La pluma de Queen sí que tiene el "Made in China"

— ¡Hola, preciosa! ¿Cómo están esas fantásticas curvas de color granate? —exclamé.

La Editora me clavó la mirada unos segundos, regalándome una pícara sonrisa.

— ¡Vaya! ¡Hoy el detective se ha levantado con ganas de repartir amor! ¡Es la primera vez que me obsequias con palabras tan bonitas! ¿Por casualidad no querrás algo de mí, verdad? —respondió ella, burlándose.

— ¡Cómo puedes pensar de mí así, mujer! Si yo soy puro amor. Pero ahora que lo dices, y si no te es molestia, querría pedirte información y un favor...

La acidez de su sonrisa se acentuó. Tragué saliva, atemorizado por lo que me respondería.

— Tú pides mucho y das muy poco. ¿Quieres que te recuerde los nefastos resultados de vuestra incursión de ayer en la fábrica de Daniel Queen? —me reprochó, sin deshacer aquella mirada felina.

— Precisamente por eso te pido ayuda. Si nos echas una mano, perdonaré el vil engaño de hace unos días.

— ¿Perdonarme tú a mí? ¿Has olvidado la jerarquía que establecimos? Yo soy la Editora y tú un simple escritor. Sin mí no eres nada.

Con la cabeza en alto, denotando uno de los menosprecios más insultantes contra los que habían hecho frente mis cojones de macho, la Editora soltó aquello para joder. Se le veía en la cara: se lo estaba pasando de miedo.

Decidí cambiar la estrategia. La actitud usual no serviría. Mentalmente, pedí disculpas a mi virilidad.

— Tienes razón, la hemos cagado. Pero ya lo has dicho: ¡sin ti no soy nada! Lo que te pido no es gran cosa y me permitiría garantizarte un éxito. Venga, va, sé buena. Que se supone que soy uno de tus favoritos.

El tono de voz utilizado en aquella súplica, infantil y humillante, me avergonzó más que la ocasión en la que una señora nos enganchó a Clea y a mí en un baño público (femenino) mientras yo intentaba ponerle un tampón. Realmente no me avergonzó la escena, sino mi inutilidad a la hora de realizar la acción y la bronca posterior de la que entonces todavía era mi novia.

Ambos momentos fueron un golpe directo a mi masculinidad. Pero esta ocasión marcaba un nuevo récord porque había sido consciente.

La malparida me observaba fijamente, deleitándose con cada uno de mis tics causados por la vergüenza.

— No negaré que siento debilidad por ti. Y, teniendo en cuenta cómo te has arrastrado delante de mí... Va, seré benévola. ¿Qué necesitas?

Menos mal que a la chiquilla roja de los cojones no le vinieron más ganas de continuar el juego.

— Primero, me gustaría un poco de información —dije.

— Dispara, pues.

Un sentimiento de optimismo me invadió. Se la veía predispuesta a facilitarme el trabajo.

— La Pluma de la Vida. ¿Cómo cojones funciona? ¿De verdad es vida lo que crea?

La Editora rio. Ya se esperaba esa pregunta, pero parecía hacerle gracia mi ingenuidad. No tardó en responder.

— No quisiera decírtelo, ya que hacerlo supondrá un choque bastante grande para ti y para el lector. Además, te caerá mi mito, cosa que no me hace gracia.

Una gota de sudor frío se deslizó por mi frente. El optimismo se había evaporado. Aun así, intenté mantener la confianza. Además, en cierto modo, aquel comentario me hería el orgullo. No pude evitar responder.

— Déjame decirte, muchacha, que eres una novata en el mundo de Kyle Cross. Antes de protagonizar esta historia, he participado en unos cuantos "destrozos dialogados del KCPG", algunos escritos y otros no. Las cosas raras están a la orden del día en mi vida.

La figura roja volvió a hacer una seductora mirada al mismo tiempo que me sonreía. Le había gustado mi discursito. Así que lo soltó sin darme tiempo a prepararme.

— De las seis plumas que creé, dos de ellas son falsas. Con falsas quiero decir que no hacen exactamente lo que indican sus nombres. Una de estas plumas es la Pluma de la Vida.

Coño, aquello sí que era inesperado. La confianza se convirtió en confusión.

— Entonces, ¿la Pluma de la Vida es falsa? ¿No crea vida? —pregunté.

