Capítulo 19

Una vez giró la manija, fue abriendo la puerta en un ritmo considerablemente lento. No pudo mirar de frente, sus ojos quedaron mirando fijamente al suelo sin atreverse a mirar el rostro de la persona que había tocado la puerta. Solo esperó su voz para de esa forma saber de inmediato de quien se trataba. En el fondo, ya se esperaba una voz femenina y otra masculina quejándose de la lentitud que tuvo para abrir la puerta y atenderlos, la voz de sus padres.

—¿Qué rayos hacías por eso tardabas tanto? —se quejó, abriendo de prisa la puerta para entrar empujando a la joven—. Maldición…

Cuando la empujó, levantó la mirada de forma aturdida y no se molestó en ocultar su sorpresa. Un revoltijo de emociones surgieron para sus adentros y por un momento el estrés fue reemplazado por un gran alivio que casi la hizo flotar.

—¡Maldito seas, Korki! —exclamó con la voz algo temblorosa— ¿¡Desde cuándo golpeas la puerta para entrar!? —preguntó reclamando, acercándose con la intensión de golpearlo—. ¡Creí que eran mis padres!

En cambio el chico, no entendía por que la reacción de la morena y hasta se sintió algo ofendido por el trato. Mas con lo último, llegó a comprenderla un poco.

—¡Deja de quejarte, idiota! Y agradece que estoy aquí salvándote el culo —regañó empujando una bolsa hacia ella la cual, al parecer, contenían víveres—. Tómalos de una vez, me tengo que ir.

Iba a decir algo respecto a eso, quería saber más. Supuestamente él ya no quería hacerse cargo de mantener a los familiares lejos por lo que pensó que ya no aparecería por esos lugares. Pero pronto escuchó varias quejas más venir de la cocina hasta donde ambos primos se encontraban.

—¿¡Quién mierdas era joder!? ¡Ya quiero salir! —dijo bastante irritado en el marco de la puerta.

—¡Pero si ya saliste! —respondió la morena.

—Como sea, voy a preparar la cena —refunfuñó ignorando el hecho de que Korki se encontraba ahí y tomando de las manos de su compañera la bolsa de víveres. — Porque claro, si no lo hago yo, no lo hará nadie —murmuraba a lo bajo entre quejas hasta que, de nuevo, se metió en la cocina.

Ambos morenos lo observaron irse sin decir ninguna palabra, ya estaban acostumbrados a su actitud así que era inútil decirle algo en estos momentos. Dejaron ese tema de lado y el menor fue hacia la puerta para retirarse.

—Espera —pidió la mayor siguiéndolo—, creí que ya no me ayudarías con esto… Es decir, ¿por qué estás aquí?

Cuando el chico escuchó sus palabras, en medio de su andar, frenó. Soltó un sonoro suspiro haciendo que sus hombros cayeran cansados por el proceso. Se tomó unos pequeños segundos aún dándole la espalda a la joven antes de responder. Aunque ella no se esperó y caminó un poco más hasta ponerse al lado de él y mirar su rostro pensativo.

—Porque eres estúpida.

—… ¿Qué? —preguntó entre estupefacta y ofendida.

—Eres una idiota que solo hace las cosas sin pensar en las consecuencias. No sabemos que rayos está pasando aquí y hacer este trabajo extra es realmente frustrante —habló mirando el suelo con algo de enfado—. Pero sería un dolor de culo más grande si te descubren y se arma un desastre. Crecí prácticamente contigo y si te vas a la mierda por esto, ¿a quién molestaré después?

De cierta forma no se esperó en lo absoluto esa muestra de preocupación por parte de el menor, después de todo, los tratos que tenían siempre fueron de atacarse el uno al otro. Pero aquella manera, muy a su manera, de decir que la iba a ayudar le hicieron sentir un alivió que tanto había buscado en estos últimos días. Miró al suelo e intentando no mostrar cómo sus ojos se cristalizadan por ello, sonrió levemente a lo bajo.

—Gracias por ayudarme…

En cambio el moreno, la miró de reojo con recelo y más frustración. Se notaba que quería llorar pero no sabía que hacer ni tampoco quería hacerse cargo de sus lágrimas. Por lo que solo se apuró en despedirse.

—Ya como sea, me largo —bufó acelerando el paso hasta el portón de la casa—. Los estaré vigilando de nuevo, puercos. Más les vale portarse bien —advirtió por último antes de retirarse.

Una vez se fue, ella se sintió más cansada de lo normal. Sería por todo lo que llevó cargar con tanto y que de repente todo o una parte de ello se fuera de repente. Se sorprendía por el hecho de que su primo pudiera lidiar con los otros familiares, sabiendo la personalidad particular que tenían en la familia. Pero estaba agradecida con él.

Aunque aún no podía relajarse, quedaba mucho aún. Y uno de los mayores obstáculos ahora, se trataba del desfile.

El agitado día por fin llegó. Katsuki y Angélica tuvieron que despertarse más temprano de lo normal. Debían planchar la ropa y arreglar el tema de el instrumento, por parte de Bakugō y la bandera de la institución para Angélica.

