¿Qué coño significa «'Y/R¡.#»?
Desperté tras un repentino sobresalto, como si acabara de vivir una pesadilla horrible. Un frío sudor caía de mi cara, y mis pulmones latían abruptamente. El terror todavía me recorría el cuerpo, y los recuerdos de lo vivido todavía me hundían más en la confusión y la ansiedad. Alterado y hecho un mar de nervios, observé el lugar en el que me encontraba.
Estaba en mi casa, en el dormitorio. Llevaba puesto mi pijama azul y me acababa de levantar de la cama. Un sol brioso entraba por la ventana de la habitación, y mi despertador marcaba las nueve de la mañana.
Al darme cuenta del ambiente conocido y familiar, mi cuerpo y mi mente comenzaron a tranquilizarse. Aparté la sábana y me senté, posando los pies desnudos en el suelo. Suspirando, encendí un cigarro, tras cogerlo del paquete que tenía en la mesita de noche. Una vez recuperada la cordura, mi cerebro se puso en marcha con toda la frialdad posible.
Res Vacua, Res Extensa, Res Plena, Res Aurorae, la Máquina, Segundo Plano de Transición, Plano de Reajuste, Primera Capa, Campo Y, observadores, Statu Quo, Outsiders, Retorno, Protocolo de Deus, Ente de la Mesa i Ente de la Silla.
Éstos eran todos los conceptos extraños e incomprensibles que aquel par de Entes había soltado durante la noche anterior. Los recordaba todos, como si alguien los hubiera grabado con un cincel en mi cabeza. Más allá de saber que algunos venían del inglés y del latín, no era capaz de relacionarlos con nada. Lo que más me sonaba era el Protocolo de Deus, por una historia bastante larga que no vale la pena explicar y que a efectos de guion es mejor no recordar...
Una descarga repentina sacudió mi cabeza. El cincel, que continuaba grabando recuerdos en mi cerebro, se había interrumpido. O algo lo había detenido en seco.
Un nuevo concepto. No era como el resto y, sin duda, no había sido dictado por ninguno de los dos Entes.
Intentaba recordarlo con la misma claridad con la que había evocado los demás, pero me era imposible. El cincel seguía sin moverse. Poco a poco, veía un conjunto de letras y símbolos que, en ciertos momentos, se interrumpía para caracteres que mi cerebro era incapaz de procesar. Me apresuré a coger una libreta y un bolígrafo. En la mesa del comedor, volví a recordar aquella extraña secuencia para apuntarla. No tuve más remedio que obviar los incomprensibles símbolos que la interrumpían.
'Y/R¡.#.
Esa era la palabra entera que mi cabeza consiguió interpretar. Durante unos minutos, intenté encontrar el origen de aquella masa de letras y signos aparentemente aleatorios. Sólo había dos posibilidades: o la habían metido en mi cabeza los dos Entes o bien había sido....
Suspiré una vez más, intentando calmar el espontáneo terror que me infundía el recuerdo de aquella silueta. Esta historia se nos empieza va a ir de las manos.
Me dirigí hacia el baño para lavarme y vestirme. Tras cepillarme los dientes, me mojé la cara con agua muy fría para que todos mis poros despertaran. Allí mismo, delante del espejo, empecé a desvestirme.
Y, al verme, un grito de terror explosionó en mi boca.
Me froté el pecho, pero lo que me había salido no se iba: se adentraba dentro de mi piel como un tatuaje. Intenté lavármelo y rascármelo, a ver si salía, pero no lo conseguí.
Preocupado, asustado y desesperado, corrí hacia la puerta, apartando todo obstáculo que me cerraba el paso. Abrí la puerta de un buen golpe, al tiempo que mis oídos captaban movimiento en la casa de al lado.
