Capítulo 27

En el mismo momento en que fue anunciado el proyecto, el profesor pidió que al día siguiente todos los que participarían en los papeles se reunieran en un salón especial con el objetivo de aclarar ciertas dudas y practicar los guiones.

La obra trataría de la vida de un sujeto que vivía en las profundidades de la oscuridad, en un enorme y lúgubre castillo. El sueño de éste era salir de ese lugar y conocer el mundo tal y como es, hasta que un día lo hace. Maravillado visita un hogar, pero al hacerlo de repente todos comienzan a gritar espantados, él sin entender, se asusta. Sin embargo al girar para tratar de encontrar el motivo de tanto alboroto, en un marco de una puerta, se encontró la figura de un monstruo espantoso que de tan horripilante le dio arcadas. Armándose de valor quiso derrotarlo para darle paz a ese hogar, mas cuando quiso acercarse se dio cuenta de que ese marco no era el de una puerta sino más bien de un espejo.

Solo había un personaje en concreto así que la idea que planteó el maestro en sus explicaciones era que hubiera cuatro personas interpretando el mismo papel, pero turnándose para actuarlo a medida que avanzaba.

—Bien, gracias por presentarse y aceptar esta responsabilidad conmigo —dijo el mayor, satisfecho por las personas presentes—. Yo las elegí a ustedes, chicas, porque son las mejores en mi materia y confío plenamente en sus capacidades.

Angélica observó a su alrededor y notó que los cuatro “voluntarios” eran chicas en su totalidad. No le molestó ese hecho, para nada, se sentía así más cómoda pero le sorprendió. Ella parecía ser la más mayor de todas.

La morena incluso con eso no se sintió menos emocionada, tenía que admitirlo, amaba actuar. Siempre lo hizo en cada festividad de sus colegios anteriores pero jamás de terror, por lo que eso lo hacía más expectante.

Además, lo mejor de todo para ella es que el profesor le dio la parte final de la obra. Parte en donde el monstruo se da cuenta de que él era la figura horrenda que se reflejaba en el espejo y donde cuya interpretación debería ser excepcional para que tenga un final memorable, y por sobre todo, que los alumnos que verán el espectáculo lleguen a entender el final.

Luego de una ligera introducción, a cada una se le fue repartida sus líneas y se pasaron la práctica leyéndola en voz alta. Al parecer, no solamente deberían leerla tal como está (porque prácticamente era una narración a primera persona), sino también imitar los gestos y acciones del personaje.

—¿Ósea tengo que fingir que me dan arcadas, parecer que estoy trastornada y reírme como desquiciada? —preguntó la menor mirando su parte que señalaba en la hoja que le dieron.

—Sí, espero que no se te complique tanto pero es importante que hagas todo eso —respondió el mayor sentado luego de haber pasado la hora practicando y planificando como sería la estructura del proyecto.

—Hum… Lo voy a intentar, nunca he hecho algo así.

—Seguro podrás conseguirlo, pero necesito que practiquen todos los días. Incluso en sus casas, después de todo solo tenemos una semana y no nos dará tiempo para tanto —explicó—. Seguiremos reuniéndonos para que les de indicaciones y para revisar los avances, eso es todo. Pueden irse.

Cada una asintió y salió de la sala en silencio. Cuando se dio cuenta ya era casi la salida así que se dirigió rápidamente a su salón para ver si aún le alcanzaba tiempo para completar algo de lo que dieron en el día. No entró en cuenta de que estaría perdiendo clases por ir a esas prácticas, por más de que tenga la justificación de su maestro.

—¿Y los demás? —preguntó la joven en la puerta cuando vio el aula vacía, encontrándose únicamente con el rubio sentado en su lugar—, ¿y tú qué haces aún aquí?

Katsuki frunció el ceño y un tick apareció en uno de sus ojos, haciendo que lanzara la mochila de la menor hacia ella.

—¡Tú tienes la jodida llave!, ¿¡Cómo planeas que entre?! —gruñó molesto porque había decidido esperarla y era tratado de esa manera a pesar de que podía irse antes tomando la llave de la mochila de la morena.

—Bueno, bueno pero no te enojes —respondió cuando recibió la mochila en sus manos, evitando el impacto en su rostro. Aunque no dolería puesto que llevaba pocos cuadernos que tocaban del día, era muy liviano.

—¿Por qué carajos tardaste tanto? —interrogó tomando su mochila y a paso irritado avanzó hacia la puerta siendo seguido por la de menor estatura.

