Capítulo 23
—Katsuki… —dijo entre leves quejidos de dolor mientras se revolcaba de un lado al otro en su cama— Me voy a morir…
El rubio entró con una mueca de frustración en el rostro, traía consigo una taza con té que acercó a la joven que no paraba de quejarse desde la mañana. Se sentó a un lado de ella en la cama y le entregó la bebida.
—Deja de ser una maldita dramática, te tomaste una pastilla —bufó intentando reunir toda la paciencia que podía—. En un rato se te pasará.
La chica tomó la taza con recelo y sorbió del mismo, buscando calmar los terribles dolores que sentía a causa de los cólicos menstruales. Esta mañana se había dado cuenta de que el día llegó, por lo que como en cada mes, se preparó. Sin embargo, los dolores de esta vez fueron bastante intensos.
Le costó trabajo pedirle ayuda a el rubio con respecto a algunas cosas, después de todo ella a veces, por el dolor, ni siquiera podía levantarse de la cama. Mas para su suerte el chico no hizo mucho escándalo o queja cuando le explicó su situación, haciendo varias de las cosas que le decía.
Obviamente no podía aprovecharse de la situación, ya que todo aquello que no fuera necesario de hacer, el rubio lo rechazaba. Solamente haría lo que se viera lógico, se negaba a servir de esclavo o algo parecido porque sabía que la morena podría llegar a pretender algo así.
—¡Tú no lo entiendes! —exclamó frunciendo levemente el ceño—, es horrible sentir estas cosas.
Katsuki puso sus ojos en blanco cuando la joven comenzó a quejarse por décima vez en la mañana y rápidamente se levantó para irse a algún otro lugar en donde no pudiera escucharla. Tal vez sería hora de comenzar con las limpiezas de la casa.
—Creo que hoy limpiaré el puto baño… —murmuró para sí mismo mientras llegaba a la puerta para retirarse.
Estaba por retirarse, ignorando por completo los reclamos de su, ahora, insoportable compañera. No obstante, se detuvo en cuando ella lo llamó por su nombre y obtuvo su atención al instante.
—Katsuki...
Podía notar sus ojos preocupados y un tanto inseguros cuando éste la miró esperando a que diga algo. En estos días, pudo notar que se sentía algo raro con respecto a ella y eso llegaba a irritarlo más de la cuenta.
Ella estaba dudando y aún no decía nada, pero eso no le molestó de cierta forma. Después de todo, se dio cuenta de que le gusta observarla. Sintió nuevamente aquella pesadez en el estómago que había estado experimentando en estos últimos días. Al principio creyó que podría ser algún tipo de estreñimiento, pero definitivamente llegó a la conclusión de que ese no era el motivo. Había algo más.
—Ya, mierda. ¿Qué quieres? —preguntó chasqueando la lengua. Por el momento, no quería pensar en eso. Le dolía la cabeza al darle tantas vueltas.
—Verás… Se me acabaron las toallitas femeninas —dijo con una sonrisa algo nerviosa—. ¿Podrías… ir a comprarme unas en la farmacia?
—No puede ser…
Ambos llegaron al colegio justo a tiempo antes de que tocara la campana de formación. Angélica había tardado bastante en arreglarse para ir al colegio, lo cual hizo que ambos llegaran más tarde de lo normal.
La joven rápidamente subió al segundo piso del lugar, queriendo evitar los regaños del rubio. Cuando llegó a su clase dejó con bastante cansancio su mochila en la silla que usualmente utilizaba para las clases e intentó relajarse un poco. Katsuki estaba tardando en subir, quién sabe por qué pero no le dio mucha importancia. No obstante, ya alguien se encontraba en el aula y ese era Rigoberto.
Claro que se había dado cuenta de su presencia desde que entró, pero intentó ignorarlo. Mas éste, parecía tener ganas de molestar por la sonrisa traviesa que se formaba en sus labios. Y como la morena se imaginaba, el chico se levantó de su asiento para acercarse a ella.
—Hola, fea —saludó usando el apodo que tanto Mathías y él usaban para referirse a las chicas del curso.— Te extrañé.
En el instante la joven sintió un escalofrío que le recorrió toda la espalda, logrando que inevitablemente formara una mueca de asco. No quería ser mala con él, pero si seguía acercándose de esa manera, no le quedaría otra opción.
—Ah, ¿sí? —preguntó con desinterés— pues yo no.