Al balcón me encontré a Gutts, descamisado y con la misma y atemorizada cara que yo. Pronto entendí por qué. La secuencia que habíamos seguido aquella mañana había sido la misma y, ante lo que nos acabábamos de encontrar, necesitábamos confirmar entre nosotros que no estábamos alucinando. Por ello, al mismo tiempo, tanto el viejo como yo salimos disparados de casa al verlo.
Y es que ambos teníamos el mismo dibujo en el pecho izquierdo.
Era la secuencia de letras que se había introducido en nuestra mente. Pero ésta estaba completa, con todos los extraños símbolos que la interrumpían y que nos impedían procesarla correctamente.
Estaba escrita en texto de color negro, con unos extraños granitos blancos y rojos que se movían rápidamente, como el ruido blanco del televisor.
El viejo y yo no sabíamos qué decir, aunque con la mirada ya nos lo decíamos todo. Algo nos convencía de que aquella terrorífica marca no provenía de lis dos Entes, sino de un monstruo mucho más oscuro que se había fijado en nosotros. Fui yo quien decidió tomar la iniciativa.
— Usted también vio aquella silueta, Gutts?
— ¡Joder, si la vi! No he sentido tanto miedo en mi vida. Aquello nos ha tatuado esta cosa, ¿verdad?
— No se lo puedo asegurar, pero algo me dice que sí.
— Tenemos que celebrar una reunión de urgencia, Cross. Hay que poner en orden todo lo que ha pasado, para empezar a entender el estado en el que nos encontramos.
— Estoy de acuerdo. Vistámonos, desayunemos, y nos vemos en mi casa.
— Me parece bien.
Así lo hicimos. Cada uno entró en su casa. Preparé un café mientras me vestía con la ropa habitual. Una vez listo, me senté en la mesa del comedor.
La cabeza se puso en marcha de nuevo. Si esa marca nos había salido a Gutts y a mí, era muy posible que a Queen también. Intenté recordar ese miedo que había sentido.
No estábamos seguros. Ni nosotros ni nadie. Eso, como las dos Entes, trascendía espacio y tiempo. Y a diferencia de las dos, sus intenciones no eran arreglar un desajuste. Al contrario. Lo que más terror me provocó, lo que causó mi desmayo, era ser consciente de que aquella bestia podía hacer que todo explotara por los aires si lo deseaba. Y que no sólo yo era el objetivo...
Gutts llamó al timbre. Dejé que pasara y el viejo se sentó en la mesa, delante de mí. Se había vestido como siempre, pero no llevaba ningún sombrero.
— De acuerdo, lo primero de todo es aclarar lo ocurrido y ponerlo todo en orden —inició el inspector.
— Todo comienza con el loco ese metiéndonos dentro de aquella torre —continué.
— Y, después de un buen rato, aparecen ese par.
— El Ente de la Mesa y el Ente de la Silla. Uno charla que da gusto y el otro ni siquiera es consciente de sí mismo.
— Según entendí, el espacio en el que nos habían cerrado hacía un "no-se-qué" que podía enviarnos a todos a tomar por el culo.
— Diría, Gutts, que se referían a una especie distorsión espacio-temporal. No sé si se encargan de arreglar este tipo de cosas o simplemente lo hacen por diversión.
— ¿Cree que deberíamos investigar? —me preguntó el viejo.
— Estoy deseando hacerlo, pero también estoy seguro de que no encontraremos absolutamente nada. Esos dos Entes se nos escapan, Gutts. Por mucho que lo intentáramos, no los entenderíamos.
— Bueno, el de blanco nos ha desactivado una especie de protocolo mental... —insistió el viejo.
— Ya le entiendo, Gutts. Pero voy más allá. Aunque nos hayan desactivado este Protocolo de Deus, estoy seguro de que nos siguen teniendo cogidos por los cojones. Y han introducido un montón de conceptos que sólo generan preguntas. Si fueran personajes principales de esta novela, el lector habría tenido alguna pista. O habría una causa de su aparición. El autor de esto funciona así.
— ¿Está diciendo, pues, que su aparición no estaba programada en la trama? —preguntó Gutts, perplejo.
