en sus líneas, rápidamente retomaban el ritmo y seguían con su narración, todas vestidas con una túnica negra parecida al personaje de la muerte, cubriendo totalmente sus rostros con la gorra que se encontraba en sus espaldas.

Al final, cuando casi tocaba su turno, escuchó un pequeño estruendo y la luz del exterior que por un momento iluminó toda la sala seguida por una serie de regaños hechos por el mismo profesor de literatura, pero que sin más, dejó de lado para seguir sin inconvenientes con la presentación.

Ya cuando fue su turno, respiró profundamente para luego entrar en su papel. Avanzó a pasos lentos hasta quedar en medio del escenario, de espaldas. Por un momento se quedó en silencio para agregarle tensión y luego comenzó a hablar con una voz pausa y distorsionada por ella misma.

De vez en cuando fingía tener crisis de ansiedad en medio de sus relatos y cuando llegaban las partes en donde tenía que describir al monstruo, simulaba arcadas seguidas con gestos de frustración. Y así, cerca de la parte final, puso todo su esmero en generar una risa lo más delirante que pudo hasta dejar salir unos sonidos de agitación.

Caminó un poco más para tomar una de las velas puestas en el lugar y volvió en el medio, todavía de espaldas. Como pudo, se sacó la gorra siendo seguido de una de sus manos que descendió hasta la parte baja de la túnica en donde tenía guardado un pequeño espejo, y que con ayuda de la vela, se iluminó un poco para poder reflejarse con el mismo hacia el público, dejando a la vista su demacrado rostro en cuando llegó la parte de aclarar que aquel marco de la puerta, era en realidad un espejo.

Pero en ese ínterin, pudo ver por el reflejo un rostro conocido y era ni más ni menos que Katsuki mirando atento la actuación de la morena, lo que por cierto, le generó una gran alegría cuando lo vio.

Su sorpresa acabó cuando unos aplausos le hicieron volver a la realidad y tuvo que dejar el escenario para regresar con sus compañeras. El profesor fue el siguiente en acercarse y comenzar con un tipo de reflexión acerca de los acontecimientos de la obra mientras que las jóvenes seguían escondidas detrás del castillo.

Aprovechando eso, Angélica miró como pudo a todo el público volviendo a buscar con la vista al rubio creyendo que tal vez fue producto de su imaginación de tanto meterse en el personaje, pero no fue así, él se encontraba ahí. Apoyado en la pared cercana a la puerta con sus brazos cruzados y mirada seria. Estaba presente.

Se mordió el labio inferior con un poco de nerviosismo. Muchas preguntas comenzaron a inundarla sobre el pensar que pudiera tener el chico sobre su presentación, que si bien debía estar preparada para alguna palabra despectiva por su parte, aún así, quería escuchar de él que le había gustado.

Solo quería eso.

Después de que el profesor terminara su discurso, todos comenzaron a retirarse del lugar y poco después, ellas también salieron.

—Fue brillante —aclamó el profesor—, estoy muy agradecido con ustedes por haber accedido a tomar esta responsabilidad. Espero que se hayan divertido y en serio, fue una presentación increíble.

Todas sonrieron por las palabras del profesor y por supuesto, a medida que se encontraban con otras personas seguían recibiendo halagos por aquella interpretación, en especial, por la morena. Siendo también el director una de las personas que la felicitaron.

Cuando llegó la hora de ir a su curso para tomar sus cosas, ya que la salida se acercaba, vio a lo lejos una persona que de inmediato llamó su atención y por lo que no tardó en reaccionar para ir corriendo hacia él.

—¡Lucas! —exclamó la morena cuando llegó a él, logrando que de paso éste diera un sobresalto por la repentina y efusiva llamada—, por fin apareces.

—Ah, eres tú —susurró en cierto tono aliviado—. Creí que era Anabel… ¿Qué pasa? —preguntó con su acento ya conocido.

—¿Cómo qué “qué pasa”? —regañó la morena—, estuviste desaparecido por meses, incluso por el celular. ¡Tenías que averiguar algo por mí!

—Tuve problemas —dijo breve y luego para mirarla con cierta confusión—. ¿Te refieres al cartel que compré?

—¡Sí! —respondió dejando de lado lo primero, después de todo ellos no eran muy cercanos y si no parecía dispuesto a contarle acerca de sus problemas, ella no insistiría—, ¿qué pudiste saber?

—En realidad, nada —respondió un tanto desinteresado—. A pesar de que te dije que fue de una tienda normal, volví a investigarla y no había nada. Solo es un cartel común y corriente.

Quiso decir algo más, alguna idea que pudiera servir para encontrar la respuesta. Pero no se le ocurrió nada. Confió en él para buscar la respuesta del cartel porque ella por sus medios no podía ir, no tenía dinero y tampoco tendría permiso porque tenía que mantener el perfil bajo con sus familiares para evitar que descubran a Katsuki.

Se rascó la cabeza con frustración y angustia. De verdad pensaba que podría tener algún resultado en cuando encontrara al brasilero, pero volvió al mismo punto. Mas esta vez estaba preocupada porque sus padres ya no tardarían en regresar y no podía dejar al rubio en la calle a su suerte. Estaba en aprietos.

Ya después, comenzó a guardar sus cosas mientras de vez en cuando miraba con molestia a su profesor de Literatura, intentando darle la mayor culpa posible.