—Es que habían muchas cosas que explicar y tratar de aplicar —dijo caminando a un lado de él—, incluso tengo que fingir que soy una enferma mental.

—Entonces es muy fácil, porque eres una jodida enferma mental.

La chica presionó sus dientes, molesta y en ese momento le propinó un ligero empujón al rubio por su comentario a lo que él solamente sonrió egocéntrico por la reacción que tuvo la joven.

Así siguieron hablando en un ambiente algo agradable mientras bajaban de la segunda planta, ya con el objetivo de volver a casa y preparar algo de comer. A la joven no se le olvidaba lo que habían hablado esa mañana y cada vez que surgía en su cabeza una pequeña angustia se instalaba en su pecho.

Ya no podía dejar pasar el tiempo, debía actuar y averiguar la forma de ayudar al rubio. No podía mantenerlo por siempre con ella porque sería egoísta de su parte.

Quiso sacarse por un momento esos pensamientos, luego se encargaría. Deseaba al menos por hoy relajarse un poco pero justo al llegar a la puerta de salida, se encontró con quien no quería.

—Ah, ya llegó tu novia —habló Mathías bromeando cuando vio a la morena llegar—. No deberías jugar dos bandos, piensa en los sentimientos de mi amigo.

Ella decidió ignorarlo y seguir con su camino, no quería lidiar con ellos ahora. Menos con Rigoberto que estaba a un lado de Mathías, mirando atento a la chica que no le dirigía la mirada.

—¿No vas a hacer nada, Rigo? —cuestionó Mathías en tono relajado y burlón.

—Ya no me quiere, incluso después de todo lo que pasamos —habló por fin el antes nombrado, mostrando una ligera sonrisa que hizo enfurecer a la chica.

Más justo cuando iba a propinarle un buen golpe, la visión de su objetivo fue bloqueado por la espalda de Katsuki quien se posesionó enfrentando directamente a Rigoberto, que por cierto, se sorprendió de sobremanera.

—¿Qué pasa?.. —preguntó Rigoberto un tanto intimidado por la diferencia de altura que proporcionaba Katsuki al estar frente a él.

—¿Qué carajos le hiciste?

De inmediato, éste se puso a la defensiva y retrocedió unos pasos frunciendo el ceño.

—Yo no le hice nada —respondió agresivo—. Ella nomás exagera demasiado.

Eso enojó también a la chica, pero quería evitar problemas. Estaban frente a la institución y cualquier agresión podría crear problemas a gran medida. En especial porque el rubio no tiene documentación y haría que tuvieran que notificar a los padres.

Padres que no deberían enterarse de nada.

Ella quiso tomarlo del brazo para llevarlo lejos de ahí, pero justo cuando iba a hacerlo, Rigoberto decidió decir algo más.

—Le besé y qué —dijo desafiante e indiferente.

Y en la cabeza de el rubio todo conectó, imaginándose todo el posible desenlace de lo que ocurrió cuando él no estaba. Obviamente la idea de que ella estuviera de acuerdo con ello no fue lo que él se pensó, más bien, que fue en contra de lo que ella quería.

Solo eso bastó para que una furia que no supo explicar se apoderara de él y las ganas de romperlo como un palo incrementaran en su ser. Y claro que lo iba a hacer, mas alguien se le adelantó, siendo Angélica que con su puño golpeó el rostro de Rigoberto con toda la fuerza que pudo.

Por el impacto repentino hizo que el chico cayera al piso bruscamente y en cambio la morena, sintió un endemoniado dolor el la muñeca.

—¡A la mierda! —gritó Rigoberto siendo observado por Mathías que contenía la risa—, ¿qué puta pío te pasa?

Y cuando se iba a levantar para hacerle frente, Katsuki quiso tomar su turno. Así que agarrándolo de la remera lo levantó agresivamente para estamparlo con brusquedad en el muro de la institución.

Pareciera que la cosa llegaría a más de no ser por las autoridades que llegaron al ser avisados por otros alumnos que habían presenciado lo ocurrido.

—¿Por qué se encuentran peleando? —interrogó el director interviniendo entre los jóvenes.

—Bueno, ¿ya van a hablar o tengo que hablar con sus padres? —interrogó la secretaría a un lado del director mientras que todos los alumnos implicados se mantenían sentados uno al lado de otro en sillas—. Me sorprende que estés implicada en este tipo de cosas, Angélica. Quiero que me des una explicación, en especial tú y tu amigo por tener una situación tan particular.