— Ellos mismos lo han dicho, ¿no se acuerda? Que tenían que aparecer dentro de un año.
— ¿Tienen relación con la Editora?
Aquella pregunta me sorprendió. Aunque, no sé si por suerte o por desgracia, la respuesta era clara y rápida.
— No, y estoy seguro de ello. La sensación que tengo con la Editora es completamente diferente a la que he tenido con ese par. La Editora es un ser superior a nosotros y difícil de entender, pero los Entes están a otro nivel.
Gutts suspiró y se llevó la mano a la cara. Una vez recuperado, continuó.
— Bueno, dejemos el tema de este par, porque no sacaremos nada. Pasemos al momento en el que lo destrozan todo.
— Yo acabé en una especie de mar de ruido blanco. ¿Y usted? —pregunté.
— Yo también. Empecé a sentir un miedo horroroso y alguien a mi lado, y entonces la vi.
— La silueta...
— Sí, la silueta. Si no recuerdo mal, era muy delgada, pero las partes inferiores de las piernas y los antebrazos eran gruesas y cuadradas. Y de su cabeza sólo recuerdo una especie de sonrisa. Mientras la veía, era como si todo mi cuerpo me pidiera que huyera o que la matara. Esa cosa quiere y puede provocar un mal inimaginable, Cross, sólo con una mirada podía verse.
— Yo también la recuerdo así. Y, cuando pienso en ella, enseguida me viene a la cabeza el tatuaje que tenemos. Como si nos hubiera marcado para avisarnos.
— Nos lo ha hecho ella, estoy seguro. ¿Qué cree que significa?
— No lo sé, no tiene sentido. Parecen letras y signos aleatorios...
— ¿Cree que nos afectará de alguna manera?
— No lo sé decir, Gutts. Espero que no.
— Queen seguramente también la tenga. Quizá su condición le ha permitido captar más cosas que nosotros. No sabrá dónde está, ¿verdad, Cross?
— Ya sabe que ese chico es un culo inquieto y un alma errante, así que no, no lo sé. Pero estoy seguro que está de camino.
— Tiene razón.
— Escúcheme, Gutts. Usted también ha captado la capacidad destructora de la silueta. Su naturaleza trasciende los límites de esta ficción. Quiere destruir, y si nos ha marcado a nosotros es posible que también lo haya hecho en el resto de personajes de la historia. Tiene la capacidad de hacerlo, tanto usted como yo lo notamos enseguida.
El viejo se estremeció. Yo continué.
— Sugiero que, antes que nada, vayamos a ver a la gente que nos importa y comprobemos que está bien. Usted vaya al hospital con Margareth, que yo iré a ver a Clea y a Eve. Recójame y vayamos ambos a casa de Elizabeth. Si tiene amigos en la comisaría por los que se preocupe, vaya también a verlos. Cuando volvamos me reuniré con la Editora e intentaré sacar algún dato nuevo.
— Me parece bien. ¿Nos vamos ya?
— Espere —dijo detrás de nosotros.
Era Queen. Se encontraba en la ventana de mi habitación, a punto de entrar. No me había fijado en que estaba abierta.
De un salto se acercó a nosotros. Llevaba ropa nueva: una chaqueta negra con la característica capucha que siempre vestía, una camiseta oscura, vaqueros grises y zapatillas negras.
— Ya era hora, ¿no? ¿Dónde te habías metido? —preguntó el inspector.
— Pues en mi casa, no te jode. Al igual que vosotros —respondió Queen, con el tono de voz de alguien ofendido.
— ¿Pero tú tienes casa? —pregunté.
— Te recuerdo que hasta hace poco me ganaba la vida bastante bien. ¿De dónde crees que saco la ropa, imbécil?
— Eso que te ganabas "bien" la vida es relativo... Teniendo en cuenta que te la ganabas en luchas ilegales —le recriminó Gutts.