Gracias a ello, se tomaron el tiempo de desayunar con tranquilidad antes de partir hasta el colegio y de ahí dirigirse hasta el punto de partida en donde todos los demás colegios se reúnen para marchar en el desfile.

En su transcurso, no hubo mucho ajetreo. Ambos llegaron al colegio y fueron cada quién a su respectivo lugar para acomodarse y en orden, ir hasta el punto de salida. Angélica hubiera querido tenerlo cerca, ya que se encontraba al frente de todo al tener la bandera, pero tal vez era lo mejor. Así no estarían tan juntos.

Sabía que Korki iba a venir, lo que significaba que también vendría su madre para ver el desfile. Tenía que tener cuidado en estos momentos.

—Hey, ¿dónde está la amargada? —preguntó una voz conocida que llamó la atención de Angélica.

—Está con los demás, cerca de las chiroleras —informó cuando su primo estuvo más cerca—. ¿Y tú mamá?

—Está por ahí con mi papá —dijo sin darle mucha importancia—. Ten cuidado de no llamar mucho la atención con el idiota ese.

—Sí…

Fue lo último que dijo y se retiró, dejando un poco intranquila a la morena que se aferraba a la bandera mientras sus pensamientos la inundaban.

—Él… Está aquí… —murmuró para sí misma, notando como también un nudo se formaba en su estómago e iba subiendo hasta su cuello.

Pronto poco a poco los sonidos del exterior se hicieron solo murmuros para sus oídos y un pequeño pitido los convirtió en nulos. Alzó despacio la mirada hacia el frente y todos sus sentidos se alteraron cuando a lo lejos, lo vio.

Parado en medio de la multitud con una tranquilidad envidiable, mirando a quién sabe dónde.

Aquello solo le produjo más pánico.

Se escondió más en la tela de la bandera e intentó mantener la calma, pero a medida que más lo intentaba, su respiración se iba agitando con más pesadez. El frío recorrió toda su espalda, el ruido taladraba su cabeza produciéndole mareos.

Ya no deseaba estar ahí, quería correr. Pero sus pies no respondían.

—Que alguien… —murmuró con temblor en su voz— me saque de aquí…

Pasaban los segundos y aquellas palabras solo se repetían más y más en su mente en la misma dimensión en que iba creciendo su desesperación.

—Por favor…

—Hey virgen —dijo Tamara tocando el hombro de la morena—. Ya vamos a… ¿Qué te sucedió? —preguntó interrumpiendo su mismo hablar con preocupación—. Estás muy mal…

En cambio Angélica, miró con sorpresa a su compañera y saltó de inmediato a abrazarla como si una niña se tratase. Tamara no dudó mucho en corresponder al abrazo pero con gran confusión en sus facciones.

—¿Qué pasa? —volvió a preguntar.

—Me quiero ir de aquí… —susurró al borde de las lágrimas.

—Angélica, ¿qué te pasa? —preguntó esta vez Korki, que se encontraba más cerca. Acercándose a ellas.

Ella no dijo nada, ¿qué iba a decir? Solo deseaba correr y evitar todo. No podía decirle nada a Korki, más aún que ahora estaban bien después de la discusión que tuvieron. Eso solo arruinaría más las cosas.

—No es nada… —respondió de una forma no muy convincente para los demás.

Korki hizo una mueca de confusión, poco a poco sospechando de la razón de la conducta de su prima, más aquello iba logrando cierto desagrado. Miró a sus costados y vio como su madre se iba acercando curiosa.

—Mi mamá está viniendo, ya dime que te pasa —pidió, casi exigiendo.

—¿Qué carajos pasa aquí? —preguntó Bakugō quién se acercó al lugar—. ¿Qué le sucedió? —interrogó mirando a Angélica que aún permanecía escondida en Tamara, luego desviando su mirar hacia Korki.

—No tengo idea —respondió frustrado.

Katsuki chasqueó su lengua y notó como una mujer muy parecida al primo de la chica iba llegando entre la multitud.

—Me quiero ir…

Escuchó murmurar a la joven que no podía arreglar lo quebrado de su voz. Ya no le importaba mucho realmente, solo quería huir.

—Como sea —bufó Katsuki.

Tomó el brazo de la morena, apartándola de Tamara. Con la mirada algo sorprendida de los presentes, contando con la madre de Korki, el rubio se llevó a Angélica casi a rastras entre la multitud.

Incluso la misma Angélica no llegó a creerlo del todo pero no se negó a ser llevada y solo le siguió el paso sin decir nada al respecto. Una vez avanzaron un poco más, llegaron a un lugar donde se podía considerar tranquilo a comparación de otros lugares del desfile. Ahí no había mucha gente.

—Siéntate ahí —ordenó el rubio, mostrándole una vereda alta donde podía descansar.

Ella obedeció sin rechistar y solo se sentó evitando mirar al chico que aún tenía su mirada fija en ella. Por alguna razón, se esperaba algo de quejas o griterío por parte suya, pero no fue así. Solo obtuvo un silencio que duró más o menos un minuto. Un minuto que parecía eterno hasta que él habló.

—¿Quieres decirme que te sucedió?