— No te adelantes —me cortó, seca y seria.

— Perdón —y callé, acojonado por su cambio de actitud.

— Las materializaciones de la pluma sí son vida, de eso no tengas ninguna duda. Sin embargo, no es la pluma en sí la que las crea. Sólo hay un ser capaz de crear vida a ese nivel...

...

...

...

Ahora sí que todo el optimismo había acabado en un pozo...

No, él no, por favor. ¿En serio me estás diciendo que aquel capullo, aquel egocéntrico con un sentido del humor asqueroso aparece en esta historia?

Me niego a creerlo.

¡Eh, lector! No hagas caso a lo que seguirás leyendo. Si me las tengo que ver con ese maldito pollo de alas peladas me cagaré en todo. Y, conociendo al autor de esto, seguro que ya ha dejado alguna pista de él en algún lado. Porque estas tonterías le encantan. Qué te juegas a que aparece en el apartado multimedia de este capítulo o en la portada, junto con un montón de spoilers escondidos.

Este capítulo ya me ha arruinado lo que queda de historia. Sólo saber que él está metido en el percal... ¡Uf!

Y mientras yo maldecía sin cesar, la Editora continuó.

— Después de acabar aquí, empecé a bucear dentro del mundo y de mí misma. No sé si lo encontré yo a él o me encontró él a mí, pero la cuestión es que apareció, con esa sonrisa llena de indiferencia. Le pedí una serie de cosas y él aceptó dármelas con una sola condición.

No quería saber nada, pero el guion decía que tenía que preguntar. Qué remedio.

— ¿Y una de las cosas que le pediste fue la Pluma de la Vida?

— No exactamente. No le pedí la pluma en sí, sino el "derecho" a crear vida a través de ella. La Pluma de la Vida, cuando se escribe o se dibuja algo con ella, lo que hace es enviar una solicitud a aquel ser para que cree el animal que pide el dueño de la pluma. Si es un animal existente, se materializa al instante. Si es un animal creado por el dueño de la pluma, debe tener unas características básicas. Se pueden crear animales de cualquier edad y siempre verán al dueño de la pluma como su progenitor, por lo que seguirán sus órdenes. Incluso las bestias más desligadas a sus padres harán caso al usuario de la pluma.

— Entonces, es una pluma falsa no por lo que hace sino por cómo lo hace. –concluí.

— Exacto. Y otro detalle: el ser creado con la pluma siempre suele ser muy débil. Es decir: un león creado con la pluma es genéticamente más débil que uno "natural". Si procrea, sin embargo, la nueva generación sí será más fuerte. Lo mismo ocurre con los seres vivos inventados. Por eso Queen ha tenido que fortalecer sus arañas a base de cruces e ingeniería genética casera.

— ¿Se pueden crear humanos?

— No. Ese ser me puso esta limitación. Crear un ser humano implica crear otras cosas además de un trozo de carne.

Ahora comenzaba a verlo más claro. Ya tenía la información que necesitaba. Las otras preguntas que tenía respondían más a la curiosidad morbosa con la que nací.

— ¿Y cuáles son los efectos secundarios de la pluma? He visto el cuerpo de Daniel Queen y tiene bastante poco de humano. Supongo que la causa es la pluma.

— Lo que provoca el uso de la Pluma de la Vida es la pérdida de la identidad como especie. La pluma convierte a su dueño en un híbrido entre su especie original y la especie que materializa con más frecuencia, convirtiéndolo en un espécimen imposible de catalogar. Los efectos, además, no son reversibles. Daniel Queen antes era humano, pero ahora casi todo su cuerpo funciona como el de una de sus arañas. Es posible, incluso, que haya ido más allá y haya desarrollado un organismo y un sistema biológico propio. Para cualquier otra persona eso sería una pesadilla, pero para Daniel Queen, que odia a los humanos más que a cualquier otra cosa, el hecho de dejar de serlo es una bendición.

Me quedé pensando un momento, observando mi reflejo en esa especie de líquido que a ratos era plateado. Tenía más preguntas, y quería hacerlas, pero...

— Eh, Cross, me estoy empezando a cansar de hablar. ¿Falta mucho para que terminemos? —interrumpió la figura roja, impaciente y juguetona.

Levanté la cabeza. No era buena idea seguir exprimiéndola. Como se enfadara me quedaría sin ayuda.