— Luchas ilegales que el famoso Toro de la Central aún no ha sabido parar ni localizar. ¿Dónde está, cuando se le necesita? —respondió Queen, atacando sin miramientos.
— Eh, suficiente. No es momento ahora de pelearse —interrumpí, intentando poner paz.
— Sí, porque si no... En fin. Hablabais de anoche, ¿verdad? He escuchado toda la conversación desde fuera —dijo Queen.
— Caramba, ¿y por qué no has entrado? —pregunté.
— No tenía nada que aportar, y ya me parecía bastante interesante lo que ibais diciendo como para interrumpir.
— Vaya, ¿Queen encontrando interesante una conversación entre humanos? —dijo el viejo, cargado de ironía.
El chico lo miró con desprecio.
- Pues, si no tienes nada que aportar... Quiere decir que viste y sentiste exactamente lo mismo que nosotros, ¿no? —pregunté.
- Sí. Hay algo, sin embargo, que es diferente a vosotros.
Gutts y yo encendimos todos los sentidos de repente, llenos de curiosidad.
- A diferencia de vosotros, yo soy capaz de percibir y controlar todas y cada una de las células de este mercurio que forma mi cuerpo —explicó el chico mientras se quitaba la camiseta.
Como nosotros, tenía la marca en el pecho izquierdo. Me pareció curioso que cerca de ésta no tenía ninguna mancha de mercurio, organizadas de forma irregular a lo largo de todo su tronco.
— Mirad qué pasa cuando acerco el mercurio al tatuaje...
Y así lo hizo. Las manchas del líquido metal comenzaron a acumularse alrededor de la marca, formando una gran redonda de negro azabache. Si no hubiera sido por los granitos inquietos que rodeaban las letras, el tatuaje se habría vuelto indistinguible.
Pero a los pocos segundos, el negro se volvió rojo. Un granate más oscuro que el de la sangre empezó a brotar de las letras, en una especie de hemorragia interna visible.
- Dejadme explicar antes cómo funciona mi biología. Dentro de mi cuerpo conviven dos tipos de células. Las células de mercurio y las células que yo llamo de semi-mercurio. Las células de mercurio que recorren las venas son rojas y se vuelven negras cuando rompen tanto los conductos como la piel y se enfrían. Las células que viajan fuera de las venas se acumulan en estas manchas de mercurio que veis por mi cuerpo, y normalmente son las primeras que utilizo para atacar. En estas manchas, sólo la membrana tiene la coloración negra y un estado semi-sólido. En la parte más superficial, la piel, se encuentran las células de semi-mercurio, que todavía contienen ADN humano. Son un híbrido entre vuestras células y las mías, y por eso aún conservo la coloración de piel humana.
Queen hizo una pausa, marcando el final de su explicación. Pronto continuó.
— Pues bien: no sé por qué, las células superficiales que están tocando el tatuaje se encuentran paralizadas. No los puedo mover ni controlar, así que me es imposible eliminarlo. He intentado arrancarme la piel, pero es inútil: vuelve a salir. Lo que acabáis de ver ha sido un intento de cerrarlo entre las células de mercurio, llevándolas al nivel superficial y tapándolo. Cuando lo hago, sin embargo, la membrana de estas células comienza a deformarse y acaba reventando, y el ADN de su interior se vuelve inservible. Se vuelven locas: su tamaño pasa de gigante a diminuto en una décima de segundo y bailan arriba y abajo hasta que no aguantan más.
Después de aquello, Gutts y yo no supimos qué decir. ¿Estaría pasando lo mismo con nuestras células? Queen también mantuvo el silencio para esperar a que el viejo y yo acabáramos de procesar.
De lo que no había duda era que esa marca no era un simple tatuaje. Era como si tuviera vida propia, como si actuara sobre nosotros de forma constante. Y la reacción que provocaba no se podía limitar únicamente a la biología.
