Antes de cada batalla necesito una dosis de Clea
Gracias a la magia de la elipsis, ya era mediodía. Clea tenía la tarde libre dos días a la semana, de forma que almorzaba en casa. Aquel día era uno de los que digo.
Desde que Gutts me había dejado en el piso me había quedado tumbado en el sofá mirando los programas del corazón que tanto me gustan. Para los tipos que nos pasamos el día pensando y acabamos el día con el cerebro reventado, estos shows van genial para desconectar un rato de uno mismo. Además, acostumbrado a perseguir maridos infieles, le he cogido el gusto a esto de husmear en la vida de los demás.
Con el viejo había quedado a las cuatro de la tarde. Hasta entonces no tenía pensado moverme de casa. Lo que sí quería era telefonear a Clea. A las tres y cuarto decidí llamarla. Me moría de ganas de oír su voz.
— Hola, Kyle. ¿Pasa algo? — preguntó, con aquella dulzura inicial tan habitual en ella.
— No, te llamaba porque lo necesitaba. ¿Te importa? —confesé.
— Bueno, ahora estaba haciendo la comida. Me pillas ocupada.
— Pero las mujeres podréis hacer dos cosas a la vez. No pasa nada.
— ¿Ya empezamos con los tópicos? Al próximo te cuelgo.
— Si lo haces me hincharé a antidepresivos.
— ¿Me estás amenazando?
— Te estoy avisando.
— Pues yo te aviso de que tiraré los tampones de la última regla.
— ¡Eso no vale! No me tortures así, mujer.
— Pues cuidado con lo que dices.
Rio unos segundos. Yo sonreía desde el otro lado del auricular.
— ¿Has descubierto algo de la chica de cabello blanco? —pregunté, intentando romper el hielo antes de ir al grano.
— Está en proceso. Pronto tendrás noticias, no te preocupes.
— Una cosa, Clea.
— ¿Qué? —respondió, adoptando un tono más serio.
— ¿Te acuerdas de Daniel Queen, el chico de piel oscura que tenía una de las plumas?
— Sí.
— Hoy Gutts y yo nos enfrentaremos a él. Será la batalla definitiva: o nos mata o lo detenemos. Quería que lo supieras.
Clea soltó un profundo suspiro, fruto de la inmensa presión que acababa de lanzar-le a las espaldas. Se quedó en silencio unos segundos.
— ¿Por qué siempre me haces lo mismo? —preguntó, con cierta melancolía.
— ¿Qué quieres decir?
— ¿Por qué siempre me preocupas de esta forma? ¿Eres consciente de la mala tarde que pasaré por culpa de lo que me has dicho?
— Ya sabes que no me va esto de ocultarle información a mi princesita, no se diera el caso de que se preocupara. Es una decisión importante que he tomado y quiero informarte sobre ella, como compañera mía que eres y a quien afectan mis decisiones. ¿Además, qué pasa? ¿Dudas de tu marido o qué?
— ¿Pero es necesario ir tan lejos? ¿No se podría arreglar de alguna otra forma? ¿Te has planteado qué pasaría con Eve si faltaras?
Callé unos segundos. Paradójicamente, aquellas palabras de Clea me dieron ánimos. Cuando quise responder, Clea me interrumpió.
— Cárgatelo y, cuando vuelvas, dale un abrazo a tu hija.
— Caray, qué cambio.
— ¿Qué quieres que te diga? Rebajarte la moral ahora sólo hará que te distraigas durante la batalla. Y ya hace unos cuantos capítulos que pasamos esa fase. Te conozco y sé que, cuando tomas una decisión, no hay quien te haga recular.
Los ánimos aumentaron.
— Tú tranquila. Ese Daniel Queen durará, como mucho, dos páginas. No dudes que volveré.
— Te estaré esperando.
Clea colgó de súbito. No era extraño. Sabía perfectamente que colgando después de aquellas palabras provocaría que se me quedaran gravadas a fuego en la mente. Era una artista manipulándome, tanto en lo positivo como en lo negativo.
Mi cuerpo comenzó a arder de energía. Ya estaba listo para el combate.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top