—Mmm, vamos. No seas mala y ya admite que me amas —dijo acercándose a ella, logrando que a consecuencia ésta retroceda.
—Ya deja de decir estupideces, en realidad te odio —bufó queriendo escapar hacia afuera, mas fue detenida por él que la abrazó por detrás.
De inmediato se puso en alerta y quiso salirse de ahí rápidamente, por eso, no dudó en intentar darle un golpe con su codo con tal de que la suelte, aunque no le resultó.
—Ya suéltame, estúpido —se quejó, pellizcando al chico hasta que por fin logró escapar—. Déjame en paz, maldita sea.
—¿Por qué no me haces caso? —preguntó con un tono adolorido por el reciente pellizco—, ¿Acaso eres lesbiana?
La chica hizo nuevamente una mueca de disgusto cuando lo escuchó decir aquello. Ya no podía irse, el profesor de literatura había entrado al aula seguido de algunos de sus compañeros, pero no pretendía quedarse callada. ¿Tanto le costaba aceptar que simplemente no quería nada con él ni aunque fuera de juego?
—¿Por qué no aceptas que simplemente nadie te quiere? —dijo molesta, volviendo a su asiento.
—Muy bien —dijo el profesor de literatura entre risas, aplaudiendo y de paso llevándose una mirada de enojo por parte de Rigoberto. Era cierto de que ambos no se llevaban bien—, pero bueno. Es momento de iniciar la clase, todos a su sitio.
—Estoy súper cansada —habló Tamara recostándose por una pared mientras esperaba a que tanto Génesis y Angelica terminarán de usar el baño—. Que puta, ni me pagan y trabajo como niñera.
—Ya te digo —comentó Génesis, arreglando mejor su cabello en el espejo—. Nde virgen, prácticamente somos como profesores de educación física o recreación.
Angélica terminó de limpiarse las manos cuando suspiró al oír las palabras de sus compañeras, sin duda no dormir por las tardes le cansaba en demasía.
—Sí, se nota que sus maestras ansían nuestra llegada para descansar de sus alumnos… Pero quién no.
—Legalmente, pero son lindas las bendiciones —agregó Tamara haciendo paso para que ambas salieran—. Se siente bien cuando te dicen “Profe”.
Las tres estuvieron de acuerdo en ese hecho y se pusieron en marcha para reunirse con el resto del grupo. Pues como cada martes en las semanas, iban a un colegio en el cual asistían niños pequeños con problemas de conducta y ellos estaban comprometidos a sacarlos afuera, otorgándoles un momento de recreación para trabajar valores y enseñarles formas de invertir sus energías.
Pero ya habían terminado el turno y podían retirarse. Solían comenzar desde las 7 AM hasta las 17 PM hora seguida y como era voluntario, no recibían paga alguna. Por lo tanto, ya se notaba el sol queriéndose ocultar y eso les indicaba que debían regresar a sus hogares rápido.
Cuando todos estuvieron juntos, en grupo fueron caminando hasta el punto en donde cada uno tenía que separarse por su lado, sin embargo, Jazmín se ofreció en invitar a todos para comer helados en Amandau, una heladería cercana y conocida de la zona.
Angélica pensó que no tardaría demasiado, así que aceptó ir con ellos hasta el lugar, después de todo, era helado gratis. Y mientras iban de camino, todos se pusieron a hablar y bromear sobre diversas cosas. Ser un grupo tan reducido, hizo que tuvieran que convivir a la fuerza.
—Angélica, ya hazme caso —pidió Rigoberto, acercándose a ella para abrazarla del cuello mientras caminaban—. Ya dime que me quieres.
—Agh, suéltame —exigió propinándole algunos golpes en la costilla como pudo.
—Deberías ya aceptarlo, harían una buena pareja —apoyó Mathías con una sonrisa divertida.
—Todos sabemos que se aman —agregó Yanina a la conversión.
—Dejen de decir tantas macanadas —se quejó ya algo frustrada.
Ella no se dio cuenta, pero Mathías había estado haciéndole señas a Rigoberto los cuales, por cierto, se referían en hacerle algo a la morena. El chico lo pensó un segundo, pero al final, lo hizo.
Con su otra mano libre, tomó la cabeza de la chica y con fuerza hizo que su rostro girara hacía él. Aprovechando ese instante, rápidamente unió sus labios a los de ella para así, robarle un beso.
Todos guardaron silencio, sorprendidos.
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