— Que las células adopten un comportamiento tan extraño antes de morir me dice que esta marca transmite algún tipo de fuerza más allá de un efecto nocivo —comenté.
— ¿Qué quiere decir? —preguntó el viejo, con cara de espanto.
— No lo sé, y me da mucho miedo pensarlo. Pero no estamos seguros, de eso no tengo duda.
El inspector soltó todo el aire, temblando. Se le veía muy afectado. Seguramente porque no era en sí mismo en quien pensaba.
— Oiga, Gutts. No debe preocuparse, que somos protagonistas. Si morimos ahora o dentro de unos años, el autor de esto se habrá quedado sin personajes con los que continuar haciendo historias. Si permite que nos pase esto es porque, en el fondo, es inofensivo.
— ¿Está seguro? —me preguntó el viejo, con cierta ilusión recuperada en los ojos.
— Nosotros, al menos, sí que sobreviviremos. Queen es secundario y ex antagonista, así que igual él sí la palma. Tampoco afectaría al resto de la trama.
— Te recuerdo, hijo de puta, que sin mí no habría historia. Así que un respeto, que también tengo mi importancia —se quejó Queen.
— Tu papel lo podría cubrir cualquier otro antagonista —respondí.
— Y tu papel lo podría cubrir yo si te abro en canal ahora mismo, escoria —me amenazó el chico.
Gutts sonrió. Parecía que habíamos conseguido animarle. Se levantó.
— Bueno, de todos modos, si es inofensivo no hay que preocuparse. Y si no lo es, ya estamos perdidos. Así que mejor olvidarlo y dejar que se cosas sigan su curso. Lo importante ahora es saber si somos los únicos o hay más afectados —dijo el viejo, con los ánimos recuperados.
— Tiene razón. No perdamos más tiempo —respondí.
El inspector se despidió de nosotros y salió de mi casa cerrando la puerta. Queen y yo nos quedamos solos.
— ¿Y tú qué vas a hacer, Daniel? —pregunté.
El chico se llevó las manos detrás de la cabeza, en una especie de señal de pereza.
— Yo no tengo seres queridos de los que preocuparme, así que me tocará hacer mi trabajo. El loco ese ya debe haber buscado un nuevo escondite, así que pasearé un rato por la ciudad, a ver si encuentro alguna pista —respondió.
— De acuerdo. ¿Saldrás por la ventana o por la puerta?
— Por la ventana.
— Pues haz el favor de cerrarla una vez estés fuera.
Me levanté y, poniéndome la gabardina, avancé hacia la puerta. Pero Queen interrumpió mi camino con una pregunta.
- Eh, Kyle. ¿Estás bien?
Aquella repentina preocupación que mostraba el chico del mercurio me sorprendió extraordinariamente. Durante unos segundos no supe qué decir.
— Hombre, después de lo que hemos vivido esta noche, estoy un poco alterado —respondí.
El chico puso cara de cabreo y de decepción. Su expresión me decía que yo no había entendido qué me preguntaba.
— Me refiero a cómo estás por dentro, Kyle —precisó, molesto.
Aquello me sorprendió más, ya que no me creía que a Daniel Queen le importara mi estado de ánimo. Al final, sin embargo, decidí recompensar ese gesto con una sinceridad total.
— Si te soy sincero, debería estar feliz. La relación con mi mujer va mejor que nunca y mi hija está contenta. Y en la batalla de las plumas, ahora mismo sólo tenemos dos enemigos: la Editora y el loco...
— Pero algo no va bien, ¿verdad?
— ¿Cómo lo sabes?
— Desde que nos hemos encontrado, he estado bastante más pendiente de ti de lo que crees. Algo en tu cara y tus ojos me recuerda al 253.
Había subestimado a ese chico. Había pensado que era una simple máquina de odio y de matar, pero quizá había mucho más. Después de unos segundos, continué.
