No sé qué coño es esta pluma, pero no tiene el "Made in China" por ningún lado

— Joder, tú, menudo fracaso —se quejó Gutts.

— O menudos inútiles, depende de cómo lo vea.

— Váyase a freír espárragos, Cross.

Como puedes esperar, no encontramos ninguna pista en toda la mañana. Allí no había rastro de nada: ni semen (si te fijas, en todas las series policíacas encuentran semen por alguna parte), ni huellas, ni testimonios. Tampoco parecía haber posible sospechoso. Hablamos con los familiares más cercanos y con los vecinos de la víctima, pero nadie sabía nada. Sólo nos dijeron que últimamente se comportaba de forma extraña. En su casa tampoco se encontró nada destacable.

La víctima no era más que un simple dependiente de supermercado que vivía solo. Siempre había sido un hombre solitario que no tenía amigos ni enemigos. Pero sus vecinos decían que en los últimos días salía de casa a horas poco usuales y volvía con una extraña expresión en la cara.

— Bien, voy tirando hacia la comisaria. ¿Quiere que lo lleve a casa, Cross? —me preguntó Gutts.

— No, no hace falta. Ya voy a pie.

Me despedí del inspector y comencé a caminar mientras me encendía un cigarrillo. En días tan infructuosos y frustrantes, fumar es la única cosa que consigue calmarme. Sé que es malo, pero tengo muy claro que si he de morir lo haré de cáncer de pulmón. Aunque tendría que evitar pensar estas cosas, ya que tengo una hija de cinco años. No puedo dejarla sin padre por culpa de mis vicios.

Mi casa se encuentra en las afueras de la ciudad, así que me tocaba caminar un buen rato. Mientras lo hacía, saqué la curiosa pluma que acababa de agenciarme para inspeccionarla. No sabía por qué, pero, cuando la tenía en la mano, me entraban ganas de escribir algo en el aire.

De repente, un ruido a mi alrededor apartó mi atención de la pluma. Dirigiendo la mirada hacia el otro lado de la calle, vi a una chica de unos quince años llorando.

Seguramente la había dejado el novio, o se había peleado con una amiga, o tenía la regla y se había quedado sin tampones...

Y a continuación, sin poder explicar por qué, alcé la pluma e intenté escribir en el aire la palabra "tristeza".

De hecho, no lo intenté: literalmente escribí "tristeza" en el aire. De la punta del plumín surgió un hilo de luz azul muy brillante que se quedó suspendido delante de mí hasta que acabé de escribir la palabra. Una vez escrita, aquellas letras flotantes se transformaron en un rayo de luz que voló en vertical hasta el cielo y que desapareció poco después.

Al instante, las nubes se oscurecieron y se acumularon en la zona donde me encontraba. Finalmente, como aquella lluvia tropical que va y viene sin avisar, empezó a llover a cántaros. Pero lo que caía era un agua de color negro, una lluvia oscura que no mojaba. Maravillado, sentía cómo me tocaban las gotas, pero estaba totalmente seco.

Como un súbito torrente, una gran tristeza me subió de los pies hasta los ojos y me puse a llorar. Lo mismo ocurrió con la gente de la calle, quienes, extrañados, empezaban a lagrimar como madalenas. Estupefacto, observé una vez más la pluma.

Mi cabeza no era capaz de procesar qué coño acababa de pasar. Lo que sí tenía muy claro era que aquel utensilio de color azulado tenía algo que ver.

Cogí la pluma con fuerza y, con el pulgar, pulsé la punta del octaedro que ésta tenía en la parte superior. Se oyó un "clec" y, en un momento, todas las nubes que habían invadido aquella zona desaparecieron junto a la oscura lluvia.

Al ver aquello, mi cabeza por fin reaccionó y, sin pensármelo dos veces, corrí hasta casa. Mientras lo hacía, veía cómo la gente se asustaba al ver a un hombre de treinta y cuatro años corriendo y llorando como un loco. Yo, por mi parte, había momentos en los que pensaba que me deshidrataría. No había llorado tanto en años.

Finalmente, llegué al bloque de pisos. ¿Mi estado? Imagínatelo: un tipo de treinta y cuatro años, jadeando por culpa del agotamiento y al mismo tiempo llorando como un desesperado al que se le acaba de morir la abuela. Intentaba coger aire, pero los sollozos provocados por la llorera me lo impedían. Aquello era tan exagerado que tenía todo el cuello de la camiseta empapado. Puede parecerte una escena graciosa, pero para mí no lo era. Si en el tercer capítulo ya estoy llorando como una adolescente con el corazón roto, imagínate cómo estaré a mitad de la historia. Y, así, llorando como un desgraciado, subí la escaleras del bloque.

Vivo en un apartamento no muy grande. El edificio no es del todo un bloque de pisos: más bien parece un motel. Mi puerta da a un balconcillo en el que, a la derecha, hay unas escaleras para bajar hasta un pequeño patio por el que se sale a la calle. Al fondo de este patio, justo al acabar el edificio y mirando hacia la salida, está la casa del propietario (al que por cierto se le ha olvidado que le debo un mes de alquiler). El edificio tiene dos plantas, con cuatro pisos por planta. Yo vivo en la superior. Debajo de mí vive una mujer que siempre llega borracha a casa. En tras la puerta contigua a la de la mujer vive un alemán que siempre se queja porque, cuando él sale de casa, choca con la gente que baja las escaleras. A los demás vecinos no los conozco demasiado porque soy un espécimen poco sociable. En el piso que hay al lado del mío vive Peter Gutts. Acostumbramos a charlar apoyados en la barandilla del banconcillo mientras bebemos algo. La verdad es que todo el lugar es bastante extraño, pero a mí me encanta.