— En cuanto a la información ya ha sido suficiente. Ahora quisiera pedirte un favor.

Por fin llegaba la parte complicada. Me sentía como un adolescente tan lleno de hormonas como de idiotez que debe explicar a sus padres que se ha estrellado con la moto y la reparación saldrá por un ojo de la cara.

— Dime. Hoy me has pillado de buen humor —por suerte, a ella se la veía contenta.

Acumulé todo mi valor en los labios y, medio temblando, realicé mi petición.

— No sé hasta qué punto llegan tus "poderes", pero me gustaría pedirte si podrías aislar todo el Distrito Norte, transportando la gente que vive en otra parte, hasta que termine el combate contra Daniel Queen.

La Editora me volvió a clavar la mirada, esta vez muy seria y pensativa. En sus ojos leía la palabra "imposible". Tenía los cojones en la garganta.

Y después de casi un minuto de silencio, la chica contestó.

— Eso no puedo hacerlo. Lo que sí puedo hacer es influir en las mentes de la gente de la calle central y de sus alrededores. Los puedo incitar a ir todos en dirección al metro y que se queden allí hasta que el combate termine. En cuanto al resto de personas, puedo crear una cúpula transparente que os haga invisibles y repela los peatones y vehículos del área de combate. Aviso, sin embargo, de que necesito tiempo para hacerlo. No tengo influencia al cien por cien sobre el mundo material, por lo que me costará.

Me tranquilizó una barbaridad. Pero aún quedaba una duda.

— ¿De aquí a las cinco de la tarde podrás hacerlo?

— Creo que sí, pero no te aseguro nada. También te aviso de que, debido a mi influencia limitada, no podré mantener ni a la gente inconsciente ni la barrera durante mucho tiempo. Y supongo que también querrás que deje vacía parte de la carretera por la que entrará Daniel Queen, ¿no? Tendréis que acabar rápido: será duro mantener todo esto.

Su recomendación me dejó un sabor agridulce. Pero no podía hacer nada: era aceptar sus condiciones o jugarnos la vida de cientos de personas.

— No te preocupes, te prometo que el combate será corto —sentencié.

— De acuerdo. Si ya hemos acabado, vete. Tengo que ponerme en marcha ahora mismo si quiero preparar lo que me pides para la tarde.

Me giré y observé los edificios rojos que se vislumbraban en el horizonte. Un pensamiento me circulaba por la cabeza. Me daba apuro decirlo en voz alta. Pero qué cojones, mi virilidad ya hacía rato que estaba tocada y hundida.

— Nunca habría creído que te acabaría diciendo esto. Pero supongo que debo hacerlo: gracias por la ayuda.

Noté una especie de suspiro de alegría por parte de la Editora. Ya me disponía a irme, pero se me ocurrió un último e irónico comentario que no podía dejar en la recámara.

— Este es el inicio de una fantástica amistad.

Sonreí al mismo tiempo que cerraba los ojos y sentía una ligera risa proveniente de mi interlocutora. Cuando los abrí, estaba sentado en el sofá. Ante mí, al otro sofá, se encontraba Gutts.

— Joder, despertarse y encontrarse sus arrugas no es muy agradable —afirmé, molesto.

— Verlo roncar tampoco lo es, se lo aseguro. ¿Qué le ha dicho la Editora? —contestó él.

Las palabras de la Editora salieron por mi boca como un río desbordado. En unos minutos ya había terminado la explicación. Al oír que el Distrito Norte quedaría desierto temporalmente, Gutts resopló de una forma impresionante. En un segundo liberó toda la tensión acumulada.

La información sobre aquel ser lo dejó un poco alterado, pero no se enfadó tanto como yo. Con un cínico "¿De verdad no se lo esperaba?" despachó el tema.

Finalizado todo lo que teníamos que decir, Gutts se levantó.

— ¿Y ahora qué hacemos, Cross? —preguntó.

— Haga lo que quiera. Yo, por mi parte, me iré a casa a descansar. Todavía tengo las piernas destrozadas.

— Bueno, pues aprovecharé e iré a practicar con las metralletas.

— Si no le importa, lléveme a casa —le pedí, ya que mi masculinidad estaba bajo tierra.

— Ay, pobre princesa, que necesita que la lleven a su palacio —se burló el viejo de los huevos.

— Cállese o le meteré un tampón en el ojo —me vi obligado a responder.

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