— La pluma ha removido todo lo que llevaba dentro, y ha sacado a la superficie la mierda que tenía arrinconada, ya te lo comenté. Y eso me preocupa, porque la última vez que esta oscuridad se asomó le hice algo terrible a mi mujer. No le conociste en persona, pero sí conoces la mirada del 253...
— Sí, y nunca he visto tal odio en los ojos de alguien. Todavía recuerdo aquel chico, escondido en un rincón, que nos miraba a todos de una forma nada agradable.
— Tú sabes tan bien como yo cómo nos afectó ese orfanato. Si el 253 despertara en presencia de mi mujer, no quiero imaginarme qué podría pasar...
Ambos nos mirábamos a los ojos. Era paradójico que ese que había sido el inicio de todo, ese que casi había conseguido matarme, ahora fuera la persona que más me entendía. Él conocía los secretos que yo no me atrevía a contar a nadie, y eso me ayudaba muchísimo, pues podía hablar sin tener que recordar.
Queen se giró y comenzó a caminar hacia la ventana.
— Mira, Kyle. Tu mujer y tu hija me importan una mierda. Quien me importa eres tú, y soy consciente de que lo que les pase a ellas también te afectará a ti. Así que no te preocupes: si hace falta, las protegeré de ti mismo. Sea lo que sea lo que necesites, no dudes en pedirme ayuda. No pienso fallarte — expresó, en una especie de despedida.
Aquellas palabras encendieron una pequeña llama de emoción dentro de mí. La llama, sin embargo, también estaba rodeada de un humo de incomprensión.
— Espera, Queen. ¿No se suponía que odiabas los humanos? ¿Por qué te preocupas de esta manera por uno?
Queen se detuvo y respondió sin girarse, con una voz tranquila.
— Yo nunca he dicho que odie los humanos, Kyle. Para que odie a alguien, primero tengo que considerarlo un peligro y mi igual. Los humanos sólo despertáis asco en mí.
— Y, si te doy asco, ¿por qué me ayudas? Deberías querer matarme, ya que era tu objetivo.
El chico suspiró. Parecía decepcionado, una vez más.
— Aún no me has entendido, Kyle. Mi objetivo nunca ha sido matarte ni extinguir a los humanos. Estas acciones sólo son un medio. Yo he luchado toda mi vida, y sigo luchando, por lo que creo que es justo. Para mí, que unos seres tan asquerosos como los humanos estén destruyendo este planeta es injusto, y prometí que liberaría a la Tierra de vosotros. Lo mismo ocurría en el orfanato: era injusto que nos trataran de esa manera, así que prometí que os protegería a todos de los hijos de puta que nos hacían daño. Mis promesas no caducan: juré que sacrificaría mi vida por cualquiera de los huérfanos que habitaban ese infierno y lo sigo jurando. Ahora mismo tú eres el único que queda, y no dudaré en intercambiar tu vida por la mía si hace falta.
Aquellas palabras me dejaron mudo. Definitivamente, había subestimado a ese chico.
— Pero las dos promesas son incompatibles —señalé.
— Lo son sólo si las cumplo al mismo tiempo. Prometo, Kyle Cross, que el día en el que dejes este mundo, mis planes se reanudarán y la humanidad se podrá dar por perdida. Desde que tengo este cuerpo, siento que mi esperanza de vida se ha prolongado. Así que no tengo ninguna prisa.
Sin decir nada más, el chico del mercurio se precipitó contra la ventana y salió disparado a través de ella de un salto.
Todavía conmocionado, dentro de mí el respeto hacia ese joven se renovó. Y, aunque no me gustaban mucho sus intenciones, no podía hacer otra cosa que sentir una profunda admiración. Me gusta la gente con las ideas claras y que no tiene miedo de luchar por ellas pase lo que pase.
Cerré la ventana antes de recoger el móvil de la mesilla de noche. Esta vez lo había dejado cargando, así que podría llamar a Clea desde él.
Cerré la puerta de casa y enseguida mis pies se pusieron en marcha.
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