La pregunta que ya se venía esperando por fin salió a flote y la pesadez una vez más, regreso. Se sentía nerviosa y sabía que el decirlo sin, tal vez, romper en llanto sería difícil. Pero de alguna forma, se animó a intentarlo.

—Hace unos años Korki, su madre y su padre vivían en una casa que quedaba detrás de la mía —habló jugando con sus dedos—. Pero un día, cuando era fecha de fiestas y todos se encontraban juntos en el patio bebiendo… Yo me encontraba en mi habitación durmiendo pero el padre de Korki se metió en la casa y luego en mi habitación.

A medida que seguía, el rumbo del relato le iba gustando menos a el rubio. Pero se mantuvo en silencio, serio, esperando a que termine de hablar.

—Estaba dormida, ya era tarde después de todo. Pero me desperté y lo vi a él. Bajando la frazada con la que estaba tapada hasta el cuello. La frazada ya lo estaba bajando y se encontraba casi llegando a mi abdomen —dijo haciendo una pequeña pausa en la que aprovechó para respirar hondo y seguir—. Desperté ahí mismo, sobresaltándome. Él se asustó y salió corriendo de ahí. Yo quedé jodidamente alterada… No sabía que hacer, no me esperaba algo así… O tal vez sí, después de todo, una vez él llegó a manosearme… Los pechos.

Katsuki soltó un gruñido molesto.

—No dije nada por miedo de causar problemas… Pero esta vez, estaba realmente asustada. Me quedé acostada en la cama pensando que hacer, pero pocos minutos después, pude ver de reojo como iba abriendo una vez más la puerta, despacio, viendo si yo me volví a dormir.

Ella frenó su hablar al notar como su voz temblaba de nuevo, pero intentó mantener la compostura.

—Le grité y él volvió a escapar. Esperé a que uno de mis padres entre para decirles lo que pasó ya que no me atrevía a salir… Cuando lo conté se armó un escándalo terrible y yo que confiaba profundamente en Korki, su madre y también en su padre… No me creyeron, al menos no Korki y su madre quienes lo defendieron con uñas y dientes. Hicimos una demanda, sufrí acoso por parte de la madre de Korki para que deje de lado la demanda… Al final, mis padres lo retiraron y todo quedó así.

Katsuki quedó petrificado, algo en él le advertía que iba a explotar y que iría como una tormenta hasta ese hombre y que lo  golpearía hasta que ya nadie pudiera reconocer su rostro. La sangre le hervía como no tenía idea pero puso toda su fuerza de voluntad para mantenerse calmado, al menos por ella.

—Ellos se mudaron y nos dejamos de hablar, pero poco a poco fuimos arreglando las cosas… Solo que yo, no puedo ver a ese hombre sin entrar en pánico... Tengo una terrible suerte, ¿no? —finalizó una pequeña risa temblorosa, queriendo, de alguna manera, alivianar el ambiente.

El silencio reinó entre ellos, un silencio incierto. No sabían si era incómodo, tenso o compasivo y hasta podría ser una mezcla de todo junto pero eso se rompió cuando el rubio se arrodilló frente a ella, con su cabeza gacha, sobresaltando a la joven de inmediato.

—Todos ellos son una mierda, hijos de puta —dijo aún sin mostrar su rostro—. Tengo unas ganas de ir y romperle la cara a ese mal nacido para calmar mi enojo…

—¡N-No hagas eso!.. —pidió algo alterada—. Todo se arruinaría…

—Eso me importa una mierda —respondió asustándola un poco—. Pero a ti si…

La joven miró extrañada al rubio y su atención se centró totalmente en él. Entonces lo vió alzar la mirada, para observarla directamente a los ojos.

—Mientras que yo esté aquí, nadie puede lastimarte.

Sus ojos, inevitablemente se abrieron un poco más de lo normal y de inmediato sintió un golpe directo al corazón que fue producido por sus palabras, que a consecuencia, llenaron sus ojos de lágrimas. Mordió rápidamente su labio inferior y bajó su mirada. No quería que la viera llorar, pero era tarde. Esas gotas saladas bajaban por sus mejillas sin control y a pesar de sus intentos, algunos quejidos productos del llanto se iban escapando uno por uno.

—Escucha —la llamó una vez más—. Estoy en este estúpido desfile solo porque fuiste un dolor de culo, así que me importa una mierda si participo o no. Pero si quieres irte, mandemos todo al carajo y vamos a casa, prepara ese tereré que tanto te gusta, olvida esto por un rato y luego podrás pedir disculpas —dijo esta vez llevando sus manos hasta las mejillas de la contraria, haciendo que lo miré y de paso, limpiando sus lágrimas con sus pulgares—. O podemos seguir con esto y demostrar a los demás lo lejos que estás llegando con solo tu esfuerzo.

Ella siguió en silencio aún dudosa.

—Haremos lo que quieras.

Me inspiré, ahq.

Weonas, no quiero ver algún: kitsiki ni is isi o un kin is isi i ki isiirin kin kitsiki

Recuerden que es un Katsuki más evolucionado, de un segundo año. Un Katsuki más sabio y empático.

Sin más que agregar, hasta la próxima.

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