Entré en casa. Es un piso pequeño, con sólo las habitaciones necesarias. Cocina, baño y dormitorio conectados por el comedor. Casi no tiene muebles, pero tampoco los necesita. A veces me tumbo en el suelo y miro al techo todo el día, pensando en muchas cosas.

Corrí hacia el baño y me lavé la cara. Por fin conseguí quitarme de encima aquella sensación de angustia y dejé de llorar. Menos mal, porque estaba a punto de ir a comprar helado de chocolate.

Me senté en la mesa del comedor y volví a inspeccionar la pluma, esta vez con la cabeza fría.

Durante unas dos horas, estuve probando diferentes cosas con el misterioso objeto. No explicaré qué hice exactamente porque alargaría innecesariamente la novela y las historias con demasiada paja sólo gustan a los críticos literarios. Pero sí que colocaré las conclusiones a las cuales llegué y que dejé escritas en una libreta:

· «La pluma es capaz de materializar lo que se escribe con ella, con una limitación importante descrita más abajo.

· Es posible escribir tanto en el aire como en objetos. En el caso de un objeto, aquello en lo que se escribe pasa a adoptar las características de la palabra que se ha escrito.

· Para deshacer una materialización hay que pulsar el octaedro del extremo superior de la pluma. La materialización desaparecerá, pero sus efectos no siempre lo harán.

· Se puede escribir en cualquier idioma (yo lo he probado con tres: catalán, castellano e inglés) siempre y cuando esté bien escrito. Si hay una falta de ortografía, la tinta desaparecerá y los efectos no se materializarán.

· Los efectos causados por una materialización, si no se pulsa el octaedro, duran eternamente (o, al menos, eso puedo deducir). Si se pulsa el octaedro sin más, desaparecen todas las materializaciones. Y si se pulsa el octaedro pensando en una en concreto, sólo desaparecerá aquella materialización que se tenía en mente. Así, se puede seleccionar qué se quiere hacer desaparecer sin afectar al resto de materializaciones, cosa que es muy útil.

· Para apretar el octaedro se necesita aplicar una cantidad de fuerza considerable. Gracias a esto se evita que todas las materializaciones se vayan al carajo por culpa de un golpecito accidental.

· La pluma es indestructible. He intentado aplastarla, romperla por la mitad, lanzarla contra la pared, lanzarla desde la azotea del bloque de pisos y no hay forma de hacerle ni un solo rasguño.

· Además, la pluma también puede servir como arma de filo: si se hace un movimiento rápido y en línea recta, la tinta es capaz de cortar una gran cantidad de superficies. Esto lo he descubierto mientras intentaba cargarme la pluma: la he lanzado hacia el cielo y, al caer, ha empezado a girar en vertical. Cuando ha llegado al suelo, ha hecho un corte en el asfalto de la calle de una profundidad de unos diez centímetros.

· La tinta, posiblemente, es infinita. Después de escribir muchas cosas y de una longitud variable, no parece haberse agotado en lo más mínimo. Todavía no puedo corroborar esto, así que tendré que utilizarla más para confirmarlo.

· Este es el punto más importante de todos: la pluma sólo es capaz de materializar sentimientos y emociones, con algunas excepciones. Aunque no he materializado físicamente ningún sentimiento, al sostener la pluma sé, de alguna forma que desconozco, que sólo podré escribir sentimientos y un puñado de cosas más. Así que este punto es una conclusión porque mi cabeza me lo dice, pero no puedo probar si de verdad es así o, quizá, es al revés.

· Puesto que sólo es capaz de materializar sentimientos, emociones y excepciones, la tinta desaparece por sí sola si se escribe una palabra que no corresponde con ninguna de las tres cosas.

· Cada sentimiento tiene efectos diferentes. He escrito "alegría" en un jarrón con flores y éstas han florecido al momento. En estas mismas flores, después he escrito "frustración" y una oscura niebla las ha rodeado, provocando que se volvieran negras. En objetos muy pequeños, es posible escribir la palabra en el aire y conectarla a éstos mediante el trazo.

· Si los sentimientos se escriben en el aire, se materializan de formas totalmente inesperadas, como ha pasado con la palabra "tristeza". No he intentado materializar otros sentimientos por miedo a lo que pueda ocurrir.

· Parece que las excepciones están relacionadas con conceptos abstractos. Sólo he escrito una, pero supongo que hay más. La excepción escogida ha sido "suerte", palabra que, al escribirla en el aire, ha hecho aparecer una moneda con una cara sonriente. Supongo que de aquí viene la expresión "la fortuna te sonríe", ¿no? Si soy sincero, ha sido un poco ridículo.

· Extra: No me he podido aguantar y he escrito "menstruación". Lamentablemente, no ha aparecido absolutamente nada. Me esperaba que saliera del suelo una gran fuente con dos piernas en la parte superior y que soltase sangre sin parar.

Conclusión final:

Esta pluma es genial y, definitivamente, no sé de dónde ha salido. Pero molará un huevo usarla para hacerle travesuras al pesado de Gutts».

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