Capítulo 24

Apenas tocaron sus labios, los cuales chocaron con algo de fuerza al ser tan repentina, Rigoberto la soltó y corrió alejándose de ella con el miedo de que podría ser golpeado. Todos los presentes no sabían cómo reaccionar en sí, algunos reían divertidos y otros observaban esperando la reacción de la joven.

Pero ella estaba totalmente paralizada, sus labios formaron una fina línea de seriedad y un frío abrasador recorrió toda su espalda. Por unos segundos miró a su costado encontrándose con una piedra. Quiso agarrarla y lanzarla con todas sus fuerzas hacia la cabeza de su inmundo compañero, hacer algo con tal de quitarse esa sensación de ira silenciosa que se formó en ella.

—Ay, ya vamos —se quejó Yanina—. Que más da, solo fue un beso. Quiero comer helado.

Dicho eso la joven siguió avanzando, siendo seguida por Willy y la mayoría de los estudiantes.

De repente, todas aquellas intenciones de vengarse se evaporaron o más bien decidió que posiblemente no valía la pena hacer una escena por más de que ahora se sintiera como la mierda.

Tampoco no le quedó de otra que seguir intentando fingir que no había pasado nada. Aunque quisiera reclamar por lo ocurrido, supuso que el momento oportuno para hacerlo ya había pasado.

Ya estando en la famosa heladería, entre todos juntaron su dinero para comprar un pote lo suficientemente grande para todos y entre ellos compartieron el postre luego de un día cansador de cuidar niños.

Todos reían y bromeaban entre ellos comentando lo ocurrido en el día, la buena vibra se podía sentir en ese grupo, bueno, todos menos Angélica que permanecía totalmente callada y seria en su sitio. Desde lo anteriormente ocurrido, no dijo palabra alguna y todo aquel buen humor que había tenido se fue totalmente por la borda.

—Wow, Angélica se puso pálida y no dijo ni una sola palabra desde hace rato —comentó Jazmín, por fin tocando el tema.

Todos miraron hacia ella e incluso Rigoberto que tampoco había vueto a mencionar lo del beso hasta el momento. Esperaron a que ella pudiera decir algo o cambiar su semblante, mas eso no pasó. Siguió callada, apartando la vista.

—Te pasaste, Rigo —soltó Génesis.

Después, al no recibir respuesta por su parte, la mayoría decidió solo dejar las cosas así y seguir con las conversaciones triviales. Y apenas terminaron de compartir, todos se retiraron a sus respectivos hogares.

Se quedó parada en la puerta a pesar de que había llegado hace ya cinco minutos. No se sentía ella misma en esos instantes y desde hace ratos que esa desagradable sensación no desaparece de su cuerpo y estómago. De repente recordó aquella escena, preguntándose si todo lo que sentía era una exageración o no.

Pero lo único que tenía claro, es que se sentía del asco.

Ya sin más opciones, optó por ingresar a la casa sin pensar que expresión tenía que poner para no levantar sospechas. No estaba segura si Katsuki notaría o preguntaría al respecto de su estado, pero por las dudas simplemente no quería lidiar con esa posibilidad.

Él parecía estar ocupado limpiando en el baño e internamente lo agradeció, así que aprovechando la situación, se dirigió directamente a su habitación con la intención de evitar enfrentarse al rubio, al menos por el momento.

Katsuki por su parte escuchó los escándalos que se producían al abrir y cerrar la puerta, de inmediato prediciendo que se trataba de la morena. Mientras limpiaba, esperó a que llegara hasta a él, haciendo algún drama sobre su día o incluso diciéndole algún piropo obsceno que solía hacer en murmullos o en su segundo idioma creyendo que él aún no lo dominaba.

Cuando no sintió que ella se acercaba a él, dejó su labor por unos instantes y salió del baño mirando de reojo desde el marco el paradero de la chica. Fue saliendo poco a poco hasta que sin darse cuenta había llegado hasta la puerta de su habitación, encontrándola cerrada y por supuesto, pensando que ella estaba ahí encerrada.