—Ya, lo siento —habló éste con una pequeña sonrisa nerviosa—, cuando me estuve por ir ellas me rodearon y no pude negarme.

—Sí, pero solo era para nuestro ciclo —reprochó—. Ya es tarde, tengo hambre y estoy cansada. Pero tuve que quedarme a actuar para esos niños.

—Ya, ya —dijo en un suspiro—. Las profesoras me lo pidieron encarecidamente pero bueno, tendrás puntos extra. Gracias por quedarte más tiempo.

—Sí, sí —contestó ya cansada—. Adiós, profesor.

Ambos salieron del aula y hablaron un poco más mientras bajan las escaleras, aunque después el mayor se quedara en la dirección para registrar su salida. Tanto él como la morena se llevaban bastante bien, siendo que antes de que Katsuki llegara a su vida, ambos iban en el colectivo, sentados en el mismo asiento charlando de cosas triviales.

Aunque claro, eso cesó desde que Katsuki y ella iban del colegio a la casa a pie. Desde entonces ya no tuvo la oportunidad de seguir con sus charlas casuales.

Ella antes de iniciar con su segunda actuación, le había entregado las llaves al rubio. Después de todo iba a quedarse más tiempo y la verdad sabía que éste iba a quejarse por diestra y siniestra al tener que esperarla. Así que para evitarse todo eso, solo se lo dio para que la espere en casa.

Ya que el chico no estaba con ella, no tardó mucho en ir de camino a su hogar. Siempre con él tomaba el camino más largo y gracias a ello pasaba más tiempo con él en ese transcurso pero ahora no tenía porqué hacerlo.

Rápidamente se adentró a la casa una vez allí, atraída por el aroma del almuerzo que su compañero seguramente había preparado y el rugir de su estómago la guió hasta ahí, encontrándose como siempre al chico esperándola en la mesa.

—¿Qué esperas para agarrar tu plato? —cuestionó el chico con su típico ceño fruncido—, no soy tu jodido empleado. Ve y sírvete.

Antes hubiera hecho algún berrinche para molestar al chico, pero estaba demasiado cansada y hambrienta como para hacerlo, así que por esta ocasión, solo lo dejó pasar y fue rápidamente hacia el estante de los platos, tomando también lo que necesitaba para servirse una porción de comida.

El chico no dejó de mirarla en todo su actuar, pero ella no le prestó atención. Tenía demasiada hambre.

Una vez que se sentó y comenzó a alimentarse, por fin le dirigió la mirada al contrario que aún permanecía sentado en la mesa frente a ella, apoyando su rostro en una de sus manos mientras la miraba.

—¿Qué? —preguntó ella con la boca llena de fideos—, si no te gusta no me mires.

En respuesta el otro solo arrugó las cejas, preguntándose si realmente aquella chica le llegó a enamorar en tal punto, pero solo decidió seguir en silencio hasta que ella acabe de comer. Sin embargo, ella ya había dejado de hacerlo.

—No te había visto al principio de la presentación, pensé que no querías verla —comentó la morena un tanto nerviosa al tantear terreno.

—Entré más tarde.

—Sí… Te ví casi al final —murmuró jugando levemente por la comida.

Esperó que él dijera algo más, no obstante solo hubo un silencio algo tenso. Porque él ya no dijo nada. La joven solo se resignó en ese momento, después de todo no valía la pena desanimarse por eso, sabía que su presentación fue buena y aunque quería escucharlo a él decir algo parecido a lo que recibió por otras personas, pensó que quizás lo importante fue que se divirtió en el proceso.

—Vi al bastardo brasilero que te trajo el cartel —habló captando la atención de la joven que casi se atragantó con un pedazo de carne.

Al rubio no se le escapaba nada.

—Hum… Sí, por fin apareció —dijo un tanto nerviosa.

—¿Y?

Dejó su cuchara en el plato mientras se preparaba para buscar la forma correcta de decirlo, no era como que ese mal resultado fuera una sentencia para el rubio de quedarse por siempre en aquel mundo, pero es cierto que había apostado casi todo en ello y había hecho pensar al chico de igual forma.

—Bueno… Es que —murmuró un tanto inquieta—, no encontró nada… pero pronto lo haremos. Solo es cuestión de buscarlo de otra manera.

—¿Estás segura?

Remojó sus labios, ansiosa. Porque no lo estaba.

—Sí.

Otro silencio se instaló entre ambos y la chica solo bajó la mirada levemente en un mar de pensamientos. La preocupación comenzó a llenar sus sentidos porque ya había demasiado sobre ella, pero aunque estuviera insegura de encontrar una respuesta, debía hacerlo de una forma u otra. El tiempo no estaba a su favor.

Ya no.

Volvió a la realidad cuando una mano se posicionó ligeramente sobre su cabeza antes de volver a abandonarla, haciendo que ella gire para encontrase con el rubio alejándose para dirigirse hacia su habitación. No sin antes decir unas cuantas palabras.

—Tu cara daba miedo —dijo en un tono burlón—, ser una loca te queda bien.

Y así, desapareció de la vista ajena dejándola a ella sola en la cocina de aquella casa. Es cierto que no era lo que esperaba, pero aún así no pudo evitar sonreír con cariño ante ello.

—Gracias.

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