—La cosa es que… Rigoberto en otra ocasión… me besó sin mi consentimiento y eso creo una serie de inconvenientes entre ambos —explicó un tanto apenada, siendo seguida con la mirada por los directivos y los alumnos implicados. Su rostro ardía—. Y hace unos momentos pues nos topamos… entonces yo…

Sabía que si le decía que ella fue quien comenzó la agresión, estaría en problemas y también con el riesgo de que aquello acabe en su anecdótico, incluso poner en peligro su beca. Pero no podía tampoco culpar a Katsuki siendo que él no había iniciado nada, aunque lo hubiera hecho si ella no se hubiera adelantado.

—Yo…

—Ella me contó lo sucedido y fui a golpear al imbécil —declaró Katsuki.

Todos quedaron en silencio, pues en todo ese momento él fue quien más indiferente y callado estaba. Los directivos miraron a los alumnos esperando la confirmación de lo sucedido a lo que otro habló.

—Sí —afirmó Rigoberto, sin querer mencionar que fue una mujer quien lo golpeó.

Mathías solo alzó los hombros, divertido. Parecía ser que no le importaba mucho el desenlace de aquella situación puesto que casi no estuvo implicado en ella.

—Entonces tendré que hablar contigo y Rigoberto porque esto no está permitido aquí —habló el director un tanto cansado—. Mathías y Angélica necesito que se retiren por el momento.

—Pero-

—Ya largo —interrumpió Katsuki a la morena, luego mirándose el uno al otro por unos segundos, haciéndole entender que él quería que así fuera.

De esa forma y entre dientes, Angélica salió de la dirección dejando a su compañero junto a ambos adultos. Una vez afuera, se quedó esperando apoyada en la pared hasta que el rubio salga y observó como poco después Mathías decidió irse.

—¿No vas a quedarte para esperarle? —preguntó un tanto resentida—. Esto fue por tu culpa, víbora.

Él frenó y giró a verla con una ladina sonrisa indiferente, luego soltando una ligera carcajada.

—No, tengo práctica. Debo irme ahora —respondió luego girándose para seguir con su camino—. Mbah, yo no hice nada.

Ella solo negó su cabeza con desaprobación y dejó que éste se vaya porque sabía que sin importar que cosas le diga, no le entraría nada.

Unos minutos más tarde, ambos chicos salieron siendo Rigoberto quien se adelantara con brusquedad tomando su mochila sin siquiera mirar a nadie y yendo lo más rápido posible, notablemente irritado.

—¿Qué pasó, qué les dijo? —interrogó la chica ignorando al que se fue—, no debiste decir eso. Yo fui quien empezó.

—En teoría empecé yo —dijo en un bufido—. Me suspendieron por dos días, al imbécil tres.

—¿A él más días? —preguntó extrañada— digo, se lo merece pero creí que sería al revés.

—Bueno, parece que al vejete se le quedó el hecho de escuchar que te besó sin tu consentimiento —dijo tomando por fin su mochila y caminando a paso tranquilo—. Ya vamos, tengo hambre.

—Pero, ¿y qué más te dijo? —preguntó de nuevo— ¿Podrás seguir asistiendo a clases luego de la suspensión?

—Haces muchas putas preguntas —se quejó hastiado—. Sí, podré seguir. Solo me pusieron un aviso estúpido que debe ser firmado por los padres y ya.

—Oh, bien. Korki puede falsificarlo por mí, él sabe hacer esas cosas —murmuró casi para si misma.

Katsuki no habló más y solo siguió caminando dejando atrás a la muchacha que poco después se dio cuenta de aquel detalle. Por unos segundos se quedó embelesada por la ancha espalda del chico, que por cierto, le encantaba admirar por alguna razón. Sin embargo comenzó a sentir una vez más como el calor inundaba su pecho en una agradable sensación que la quiso hacer llorar.

Como lo amaba.

No lo pensó mucho y apresuró el paso hasta llegar a donde estaba el rubio, siendo que el chico se había dado cuenta de que la joven estaba cerca pero no le dio mucha importancia.

No hasta que sintió que algo estiraba la parte trasera de su chaleco, haciéndolo detener. Y cuando quiso girar para comprobar de que se trataba, sintió unas manos rodearlo. Notando que ella lo había abrazado con suavidad.

—Gracias por estar aquí.

Y su corazón estalló en sentimientos que ya no pudo silenciar.

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