—Hey, idiota. ¿Por qué jodidos no avisas cuando llegas? —dijo desde su lado, esperando respuesta. Desde siempre odió esos avisos tontos que se realizaban en cada ocasión que alguien llegaba a algún lugar, pero quería escuchar su voz en ese momento.

—Lo siento, estoy algo cansada.

Su ceño se frunció un poco más de lo normal al oír esa frase, pero no fue de enojo, más bien de duda. Notó cierta extrañeza en el tono de su voz y por su mente cruzó la posibilidad de que podría haber estado llorando.

—Abre la puerta y sal de ahí, ven a hacer tu comida que no pienso ser tu puta sirvienta —ordenó tanteando alguna reacción que pudiera confirmar su teoría.

—Hoy no quiero comer nada.

Aquello sin duda ya fue una alerta roja para el rubio y la posibilidad de que algo le hubiera pasado en aquel lugar se hizo más probable. Una de sus manos por acto de reflejo fue directo a la manija de la puerta con intención de abrirla al instante mas una parte de su gran orgullo lo detuvo. En ese momento, no supo si era buena idea ir a hablarle, más aún sin estar seguro de que si podría ayudarla en su estado actual.

Por el momento, decidió dejarla estar. Después de todo averiguaría sin duda lo que había ocurrido. Aunque a pensar de decir aquello, no era tan sencillo. La idea de que ella no se encontraba bien, ya no abandonaba su mente.

Al día siguiente, ya ambos debían ir al colegio como acostumbraban hacer en esos horarios. Era más que evidente para el rubio que algo le había sucedido a la joven y eso le jodía de una forma que no sabía cómo explicar. A pesar de que ella pretendía mantener una compostura relajada, se notaba en todo su ser que algo andaba mal.

—¿Por qué no me miras en la cara? —preguntó directo, cansado de que ella le evitara la mirada.

—Sí lo hago, ¿a qué viene eso? —devolvió, solo mirándolo unos breves segundos para respaldar sus palabras y luego nuevamente, dirigir su vista en el camino.

El rostro de Katsuki se arrugó con frustración por la patética escena. Odiaba adular a las personas y le irritaba bastante que simplemente no admitiera que algo le ocurría, pero se controlaba. No quería ser brusco con ella y más aún al no saber el motivo por el cual se encontraba así. Optó por no decir nada y darle su espacio, aunque si la cosa seguía así, decidiría averiguarlo por la fuerza.

Una vez en la clase, después de haber aguantado los aburridos anuncios del director y los cantos que se solían hacer a los que estaban de cumpleaños, todo parecía normal hasta que alguien que todos conocían bien, quiso molestar.

—Bro, ayer te pusieron los cuernos —dijo Tamara sonriendo con malicia acercándose hacía él, aprovechando que Angélica se encontraba distraída en las afueras de la clase.

—¿Qué? —preguntó de mala gana, sin entender muy bien sus palabras.

Tamara lo estaba gozando, le gustaba este tipo de cosas y además, al decirle aquella información que él desconocía al no haber estado presente en ese momento, confirmaría para ella el tipo de relación que se llevaban el rubio con Angélica. Mas justo cuando iba a hacerlo, un escándalo se escuchó en la entrada del aula.

—¡No me toques! —gruñó Angélica, llamando la atención, sin quererlo, de algunos de los presentes— en serio, me tocas y te voy a golpear —agregó a la defensiva, alejándose de quién sería Rigoberto.

—Hey, no te pongas así —dijo con una sonrisa incómoda, puesto que a pesar de que ella solía rechazarlo, ahora lo hacía con agresividad.

—Déjame —ordenó.

Justo cuando parecía que Angélica iba a lanzarle algo y cuando Katsuki ya se encontraba levantándose para mandar a la mierda al contrario, alguien se adelantó y alejó a Rigoberto de la joven.

—Ya, nde. Déjale —pidió Jazmín interponiéndose entre ambos y empujando ligeramente al chico—. En serio.

Algunos quedaron sorprendidos, después de todo no era noticia que Jazmín y Angélica no se llevaban muy bien, pero que ella se metiera en un asunto así solo incrementó la tensión que ya había de antes en Katsuki.

—Qué mierdas pasó.

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